domingo, 29 de abril de 2012

Leonardo Castellani, Tres poemas + entrevista+ artículo



Dios

Días de tedio inerte y de derrota 
y de la frente hundida y pies en fango 
en que agobiada la conciencia apenas 
puede sufrir a Dios más bien que amarlo.

Ay esperanza, que te fuiste lejos 
y el hilo en que me tienes es delgado 
suspendido -¿hasta cuándo?- tenazmente 
sobre el abierto vórtice... ¿Hasta cuándo?

Saber lo que es morir y lo que sienten 
el leproso, la coima y el forzado. .. 
Quizá Dios quiera que mañana sirva 
mi experiencia del potro y del ergástulo.

Pero entretanto sobre mí el inmenso 
decaimiento del que pugna en vano 
desolación de ser muy débil para 
o matar el deseo o realizarlo.

Mas Dios es grande y mis caminos locos 
quien los permite puede enderezarlos 
y yo no sé por dónde; pero un día 
en Él darán por un portillo arcano.

Mas Dios es Dios, y a mí me falta todo 
porque me falta el solo necesario 
y no me falta nada más que el único, 
y lo imposible, inútil, sobrehumano.

Y la fe oscura dice: "Pero ¿cómo?" 
y la esperanza Ansiosa: "Pero ¿cuándo?"





Jauja

*
Yo salí de mis puertos tres esquifes a vela
Y a remo a la procura de la Isla Afortunada
Que son trescientas islas, mas la flor de canela
De todas es la incógnita que denominan Jauja
Hirsuta, impervia al paso de toda carabela
La cedió el Rey de Rodas a su primo el de León
Solo se aborda al precio de naufragio y procela
Y no la hallaron Vasco de Gama ni Colón.
*
Rompí todas mis cosas implacable exterminio
Mi jardín con sus ramos de cedrón y de arauja
Mis libros de Estrabonio de Plutarco y de Plinio
Y dije que iba a América, no dije que iba a Jauja.
Pinté verdes los cascos y los remos de minio
Y las vela como alas de halcón y de ilusión
Quedé sin rey ni patria, refugio ni dominio
Mi madre y su pañuelo llorando en el balcón.
*
Muchas veces la he visto, diferentes facciones,
Diferentes lugares, siempre la misma Jauja
Sus árboles, sus frondas floridas, sus peñones
Sus casas, maderamen del más perito atauja.
Su señuelo hechicero de aromas y canciones
Enfervecía el cielo de mi tripulación,
Mas desaparecían sus mágicas visiones
Apenas la ardua proa tocaba el malecón.
*
La he visto entre las brumas, la he visto en lontananza
A la luz de la luna y al sol de mediodía
Con sus ropas de novia de ensueño y esperanza
Y su cuerpo de engaño decepción y folia.
Esfuerzo de mil años de huracán y bonanza
Empresa irrevocable pues no hay volver atrás
La isla prometida que hechiza y que descansa
Cederá a mis conatos cuando no pueda más.
*
Surqué rabiosas aguas de mares ignorados
Cabalgué sobre olas de violencia inaudita
Sobre mil brazas de agua con cascos escorados
Recorrí la traidora pampa que el sol limita.
Desde el cabo de Hatteras al golfo de Mogados
Dejando atrás la isla que habitó Robinson
Con buena cara al tiempo malo y trucos osados
Al hambre y los motines de la tripulación.
*
Me decían los hombres serios de mi aldehuela
“Si eso fuera seguro con su prueba segura
También me arriesgaría, yo me hiciera a la vela
Pero arriesgarlo todo sin saber es locura...”
Pero arriesgarlo todo justamente es el modo
Pues Jauja significa la decisión total
Y es el riesgo absoluto, y el arriesgarlo todo,
Es la fórmula única para hacerla real.
*
Si estuviera en el mapa y estuviera a la vista
Con correos y viajes de idea y vuelta y recreo
Eso sería negocio, ya no fuera conquista
Y no sería Jauja sino Montevideo.
Dar dos recibir cuatro, cosa es de petardista,
Jauja no es una playa-Hawaii o Miramar.
No la hizo un matemático sino el Gran Novelista
Ni es hecha sino para marineros de mar.
*
Las gentes de los puertos donde iba a bastimento
Risueñas me miraban pasar como a un tilingo
Yo entendía en sus ojos su irónico contento
Aunque nada dijeran o aunque hablaran en gringo.
Doncellas que querían sacarme a salvamento
Me hacían ojos dulces o charlas de pasión
La sangre se me alzaba de sed o sentimiento
Mas yo era como un Sísifo volcando su peñón.
*
Busco la isla de Jauja, sé lo que busco y quiero
Que buscaron los grandes y han encontrado pocos
El naufragio es seguro y es la ley del crucero
Pues los que quieren verla sin naufragar, son locos
Quieren llegar a ella sano y limpio el esquife
Seca la ropa y todos los bagajes en paz
Cuando sólo se arriba lanzando al arrecife
El bote y atacando desnudo a nado el caz.
*
Busco la isla de Jauja de mis puertos orzando
Y echando a un solo dado mi vida y mi fortuna;
La he visto muchas veces de mi puente de mando
Al sol de mediodía o a la luz de la luna.
Mis galeotes de balde me lloran ¿cuándo, cuándo?
Ni les perdono el remo, ni les cedo el timón.
Este es el viaje eterno que es siempre comenzando
Pero el término incierto canta en mi corazón.
*
Oración
*
Gracias te doy Dios mío que me diste un hermano
Que aunque sea invisible me acompaña y espera
Claro que no lo he visto, pretenderlo era vano
Pues murió varios siglos antes que yo naciera
Mas me dejó su libro que, diccionario en mano,
De la lengua danesa voy traduciendo yo
Y se ve por la pinta del fraseo baquiano
que él llegó, que él llegó.
*

(Poema con que finaliza el ensayo De Kirkegord a Tomás de Aquino de Leonardo Castellani)

12 Frases de Sabiduria imagen principal

Oración de Santo Tomás por la sabiduría
                                 Omnia haec, oh Reginalde, mihi jam videntur quasi palea.

Luz de la luz y rosa de la rosa 
foco y fuente de todo lo que es vida 
que pretendo apresar con mi atrevida 
torre de silogismos rigurosa,

Tripersonal natura misteriosa 
inaccesible intelectual guarida 
de quien el hombre sueña y el suicida 
muere, y el cosmos vive, el ángel goza ...

En piedra de razón, luz de sagrario 
y cemento de humano pensamiento 
de mi summa el andamio extraordinario
he levantado en inaudito intento... 

Quiero que un soplo tuyo lo haga viento 
lo haga música mística tu aliento 
y un rayo lo haga polvo de incensario.


DIOS NO ES UN CANTOR DE TANGO
Opinar y a fondo, fue siempre un saludable hábito del padre Castellani. A los 80 años, mientras, como el dice, se prepara para morir, afronta todas las preguntas. No titubea en asumir los temas trascendentes y los más inmediatos, los referidos a la Argentina de hoy.


