miércoles, 11 de mayo de 2011

Juicios sobre Enesto Sábato: Ezequiel Martínez + Alejandro Drewes




















Ezequiel Martínez- Ernesto Sábato, después del fin
"No se puede estar triste todo el tiempo, angustiado todo el tiempo... Todo era una exageración. Vivió esa exageración". Lo dijo su hijo, Mario Sábato, en el homenaje al autor de El túnel que se realizó la semana pasada en la Feria del Libro.

Ernesto Sábato hizo de esa exageración su estandarte. Eligió iluminar su vida con esa antorcha a media luz. Hace muchos años, si uno llamaba a su casa de Santos Lugares, la voz de Don Ernesto podía escucharse en su contestador telefónico con mensajes que decían más o menos así: "No puedo atenderlo. Me siento muy deprimido y angustiado. No tengo ánimo para hablar con nadie". Su esposa, Matilde Kusminsky-Ritcher, había muerto en setiembre de 1998 y su hijo mayor, Jorge Federico, había perdido la vida tres años antes en un accidente automovilístico. Si el fatalismo perpetuo de Sábato no había tocado fondo, estas muertes terminaron de empujarlo hacia el más oscuro de los abismos.

Por entonces el escritor sumaba 86 años y había terminado de escribir Antes del fin , su primer libro después de décadas de silencio de imprenta. Se trataba, según su propia definición, de un "testimonio, epílogo o testamento espiritual". Allí, y a lo largo de poco más de doscientas páginas, Sábato recorre los capítulos fundamentales de su "atormentada existencia". Desmenuza encuentros y desencuentros que dejaron demasiadas dudas y pocas certezas en su vida. Habla poco de sus libros anteriores, y cuando los menciona, será sólo para explicar cuánto sufrió haciéndolos. En esas páginas sufre, también, por la ecología, los desocupados, los maestros, los desamparados y el destino sombrío hacia el que se dirige la humanidad. Pero sufre, sobre todo, por sí mismo.

Las tempestades que azotan Antes del fin son interminables. Tanto como la autocompasión que Sábato despliega en abundancia. Con eso ha sostenido sus últimos años de vida pública, transformado en el pasajero de una pesadilla. El autor de El escritor y sus fantasmas había abandonado un cuarto de siglo antes la palabra impresa para dedicarse a ser un pensador mediático, la voz de la conciencia nacional.

No le faltaron cámaras ni micrófonos: siempre fue una especie de símbolo ético para la mayoría de los argentinos y un referente moral para las nuevas generaciones, sobre todo después de haber presidido en 1984 la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), que investigó los crímenes cometidos durante la última dictadura militar en la Argentina, cuyo informe está contenido en el libro Nunca Más.




El escritor y su obra

Las generaciones más jóvenes –a quienes el escritor se dirigía especialmente en Antes del fin – lo conocieron más por sus apariciones públicas que por el valor de su literatura. Sábato supo circular por la era de la información con buena cintura: no le escapaba a los programas especiales que le rendían homenaje ni a las entrevistas de primera plana. Los diarios argentinos, además, publicaban con frecuencia en sus correos de lectores las abundantes reflexiones que él enviaba, y que podían tener como destinatarios tanto a Diego Armando Maradona o las Madres de Plaza de Mayo como a su propia realidad: en 1993 explicó en una carta abierta por qué estaba sumergido en la pobreza y no le alcanzaba el dinero para vivir. De más está decir que logró una cruzada nacional que lo auxilió en estas tribulaciones domésticas. Sábato también echaba mano a estos eventuales gemidos epistolares cuando quería responder a cada línea publicada que invocara su nombre en vano o simplemente para retomar los problemas existenciales que lo tenían a mal traer.

Esos mensajes mediáticos, en su mayoría fatídicos, fueron el plato principal de Antes del fin . No había nada nuevo en este libro, ni siquiera las condolencias que Sábato se dispensa a sí mismo eran una novedad. Su mensaje ya era conocido: la humanidad avanza hacia la autodestrucción y él se vio forzado a viajar en este barco a pesar de su temprana vocación por el suicido, de la que también da cuenta. Tanto desánimo, sin embargo, no opacó el éxito comercial que sus editores sospechaban. A pocas semanas de su aparición en las librerías argentinas, el 10 de diciembre de 1998, el libro tuvo varias reimpresiones y durante semanas permaneció inamovible en el primer puesto de las listas de best-séllers.

