sábado, 28 de diciembre de 2013

Claudio Magris, Qual è il vero tema di un libro? + Entrevista





Conversación con CARLOS A. AGUILERA

ENCUENTRO a Claudio Magris en la Universidad y nos vamos al San Marcos, el café donde comienza precisamente uno de sus mejores libros: «Microcosmos». Allí, ilprofessore, como todos le llaman en Trieste, tiene reservada una mesa que se conserva invariablemente vacía hasta que éste, a cualquier hora del día, llega, se sienta y trabaja. Los camareros lo saludan y le traen aceitunas, café, pan. Él devuelve el saludo y me invita. Por cada pregunta que hago, Magris estira la mano y coge una aceituna. Una pregunta, una aceituna, me dice. Las aceitunas son como la vida, vuelve a decirme: si las exprimes mucho, se secan. Y sonríe.

Tanto en «El Danubio» como en otros de sus libros aparece siempre un análisis sobre el totalitarismo, la relación entre identidad y violencia, el fascismo. ¿Su literatura es una reflexión sobre esas cuestiones?
Creo que sí, al menos una buena parte de ella. Es por eso por lo que, para mí, en ese sentido, la ironía juega un enorme papel. Es importante creer firmemente en algo sin fanatismos; amar algo sin hacer de ello un ídolo. Eso quiere decir que la ironía es realmente el sentimiento de relatividad, y por eso, también, una liberación de la angustia. Los totalitarismos de cualquier índole, no sólo los de carácter político, se presentan con la pretensión de lo absoluto. Y creo que no puede haber nada absoluto en la Tierra. En muchos de mis relatos abordo ese tema, el tema de la ceguera de quienes transforman algo real, histórico, en algo absoluto, destruyendo de ese modo la vida y destruyéndose a sí mismos. En mi novela Otro mar, por ejemplo, se trata de un engaño individual; en Conjeturas sobre un sable, de un autoengaño colectivo y político. Ésta es también una metáfora y una parábola de la ceguera de la derecha política, de la reacción.

En una entrevista reciente, usted mencionaba que entre la literatura de Ítalo Svevo y la suya hay puntos de contacto. ¿Cuáles son las cercanías entre el autor de «La conciencia de Zeno» y su obra?
Esa pregunta resulta difícil de responder. Ítalo Svevo es tan grande y profundo que uno tendría que pasar horas hablando de su obra. Él consiguió ocultar tan bien esa profundidad que todavía no hay suficientes lectores capaces de captar esa grandeza. Afirmo que Svevo es mucho más difícil que Joyce, no en el lenguaje, sino en la profundidad de la comprensión.
        Cuando Molly Bloom comete errores en esos parlamentos suyos que mueven a la risa, deformando las palabras y otorgándoles connotaciones sexuales, resulta quizás difícil interpretar la palabra aislada, pero Molly dice lo que esperamos que diga, ya que sabemos que es una persona inculta y piensa casi sólo en el sexo. Cuando Svevo habla de los cigarrillos, podemos creer en un primer momento que en realidad sólo habla de cigarrillos, aunque esté aludiendo a la insondable profundidad de la vida y del inconsciente. Lo que me fascina de él es esa intuición del abismo. En su obra tenemos esa intuición formidable: mientras que en el pasado el hombre corría el riesgo de no ser feliz, para el hombre moderno el problema se agrava. Ahora corre el riesgo de no ser capaz de desear la felicidad. Es decir, ya no se trata de no ser amado, sino de algo más trágico: no ser capaz de amar. De ese modo se explica cierta estrategia en las novelas de Svevo: la de no alcanzar a Ada, la mujer amada, para no ser amado por ella, ya que sería terrible no estar a la altura de ese amor.

Dos de los conceptos que usted ha utilizado con mayor frecuencia son los de utopía y desencanto. Más allá del territorio político que enmarcan, ¿podemos utilizarlos también para pensar la literatura, las estrategias que traza un escritor frente a su contemporaneidad?
Por supuesto, la utopía que se ve a sí misma como solución final es falsa, lo mismo en el terreno social que en el individual. Y el desencanto no es una razón para no querer cambiar el mundo, sino al contrario. Sancho Panza como un necesario complemento de Don Quijote, y viceversa. De ahí proviene mi rechazo a todos los que exigen que el mundo, la revolución, la revolución total, se haga realidad mañana mismo. Entonces, si la revolución no llega, son esos mismos los que se convierten en reaccionarios y ni siquiera buscan ya mejorar un poco una pequeña escuela o algo por el estilo. En la Italia de hoy, casi todos los revolucionarios extremistas del pasado son ahora adeptos a Berlusconi. Esto es válido también para la vida, para la utopía de la vida verdadera, si así lo prefiere. La pretensión de vivir, dice Ibsen, es megalomanía. Claro que Ibsen pretendía que se intentara vivir de manera auténtica, pero quería decir que sólo si se sabe cuán difícil es el camino hacia la vida verdadera, puede uno tener esperanzas de acercarse aunque sea un poco a ella.

Ahora que hablamos de Berlusconi, ¿tuvo alguna vez Claudio Magris alguna responsabilidad política en Italia?
Siempre me ha interesado la política, pero casi en contra de mi voluntad. Me interesa más el mar que la política. Pero sé también que para que todos puedan venir al mar es preciso interesarse por la política. Es decir, para mí la política, en un sentido existencial, tiene una dimensión ética, aunque por supuesto también tengo un gran interés cultural e intelectual por la política. Y todo lo que tiene que ver con la moral constituye para mí un mandamiento, aunque incómodo. Es decir, si ahora alguien intentara asesinar a un niño, no estaría en condiciones de seguir hablando de mis libros, tendría que intervenir. Pero, primero, espero que eso no suceda nunca; y segundo, me sentiría muy feliz si fuera otro el que salvara a ese niño.
        Mi padre estuvo en la Resistencia; por lo tanto, crecí con esos ideales. Es por ello por lo que siempre quedó en mí cierta escisión entre ese sentimiento sobre la necesidad de la política y una naturaleza personal apolítica. Por ejemplo, nunca pensé en presentar mi candidatura. Pero luego... Yo estaba en Alemania en enero de 1994, con una beca Humboldt de investigación. En esa época, todos los que en Trieste se oponían a Berlusconi, todos los partidos, desde los viejos liberales conservadores hasta los de extrema izquierda, me pidieron que me presentara a las elecciones. Yo no deseaba hacerlo, pero tenía la sensación de que no podía negarme. Entonces dije que sí, aunque en contra de mi naturaleza. Y eso, por supuesto, es algo terrible. Es como un homosexual que se casa porque cree que tiene el deber de crear una familia, de procrear. Claro que un homosexual tiene derecho a ser como es, pero no puede tomárselo a mal con las mujeres, porque ellas no son responsables de su sexualidad. En fin, que en aquel momento acepté, y fue una lucha constante contra mi naturaleza. Quizás conseguí influir en algo, pero a costa de un esfuerzo increíble. A ello se añadió que por esa época mi mujer enfermó. Yo me sentía realmente mal. En cambio, mi esposa, no. Ella tenía miedo y sentía tristeza ante la muerte, pero sin transmitir ese miedo. En aquellos días contagié con mi angustia a todo lo que me rodeaba. Marisa, sin embargo, jamás tomó siquiera una píldora para dormir. Pero bueno, ése es otro tema.
        Todo tuvo su lado cómico. Yo había dicho, en primer lugar, que no podría hacer campaña electoral en Italia, ya que había recibido el dinero de la beca y tenía que permanecer en Alemania a fin de terminar mi investigación. No hice campaña y por eso gané. Luego, sucedió otra cosa cómica. Los cinco partidos que me apoyaron no pudieron establecer una alianza, pues sus programas, salvo en lo relativo a la oposición a Berlusconi, eran muy disímiles. Los secretariados, con sede en Roma, no les permitieron aliarse. Por eso desaparecieron en el distrito electoral de Trieste, no presentaron ninguna lista de partido.
        Algunos amigos míos inventaron aquí, en el café San Marcos, un nuevo movimiento. Lo que significa que muchos electores que en otras circunstancias habrían votado al Partido Popular, a los liberales o a los ex comunistas, me dieron su voto a mí. Pero estos amigos míos habían olvidado registrarse; por lo tanto, yo era el único miembro de ese partido. Ni siquiera Trotsky soñó con una democracia directa de esa índole, con tal identidad entre la base y sus representantes, electores y elegidos. Y en el Parlamento, en el Senado, del que formé parte durante dos años, estuve en el llamado Grupo Mixto, para no tener que elegir entre uno u otro de los partidos que me habían apoyado. Colaboré con esos partidos que estaban en contra de Berlusconi, pero dentro del Grupo Mixto estaba solo, a título propio.
        Por distintas razones, fue una época muy difícil para mí, aunque también un período muy interesante. Siempre trato de diferenciar entre los objetivos que debo censurar en política y mi malestar personal. Tengo derecho a sentir malestar, pero eso no es culpa de la política. Detesto a los intelectuales que asumen un compromiso político y luego declaran que la política les ha defraudado y no ha satisfecho su alma bondadosa. Como si la política tuviese la obligación de satisfacerme o satisfacer a otros colegas, no teniendo derecho a herir mi sensibilidad. La política está relacionada con el trabajo, la libertad, el desempleo; con la guerra y la paz; con problemas colectivos, no con el alma sensible de un escritor. Un aspecto muy interesante, aunque terrible para un país democrático, es ese abismo objetivo entre la velocidad con que la sociedad se transforma y la lentitud de la política. El problema futuro en los países democráticos desarrollados será vencer ese abismo, ese «retraso» de la política, sin tener que renunciar a la democracia.