DE PROFESIÓN PENSADOR. A pocos se les puede decir eso. Al padre Castellani sí. En la foto, con SIETE DÍAS“No es verdad que al pueblo haya que defenderlo aun contra su voluntad, como a los chicos. A los pueblos hay que enseñarles, en todo caso, a no ser chicos…”
No hay nada que hacerle: somos pedantes o ilusos. Cuando escribimos un reportaje en entregas, al final damos por hecho que el lector ya leyó lo anterior. Pero casi nunca es así. Por eso sacrificamos nuestra pedantería o nuestra ilusa ilusión y hacemos de cuenta lo más probable, que el lector pasó por alto lo anterior. Desandamos rápidamente lo andado.
El padre Leonardo Castellani tiene 80 años, casi 60 libros y una erudición, humor y espíritu crítico que muy pocos argentinos de este siglo han tenido. Peleó con todos, menos con Dios.
Padeció cesantías. Vivió desterrado, enfermo y al borde de la locura, por sus conflictos dentro de la Iglesia.
Juan XXIII le devolvió sus facultades sacerdotales y la celebración de la misa. Escribió cuentos policiales, teología, poesía, teatro, ensayos, periodismo. Aunque en veredas muy opuestas, lo comparamos por su volumen al mismísimo Borges, y por esa forma frontal de asumir todos los asuntos a su muy aborrecido Jean Paul Sartre. En la actualidad este pensador vive arrinconado. Es un enorme desconocido. Otro lujo que nos damos los argentinos, en medio del desierto y la chatura.
A la primera charla de esta serie el padre Castellani la cerró con una dulce frase, que nos viene muy al caso: "La aguja pasa y queda el hilo. Lo político pasa y queda lo moral. Pero si la aguja no tiene hilo, la aguja pasa y no queda nada."
De la segunda charla memorizamos otras dos frases. La primera: "Dado que el periodista tiene que decir algo, ¿por qué no dice la verdad de vez en cuando?" La segunda: "Si esto sigue así lo mejor que podemos hacer es entrar en la Sociedad Protectora de Animales no como protectores sino como protegidos." Después de esa "sugerencia" el padre Castellani hizo lo que varias veces durante nuestra entrevista: volcó la cabeza y se dispuso a dormir un rato.
El rato otra vez pasó. Y la charla prosigue con la palabra que viene de la voz o a veces de la palabra ya escrita del padre Castellani, que comete un delito que muy pocos pueden cometer: “se afana a sí mismo”.
-Usted, padre, ha hecho teología y periodismo, ¿cómo es posible?
-Yo creo, como Kirkegord, que el periodismo de hoy es una gran porquería, pero una porquería necesaria, buena. Yo depuse mi pedantería y prediqué el Evangelio mediante él. Pero sé que a medida que aumentan las noticias disminuyen las verdades y así se promueve una especie cada vez más difundida, la del lector analfabeto. No puedo negarlo, soy periodista y lo reconozco como una actividad tan frívola como febril y un poco sucia, aunque nada impide que un hombre honrado, ayudando a Dios, pueda ejercerla, eso sí, vestido de limpiachimeneas, o cloaquero de tercera clase.
-Como periodista o predicador del Evangelio, ¿usted qué cosas ha repiqueteado, qué conclusiones tiene a esta altura del siglo o del baile?
-Demasiada pregunta para mi cansancio, pero le respondo con lo que alguna vez escribí... somos una nación degradada, subvertida en sus valores, sin fundamento, sin asiento, sin seriedad... por causa de una educación que ni siquiera ha sido mala educación, nos hemos convertido en una sementera de tilingos, en el paraíso de los ladrones y, en ciertos momentos grotescos, en la polichinela del mundo. Muchas veces me pregunto si, para ser eso que progresivamente somos no hubiese sido mejor ser una colonia como Canadá. Digo esto por algo bien concreto y que sería maula callar los pueblos distorsionados y corrompidos no pueden ser independientes, ni les conviene tampoco.
-¿Usted no cree, padre, ni siquiera en eso que se llama “patriotismo”?
-Creo demasiado en el patriotismo, ¡pero cuidado con la endemoniada palabra! Es buen momento para recordar que no todo patriotismo es una virtud. Muchas veces puede ser un vicio o una alharaca. Hay preguntas para hacer: “sí no amas al prójimo, al que ves, ¿cómo amarás a la patria, a la que no ves?” Por otra parte tenemos que reconocer que a veces a la patria no se la puede amar, sólo se la puede compadecer. Creo que es legítimo preguntarse: cuando Jesucristo lloraba sobre Jerusalén, ¿lloraba porque la amaba? Yo digo que no: no podía amar a esa gran porquería en que se había convertido un estado que estaba bajo la dirección del hipócrita Caifás, el payaso Herodes y el poder efectivo de una potencia extranjera.
Se produce una pausa. El padre Castellani toma un té con una vainilla. Duerme unos diez minutos. Despierta.
-Padre Castellani, usted tiene "fama" de muchas cosas. Por ejemplo, fama de admirar a los dictadores. ¿Qué dice de eso?
-Tengo fama de cosas peores, pero no me aflige, Dios me está esperando. Le digo qué sí, pero con una leve advertencia para maulas de café... los nacionalistas y no nacionalistas muchas veces han querido imponer dictatorialmente la moral a toda esta nación, pero han fracasado. Porque no eran dictadores de verdad...
-¿Cómo debe ser un “dictador de verdad”?
-Es necesario que sea santo. “Porque el grado de violencia que un hombre tiene derecho de infligir a otros hombres corresponde, por lo menos, al grado de amor que les tiene. La violencia infligida por el odio es siempre contagiosa y volvedora: rebota sobre el violento.”-Otras de sus famas, padre Castellani, es que usted, cosa rara en un intelectual, aprueba la pena de muerte.
-Sobre esto escribí, y me repito: bien mirada la pena de muerte es más “cristiana” que la prisión perpetua, que no hace sino pudrir al criminal y no lo convierte ni mejora. Jesucristo no reprobó la pena de muerte. Al fin y al cabo para un cristiano es preferible la salvación del alma del injusto que la conservación de su vida para que la pierda. Ahora bien, aquí ahora en la Argentina la pena de muerte me parece discutible y peligrosa. Puede servir para cualquier cosa. Para aplicarla hace falta poseer el sentido de lo sagrado, cosa disminuida y pereciente entre nosotros.
Pausa. Pero no para dormir, sino para caminar. Vamos hasta parque Lezama. Y allí caminamos unos metros con el padre Castellani. Caminamos muy lentamente. A pasitos. Después de los 40 metros, me dice casi implorando: “Las pantorrillas, me duelen las pantorrillas. ¿Nos podremos sentar?” Eso hacemos. La gente pasa. Nadie sabe quién es este anciano sacerdote, de gran capa. Evidentemente, el padre Castellani no tiene “rating”. Nadie lo conoce. Será porque, como dijimos, carga el estigma de no haber almorzado nunca por televisión. Y eso es más o menos como no haber nacido.
Pero este hombre, que, ahora tose y tose y acude al aire para doblegar a su creciente fatiga, este hombre nació, y vive, y vivirá porque ha escrito, y en castellano. Ha escrito por ejemplo: “Al pueblo hay que defenderlo aun contra su voluntad - dijo uno-, como a los chicos. No es verdad, a los pueblos hay que enseñarles, en todo caso, a no ser chicos.”
Este hombre, que ahora ya ha sosegado su tos, cuenta que una vez su confesor le dijo:“Castellani, usted no piense más en el petróleo. Usted es religioso y debe pensar en Dios. Dios no come petróleo.” Y él le contestó: "Dios no come petróleo, pero el diablo sí."
En el banco del parque el diálogo continúa, mientras afuera la vida y el país prosiguen, y los pajaritos cantan:
Lo que puede ver de nuestro presente, ¿qué le parece, padre Castellani?
-Yo no creo que todo tiempo pasado fue mejor, a mí me sigue pareciendo igual... igual de malo.
-¿De dónde proviene esto que califica así?
-De la escuela. No es lo peor de nuestra escuela que sea irreligiosa; lo peor es que sea ineficaz, no es escuela. Los argentinos no salimos del bachillerato maduros. La mayoría sale mentalmente averiado, predestinados para ser tilingos incurables. Así es que desembocamos en esta queja nacional, la de no tener clase dirigente. No la hay en ningún sector, no sólo en el sector político. Es una lamentable y llorable realidad. O irrealidad: es un vacío. Y como la naturaleza no. soporta el vacío, este vacío es llenado por una seudo clase dirigente. En cuanto a lo político, hay pocas vocaciones y las que hay se malogran. No hay cómo entrenarse de estadista. Los estadistas no nacen de los repollos.
-Y más allá o más acá de la clase dirigente, ¿qué ve? -No veo al héroe que sea capaz de dar el golpe de timón, no veo los grupos unidos capaces de secundar al héroe; no veo ni siquiera la masa consciente por lo menos del mal... veo una comunidad satisfecha de su degeneración cuyo ideal sería una esclavitud confortable.
-Usted a Dios lo nombra como alguien corporal, ¿en este minuto puede decir algo sobre El?
-Que Dios está faltando, nos está faltando. Además, lo confundimos, Dios es un hidalgo, no es un cantor de tango.
Descamina muy lentamente lo caminado. Al llegar a su ámbito el padre CasteIlani sufre una descompostura, se recupera. Seguimos:
-¿Usted está lejos o cerca de la santidad?
-He conocido pocos santos, ninguno. En cuanto a mi, lejos estoy de serlo. Por lo demás, a mi no me van a canonizar, aunque lo quiera Jesucristo; en serio, porque la maquinaria canonizadora puede resistir a Jesucristo. A mi me han aporreado mucho, será por aquello de "porque te quiero, te aporreo. Mejor que no me quisieran tanto. Ahora aguardo, aguardo y procuro vivir con serenidad nuestra desesperanza, aunque siempre hay algo que se puede hacer. En fin, estoy viviendo una de las peores culpas que hay, que es la de ser viejo. Contra los años nadie es valiente.
-Usted está por comer, le hago la pregunta más tonta, la de siempre: ¿Quiere agregar algo más?
-Lo mismo que escribí cuando cerré la revista "Jauja". Si hay perdón para decir la verdad, aunque decirla sea peligroso, que Dios me perdone; pero ya con una pata en el sepulcro, ¿qué puedo hacer de provecho sino decir la verdad? Eso es para mí hacer penitencia. Así preparo una buena muerte.
El padre Castellani, en una mesita en la que sólo cabe un plato, empieza a comer. Ahí está el pensador. Ahí está el hombre que, por haber sido agraciado con el Gran Premio de Consagración Nacional, recibe una pensión mensual de ocho millones y medio de pesos viejos, muy viejos.
No, "en fin" no. Nos queda, muy pendiente, una pregunta inevitable: ¿Qué le pasa a un país que ignora y arrincona tan alevosamente a sus hombres que piensan?
“Ya con una pata en el sepulcro ¿qué puedo hacer de provecho si no decir la verdad? Así hago penitencia”