Es lógico que su "testamento espiritual" generara tantas expectativas. Más allá de algunos ensayos con viejas ideas recicladas, publicados esporádicamente, su último libro de ficción había sido Abaddón el exterminador , en 1974. Sus otras dos novelas – El túnel (1948) y Sobre héroes y tumbas (1961)– lo catapultaron con justicia a un lugar de privilegio dentro de la literatura y a un reconocimiento internacional que le valió, entre otras distinciones, el Premio Cervantes en 1984. El resto de sus libros tomaron la forma de ensayos, y en ellos desplegó su notable agudeza de pensador.

Pero en este caso, más que hacerse esperar, Sábato se hizo rogar: en el prólogo de Antes del fin aclara que se vio forzado a publicarlo porque los jóvenes –eso es lo que le decían– necesitaban de su mensaje. Seis años le tomó llegar al último párrafo, y en ese tiempo se embriagó con las súplicas que lo empujaban a la máquina de escribir. Sólo así, aseguraba Sábato, pudo afrontar la angustia que le produjo concebirlo. "No quiero morirme sin decirles estas palabras", les disparaba a los jóvenes en el Epílogo que, como una diminuta luz en el camino, intenta dejarles una cuota de esperanza. Si no fuera por el título que le puso a ese capítulo, "Pacto entre derrotados", tal vez la llama de la fe cobraría más fuerza en vez de avivar una fogata de apocalipsis y desesperanzas sin retorno. Pero se sabe: Sábato supo ser una exageración de sí mismo


Alejandro Drewes, Sobre Clarín, la Revista “cultural” Ñ, un tal Ezequiel Martínez y un tristísimo “homenaje” a Don Ernesto Sábato