El mundo político es también un mundo moral, ha reconocido usted. Para un escritor que alguna vez ha estado en política, ¿dónde se ubican esas fronteras? ¿Existen dentro de la literatura?
Es preciso diferenciar muy claramente entre las distintas situaciones en las que se toma la pluma, que es, para nosotros los escritores, nuestra única arma. Claro que, a veces, del compromiso moral surge una gran literatura. Diría incluso que esto sucede con suma frecuencia. Basta pensar en Dante o en otros escritores formidables de nuestra época. Pero la literatura tiene sus propias leyes, y esas leyes no deben ser sacrificadas a la moral. Si pretendo escribir algo que corresponda a la verdad y tengo la sensación de que esa escritura tendrá consecuencias negativas para un ser humano, debería renunciar a escribirlo, pero lo que no puedo hacer es alterar la escritura, la verdad. A veces surgen grandes contradicciones. Uno desea añadirle algo a un texto de ficción por razones morales o políticas, pero no funciona. Lo mismo sucede cuando se implanta un órgano y el cuerpo no lo acepta, lo rechaza. En ese sentido, estimo mucho a Ernesto Sábato, que en una época se ocupó de los «desaparecidos». Durante años renunció a su labor literaria para buscar a esas personas, para investigar cómo y dónde estaban. Pero Sábato es también el autor de Sobre héroes y tumbas, que desciende a lo profundo, a los abismos, a las tinieblas del inconsciente y del mal. Y para ello estableció de manera muy honesta una diferencia entre dos mundos, dos tipos de escritura, la diurna y la nocturna. En cierta ocasión, le dije que cuando estaba sumergido en esas profundidades había descubierto que dos más dos eran cuatro, aunque también podían ser seis o diez, y que resultaba poco importante cuánto sumaban en realidad, ya que, cuando se regresa a la superficie, ese «saber» no representa una ventaja.

Trieste y el judaísmo han sido una constante en sus libros. A ello habría que sumarle la figura de Isaac Bashevis Singer, uno de los escritores más importantes del siglo XX. ¿Tuvo su literatura alguna influencia sobre usted?
Sin Singer no habría escrito Lejos de dónde. Esta obra no es tanto un libro sobre Joseph Roth como sobre Singer. Pero en ese momento no tuve el valor o, más bien, tuve la sensación de no poseer los suficientes conocimientos para entender a Singer directamente. Por eso elegí a Joseph Roth, porque él también es un desarraigado y hablaba de este mundo como alguien que se mantiene ajeno a él. Es cierto que a Singer me vinculan muchas cosas. ¿Le he contado cuándo le envié mi primera carta? Yo estaba en el mar, en Trieste, y le escribí lleno de entusiasmo a Nueva York. Lo hice a través de su editor, Farrar Strauss, quien años después se convertiría también en el mío. Yo había leído algunos relatos de Singer, en especial esa maravillosa parábola El no visto, uno de los textos más bellos sobre la fidelidad y la infidelidad, sobre la pasión y la ley, el matrimonio y el amor, la vida y la muerte. Le escribí en alemán, por supuesto. Y Singer me contestó en seguida. Una carta muy amable, directa, cordial, en la que al final me decía: «Muchos saludos a su familia y a sus amigos». Fue la única ocasión en que alguien pensó también en mis amigos, y eso lo valoré mucho. Y es que la amistad forma parte de la vida. La muerte de un amigo no significa menos que la muerte de un primo o un hermano. Desde entonces, desde esa carta, Singer y yo nos mantuvimos en contacto epistolar. Marisa, mi esposa, y yo les visitamos a él y a Alma en Wengen. Y con esa confianza que se tiene con otro al que uno aprecia mucho, esa libertad de decirle todo, incluso observaciones críticas, le pregunté: «¿Por qué escribe usted novelas tan aburridas, si podría crear obras maestras?». Él no interpretó la pregunta como una crítica ni se lo tomó a mal. Me respondió: «Escribo lo que me proporciona placer en un momento determinado». Con esa respuesta se puso por encima de mí. Le dije: «Quizás yo soy más inteligente que usted, pero usted es un genio». Le hablé de muchas cosas. Por ejemplo, yo tenía una sobrina cuyo hijo estaba siendo progresivamente torturado y «asesinado» por un cáncer, y se lo conté a Singer. Y él, perforando las hojas del suelo con el bastón, me respondió: «¿Sabe usted?, la literatura sirve de muy poco». Y de repente, en un tono que no era ni curioso ni confesional, un tono que jamás olvidaré, me preguntó: «¿Cree usted en Dios?». Luego continuamos hablando sobre el amor, el sexo, qué significa cuando el cuerpo a veces claudica... Era una persona increíble.

¿En qué año comienzan ese contacto? 
La primera carta, que todavía conservo, me la escribió en 1966. A partir de entonces, mantuvimos una correspondencia frecuente. Nos encontramos en Wengen en 1981, y tres años más tarde, muy brevemente, en Nueva York. Él estaba a punto de salir de viaje y sólo tomamos un café en compañía de su mujer. Luego no le vi más. En los últimos años nos escribimos muy poco, ya que él padecía Alzheimer, y creo también que en esos últimos años estuvo poseído por una mecánica febril de la escritura, el éxito, el dinero. Fue grande mientras temió que no escribía para nadie. En una ocasión, en uno de sus relatos, Singer hace decir a un demonio judío, un dybuk, que él es «alguien que ve, pero que no puede ser visto». Escribía en yiddish, es decir, en una lengua muerta. Para él, el yiddish amenazaba con convertirse en una lengua muerta en dos sentidos: por una parte, le separaba de un público estadounidense más amplio; por otra, le impedía encontrar mayor resonancia entre los lectores de las comunidades yiddish de Estados Unidos, los cuales buscaban el colorido local y el folclore sentimental, mientras él escribía rigurosas fábulas universales sobre lo extravagante de la existencia humana.
        Entonces, cuando de repente se convirtió en un escritor para todos los públicos, nos distanciamos un poco. Aunque quizás distanciamiento no sea la palabra exacta. A su muerte, su esposa me escribió. Ése fue nuestro último contacto. He leído la biografía escrita por Florence Noiville, y en ella salen a la luz algunos aspectos terribles de su persona: su codicia, su maldad para con su hermana... No sé. En lo que a mí concierne, sólo puedo estarle agradecido, pero todo ser humano tiene sus lados oscuros. El propio Singer dijo en una ocasión que sólo el texto cuenta, el texto literario, no el pobre diablo que lo escribió. Lo más difícil será, el día del Juicio Final, el oficio del bienamado Dios.