AÑO 1955. DE CIVIL. La foto, extraña, corresponde a un documento de identidad.
Había sido cesanteado como profesor. Optó por el periodismo para comentar el Evangelio.


LA "MESA" DEL PENSADOR. El padre Castellani atendido por la profesora Caminos. Así almuerza. Come poquito. Esto es una suerte, ante sus magros ingresos.
Rodolfo E. Braceli.



Misterios y maledicencias en torno al padre Castellani

Horacio Vázquez-Rial



La fortuna quiso que yo llegara a conocer al padre Leonardo Castellani poco antes de mi apresurada salida de la Argentina, con la que salvé mi vida. También conocí, y traté bastante en Barcelona, a Eduardo Galeano, Eduardo Hughes Galeano, quien ha abdicado del apellido paterno, que lo hace gringo y pariente lejano de Perón.

Hasta hace poco, todo el mundo sabía quién era Galeano porque Las venas abiertas de América Latina no era sólo el regalo de Hugo Chávez a Obama, sino el libro más leído que se haya escrito sobre el tema, y uno de los más duraderos best sellers de la historia.
Pocos libros tan falaces y seductores como el de Galeano. Él también es un tipo seductor. Tal vez por eso, y por su brillante papel como editor del semanario Marcha de Montevideo, le confió Federico Vogelius los dineros necesarios para publicar la revista Crisis, que marcó una época del periodismo rioplatense generando ideología para la izquierda más confusa del mundo. En esa revista, referente de aquel tiempo, apareció una entrevista al padre Castellani en julio de 1976, poco antes de que la cerrara la dictadura, que se había iniciado formalmente el 24 de marzo anterior. (La dictadura ya era tal desde los tiempos inmediatos a la muerte del general Perón, y la viuda de éste ya había encargado a Videla que aniquilara la guerrilla).
El golpe de estado tuvo lugar el 24 de marzo de 1976. El 19 de mayo Videla invitó a comer a la Casa de Gobierno a cuatro escritores: Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Leonardo Castellani y, por ser el presidente de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores), Horacio Esteban Ratti, que en modo alguno estaba a la altura de los demás pero se suponía que representaba al gremio. Por La Opinión del día siguiente y La Razón, vespertino del mismo día 19, se conoció la visión de los participantes. Sábato, que años después presidiría la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), evidenciando su incombustibilidad, declaró al diario de Jacobo Timerman que hubo "un altísimo grado de comprensión y respeto mutuos" y que "en ningún momento la conversación descendió [sic] a la polémica literaria o ideológica". En La Razón dejó constancia de haber expresado su inquietud por la detención del escritor Antonio Di Benedetto. Borges no declaró nada. Lo había hecho antes, con una vuelta muy suya para no quedarse pegado a nada: "Soy tímido y, ante tanta gente importante, seguramente me sentiré abochornado". Ratti habló de lo suyo: derechos de autor, ley del libro, designación de asesores literarios en emisoras de radio y TV y agregados diplomáticos culturales en el exterior: no perder puestos de trabajo.
Todo esto lo leo ahora en el aludido número de Crisis de julio de 1976, que quiso entrevistar a los cuatro. Borges se escabulló. Sábato dijo que no daba entrevistas a Crisis: todavía no era su momento de ocuparse de los desaparecidos que ya estaban desapareciendo. O sea que hablaron Ratti y Castellani. El primero mencionó el hecho de que entregó a Videla ("Nos impresionó a todos como un hombre muy comprensivo e inteligente") una lista con 16 nombres. Esos nombres eran los de Haroldo Conti, Alberto Costa y Carlos Pérez, desparecidos; Antonio Di Benedetto, preso, y César Tiempo (a quien habían echado de la dirección de Teatro Nacional Cervantes, lo que equivalía a un anuncio de desgracia inminente, cosa que en este caso no se cumplió); a los que en los días siguientes se añadirían los del cineasta Raimundo Gleizer y el periodista Miguel Ángel Bustos.
Lo interesante aquí, sin embargo, no es nada de eso, archisabido y listado, sino la mal recordada participación de Leonardo Castellani, que sí hablo conCrisis, y sin pelos en la lengua. Después de señalar que "fue nada más que un almuerzo y en los almuerzos se come más que se habla", y que "el más callado" fue él, afirmó: "Los que más hablaron fueron Sábato y Ratti, que llevaban varios proyectos". Reproduzco a continuación fragmentos de la entrevista, que ya es documento histórico:
–¿Y el presidente?
–Él y yo fuimos los más silenciosos. Videla se limitó a escuchar. Creo que lo que sucedió fue que los que más hablaron, en vez de preguntar, hicieron demasiadas propuestas. En mi criterio, ninguna de ellas fue importante, porque estaban centradas en lo cultural y soslayaban lo político. Sábato y Ratti hablaron mucho sobre la ley del libro, sobre el problema de la SADE, sobre los derechos de autor, etc.
–Bueno, padre, al fin y al cabo, era una reunión de escritores...
–Sí, pero la preocupación central de un escritor nunca pueden ser los libros, ¿no es cierto? Yo traté de aprovechar la situación por lo menos con una inquietud que llevaba en mi corazón de cristiano. Días atrás me había visitado una persona que, con lágrimas en los ojos, sumida en la desesperación, me había suplicado que intercediera por la vida del escritor Haroldo Conti. Yo no sabía de él más que era un escritor prestigioso y que había sido seminarista en su juventud. Pero, de cualquier manera, no me importaba eso, pues, así se hubiera tratado de cualquier persona, mi obligación moral era hacerme eco de quien pedía por alguien cuyo destino es incierto en estos momentos. Anoté su nombre en un papel y se lo entregué a Videla, quien lo recogió respetuosamente y aseguró que la paz iba a volver muy pronto al país.
–¿Qué afirmaron los demás asistentes?
