sábado, 26 de abril de 2014

John Ford, Siete mujeres (1966)






Narcís Ribot i Trafí
Ford era consciente que “Seven women” (“Siete mujeres”, 1965) sería su última película principalmente a causa de su deteriorada salud. Pero quiso hacerla aunque después, como en otras películas suyas, la criticara y restara méritos (en realidad nunca fue buen crítico de sus propios films). El estreno del film fue un desastre y la crítica no lo fue menos, especialmente en Estados Unidos: sensiblera, extravagante, excéntrica (entre estos adjetivos, todos ellos equivocadamente aplicados, había algunos de seguidores fordianos) a la película, incluso que el realizador desvariaba. Tiempo después en sucesivos reestrenos recuperó algo la inversión, la cinta subió enteros y se apreció mucho más en Europa; hoy en día es considerada un gran film y uno de las más representativos del autor.
Es una producción de Bernard Smith y el mismo Ford (Ford- Smith Produccions) para M.G.M., el tándem que produjera también “La conquista del Oeste” (1962), para la misma Metro y “El gran combate” (1964) para Warner Brothers. El guión era de Janet Green y John McCormick basado en el relato “Chinese Finale” (“Final chino”) de Norah Lofts, con brillante fotografía de Joseph LaShelle, decorados (inequívocamente teatrales a petición de Ford) de Henry Grace y Jack Mills y excelente música del reputado Elmer Berstein.
Hay un punto importante que puede inducir al error: el hecho que el personaje protagonista, la Dra. Cartwright, no sea creyente no quiere decir en absoluto que Ford se hubiera vuelto de repente agnóstico o ateo (más bien al contrario), solo señala la intransigencia, el fariseísmo, puritanismo e incluso fanatismo introducido dentro de la religión (la comunidad) por personas como Miss Andrews pero, en contraposición, el personaje de Miss Binns --- responsable de la misión británica --- aparece con una concepción y vida religiosa más auténtica, trasgresora, tolerante y liberada (señalado en un incisivo primer plano) y quien mejor lo explica es Francisco- Javier Urkijo en su libro (4). En “Siete mujeres” existen los mismos valores que en otros films suyos, así como “The Fugitive” (“El fugitivo”, 1947), las dos únicas películas donde la religiosidad es tratada DIRECTAMENTE y que tampoco gozó de la aceptación crítica, siendo por el contrario una de las preferidas del realizador (5). La situación de la comunidad no es la ideal porqué no se vive con alegría la vida de Cristo: Miss Andrews ha creado un microcosmos cerrado con represión en todos los sentidos e intolerancia a su imagen para clonar en un todo igual a ella al grupo de personas convivientes (súbditas en su visión) las cuales han de compartir también, por supuesto, su infelicidad.