En 1971 publicó «Lejos de dónde», que se ha convertido en un canon para el estudio de la literatura judía. Treinta años después, ¿continúa siendo igual su percepción de la obra de Joseph Roth o ha variado? 
Para responder como es debido y con amplitud, tendría que escribir el libro nuevamente y de otra manera. Es como si alguien escribiese un poema de amor dedicado a una persona amada y luego, al cabo de treinta años, se le preguntase -a ella o a él- si volvería a escribir ese poema de la misma forma, si esa persona sigue siendo la misma para él o ella. Claro que la vida cambia. Aun cuando, al cabo de treinta años, se continúe amando a la misma persona, incluso con mayor intensidad, no sería lo mismo, y esto es igualmente válido para un tema o un libro. El exilio, cuestión que abordo en Lejos de dónde, ha cambiado mucho con la Historia reciente de Israel; sin embargo, sigue siendo el mismo, ya que simboliza una condición humana universal. Mi amor por Singer, por Roth, sigue siendo intenso; yo diría que más intenso que antes. Pero no estoy seguro -y lo mismo vale para el «mito habsbúrgico»- de si ahora tendría el valor juvenil, ese valor un tanto alocado, de escribir sobre el tema sin ser un especialista. Lo que puedo decir es que Lejos de dónde jugó un papel muy importante en mi vida. Es un indicio perdurable de una situación humana universal, que atañe a personas no judías, como yo. Recuerdo lo que un rabino me preguntó en un debate: «Pero usted no es judío, ¿no?». «Pues no», le respondí. A lo que él añadió: «Bueno, era sólo una pregunta».

Usted ha escrito que «el mundo habsbúrgico es también el mito de la periferia». 
Es obvio que la monarquía austrohúngara ha de ser juzgada de acuerdo a la época, a partir de un punto de vista político e histórico. Hubo épocas de una política centralizada; otras, de una política federalista; otras, progresista y reaccionaria. La parte húngara era mucho más autoritaria que la austriaca en lo que atañe a la política de las nacionalidades. Pero yo quise decir otra cosa. Un gran autor como Joseph Roth escribió en una ocasión que para él la patria no estaba realmente en Viena, en el centro, sino en los países de la corona, en las provincias del Este, los territorios periféricos. En ese sentido, Roth tuvo, independientemente de la monarquía austrohúngara, una gran intuición del mundo moderno y contemporáneo. Actualmente, desde el punto de vista cultural, uno está obligado a sentir que el mundo entero es periferia, que no existe un centro en ninguna parte, ni siquiera en esos poderosos centros políticos y espirituales como Nueva York. El concepto de centro presupone sentir una gran cultura como unidad, tal como fue París en el pasado, o Viena, o Roma en el mundo antiguo. Pero hoy ese centro ya no existe. Cualquiera, aunque viva en la Quinta Avenida, percibe, al igual que Joseph Roth, que vive en la periferia de la Historia, incluso de la vida. No es posible creer que se está en el centro del mundo. Un centro presupone la sensación de compartir una cultura ordenada, una jerarquización, justamente «eso» de lo que carecemos hoy. Vivimos en medio de la confusión. En lo positivo y lo negativo.
        Piense, por ejemplo, en la tecnología. En lugar de agrandar las diferencias de poder entre las grandes potencias y los pequeños grupos, como ocurría hace años, posibilita que unos pocos dispongan de una tecnología altamente sofisticada que hace peligrar a una superpotencia como Estados Unidos. Actualmente, cuando leo el periódico o veo la televisión, tengo la sensación de contemplar el mundo como alguien que viene del campo y ve una ciudad por primera vez. Algo que no me sucedía treinta años atrás.

Sus obras forman parte de un imaginario al que ya no le interesa tanto construir personajes, a la manera de la literatura clásica, sino ir integrando una serie de historias, datos, experiencias. ¿De qué manera lee Claudio Magris sus propias ficciones? ¿Es este «juego» un poner en jaque el género mismo, una reflexión? 
Sí, la reflexión sobre una historia y sobre el género al que pertenece la historia produce, al menos de manera potencial, una nueva historia integradora. El mundo es infinito, e infinita también es la narración del mundo. En ese sentido, creo que la formidable literatura de Musil, en especial El hombre sin atributos, así como las obras de Broch, Canetti, etcétera, forman parte de una literatura que vincula de manera inseparable narración y reflexión, poesía y ciencia, y pueden ser consideradas la mejor literatura para representar al mundo contemporáneo.

Ahora que menciona «El hombre sin atributos», recuerdo que una de las cosas que satiriza Musil en su novela son las fronteras de Kakania, esos límites que le hacían ser muchas en una (o una en muchas). Este asunto ha tenido una presencia muy fuerte en sus ensayos. ¿Qué es exactamente ese concepto para usted? ¿Sigue creyendo que un escritor es, ante todo, un «hombre de frontera»? 
Existen fronteras en todas partes, no sólo fronteras nacionales. Éste es un aspecto que siempre tuvo la mayor importancia para mí. En Verde agua, mi esposa, Marisa Madieri, a través de la historia de su éxodo y exilio (en su niñez, fue desterrada por los yugoslavos, al igual que le sucedió a muchos italianos de Istria y Rijeka), descubre las raíces eslavas de su familia, antes olvidadas en las profundidades del subconsciente. Reconoce que ella también está «al otro lado de la frontera». A través de su odisea como refugiada, gana una sensación de pertenencia al mundo eslavo.
        Cuando yo todavía era un adolescente, casi un niño, para mí la frontera era una experiencia decisiva y concreta. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial (nací en 1939), Trieste era una tierra de nadie, uno de los llamados territorios libres, gobernado provisionalmente por los ingleses y los estadounidenses, una región que Tito se quería anexionar. No se sabía bien si se pertenecía a Italia o a Yugoslavia, lo cual significaba al mismo tiempo pertenecer al bloque occidental y al oriental, un bloque oriental que todavía estaba dominado por Stalin. Trieste es una pequeña ciudad, y la frontera estaba menos distante de mi piso en el centro de la ciudad de lo que está un barrio de París de otro. No sólo se trataba de una frontera normal, sino del Telón de Acero. Una frontera que, al menos hasta la ruptura entre Tito y Stalin, y hasta la normalización de las relaciones entre Italia y Yugoslavia, era infranqueable. Detrás de esa frontera se hallaba el bloque oriental, el desconocido, amenazante y despreciado bloque oriental. Detrás de esa frontera que yo veía cada vez que salía a pasear con mis amigos se hallaba un territorio que era a la vez conocido y ajeno. Ajeno, porque era inaccesible, porque pertenecía al amenazante imperio de Stalin. Conocido, porque se trataba del territorio que hasta el final de la Segunda Guerra Mundial había sido italiano y Yugoslavia había ocupado al final de la guerra; un territorio en el que yo había estado muchas veces. Y creo que esa identidad de lo desconocido, lo inusual, lo familiar, fue decisiva para mi apuesta por la literatura, la cual es a menudo un viaje de lo conocido a lo desconocido, y a la inversa. Sin embargo, también comprendí que para hacerme de una cultura, para madurar, tenía que ser capaz de franquear esa frontera no sólo físicamente, con un pasaporte o visado, sino también espiritualmente.
        Se puede, se debe y se tiene que amar la frontera. Necesitamos fronteras de toda índole, morales y culturales. Pero entendiendo la frontera como puente, no como barrera o barricada. Queda el reto de traspasar las fronteras y desplazarlas. Si se las ve como algo rígido, sólido, como un ídolo, entonces las fronteras también piden sangre. Uno puede amar las fronteras cuando sabe que son perecederas; de lo contrario, esas mismas fronteras se vuelven letales. 