–Fíjese qué curioso: Borges y Sábato, en un momento de la reunión, dijeron que el país nunca había sido purificado por una guerra internacional. Ellos, más tarde lo negaron, así como aseguraron decir cosas que, en realidad, no dijeron. Pero hablaron de la purificación por la guerra. Lo interesante es que el presidente Videla, que es un general, un profesional de la guerra, los interrumpió para manifestar su desacuerdo. Creo que eso le desagradó mucho, pues motivó una de sus pocas intervenciones. A mí también eso me cayó como un balde de agua fría, por lo tremendo que eso significa. Además, por lo incorrecto: se olvidan que la Argentina atravesó varias guerras internacionales, como la de la independencia, la del bloqueo anglo-francés, la del Paraguay, y más bien que de esas contiendas no salió purificada.
–Quizás ellos quisieron decir que la situación difícil de la Argentina no se justifica, pues, a diferencia de Europa, no había sufrido ninguna guerra...
–Vea, en lo que va de este siglo Europa sufrió ya dos guerras mundiales pero no por eso es más pura que la Argentina. Al contrario... Por eso le digo que de ese almuerzo, si es por lo que se habló, no puede haber salido algo muy positivo o trascendente. A lo mejor, el presidente se llevó una impresión favorable y pudo rescatar algunas cosas que allí se lanzaron, pero nada más.
–Su balance, entonces, no parece muy optimista...
–No, ni puede serlo. Sábato hablo mucho, o peroró, mejor dicho, sobre el nombramiento de un consejo de notables que supervisara los programas de televisión. En Inglaterra funciona una instancia similar, presidida por la familia real e integrada por hombres notorios de todas las tendencias. Cuando estuve hace mucho en Inglaterra, Chesterton me habló de ese consejo, del cual formaba parte, y que, por aquel entonces, supervisaba sólo la radio, ya que la televisión todavía no existía. Eso quería Sábato que se hiciese en la Argentina. Borges dijo que él no integraría jamás ese consejo de prohombres. Sábato, entonces, dijo que él tampoco. Yo pensé en ese momento por qué lo proponían entonces. O sea que ellos embarcaban a la gente pero se quedaban en tierra. Personalmente, no creo que ese consejo sea una decisión muy importante...
–Dentro de su larga experiencia, ¿qué significa ese almuerzo?
–Para mí fue un hecho agradable, pero no muy trascendente. A menos que los hechos posteriores demuestren lo contrario, como por ejemplo que aparezca el escritor Haroldo Conti. Algunos me habían pedido que intercediera también por varios ex funcionarios cesanteados aparentemente en forma injusta. Pero no quise hacerlo, pues me pareció que esos casos desdibujarían la dramaticidad de la situación de Conti, por cuya vida se teme...
–¿No se plantearon los cuatro asistentes hacer un balance juntos de esa experiencia que los involucraba?
–Al salir, había una nube de periodistas y los fotógrafos eran interminables, parecían formar de seis en fondo. Borges aprovechó algún vericueto para retirarse rápidamente. Cuando Sábato, Ratti y yo logramos zafarnos del asedio periodístico, nos fuimos hasta la casa de Borges, pero ahí nos llevamos una sorpresa. Una persona que nos abrió la puerta dijo que Borges no nos podía atender porque estaba en cama con fuertes dolores de estómago. En fin, son cosas que pasan...
Puedo imaginar perfectamente al pomposo Sábato diciendo "pelotudeces pomposas" (la fórmula le pertenece, no me la invento para el caso, lo dijo él sobre otro) hablando de censurar la radio y la tele: no le bastó, pero el rechazo generó en él tanto resentimiento (añadido a sus ya abundantes resentimientos) que seis años después le vendió a Alfonsín (muy amigo también de las pelotudeces pomposas) la conveniencia de instalar a un notable, es decir, él mismo, al frente de la Conadep.
Puedo imaginar perfectamente a Borges huyendo de aquella trampa y de sus pares: el hombre no estaba hecho para esas cosas. Ratti, por su parte, se reiteraría a sí mismo, valedor de sus colegas a falta de algo (literariamente) mejor que hacer.
El tono del relato de Castellani me parece auténtico: era un tipo sencillo, la antítesis de Sábato, de quien Chesterton se hubiese reído mucho. Y, lo más importante en todo esto, el motivo por el cual he querido traer aquí la figura del sacerdote escritor: todo en sus palabras habla de su preocupación auténtica por la vida de Conti, y su sabia visión de la dictadura: era el único que la veía con claridad como tal, que no se dejaba engañar, que condicionaba a demostraciones posteriores de buena voluntad de Videla, como la aparición de desaparecidos, su confianza en el gobierno.
Relatos recibidos mucho después estuvieron dirigidos a ensombrecer la memoria del padre Castellani. Alguien que aseguró haber escuchado de un testigo –trasladado de donde habría estado con Conti a otro campo de detención– que Castellani habría visitado a Conti y, en vez de haber peleado por él, se habría limitado a darle la extremaunción, como le pedía el preso, ya seguro de que los iban a matar. La verdad es que una cosa no excluye la otra. Como sacerdote, le hubiese sido difícil negar un sacramento a un fiel, pero concederle ese deseo no impedía que luego llamase al presidente para pedirle una clemencia de la que éste carecía.
Castellani murió en 1981. No vio el final de la dictadura. Los intentos de desprestigiarlo son post mortem y post militares. Era un jesuita incómodo hasta para su propia orden, buen lector y gran escritor, conocedor de la historia y de la filosofía. No me sorprende que la tarea de exhumar su obra se haya emprendido en España, donde Juan Manuel de Prada se ha constituido en sabio valedor, y no en la Argentina kirchnerista. 

 www.izquierdareaccionaria.com   www.vazquezrial.com




Fuentes: de hjg.com.ar, los poemas dedicados a Santo Tomás y a Dios;el poema Jauja lo hemos tomado de padreleonardocastellani.blogspot.com; la entrevista de Braceli, de www.statveritas.com.ar; el artículo del poeta y narrador -exiliado en España- Horacio Vázquez Rial lo hemos tomado de http://historia.libertaddigital.com, incluyendo  finalmente, el testimonio de Juan Manuel de Prada, de You Tube.