La acción se inicia en el norte de China, cerca de la frontera de Mongolia, año 1935, una comunidad de misioneras evangélicas. Un país azotado por bandidos y señores feudales. Durante el genérico vemos cabalgadas de los bandidos mongoles. Plano detalle de un cartel arriba de un portal: “Sociedad Educativa de la Misión Cristiana Unificada”. La cámara desciende y se abren las puertas dejando paso al coche de Miss Andrews. Largo silencio y miradas. En menos de dos minutos Ford nos sitúa en la historia y sin casi palabras. Una carta de la jefatura informa que pronto llegará el tan solicitado doctor y que por la comarca ronda Tunga Kahn (Mike Mazurki) y su ejército de bandidos mongoles que acostumbrar a robar matar, violar e incendiar. “Este bandido no se atreverá a atacarnos, somos ciudadanos americanos es el comentario de Miss Andrews. Se presenta el doctor, o mejor dicho la doctora. Miss Andrews: “¡Si es una mujer! Dra. Cartwright: Eso es lo que me dicen los hombres. Es lógico el choque entre los dos caracteres opuestos pero la doctora tomará el mando al declararse el cólera (atendiendo, buscando medicamentos, ordenando quemar ropas de los contaminados). Ford narra con amplios planos captando todos los detalles de la situación (personajes y objetos). En ocasiones va oscureciendo los encuadres donde aparece la directora pero cuando esta se sincera con la recién llegada la pantalla aumenta poco a poco la iluminación. El resto de la misión británica, dirigida por Miss Binns, ha sido desolada por las huestes de Tunga Kahn y se refugia en la misión americana (Miss Andrews no niega la acogida pero recuerda que es ella quien manda allí). Los soldados de la República China se retiran y la misión queda abandonada a su suerte. Llegan los bandidos y cogen prisioneros a todos los miembros de la comunidad. Los hombres, Charles y los sirvientes chinos, son asesinados fuera de cámara. Borrachos, los bandidos conciertan combates de lucha entre ellos en la noche solamente iluminados por las antorchas (formidable fotografía de LaShelle); ahora Tunga Khan (un ser primitivo y brutal cuyos actos no tenían nada que envidiar a los de Atila) observa a la Dra. Cartwright y se siente atraído por ella (se deja ver claro que ha forzado ya a Miss Ling). Ahora hace traducir a Miss Ling que no opondrá resistencia pero a cambio desea medicinas por el niño de Florrie que acaba de nacer débil (poco después de ser asesinado su padre) pero con buena salud (los bandidos hacer círculo alrededor de la madre cuando da a luz) y pide dejar a libertad a todo el grupo. A cambio ella se le entregará abierta y libremente. Miss Argent le dice a la Dra.: “No haga esto, es un pecado contra Dios a lo cual responde Cartwright: “En este caso, rece Vd. por mi”.Miss Argent la abraza fuertemente en señal de solidaridad, ha comprendido el acto de sacrificio y la Dra. la besa con sincero afecto. En el cuarto donde están las prisioneras (antes estaban encerradas en un pequeño cobertizo pero gracias a la Dra. han podido mejorar su situación) Miss Andrews ha perdido totalmente la razón y llama a la doctora “Prostituta de Babilonia”. El grupo de mujeres con el niño se aleja en un carro hacia la salvación; Miss Andrews continúa injuriando a la ausente doctora y, finalmente Miss Argent la hace callar y dice que no la quiere oír hablar nunca más. En la misión, ataviada con un kimono, la Dra. vierte un potente veneno en la taza de Tunga Khan y también en la suya, da a beber al bandido que se desploma mientras ella dice “¡Vete al infierno!” (en otras traducciones es mucho más fuerte y en otras menos). Luego toma su taza, evitando así ser ultrajada y asesinada por los secuaces de Tunga Khan y Ford oscurece la pantalla como si se apagasen poco a poco las luces de una habitación… Suprema lección de teología: la agnóstica da su vida por sus compañeras ¿Acaso no hubo un cambio en una persona completamente apegada a la vida material y alejada de cualquier opción religiosa? Soberbia película en la que Ford no creía antes de rodar pero ahora es considerada una de sus aportaciones más originales y por algunos como uno de sus mejores films…
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domingo, 6 de abril de 2014

Sergei Paradjanov, Los caballos de fuego (1964)





Serguéi Paradzhánov  (TiflisGeorgia 1924 — ErevánArmenis 1990) fue un director de cine armenio soviético y artista, reconocido como uno de los grandes maestros del cine del siglo XX.
Aunque su carrera cinematográfica empieza en 1954, Paradzhánov renegó posteriormente a todo su trabajo anterior a 1964, diciendo que era basura. Después de dirigir Teni zabýtyj prédkov (en ruso) o Tini zabutij predkiv (en ucraniano) (Sombras de los ancestros olvidados) (renombrada Caballos salvajes de fuego para la mayoría de las distribuidoras foráneas), Paradzhánov se convirtió en una celebridad internacional, así como en objeto de los ataques del sistema. Casi todos sus proyectos entre 1965 y 1973 fueron prohibidos, desechados o cerrados por las administración cinematográfica soviética, hasta que fue arrestado a finales de 1973. Paradzhánov estuvo en prisión hasta 1977, año en que fue liberado (a falta de 11 meses y 18 días para cumplir su condena, gracias a las peticiones de varios artistas).
Incluso después de su puesta en libertad (aunque sería encarcelado otra vez en 1982) fue mal visto en el cine soviético. No sería hasta mediados de la década de 1980, cuando el clima político se hizo más suave, que Paradzhánov puedo volver a dirigir. A pesar de ello, necesitó del apoyo de su amigo y actor georgiano David Abashidze y otros amigos del mundo artístico para poder ver sus últimas películas autorizadas.
Su salud había empeorado tras los cuatro años en el campo de prisioneros y 9 meses en una prisión de Tiflis. Murió en 1990 a causa de un cáncer de pulmón, justo cuando después de casi 20 años de supresión, le era permitido enseñar sus películas en festivales extranjeros.
(Wikipedia)