Madrid, ABCD de las Arte s y las Letras, enero 2010.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Charles Valentin Alkan, Douze études dans tous les tons mineurs op. 39




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Helmut Lachenmann: il mio percorso esistenziale e musicale





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Helmut Lachenmann nació el 27 de noviembre de 1935 en Stuttgart. Después del final de la Segunda Guerra Mundial y habiendo mostrado una temprana aptitud para la música, comenzó a cantar en el coro de su iglesia local cuando tenía once años y ya escribía sus propias composiciones durante su adolescencia. Estudió piano con Jürgen Uhde y composición y teoría musical con Johann Nepomuk David en la Stuttgarter Musikhochschule desde 1955 hasta 1958, siendo el primer estudiante privado del compositor serialista Luigi Nono en Venecia de 1958 a 1960. De Nono adquirió la convicción de que la música pretendería servir un mensaje de relevancia social, si bien durante varios años italiano y alemán mantuvieron un distanciamiento sólo superado en los últimos años de vida de Luigi Nono. También trabajó durante un breve espacio de tiempo en el estudio de  música electrónica  de la Universidad de Gante en 1965, si bien seguidamente concentró todo su interés casi exclusivamente en la música puramente instrumental.
Entre sus alumnos destacados se cuentan Mark Andre, Alvaro Carlevaro, Clemens Gadenstätter, Harald Muenz, Manuel HidalgoShigeru Kan-noJuliane Klein, Kunsu Shim, Wolfram G. Schurig, Juan María Solare y Stefan Streich, entre otros.
Lachenmann ha descrito sus composiciones como música concreta instrumental (a partir de la Música Concreta, de Pierre Schaeffer), lo cual implica un lenguaje musical que abarca la totalidad del mundo sonoro hecho accesible mediante técnicas interpretativas no convencionales. Según el compositor, es música "en la que los eventos sonoros son elegidos y organizados de modo que la forma en que son generados sea tan importante, al menos, como las propias cualidades acústicas resultantes. En consecuencia, dichas cualidades, como el timbre, el volumen, etc., no producen sonidos for their own sake (literalmente por su propia cuenta), sino que describen o denotan la situación concreta: escuchando, tú oyes la condiciones bajo las cuales se realiza una acción sonora o de ruido, escuchas qué materiales y energías son puestos en juego y qué resistencia encuentran". Su música deriva, por lo tanto, en primera instancia de los sonidos más básicos, los cuales, mediante procesos de amplificación, sirven las bases para obras extensas. Sus interpretaciones requieren el concurso de un enorme número de ejecutantes, debido a la plétora de técnicas que Lachenmann ha ideado para los instrumentos de viento, metal y cuerda.
Sus obras más importantes incluyen el trabajo musical para teatro Das Mädchen mit den Schwefelhölzern (1990-96, basado en Hans Christian AndersenLeonardo da Vinci yGudrun Ensslin), las piezas orquestales Schwankungen am Rand (1974-75, para ocho instrumentos de metal, dos guitarras eléctricas, dos pianos, cuatro láminas metálicas y 34 instrumentos de cuerda), Accanto (1975-76, para clarinete, gran orquesta y cinta magnetofónica) y NUN (1997-99, para flauta, trombón, coro masculino y gran orquesta), los trabajos Mouvement (- vor der Erstarrung) (1982-84, para tres intérpretes ad hoc y catorce músicos) y "...zwei Gefühle...", Musik mit Leonardo (1992, un extracto de Das Mädchen mit den Schwefelhölzern, según Leonardo da Vinci, para dos narradores y 22 intérpretes) y tres cuartetos de cuerda (Gran Torso, 1971, revisado en 1976, 1988; Reigen seliger Geister, 1989; Grido, 2001), así como otros trabajos para orquesta, ensemble y cámara, y seis piezas para piano.
Lachenmann ha impartido cursos regularmente en  Darmsdat desde 1978 y ha sido profesor de composición en la Stuttgarter Musikhochschule desde 1981 hasta 1999. Es igualmente notable por sus abundantes artículos, ensayos y conferencias, muchos de los cuales han sido publicados en Musik als existentielle Erfahrung (La música como experiencia existencial) (Breitkopf & Härtel, Wiesbaden, 1996).

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Tanya Tucker, Without You, What Do I Do With Me?



What do I do
now that I'm on my own?
What we did together
beats anything I've done alone
Since the day that you left
I've been asking myself
Is this how it's gonna be?
Without you
What do I do with me?


I don't wanna go out
but I just can't stay home
I don't need company
but I sure don't wanna be alone
And to tell myself
that I'm doing well
is only making believe
Without you
What do I do with me?


Without you
where do I go?
Where do I turn?
I'd sure like to know
What do I do
with all of our plans?
And how do I spend
all this time on my hands?


I've tried everything
I've been racking my brain
It must be as bad as it seems
Without you
What do I do with me?


Without you
What do I do with me?