Nota de Lisarda- Leonardo Castellani (1899-1981) fue un pensador,escritor y sacerdote argentino, cuya figura va siendo lentamente revalorizada, más allá del rezagado mundo editorial argentino.
Juan Manuel de Prada, novelista español, ha preparado y prologado una antología de textos de Castellani, bajo el título Cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI (2008)




miércoles, 25 de abril de 2012

Peter Handke, Poema a la duración






Ya hace tiempo que quiero escribir sobre la duración;
no un artículo ni una obra de teatro, ni una historia—
la duración pide insistentemente un poema.
Quiero preguntarme con un poema,
acordarme con un poema,
afirmar y guardar con un poema
lo que es la duración.
    (…) 
"Esto es cosa que ocurre en días, esto dura años":
Goethe, mi héroe
y maestro de la palabra objetiva,
una vez más has acertado:
la duración tiene que ver con los años,
con los decenios, con el tiempo de nuestra vida;
la duración, es el sentimiento de la vida.
    (…)
La duración con tu hijo
puede sobrevenir
cada vez que encerrado en la habitación durante horas,
con un trabajo aparentemente útil,
escuchas en el silencio el suplemento que te falta
para que todo esté en orden:
el ruido de la puerta de la casa al abrirse,
signo del regreso al hogar,
que en ese momento a ti,
el más susceptible a los ruidos de los susceptibles a los ruidos,
estando debidamente concentrado en tu tarea,
te suena como la más bella melodía.
(…)
Extraño también  el sentimiento de duración
a la vista de algunas pequeñas cosas,
cuanto más insignificantes más conmovedoras:
aquella cuchara
que me ha acompañado en todas las mudanzas,
aquella toalla  
que ha estado colgada en los más diversos cuartos de baño,
la tetera y la silla de enea,
arrumbadas años y años en el sótano
o guardadas en alguna parte
y ahora, al fin, otra vez en su sitio,
ciertamente un sitio distinto de aquel que les corresponde desde siempre,
pero sin embargo en el suyo.

Y al fin:
feliz aquel que tiene sus lugares de duración;
ya no será, aunque se haya trasladado para siempre a un país extraño,
sin perspectivas de volver a su mundo,
nadie a quien han expulsado de su patria.
    (…)
 Fuente: Poema a la duración (1986), Ed. Lumen, 1991; Traducción: Eustaquio Barjau 

Nota de Lisarda- Peter Handke (Austria, 1942) es uno de los más notables autores en lengua alemana. Su narrativa, más que contar, transcurre: lenta, pausada, con el tempo que en las letras hispánicas tiene un Azorín o un Josep Pla. Buen conocedor del paisaje español, su novela Ensayo sobre el jukebox  transcurre en Soria. En 1973 le fue otorgado el Premio Georg Buchner, que luego rechazó. 
Su libro más reciente aparecido en español es Ayer, de camino  (Alianza Editorial -Madrid, 2011).  Pablo Javier Pérez López, al comentarlo, señala con precisión:
En Handke encontramos la conciencia como narración, como un “vivir en la gran narración”,  la poesía se convierte en la creación de un espacio (“al hombre poético lo conocerás en que anda con el espacio en torno a él”/ “actuar poéticamente= seguir cuidadosamente a la fantasía=crear espacios, o simplemente el espacio”), en una poética del espacio en términos de Gaston Bachelard, un espacio llamado silencio donde se refresca el lenguaje y la vida (“andar: meter la cabeza en el silencio, la más refrescante de las aguas”).
En el  “vivir en el caminar” del verdadero poeta comprendemos, palpamos la “poesía, [como] lo único (absolutamente único) que crea la pluralidad”, como aquella imagen del mundo que produce el destello de lo posible, del no-ser-que-empieza-a-ser y que sólo nace de una nueva imagen del mundo, la fantástica (“mi imagen del mundo, la de la fantasía”). Handke piensa con imágenes, la casa del poeta está hecha de imágenes. El poeta olvida la rigidez de los conceptos para salvarse del pensamiento abstracto y vivir en los bordes sembrados de lo nuevo, del pensar encarnado que inaugura mundos (“sigo sin saber qué es un pensamiento, pero la imagen la conozco: “en la imagen” estoy en casa”).
http://www.revistadeletras.net/ Pablo Javier Pérez López, Peter Handke o el camino del poeta

lunes, 23 de abril de 2012

Mario Sapag (1935-2012)







Mario Sapag (1935-2012) actor cómico argentino, se metió en la piel y voz de Borges, Ubaldini, Alfonsín y muchos otros en su recordado programa Las mil y una de Sapag, que se emitía de lunes a viernes a las 14 horas. Su último gran éxito televisivo fue ponerle voz a la propaganda de Quilmes en 2006.

sábado, 21 de abril de 2012

Jacques Roubaud- entrevista por Marcella Durand


JACQUES ROUBAUD - LA DISSOLUTION
Le grand incendie de Londres - sixième branche
Vendredi 15 mai 2009, à 19h00 
Lecture de Jacques RoubaudPrésentation et discussion avec Jean-Didier Wagneur

au cipM (Centre International de Poésie de Marseille)
Centre de la Vieille Charité - 2, rue de la Charité, Marseille. Tél : 04 91 91 26 45
Voir la présentation de l’événement:
http://www.cipmarseille.com/evenement_fiche.php?id=695
Visiter le site du cipM :
http://www.cipmarseille.com/actu.php


Not many writers write from both the right and left brains, but Jacques Roubaud bridges that chasm much like an expert martial artist—in a way that makes it seem simple. Or not. Roubaud is an encompassing author. He writes through a full spectrum of the “simple” (i.e. his poetry for children) to mind-bogglingly dense pieces underpinned by mathematical concepts incomprehensible to many left-brained creative folks. After all, the title for his first book was a mathematical symbol—graphic and discrete, yet to explain what it means would take more words than I have been allotted.
Then there’s his life. Child of French Resistance parents. Member of Oulipo, short for the Ouvroir de Litterature Poténtialle, commonly translated as “Workshop for Potential Literature.” Inventor of the “clandestine hunger strike” during his tour of duty in Algiers and translator of Lewis Carroll. University professor of mathematics, but not “a very important one,” as he says, “I didn’t want power!” Survivor of tragedy—World War II, the early death of his wife. Writer through prodigious memory, therefore inevitably grappling with Proust, with whom one senses Roubaud has a wary relationship. But Roubaud himself is now a revered figure in French literature—a postwar writer who, thanks to the ongoing invention of “constraints” demanded by Oulipo, always seems cutting edge, as evinced by some of his books available in English:Hortense in ExileHortense Is AbductedSome Thing BlackThe Form of a City Changes Faster, Alas, Than the Human HeartThe Great Fire of London: A Story With Interpolations and Bifurcations; and, most recently, The Loop.
Either Roubaud allows the wiring and the plumbing to show, or draws over it a perfect veneer of simplicity. Strangely, sometimes jarringly, his language can veer toward the winsome, a light joke, silliness, croissants, figs, even while he struggles with an engulfing darkness, delivering a stream of words to explode grief, to versify death. He approaches the past with a multitude of linguistic and formal tools, and while he told me that he wrote to destroy memory, I didn’t sense any kind of satisfaction, or resolution. Instead, he seemed to grieve the loss of these memories even as he, like Jean Tinguely, set in motion the destruction of his own creation. How and to where do you move forward, I wanted to know, once you’ve gotten rid of your memories? Whither to?
—Marcella Durand