Es pública y notoria la estrepitosa decadencia de la cultura en Argentina en estos años. Nada nuevo bajo el sol, ni digno de escribir una carta a los medios. Solamente que esta vez, nos justifica el hacerlo la nueva “hazaña” en pro de la degradación de la cultura nacional y sus mejores tradiciones que ha terminado de hacerla bajar a patadas por la escalera al sótano, via el oscuro oficio de un ignoto escriba de la Revista Ñ . Quien, para mayor paradoja, responde al nombre de Ezequiel Martínez, casi coincidente con el de uno de los escritores mayores de este país de los argentinos. No nos queda claro si el notero en cuestión se habrá enterado de la irónica -casi diríamos sarcástica-, coincidencia; en todo caso, lo que puede leerse en el panfleto en cuestión de verdad que maldito el honor que le hace al autor de La cabeza de Goliath y Muerte y transfiguración de Martin Fierro.El estilo y el trasfondo de la nota -que copiamos debajo, de la edición electrónica de Ñ-, habla desde su propio título, mucho más del “periodista” en sí que del propio escritor “homenajeado”. Y da la enésima muestra de los deplorables y cuasi nulos criterios de selección de la Revista Ñ para sus editoriales. En ese contexto, esta nota, de cuyo análisis nos ocupamos seguidamente, resulta del todo coherente con el escenario del kitsch posmoderno, donde se mezclan en alegre confusión reseñas de libros que reemplazan a la devaluada e inexistente crítica literaria en estos medios; listas de los “libros más vendidos” y ecos de los ecos de lo más glamoroso del medio editorial europeo y norteamericano, en cuyas próvidas arcas seguramente confían, como en el denario de los premios. Condimentado con un poco de morbo que, ya lo sabemos, vende y muy bien.En concreto, en relación con su nota sobre Don Ernesto Sábato, el tal Ezequiel Martínez comienza por el bello ejercicio de tomar una frase de una entrevista de su hijo Mario Sábato, la cual saca de contexto, tergiversa, retuerce y exprime al solo objetivo de abonar a sus tesis delirantes sobre el escritor. Presume de irónico y burlesco en el tono despreciativo que usa, pero en verdad, apenas si da cuenta de su propio resentimiento y miserabilidad, tal vez de corte ideológico y asociados a la famosa, traída y llevada foto del encuentro con Videla; foto en la cual se olvidan del Padre Castellani y de su causa –la intercesión por dos detenidos-desaparecidos-, pequeño detalle. El presunto experto en la obra de Sábato despacha en dos líneas la obra ensayística del maestro, con la simpática adjetivación de “viejas ideas recicladas”. Del resto de la obra de Sábato, novelística en particular, cero comentarios, excepto lo que no puede evitar porque rompe los ojos: la enorme repercusión internacional de su obra hace décadas. Incluso en ese punto, sea por supina ignorancia, o -más probablemente -, por cinismo y perversidad, omite el detalle de citar a quienes fueran los escritores, filósofos y pensadores que dejaron por escrito su elogio de la obra de Sábato: una larga lista que incluye sin agotarla a Mann, Greene, Camus, Nadeau y Quasimodo; nombres que queremos suponer que algo significan para la cultura universal, todo y a pesar de los flatus voci -o flatus a secas-, de este impresentable notero de Ñ/ Clarín. Y pareciera que, excepto por las falsas alusiones a lo mediático, que la repercusión de la obra de Ernesto Sábato en Argentina hubiera sido inexistente. Ni falta que hace insistir en el disparate de esa pretensión.En cuanto a la idea central, por usar una metáfora sobre esta nota lamentable, que aquí sobrevuela; es decir, a la supuesta actuación e impostación de la angustia que se le adjudica al propio Sábato –recurriendo al pésimo gusto y a la bajeza de colocar datos de su vida privada, ejercicio más propio de paparazzi de alguna revista de esas con traseros al viento que de un medio dizque literario-, apenas cabria comentar nada, excepto que este personaje parte de la absoluta imposibilidad de dialogar con el Otro, coincidente con la actitud de quienes supuestamente forman parte de los “sectores de la cultura nacional”. Se nutre del negacionismo más cerril de una obra y su legado y del indecente ejercicio de vilipendiar a quien ya hacía muchos años, demasiados, que por su condición física estaba muy lejos de poder responder a tales ataques. Y que nunca, por cierto, estuvo “pidiendo micrófono” ni viviendo de la jugosa pleitesía de las editoriales, ni buscando la zanahoria de premios multimillonarios de los cuales nadie, ni público ni lectores, se acuerda al año siguiente. Sospechamos que gran parte de los personajes literarios que se maquillan para las fotos que aparecen en Ñ, en cambio, sí que andan a la caza de los flashes. A falta de sustancia, sobran detalles, como decía una canción de Joaquín Sabina.Por todo lo cual, el hecho de que el propio apellido de Don Ernesto aparezca repetidamente escrito sin acento; o que “best-seller”, aparezca en este brillante “ensayo” escrito con un curioso acento a la francesa, son apenas detalles. O mejor dicho, hilachas que muestran la trama de falencias bastante más graves y groseras Éticas, en primerísimo lugar.¿O será tal vez que el autor de esta nota editorial, en realidad, es “una exageración de sí mismo”?

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Aplaudo y comparto el enjundioso comentario de Alejandro Drewes destacando la insolvencia de los mediocres que, como este tal Ezequiel Martínez,se creen dotados para expresarse sobre las figuras que han jalonado nuestra cultura y han sido reconocidos por otros grandes de la literatura mundial. Es lamentable la indigencia intelectual emergente en nuestro país de la cual este tal E. Martínez es claro exponente. Celia Clara.

Felicidad Batista dijo...

Ignacio, en ningún país, en ninguna cultura, falta el que busca notoriedad al socaire de una figura relevante. Solo sé que conocí a Ernesto Sábato cuando estudiaba en la Secundaria. Primero fue El Túnel, luego sobre Héroes y tumbas y así, todo lo que fue cayendo en mis manos. Solo sé que me gusta como escribe y lo que escribió Ernesto Sábato, que me alegra hablar el mismo idioma, para leerlo en la lengua que escribió y que su aportación a la literatura argentina, en particular, y universal en general, está fuera de dudas.
Un abrazo

cirandeira dijo...

Gostei muito dessa resenha sobre Ernesto Sábato, contém informações
preciosas!
Obrigada por compartilas, Ignácio

Un abrazo

silvia zappia dijo...

sos un grande!
besos y aplausos*

silvia zappia dijo...

perdimos los comentarios de nuestros blogs...

repito: estoy totalmente de acuerdo con tu opinión! gran entrada!

beso*

Marta dijo...

só agora li e vou partilhar. obrigada!