viernes, 20 de diciembre de 2013

Jorge Salvetti, Un cómodo catolicismo



"Un diccionario sin citas es un esqueleto", escribía Voltaire en una carta dirigida a un miembro de la Academia Francesa, respecto de la preparación de su diccionario de la lengua, en el que se incluirían las "nociones de la nación". Se refería, naturalmente, a citas literarias extraídas de los autores más representativos que ejemplificaran, como en muchos diccionarios de distintos idiomas, con su prosa y sus versos, el uso de los términos.
A partir de esta cita sobre las citas podría desarrollarse, en un punto importante, una crítica del Diccionario de la Real Academia Española. Tomando luego como punto de partida aquella otra, que figura en el prefacio del gigantesco léxico árabe-inglés de Lane y que nos cuenta de ese pueblo en medio de las montañas del Yemen, donde todavía en el siglo XVIII se mantenía casto el idioma anterior al advenimiento del Islam, y en el que no se permitía a ningún extranjero permanecer más de las tres noches de hospedaje prescriptas obligatoriamente por ley, por temor de que corrompiera su lengua, la supuesta crítica podría completarse a continuación con una disquisición sobre la hipotética castidad, virginidad o pureza de la lengua de un pueblo que las respectivas academias nacionales celosamente custodiarían.
Pero la asidua compulsa del DRAE y las frecuentes sorpresas que este nos depara obligan a otro tipo de análisis. Así el otro día, entre tantísimos ejemplos, dábamos con los siguientes artículos: Sufí: sectario o partidario del sufismo; Sufista: dícese del que profesa el sufismo. 
Inútil intentar destilar la diferencia que busca trazar este económico artilugio de vana retórica; podrían permutarse los términos sin modificarse en nada el resultado. En verdad, son dos palabras con distinta historia, una que ingresó, probablemente vía alguna otra lengua europea más ilustrada, sin modificación alguna de la forma original árabe con el típico sufijo (–i ) de gentilicios, y la otra de un híbrido, construido según una sufijación común en nuestro idioma (-ista ). Difícilmente hayan tenido en algún momento diferencias sustanciales y, de tenerlas, el DRAE no acierta a comunicarlas.
Luego, Sufismo : doctrina mística que profesan ciertos mahometanos, principalmente en Persia. 
Bueno, con bastante buena voluntad, esta información podría no ser totalmente falsa, y hasta lo de Persia tomarse como relativamente cierto, pero ¿por qué Persia y no Irán, si se está hablando de la actualidad, dado que el artículo dice expresamente "profesan"? Y por otro lado, nombrar específicamente a Persia, ¿no es dar una visión sesgada del sufismo, dando a entender, entre otras cosas, que es un fenómeno particular, por ejemplo, del mundo shiíta? ¿Y por qué circunscribir, además, el fenómeno principalmente a ese país y al presente? ¿O ignorarán acaso los miembros de la RAE, por ejemplo, que Ibn 'Arabi, el Magister Magnus, "uno de los más grandes teósofos visionarios de todos los tiempos" y autor de una obra que, según los dos volúmenes de Histoire et Classification de l'Oeuvre de Ibn 'Arabi de Osman Yahia, comprende unos 840 títulos, nació precisamente en Murcia, estudió y tuvo sus primeras visiones y encuentros extraordinarios en Sevilla y Córdoba, ciudad esta en la que a sus diecisiete años mantuvo un diálogo filosófico con Averroes? Estas cosas sin querer pensábamos.
Y otro día, buscando cómo escribir "correctamente" una palabra inglesa relativamente común entre nosotros, shock , y que algunos correctores de PC insisten en transformar automáticamente en choc , descubro que ni una ni otra forma figura en el DRAE, que se hace caso omiso del dígrafo sh , utilizado en inglés para representar el fonema consonántico fricativo prepalatal, como de un barbarismo inadmisible, y que, de hecho, parecen querer aconsejarnos, a quienes no tenemos una lengua tan pesada como para no poder articular, sin mayores inconvenientes, un sonido existente en el inglés, francés, portugués, italiano, alemán, etc. (y que existía en el castellano antiguo y aun perdura dentro de las capacidades fónicas de sus actuales hablantes, ya que es el chistido típico con que suele llamarse a silencio), a pronunciar shampú , y por ende,Shakespeare Schopenhauer show, chic y tantas otras palabras, con el sonido de chancho 1
Pero, retomando, en el lugar que correspondería a este anglicismo de choc , si así insistiesen en que lo escribamos, encontramos una voz interesante, Choca Cebadura que se daba al azor, dejándole pasar la noche con la perdiz cobrada .
Hermosa entrada, en la que, no obstante, no se advierte al lector, como se hace irregularmente en otros artículos, que podría tratarse de un uso antiguo o de un arcaísmo, ya que la definición dice expresamentedaba . Incoherencias a las que debe acostumbrarse todo usuario del DRAE. Pero no importa, se trata de cetrería y nos interesa este noble arte digno de príncipes e hidalgos de bragueta, héroes en engrosar con su legítima alegría las huestes del ejército imperial.
El problema es que no logramos discernir si se habla realmente de la caza con aves, como expresamente aclara el diccionario, o de un arte amatorio inter species . Buscamos entonces cebadura y encontramos: acción y efecto de cebar o cebarse. Ya María Moliner dejó asentada en el prólogo de su diccionario una crítica a este uso y abuso de acción y efecto en la definición de los sustantivos verbales. En este caso particular, no acertamos a imaginar cómo puede darse una acción o un efecto. A lo sumo se dará lo que produce un efecto o lo que se da en la acción misma de dar. De todos modos, lo curioso es que en el artículo cebar dice: dar comida a los animales para alimentarlos , y en una segunda acepción, dar a los animales comida para atraerlos o alimentarlos . Más allá de lo absurdo de ambas definiciones, que bien podrían haberse fundido en una sola, para no confundir innecesariamente, seguimos sin entender el artículo choca . ¿Se daba la perdiz como alimento? Pero entonces, ¿por qué se lo dice en términos tan abstrusos (dejándole pasar la noche )? ¿La presa debía durarle hasta el desayuno? ¿O habrá otras formas de cebar y cebarse que no impliquen la manducación? ¿Pero entonces por qué no aclara el DRAE que se puede cebar, alimentando la visión o el olfato? ¡Ah, los olores y el tacto! ¡Una noche pasada en casto abrazo!
Fueron innumerables cuestiones de esta índole las que nos decidieron a dejar librada a la suerte una crítica del DRAE, sabiendo que el resultado, en lo sustancial, no podía variar; no hay página de este regio y pío repertorio que no cebe nuestra delicia o nuestra indignación.
Y fue así cómo la diestra mano siniestra cogió al azar uno de los dos volúmenes de la vigésima primera edición y abrió a ciegas, lo juro, en la página 320, y comenzamos a leer.2
Bracillo cierta pieza del freno de los caballos .
Aclaremos, ante todo, que una de las cuestiones más importantes, a la hora de hacer un diccionario, dadas la inevitable limitación de espacio y la vastedad territorial y temporal de las lenguas, es decidir qué términos incluir y cuáles no, y, luego, cómo dar la mayor cantidad de información en el menor espacio posible. Siempre es interesante conocer palabras nuevas, o viejas, pero en este caso imaginamos la frustración de un lector que, por algún motivo, consultase esta entrada. Este bracillo debe tener alguna función, encontrarse entre tal y tal pieza, servir de un modo u otro al fin para el cual el freno es utilizado. Nada de esto dicen los autores, quienes, de poseer los datos, podrían haberlos comunicado en pocas palabras. Nos preguntamos, por ende, sobre la utilidad real de este artículo. No puede tratarse de una parte importante, puesto que al consultar el artículo freno en busca de una pista, leemos: instrumento de hierro que se compone de embocadura, camas y barbada, y sirve para sujetar y gobernar las caballerías . Más allá de la bella y antigua "retórica" de la definición, tan habitual en todo el léxico y que ya mencionara también María Moliner en el prólogo de su Diccionario del uso como algo a modificar, vemos que el mentado bracillo brilla por su ausencia, por lo que deducimos que debe ser una pieza menor o recibir otro nombre, pero cuya función y utilidad aun ignoramos. Lo curioso es que esta definición, extraída de la vigésima primera edición, y que viene arrastrándose, de siglo en siglo, desde las ediciones más antiguas, en las que, como para canonizar su insigne vaguedad, aparece acompañada de su versión latina (quaedam freni pars ), fue recientemente "corregida" en la última edición del siguiente modo: Pieza del freno de los caballos . Como si con la mágica y meditada omisión de la palabra "cierta" avanzáramos hacia la recta comprensión de la fosca definición, como si se temiese, quizá, que de mantenerse la indeterminada palabra, esta pudiese finalmente delatar la incertidumbre sobre la autenticidad de la información o sobre el conocimiento de quienes la prodigan, como si se temiese, casi, que algún lector, dando azarosamente con ese artículo, intuyera que allí debía leerse: Incierta pieza… Consultamos, por ello, glosarios de términos hípicos, buscando el anhelado esclarecimiento que el DRAE, un poco al modo del Señor del oráculo en Delfos, ni dice ni calla. Nada. Las minuciosas descripciones de este aparejo y sus componentes no hacen mención alguna de esta oscura pieza del arte ecuestre.
Pero menos que anecdótico sería todo esto, si fuese un fenómeno aislado, si el diccionario no estuviese plagado de este tipo de términos. Se trata de resabios 3 de una España más profunda, católica y monárquica, en la que la lexicografía, y la academia en general, tenía como su base y su cima la mitra y la corona. Esta enorme cantidad de voces muertas, que ya nadie oye, quitan el escaso lugar disponible para palabras y acepciones que, al menos, nosotros usamos a diario, con todos los inconvenientes que esto acarrea: imposible distinguir entre un neologismo y una palabra en curso desde hace tiempo, ya que el diccionario ignora ambas por igual; imposible saber si un vocablo es "legítimo" y cuál su "genuina" acepción, dado que no figura en el diccionario, entre otras cosas, porque éste, por más mejoras y actualizaciones que incorpore, aun mantiene la lóbrega estructura originaria de cuando las luces aun no se habían encendido – o tal vez sería más correcto decir, de cuando ya hacía siglos se habían apagado—, en España.