Marcella Durand You have a new book out, The Loop, which is the second volume of a larger project to come out in English. There are four more volumes?
Jacques Roubaud Yes. The word “project” is ambiguous because I call this “the minimal project” that replaced a “bigger project” that I had to abandon long ago, in 1978. Although the “minimal project” is indeed quite huge, but …
MD I would love to have seen the original project!
JR There have been seven books published from the “minimal project.” Six of them were published by Éditions du Seuil in France. In October they intend to publish the whole thing in one book.
MD How long will it be?
JR I’m trying to reach 2,009 pages, because it will be published in October, 2009. The publisher says it’s the longest book ever; they’ve just published a translation of a very long book by Thomas Pynchon, but it’s only 1,320 pages—nothing! So, that volume will contain five branches of the project (one of which is in two parts).
MD You mentioned a mathematical volume?
JR Yes, the third part is not a book on mathematics, but one that explains, in a way, my discovery of and my travels with mathematics. That’s why the book is called Mathematics: with a colon. My vision of mathematics is that it’s a unified thing, and so it should be singular. The title in French is Mathématique:. It has a numerical structure, as do the other branches of the project, but there are no mathematical constraints in it at all.
The only formula in it is this: I recount a time I went from my place in Paris to the Gare Saint-Lazare to buy the British Times. I saw that on the front page of The Guardian there appeared a formula, a very famous one for mathematicians because it is the one that intervenes in one of the oldest unsolved problems of mathematics: Fermat’s Last Theorem. I looked at it and thought, Something must have happened! I bought a copy and found out that the theorem had been proven. I was so excited I spent the whole day phoning my mathematician friends, since the news was not known in Paris yet. So, from time to time I try to give my readers some information on things like the problem of Fermat.
MD What does the title of The Loop mean in terms of the structure of the book, its bifurcations and branches?
JR I write every night. I never correct, I never go back—I just go on and on. Everything I speak about is, in a way, linked to the old abandoned project. I want to say something about it, but I digress as soon as I start saying something, because I remember something else that I then begin to explain, and so on. So the structure is a bit meandering. I begin The Loop with a very old childhood image of snow in Carcassonne, where snow is very rare. I’m in my room and it’s very cold outside. At night there’s frost on the windowpane—I write and make pictures on it. So that’s the image: there’s an outer and an inner space, memory and the present. That’s the first image of the book, which at the end, returns to it.
MD I also thought of this book as extending the invitation in The Great Fire of London that the reader trust that events are true as they unfold in your writing.
JR And if they’re not true (I make mistakes), at least the events are told truthfully, as I remember them.
MD There you talk about renku, an endless sequence of haikus—a perpetual form.
JR The difference between The Loop and the haiku and the renku forms in the The Great Fire of London is that there the writing goes on and on, but it never goes back. In The Loop, my memory changes all the time, but from time to time it also goes back. But when I return to a memory, I do not come back to the same point—the memory has changed.
MD But the act of writing makes it true, no? You almost establish the past as a continuous present.
JR Yes, it’s a kind of continuous present, but what’s important is that I speak about things I remember, essentially. However, as I go along, my memory gets worse. Now it’s getting worse very quickly—I don’t know how I’m going to go on. When I started, in 1985, I had forgotten many things, but I had a really good memory of the chronological framework. And for the last three or four years, I’ve been losing that. I phone old friends of mine and ask, for instance, “When were we working in Dijon?” And my friend will answer, “I have completely forgotten and I don’t care to remember at all!” But to know the dates is important because I’m moving chronologically and I have to be sure I’m not remembering things ten years off.
MD And what have you discovered about memory as you’ve written through it?
JR When I was trying to write my big project, I read a lot about memory. I studied the school of scientists doing “ecological memory” and also … of course, I’ve forgotten the name … Ulric Neisser. These people were not interested in neuroscience or in introspection. Instead, they asked a lot of practical questions like, “What is your first memory?” They reflect on the answer and sometimes discover that it’s impossible to have such an early first memory. One scientist, Marjorie Linton, made an experiment that inspired me. She tried to transcribe all the different memories she had, which came to about 8,000. After that, she said, “When I tried to add another one, I found that it would be one I had already written down and remembered a bit differently. That’s when I stopped.”
MD Did she have an end date? I mean, she creates new memories every day, so—
JR It was just the memories of her past. Wonderful! In the ’60s and ’70s I also read a lot about what was called “the art of memory” in Classical Greece and Rome, and then in medieval times up to the Renaissance. It was such a precise mnemonic technique that the practitioners of the art were able to learn Homer by heart and recite it backward, too. You chose something that you knew very well—your house or the path you took to go to school when you were young—and if you wanted to remember something, lines of a poem or a page of a book, for instance, you placed them there in these spaces you knew well. You associated lines of the poem with various distinct places in your house or on your path.
MD So it’s spatial memory, like an architectural structure or a landscape.
JR Yes, and there were treatises on how to do it, and you had to train. You see, in the 16th century, for instance, books were very large. If you went from one place to another, it was very difficult to bring your whole library with you—especially when you were forced to flee because of religious difficulties or things like that! A famous example of this is that of Giordano Bruno, who was burned at the stake by the Inquisition.
MD His library was burned.
JR With him! It was all in his mind. He had spent eight years in prison and had theological discussions with Cardinal Bellarmine. He had to prove, by discussion, that he was not a heretic. Everything he knew was in his mind thanks to the art of memory.
So when I wanted to do my big project, I would have done an art of memory. But as I didn’t train in it when I was a child, in The Loop I have abandoned that aim completely and have decided to speak only about my own memory. There are no generalizations. My own memory, how does it work?
MD What did you discover about your own memory?
JR I tried to recover some very important memories of my childhood. When I found an isolated and condensed memory in my mind, I wrote it down—I discovered very quickly that as soon as I did that, I lost it. I didn’t lose it exactly, but when I tried to find it again, what I found was what I had written. You see, it’s exactly like when you are on the beach and you take a very pretty pebble that’s been in the water and it’s brilliant and then it dries up and there’s a film of salt over it and it’s not beautiful anymore—it’s finished. The gleam of it, the light of it, is gone! As for memories, it’s exactly the same. By working like this I destroy my memory.
MD So were there any memories you didn’t write down because you were afraid that—
JR I wanted to destroy my memory, because of some sadness in it. I’m very different from Mr. Marcel Proust, because he wants to recover the past, but the past cannot be recovered.
MD You refer more in your book to the Provençal troubadours from the 12th century. They also practice an art of memory—
JR Yes, they never wrote their poetry, it was transmitted orally. When the troubadour poetry was transcribed, it was beginning to disappear.
MD I’m interested in how you go on. Where is your infinite project now?
JR Another volume in the project, La Dissolution (Dissolution), was published last year. Éditions du Seuil didn’t want to publish it because it was written in nine different colors—it’s a system that’s very complicated to print. I start saying something in black. Then I write something in parenthesis that appears in red and starts further on the right. If I open another parenthesis inside the red section, I begin even further on the right and write in blue. If there’s another parenthetical remark within that, it appears in green. If that continues, then I use brown, gray, pink … When I’m done with the asides, I then close all parentheses and go back to the point in black where I had left off.