Aplaudiríamos la inclusión de términos raros y arcaísmos, si estos fueran la llave, por ejemplo, para la comprensión de una metáfora en Góngora, de un pasaje del Quijote o un verso de Quevedo, pero dudamos de que este sea el caso, dado que el DRAE, a diferencia de muchos diccionarios de otras lenguas, no tiene ninguna intención literaria y jamás brinda citas de autores ni indica pasajes de sus obras. Continuemos.
Bracista com. Dep. Nadador especializado en el estilo braza . Consultamos ante todo las abreviaturas. Dep.,naturalmente deportes. Pero al buscar com., continúan las sorpresas: sustantivo común de dos, dice textualmente la tabla de abreviaturas. ¿Será un error o alguna nueva denominación gramatical que desconocemos? Común de dos dicho de un sustantivo no puede sino referirse al género. ¿Pero por qué no decirlo? Es entonces que empezamos a entrever el misterio.
Nuestras frecuentes consultas del DRAE ya nos habían permitido advertir que sobre sus autores, y autoras, pesaba algún atávico tabú respecto de la palabra, y la cosa, género , porque, entre otros tantos detalles esparcidos a lo largo de todo el léxico, se lee: Padre: varón o macho, respecto de sus hijos (acepción circular y bastante tautológica, por cierto, pero no se trata ahora de eso); Madre: hembra que ha parido; Hembra respecto de su hijo o hijos . También en concebir, leemos: quedar preñada la hembra .
Tratamos de entender.
¿Será entonces que la tradicional diferencia entre humanos y animales, tan discutible de por sí, sólo se da en el varón? ¿Que no le es dado a la mujer superar, mediante la razón y el entendimiento, sus instintos animales?
No sería de extrañar que la RAE dispusiese de esta esotérica información genética, ya que como bien deben saber sus grises eminencias, asiduos lectores del Génesis, es más que probable que Eva, la Vida, no solo hablase con la serpiente, sino que, al igual que Olimpia, también durmiese con ella enroscada entre sus piernas. Pero volvamos a la gramática.
Buscamos luego braza para cerciorarnos del sentido.
Estilo de natación en el que el cuerpo avanza boca abajo sobre el agua dando brazadas y moviendo a la vez las piernas .
Ah, sí, claro, a esto damos nosotros un nombre inglés. Lo buscamos con su escritura originaria, crawl . Nada. Tal vez lo hayan incluido, con buen tino, según una escritura más fonética. ¡Eureka!, aquí está, crol, más sorpresas: estilo de natación que consiste en batir constantemente las piernas y en mover alternativamente los brazos hacia adelante sacándolos del agua . Desconcierto. Estamos tentados de arrojarnos a las frías aguas del arroyo y llevar a la práctica ambas definiciones para comprobar si se trata de dos estilos diferentes. Pero no. Nuestras frecuentes consultas ya nos iniciaron también en este otro misterio.4
Se trata de un sutil juego académico con el que se busca acrecentar la versatilidad conceptual del usuario. Así encontramos también entre tantas otras: Cerillavarilla fina de cera, madera, cartón, etc., con una cabeza de fósforo que se enciende al frotarla con una superficie adecuada . Y luego, en la Fósforo trozo de cerilla, madera o cartón, con una cabeza de fósforo y un cuerpo oxidante, que sirve para encender fuego . Abundan los ejemplos.
Cómo se ve, para poder armar este sofisticado juego de ingenio, es necesario disponer, entre otras variantes, de dos palabras de la misma lengua, pero de regiones lingüísticas diferentes, por ejemplo, pero no exclusivamente, que remitan al mismo referente, y dar de ellas definiciones dispares. Para ello es crucial no enviar jamás al lector a la palabra afín, ya que si en cerilla dijera "ver fósforo " o viceversa, se estaría dando una pista clave que arruinaría de inmediato el juego. Tampoco advertirle que se trata de un término utilizado en una determinada región, pues esto podría ponerlo sobre aviso de que hay en la lengua otra palabra para denominar el mismo objeto. Las variantes en la definición, con las que crear azoramiento, son innumerables. Una es alterar el orden de los elementos con ligeras variaciones: batir constantemente las piernas y luego, moviendo a la vez las piernas ,no es un mal ejemplo. Cuanto más se parezcan, sin decir exactamente lo mismo, más confusión crearán y mayor será el efecto de vértigo buscado.
Pero en lo que los académicos son imbatibles es en agregar información tan indescifrable como el etrusco, así al decir el DRAE en fósforo cuerpo oxidante , obliga al lector a introducirse en el dinámico laberinto de sus páginas, cuya estructura circular y muros de caucho lo mantendrán rebotando eternamente: Oxidante: que oxida o sirve para oxidar; Oxidar: transformar un cuerpo por la acción del oxigeno o de un oxidante, y vuelta a empezar . Pero sigamos.
Bracmánm. brahmán.
Aquí las cosas se ponen más serias para mi gusto y es pertinente citar lo que ya dijera un escritor muy nuestro, amante de las lenguas: "Los individuos de la RAE quieren imponer a este continente sus incapacidades fonéticas", y yo agregaría, sus desconocimientos de lingüística. Mucha gente cree que un diccionario, en especial uno compuesto por una Academia Monárquica de la Lengua, constituye una autoridad respecto de, entre otras cosas, la grafía de las voces. Pero esta de bracmán , que, como tantas otras, es simplemente descabellada, y para peor innecesaria, bien demuestra lo contrario.
Si lo que se quiso fue dar cuenta de la aspirada, más coherente y aproximado habría sido escribir brajmán,o si lo que se buscada de nuevo era generar versatilidad a través del desconcierto, ¿por qué no incluirbrakmán brachmán , o incluso barman Batman ?
El hecho de dar entrada a esta forma cofunde en múltiples sentidos. Por empezar, confunde en la pronunciación, que debería ser la función esencial de la "ortografía", segundo, hace creer que lo que figura es acertado y producto de un saber idóneo y superior al del común de la gente, tercero, excluye la posibilidad de otras grafías, incluso más correctas, como legítimas, cuarto, multiplica un error, porque sus entradas, tomadas como autoridad, son repetidas servilmente por otros diccionarios y enciclopedias, y, por último, no dice nada sobre el origen de esta grafía, o sea sobre la génesis de un desatino, comunicando al menos, como hacen otros léxicos, fecha y texto de su primera aparición, dando a entender así que se la mantiene, a pesar de su rareza, definiéndola con una aclaración como, forma antigua y aproximada de escribir…, por si se la encuentra en algún texto.
Todas las palabras afines que aparecen en la misma página, brahmán, brahmanismo, brahmín , hacen sospechar que los miembros de la RAE no poseen, como decíamos, sólidos conocimientos de lingüística, al menos no de sánscrito, madre de la lingüística comparada, ya que además de esta impericia en la transliteración, la única etimología que dan para todo este rico complejo semántico, es inexacta, dado que no es brahmânacomo aducen, sino brâhmana el término del que proviene la forma española brahmán .¡Qué más da!, podrán pensar muchos lectores, pero da, sobre todo si a esto se suma la inexactitud de la escasa información que se brinda y lo sesgada de la misma (a pesar de que recientemente el Secretario de la RAE afirmara "No podemos hacer un Diccionario sesgado", aunque no deberían dudar de sus propias capacidades, ¡por supuesto que pueden!), con lo cual pasamos del campo fonético al de la filosofía y los conceptos.
Aquí se emplea una vez más el ya probado método del carrusel en que se gira en el vacío y se desaprovecha, como en tantos casos, una de las herramientas más ricas para iluminar la potencia5 de una palabra a lo largo de toda su historia: su etimología. Y no puede aducirse que no se trata de un diccionario etimológico, porque muchos no lo son y, sin embargo, aprovechan al máximo este valioso recurso. Veamos.
BrahmanismoReligión de la India que reconoce y adora a Brahma como a dios supremo .
Este es un muy buen ejemplo de cómo, bajo los visos de la más estricta ortodoxia, se pueden tergiversar los hechos, brindando una información cuanto menos tendenciosa si no abiertamente errada de lo que se pretende describir. Dejando de lado el dudoso y discutible uso de la preposición tras la comparación, que a más de un lector bien podría sugerirle la idea de que "se reconoce y adora a Brahma como se debería reconocer y adorar a dios supremo", uno de los rasgos más característicos de esta definición es que ejemplifica una forma inveterada de abordar lo extranjero, extraño y diferente: por la trillada vía negativa de aquello en lo que se diferencia de nosotros o, en su defecto, de aquello en lo que se nos parece, aunque para ello haya que forzar violentamente las semejanzas.
Este método, tan consustancial con la cosmovisión que trasunta la confección del DRAE, de depurárselo aun más y llevárselo hasta sus últimas consecuencias, podría dar espléndidos resultados como este: Caballo :mamífero de la orden de los perisodáctilos que se distingue, entre otras cosas, por no contar, entre sus especimenes, con ningún miembro de la RAE y, por ende, carecer por completo, como individuo o especie, de voz y voto en cuestiones pertinentes a la corrección en el uso de la lengua castellana .
Los lectores, me temo, no podrán dejar de admitir que esta definición está lejos de ser enteramente inexacta y hasta si se quiere puede ser juzgada de cierta en todos sus detalles. Pues bien, no muy distinto es lo que ocurre con la información brindada en el artículo Brahmanismo .
Una rápida comparación con diccionarios de otras lenguas ya arroja algo de luz sobre la cuestión.
Así el Duden, Deutsches Universal-Wörterbuch dice en el artículo Brahmanismus: 1. Una de las principales religiones de la India (surgida del vedismo) 2. (raro) Hinduismo; el Zingarelli, vocabulario della lingua italiana da parabramanesimo brahamanismo, bramanesimo, bramanismo, braminismo : Sistema de pensamiento religioso-filosófico y complejo de instituciones y ordenamientos elaborado por los brahmanes que constituye el fundamento de la religión hinduista; el Petit Robert de la langue française dice en el artículo Brahmanisme : Sistema social y religioso de la India, que sigue al vedismo y precede al hinduismo, caracterizado por la supremacía de los brahmanes y la integración de todos los actos de la vida civil en los ritos y deberes religiosos; The Random House Dictionary of the English Language da para el término Brahmanism: 1. El sistema religioso y social de los brahmanes e hindúes ortodoxos, caracterizado por el sistema de castas y un panteísmo diversificado. 2. El hinduismo de los Vedas, Brahmanas y Upanishads; por último el Novo dicionário Aurelio da língua portuguesa define asíbramanismo : Organización religiosa, política y social de los brahmanes, dirigida a la utilización litúrgica de los Vedas.
Ya puede constatarse con esto que la distancia que separa un relincho de ciertas definiciones no es siempre mucho mayor que la que puede existir, en términos teológicos, entre el reconocimiento y la adoración de un determinado ser supremo y un panteísmo diversificado.
Pero para que se entienda bien lo que está aquí en discusión respecto de la intencionalidad en el recorte de la información, o en su defecto en la falta de conocimiento en quien la brinda, vale la pena citar in extenso el artículo brahmanismo del Diccionario de la sabiduría oriental: 1. Otra denominación corriente del Hinduismo. 2. Veneración del dios Brahmā como creador. La representación de un dios creador desempeña en la India un papel mucho menor que en Occidente. Los Vedas apenas mencionan a Brahmā en este sentido; en ellos el señor de las criaturas es Prajâpati, con el cual Brahmā a aparece a veces identificado. Ambos se dicen nacidos del Hiraṇyagarbha. En el Rig-Veda, el Veda más antiguo, el célebre Himno de la Creación, el Nāsadāsîya, estrofa 6, dice que los dioses "surgieron de este lado de la creación", o sea después de ella. Sólo con la muy posterior concepción de la Trimûrti, o divina tríada del hinduismo, se venera a Brahmā como dios creador, pero en ella comparte su posición con Viṣṇu, el dios preservador, y con Ṣiva, el dios destructor, pudiendo cualquiera de ellos asumir la superioridad; finalmente en la práctica Brahmā quedó parcialmente eclipsado por los otros dos .
Y por último, el conocido diccionario sánscrito-inglés de Monier-Williams decía, ya a fines del siglo XIX, en el artículo Brahmâ El Espíritu impersonal universal manifestado como un Creador personal y como el primero de la tríada de dioses personales; jamás parece haberse vuelto objeto de adoración general , aunque tiene dos (sic!) templos en la India .
Solo dos templos en la India, para quien tenga alguna noción de la complejidad y riqueza cultural de este país, consagrados a la adoración del ser supremo de la casta que tuvo entre sus manos durante siglos el control social y religioso de un pueblo tan vasto, parece un auténtico contrasentido.6
Por eso el cotejo de todos estos datos, que muchos lectores, lo sabemos, encontrarán completamente indiferentes, a nosotros nos hace dudar, como etiología de un determinado método de desinformación, entre el desinterés y la perfidia. Aunque muy probablemente la verdad se encuentre en una módica combinación de ambos términos, en un pérfido desinterés o en una desinteresada perfidia en la misión de ilustrar, cuando se goza de cierto prestigio, producto de una visión políticamente sesgada. Miremos, si no, estos otros artículos. 
Hereje Cristiano que en materia de fe se opone con pertinacia a lo que cree y propone la Iglesia católica .
Ni una palabra de desperdicio. ¿Cristiano y no católico? Según esta definición todas las iglesias "protestantes" serían heréticas. ¿Fe y no dogma? ¿Cree y propone? ¿Quién es la Iglesia? ¿Pertinacia?
Herejía: Error en materia de fe sostenido, con pertinacia . Comparemos con el María Moliner, quien, sin embargo y a pesar de las críticas que le prodiga, se atiene en lo sustancial a las definiciones del DRAE.
Hereje: Persona que sostiene o cree doctrinas contrarias a los dogmas de la religión católica .
Los cambios en la definición parecen haber querido atenuar los alcances de la definición del DRAE y, sin embargo, han logrado incluir graciosamente en la categoría de hereje a más de las tres cuartas partes del mundo.
Compárense ahora estas del diccionario italiano Zingarelli.
Herejía: En las religiones fundadas sobre una dogmática universal u oficialmente reconocida, doctrina basada en interpretaciones personales en contraste con la tradición . En el cristianismo antiguo, tesis o doctrina que se opone a las enseñanzas de los Concilios y a la opinión de la Iglesia En el Catolicismo, doctrina que se opone a la verdad revelada por Dios y propuesta auténticamente como tal por la Iglesia.
Aquí al menos están un poco más deslindados los campos, aunque ya se ve que los diccionarios no son instrumentos inocuos ni objetivos.
Pero lo más curioso en la entrada del DRAE es un detalle aparentemente inofensivo en el que la perfidia es máxima y que fácilmente pasaría desapercibido para un lector inocente.
En su escueta información etimológica, dice, respecto de la palabra hereje: del provenzal "eretge" .
Nos preguntamos: ¿Qué puede querer decir este dato, si no que la palabra entró en el castellano a través del provenzal? Ya que ningún académico de la lengua puede ignorar que el término proviene originariamente del griego e ingresa en las lenguas modernas a través del latín.
Pero no suele ser este el criterio utilizado por el DRAE al dar una etimología, que por lo general prioriza las formas de las lenguas clásicas, sin detenerse en los pasos intermedios que haya recorrido la palabra. Y de ser esto lo que se pretende aseverar, ¿qué certeza existe de que la voz haya entrado realmente a través del provenzal y no del catalán o el francés (lengua de ouil ) con formas similares o más cercanas? ¿Dónde estarían las pruebas, de no ser que se fragüen documentos? ¿O no leemos acaso en un texto del siglo XIII, escrito en francés por Brunetto Latini, querido maestro de Dante y condenado al fuego del infierno por su reverente discípulo, probablemente por haber pretendido imponer al joven el rigor de su vara, las siguientes palabras referidas precisamente a los cátaros: Fu dampnée la creance des hereges, o sea, fue condenada la creencia de los herejes) ?
¿Qué podrá querer decir entonces esta entrada, si no que el hereje por antonomasia fue el habitante de Provence? ¿No se logró acaso que en esta lengua con esta misma palabra de eretge el hermano delatase al hermano, como se logró, perversión de perversiones, que en boca de un supuesto indio la palabra "indio" fuese el peor de los agravios? ¿No sabemos acaso que hereje en provenzal llegó a ser sinónimo de puro, decátaro ?
Porque estamos hablando de la única cruzada realizada en el seno de la cristiandad que arrasó bestialmente, so pretexto de herejía, con la rica y refinada cultura del Mediodía, en la que la hembra, midons , no necesitaba descarnarse, ni persignarse maquinalmente al pasar por una iglesia, para recibir la adoración del varón que, una vez exterminada esta cultura, sólo recibirían la Virgen Inmaculada o la figura espectral de la Portinari.
Por eso, esta inocente etimología, que no dan los diccionarios de otras lenguas afines, nos parece un dedo gordo en la llaga, mientras con la otra mano los miembros de la RAE tocan, de cara a Barcelona, un pito catalán.
Una prueba que confirmaría que esto no es un simple delirio paranoico del autor de estas páginas, sino que obedece a una política sistemática, producto de antiguas luchas religioso-políticas de la historia europea y española, que aun repercuten en las líneas de un ecuánime científico diccionario de la lengua, se presenta de inmediato al consultar la voz provenzal .
Tras el habitual e higiénico ejercicio de rebote que nos lanza, volando por las páginas, de una palabra a otra, mientras blandimos bufonescamente ambos tomos, damos con un dato cierto o no tanto.
Lengua de oc la que se hablaba en el Mediodía de Francia y cultivaban los trovadores, llamada asimismo provenzal y lemosín.
Ante esta definición no podemos sino preguntamos: ¿qué sentiría un enfermo grave, con un diagnóstico delicado y apenas la fuerza suficiente para dar vuelta las páginas de un diario, si cotidianamente leyera, impresa en su primera plana, la sentencia de su obituario?
Porque aquí no se trata de una simple información, sino de la forma más primitiva del encantamiento y el conjuro, de una expresión de deseo eternizada por la escritura y sancionada por una institución oficial.
¿Qué sentirán, por eso, al leer esta definición de su lengua, las dos millones de personas que aun hoy hablan alguno de sus dialectos y los diez millones que tienen cierta competencia en ella, porque es la lengua entrañable de sus padres y abuelos? ¿Qué pensarán del conocimiento que los miembros de la RAE tienen de la realidad lingüística de su país los habitantes del valle de Arán, España, donde este idioma, actualmente llamado occitano, comparte estatuto de lengua oficial con el catalán y el castellano? ¿Qué pensará de esta definición de su lengua y de la palabra hereje , y de quienes las redactaron, quien subió la siguiente información sobre la voz herejía a una conocida enciclopedia de la red escrita en occitano?
Una herejía (del griego antiguo hairesis "elección, preferencia por una doctrina) es primeramente una escuela de pensamiento. El jardín de Epicuro era una tal hairesis. La traducción latina es secta. La antigüedad no atribuye ningún valor peyorativo a este término. El valor peyorativo nació en el siglo IV dentro del dominio cristiano, de una voluntad de monopolio religioso que prohibió la opinión libre".
En fin, todas cuestiones estas que suceden, cuando los pobres de espíritu heredan el reino de un apoltronado catolicismo. Porque ya nos advertía Voltaire en su carta: Il est si aisé d'être catholique !
Pero antes de concluir, no debo olvidarme de avisar a mi tía Isabel, madrileña como mi madre, que me han llegado rumores de que la palabra judiada , que alguna vez se oyó salir de sus labios, fue dada de baja de la lengua por la RAE, no vaya a ser que profiera, incauta, una voz inexistente y, por no poder aducir, como en la ley, ignorancia, termine por traer a la vida a algún horrible Golem con tres pares de brazos.
¿Que por qué seguimos consultando , entonces, el DRAE, si es tan malo?
Muy simple. Es mucho mejor que el nuestro.