MD Is this based on any color spectrum or theory?
JR I chose nine colors that I could find easily on my Macintosh. But, in fact, the four main colors—black, red, blue, and green—were not chosen by chance. In the ’60s and ’70s, I read a very interesting book by Berlin and Kay. They had studied the way the color spectrum was represented in the languages of the world. Some languages have only black and white, and between them, there are vast shades of gray. The first new color that appears after black and white is red. And then appears blue. In a lot of languages, the sea is green or blue, but you can’t decide. After that, green appears, and then any other color.
MD What sort of languages?
JR Eskimo, the ancient Greek—that’s why Homer says that the sea is wine colored.
MD Oh, so they only could say colors by comparison, by metaphor.
JR When I decided to write with colors, I chose to respect the evolution of how colors appear in languages. But La Dissolution is not part of the project. It’s the volume where I begin to understand that I’m losing my memory. I was not aware of that before! I knew I was losing memories, but now I’m losing the complete frame of my memory.
MD What do you mean by that?
JR When I speak with friends of mine my own age, they cannot place the events of their life within the events of the outside world. They confuse them. It’s more than personal memories—something global begins to disappear. For me, this began to happen when I reached the fourth book, called Poetry: I began to be conscious that I was forgetting the thousands of lines of poetry that I had learned when I was younger. At night, when I couldn’t sleep, I’d realize suddenly that a line was missing in a poem by Baudelaire. I was able to recreate a false line that had the correct rhyme and number of syllables, but I knew it was not good! When I wroteLa Dissolution, I still had sufficient control over my memory to explain how it was disappearing. Now it just vanishes.
MD Where do you fit in French literature? You talk about the troubadours and the Surrealists—what other poets have been important to you?
JR I did as everyone did in my generation: after Victor Hugo, I discovered Baudelaire; after Baudelaire, Rimbaud; after Rimbaud, Apollinaire; and then Breton, Éluard, Aragon—the Surrealists. For ten years I wrote Surrealist poetry. It took a long time for me to understand that it was dreadful. I decided to leave Surrealism completely and to do something that would be anathema to the Surrealists: I was going to write sonnets, sonnets for André Breton. (laughter)
So my first book is a collection of sonnets. I used mathematical models, of course—that’s what I was living with. I had discovered the Japanese game of Go because of my thesis advisor. The first time I went to see him some friends of mine warned me, “On the desk, you’ll see something that you don’t understand: it’s a board with black and white stones. If you ask what it is, you’re done.” So during the years I worked with him, I played Go. Some friends and I—Georges Perec among them—realized that there were not many Go players in France, so in 1969 we recruited players by writing a treatise called “Petit traité invitant à la découverte de l’art subtil du go” (Brief treatise inviting one to discover the subtle art of Go). It’s still in print because it has a lot of jokes that Perec and I wrote in it. So that’s how the game of Go was in my first book of poetry. People were much surprised by it.
MD And when did you meet Raymond Queneau?
JR When I had nearly finished writing the book, I thought, I’d like to publish it, but if I send it to a publisher, they’ll be horrified because the title is the mathematical sign  and nobody writes sonnets anymore … What to do? I knew that Raymond Queneau was an amateur mathematician. I sent him my manuscript and after two weeks he answered, telling me to come see him at Éditions Gallimard, where he worked. So I went and we had a long discussion about the type of mathematics I was doing, category theory, which was new at the time and represented a completely different way of looking at mathematics than the preceding structure of Bourbaki. After nearly an hour, I said goodbye. As I was leaving he said, “Oh, I forgot to tell you, I like your poems very much and I will present them to the comité de lecture of the prestigious Éditions Gallimard.” When Queneau said something, everyone agreed, so I was published.
The second thing he did was say to me, “You know, things you do—writing with constraints—are very similar to things I do with some friends. We have a group called Oulipo; come and see us.” I went to a meeting of the Oulipo, which was secret at the time. They were quarreling about something that they called the “Dossier Cape.” Oulipo was six years old, and they wanted to publish some of their work. I don’t know why they thought they’d publish with a British publisher, Jonathan Cape. They couldn’t agree on what to put in the dossier and their quarrels had been going on for over a year! At the time lots of Oulipians were great drinkers. In fact, one of the members of the Oulipo, Paul Braffort, who was not living in France at the time, was elected twice because they had forgotten the first time; they were drunk. (laughter)
MD Not very good mathematically!
JR I was the first member who was elected outside of the founding group. The first time I was in a meeting and could speak and understand what was going on, Queneau and François Le Lionnais asked me if I knew whether Georges Perec would be interested in joining. They were interested in him because he had used rhetorical figures from the lectures of Roland Barthes in a book of his. Perec was a friend of mine, so I told them about the sort of Oulipian things he was doing with Marcel Bénabou. It was what they called LSD (Littérature Semo-Définitionelle): You take a sentence: Le presbytère n’a rien perdu de son charme ni le jardin de son éclat.(The presbytery has lost none of its charm, nor the garden its brightness.) For each significant word, you go to a dictionary, and you put the dictionary definition in place of the word, so it becomes something a bit bigger. You go on, and it becomes bigger and bigger, and then you begin to reduce it again, so you arrive at: Prolétaires de tous les pays, unissez-vous! (Workers of the world, unite!). It’s proof by literature, a demonstration “of the lexical equivalence of sharply divergent statements,” and they called that LSD! Queneau and the Oulipians found that very interesting. That’s how Perec—and Bénabou two years later—became members.
MD Do you still regularly attend meetings?
JR Yes! I’ve been to more than 300 now. There’s a meeting every month, even if only one member of the Oulipo is present. Once Harry Mathews was the only attendee; he sent us the minutes for the meeting, including a list of the wines that had been drunk.
MD I interviewed Harry Mathews once and he listed every book he’d read that year—that part of the interview was several pages long! How are new members chosen?
JR There is a very important rule for us: you cannot be a member of the Oulipo if you are a candidate to be a member of the Oulipo. (laughter) If one of us has read something that seems interesting, then we all read it, discuss it, and try to come to an agreement—the decision must be unanimous. It takes a long time because the older members don’t want to read new things. I remember the election of Anne Garréta. We had read her novel Sphinx, a book in which she does something we hadn’t done: a kind of semantic Oulipo. It’s a love story, but when you read it, you cannot tell if the protagonist is a boy or a girl, since she took out all the words that could indicate gender. When you read the book you decide the characters’ gender for yourself. The critics did exactly that: to some, it’s about a boy meeting a girl; to others, it’s a girl meeting a boy, a boy meeting a boy, or a girl meeting a girl. We thought this was wonderful, so we wanted to invite Anne to be a member. We faced two difficulties: some of the founding members were misogynists and anti-boche, because of World War II. Yet one of the founders, François Le Lionnais, was neither, although he had been in a camp.
MD Oh, he was?
JR He had been in the resistance and was captured, so he spent time in a terrible camp, at Dora, where they were preparing the V2 that would send bombs over England. He had decided, against the other members, that there should be a woman in the Oulipo, so he promoted Michèle Métail.
MD Whom I’ve been translating for years.
JR Wonderful! She was the first female member, a long time ago.
MD There is Michelle Grangaud as well.
JR Yes, yes. When it came to electing Anne Garréta, we had a new president called Noël Arnaud, who had retired in the South of France. We sent him her book, and after months of not hearing from him, one of us phoned to ask what he thought about it. “We sent it to you six months ago! Please have a look at it!” So, after a very long time, he went, “Well, of course, I haven’t read it but it looks good so let’s invite her into the Oulipo.” (laughter)
MD Is she the most recent member?
JR There have been lots since then. We elected, just before coming to New York, Daniel Levin Becker, who’s American and 25. He’s the youngest member. We have a problem finding new mathematician members. You know, for Le Lionnais, any human activity using language could be an ouvroir, and therefore an Ou-x-Po, with x being anything. There is a group for painting, at least three for music, and a very interesting one called OuBaPo, which is about comics.
MD Someone was showing me a comics version of Queneau’s Exercises in Style.
JR Yes, it’s very good. There must be mathematicians in Oulipo. I am an example; Claude Berge, a founding member, was a world-famous mathematician who didn’t write at all, he only proposed structures for us to use.
MD Now, in The Loop you write that every time you finish a constraint-based project, you say, “Never again, I’m done with it!” How do you start again developing constraints?
JR Ah, it’s terribly tiring! For instance, I have just finished a work for a catalog of an exhibition at the Musée de la Prehistoire near Paris and I chose a very difficult constraint. I worked on it for months. I decided to invent a new form after studying the work of artist Jean-Paul Marcheschi. His work is based on an archetypal image: the Black Pharaoh, a huge statue he made. The poetical form is based on a card game called Pharaoh, inspired by a card game played in ancient Egypt. It’s related to the shuffling of cards used by poker players, magicians, tricksters, and detectives.
MD Detectives?! (laughter)
JR Yes, it’s getting more and more sophisticated. They use computers and mathematical structures to have more and more shuffles and more ways to cheat and to do magic tricks. I used that system of shuffling the cards to define a poetical form that shuffles rhyming words—I called it the “pharoëne.”
MD Are you ever tempted to do a form that incorporates chaos theory or fractals?
JR If it is used seriously, it implies infinity, because you have a structure inside a structure inside a structure, and so on. It’s not the direction in which Oulipo goes—we try a finite number of structures, and very small numbers, too, and even with that we can do very difficult things. But it’s not necessary to be aware of them.
You see, there are three very different ways in which Oulipo works. In some cases, you have to know the constraints in order to enjoy the book. If you don’t know that there is no letter E in Perec’s A Void you miss the point. In another book of Perec’s, Life, A User’s Manual, there are lots of constraints, but you don’t need to know about them to read the novel. The third kind of constraint is a secret one which the reader is invited to try to discover. It’s a bit like a detective novel.
MD Translating Michèle Métail, I’m plagued that there’s one more constraint that I haven’t figured out. I think I’ve gotten them all, but then …
But, just to go back, there’s one question I forgot to ask you. You were talking before about connecting your personal memory with global events and then going back into World War II. Did you find many divergences between what you were—
JR What I remember is what I learned from my parents and grandparents. My maternal grandmother was a member of the Resistance, and her name is on the list of people who saved Jews during the war.
MD You had some trouble getting memories out of your mother, right?
JR Yes, she did and didn’t want to talk about her youth. It was quite difficult to extract some of her memories.
MD And remembering World War II?
JR There are three essential books for me to understand what happened at the camps: If This Is a Man by Primo Levi; The Human Race by the Frenchman Robert Antelme; and Painting at Dora, a small text that Le Lionnais wrote when he came back from deportation. To survive in the camp he decided he had to exercise his mind, so with a few friends he gave lectures to the people there waiting in the cold for the Nazis to send them to work. He tried to reconstruct from memory the paintings in the Louvre. It’s a beautiful text!
I met Primo Levi once. He was a friend of Italo Calvino, who was a member of the Oulipo. We were both at a meeting in Torino after Calvino’s early death; it was a few months before he himself died. He was a very nice man, very soft-spoken. At dinner he recounted a terrible experience he had just had. He had been invited to a high school in Rome to speak about his experience during the war, and he said that the students could not understand why he and his friends had not taken the Nazis’ guns and killed them. They knew only the Rambo movies. He could not make them understand that it had been impossible to resist. A few months later, I heard that he had committed suicide.
MD It’s awful. It’s hard for my generation, even, to understand … We see the malaise, but—
JR Yes, but those books give us an inkling. It’s been pointed out that there were a few novelists in France who were with Vichy and in favor of the Nazis, but virtually no poets. The poets were usually in the Resistance. I’m very proud of that.
MD World War II casts a long shadow. My father was about three years old during the war in France, and he’s still affected. He remembers the Americans giving out chocolate.
JR Yes! After the war my father was in the parliament assembled by de Gaulle to reestablish the institution of the Republic. That’s why we moved to Paris, which was a tragedy for me—it was so cold; I didn’t like it.
There was nothing to eat during the first years. My father went to Germany with the French troops, so he met some Americans there. He came back home with some rations that the GIs gave him. I remember some tiny capsules of cod liver oil. I loved it!
MD You must have been desperate.
JR He came back with paperbacks, too. I was beginning to learn English at that time, and there was a book I never forgot, it was called The Pocket Book of Boners.
MD Of boners?
JR “Boners” were mistakes done by students. I loved that book! It had things supposedly written by children while doing their school papers, such as: “The Duke of Marlborough never started a battle without the firm determination to win or lose.” There were hundreds of them, probably most of them invented, but they were good! (laughter)
MD When did you serve your army time?
JR During the Algerian War. I didn’t want to do it, but I didn’t want to be an objector either. So I refused to become an officer. As I was a mathematician, I was part of a special group that was present during the first French nuclear explosion, in the Sahara in Algeria. We were to study the winds and the meteorological forecasts, and decide whether to have the explosion or not.
MD That must have been an unbelievable experience.
JR It was frightening.
MD What year was this?
JR 1961. It was really frightening—we had a book about the effects of the explosions with data taken in Hiroshima. We had to calculate what the fallout would be one mile away and two miles away and five miles away, and were very careful. I had to serve a second time in Algeria, and I really wanted to get back to Paris. So I decided to go on a hunger strike, but privately, so no one should know. After a while not eating, I swooned during a drill, so they sent me to the hospital, where they couldn’t find anything wrong. I was sent back, and I swooned again. This time they decided I was mad, so they sent me to a hospital in Algiers. There a doctor thought that I’d better go back to Paris, where I was referred to a very famous doctor—Dr. Lacan! I was released thanks to him—a narrow escape! I went out into the street in uniform and met my daughter. All the children waiting for soldiers to be released would chant, “La quille! La quille!”—soldier slang equivalent to the British “Demob!” I am the inventor of the “clandestine hunger strike,” my very first constraint.


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Marcella Durand’s most recent collections of poetry are Traffic & Weather and ARE A, both published in 2008. She is currently working on translating Michèle Métail’s Les horizons du sol/Earth’s Horizons, a history of the geological formation of Marseille written within an Oulipian formal constraint.

 Fuente: http://bombsite.com  Bomb 108/ Verano 2009