Notas
  1. Curiosamente, los importantes avances en el desarrollo de la lexicografía (carta de una lectora a la RAE), nos han permitido saber que el shampoo, no es, como nos han hecho creer sus miembros durante mucho tiempo, una loción, sino más bien algo así como un jabón. ¡Cuántas nuevas sorpresas nos depararán las nuevas tecnologías sobre los vocablos que empleamos a diario!
  2. La casi totalidad de las entradas del DRAE mencionadas en este escrito fueron luego cotejadas con su vigésima segunda edición.
  3. Sirva el uso de estas comillas para destacar el hecho de que no se encontrará en el artículo resabio del DRAE la acepción, la más común quizás entre nosotros, con que la palabra es aquí utilizada.
  4. Permítaseme aquí una extensa aclaración, porque es de suponer que los lectores españoles y varios de nuestro país familiarizados con la lengua castellana o aficionados a la natación y, por consiguiente, al tanto de los nombres que reciben los distintos estilos en España se verán impulsados en este punto a decirse para sí que el autor de la nota comete en esto un error garrafal, casi imperdonable, que no se trata en absoluto del mismo estilo que el llamado estilo crol. Pero este error es precisamente lo más interesante de toda esta cuestión y por lo que decidí dejar el texto tal cual fue escrito originariamente. Al momento de redactar la crítica no recordaba (si bien conocía el término de oídas, pero que, no obstante, jamás había empleado personalmente), lo que uno días más tarde me volvió a la memoria, gracias a una charla puramente casual sobre un esguince con un natural de Barcelona: que braza designa en España lo que nosotros llamamos estilo "pecho". Y el hecho de no recordarlo hizo que me encontrara entonces, tal es el poder del olvido, en la misma situación que un hablante cualquiera que desconociera el término y su empleo. Si este supuesto hablante –que bien podría ser incluso algún español que ignorara o dudara sobre el significado de la palabra, porque no hay que cometer el craso error lexicográfico, en el que tantas veces parece caer el DRAE, de suponer que quienes lo consultan, en realidad, ya conocen el valor de los términos y, sobre todo, jamás son extranjeros que están aprendiendo una lengua que les es ajena, en cuyo caso cuesta entender la utilidad de un diccionario—, encontrara en alguna de sus lecturas la palabra braza y recurriera entonces al DRAE, a partir de la definición que allí se suministra, podría caer perfecta y justificadamente en el mismo "error garrafal" (error que en realidad no es atribuible al lector sino más bien a los redactores del DRAE), de creer que lo que allí se define es el estilo crol, o al menos es dado suponer que le resultaría muy difícil, más bien imposible, diferenciarlo de este. Luego, si buscara el término crol, para inferir a partir de las similitudes y diferencias (aunque no habría por qué esperar que un usuario común se consagrase a una tarea filológica detectivesca de esta envergadura), el verdadero significado de la palabra braza, no habría disminuido prácticamente en nada su extravío y estaría en el mismo punto en que se hallaba el autor de esta nota al momento de escribir la crítica, por lo que todo lo que prosigue en el cuerpo de texto mantiene, desde el punto de vista estrictamente lógico, su total validez y vigencia.
    Por otro lado, es de esperar que algún fino lector español, en su legítimo afán por exculpar a sus reales académicos de tan toscos yerros, en oyendo destos desaguisados y entuertos, se aprontase a desfacellos, argumentando, por ejemplo, que en ambas definiciones, la de braza y la de crol, existen distinciones suficientes y eficientes como para permitir a cualquier usuario medianamente inteligente e ilustrado identificar sin dificultad ambos estilos, en cuyo caso convendría detenerse más detalladamente en las mismas para cerciorarse del poder de convicción de sus razonamientos. 
    Comprobamos efectivamente que la definición del estilo crol posee elementos que lo caracterizan con bastante claridad: batir constantemente las piernas, por un lado, y mover alternativamente los brazos hacia adelante sacándolos del agua, por el otro. Nos parece que estas dos especificaciones pueden bastar para identificar el estilo del que se trata, aunque alguien podría objetar que al no incluir el dato boca abajo que si da, en cambio, la definición de braza, podría crearse una confusión innecesaria con el estilo espalda que, de hecho, el DRAE define como: estilo de natación similar al crol pero con la espalda hacia el fondo. Como se ve, esta definición, más allá de su curiosa redacción (hacia el fondo), que de todos modos comprendemos, corrobora la pertinencia de la suposición de una posible confusión con el estilo crol, en cuya definición no se da ninguna aclaración sobre la posición del cuerpo respecto de la superficie del agua. De este tipo de omisiones, practicadas de diferentes modos y con distinta suerte a lo largo de ambos volúmenes, se puede inferir una regla sobre el modo de trabajo empleado por el DRAE que coincide con lo que escribíamos unas líneas más arriba: muchas de sus fallas no se deben a un simple descuido o una particular desprolijidad en la definición particular de determinados vocablos, sino a una falencia mucho más general y básica de su trabajo lexicográfico. En muchos casos se puede observar de manera casi palpable que las definiciones son dadas sin que medie el esfuerzo lógico, en el pleno sentido de la palabra, de colocarse verdaderamente en el lugar de quien ignora el sentido de un término y busca en su definición o bien identificarlo en la realidad o bien lograr imaginarlo con cierta verosímil exactitud, limitándose el DRAE en muchas oportunidades a dar dos o tres rápidas y perezosas pinceladas impresionistas a modo de un simple bosquejo que opera como una mera alusión a algo ya conocido. En este caso específico, comprobamos que el usuario sólo alcanzaría a saber que el estilo crol se nada con la boca (o cara o pecho) hacia el fondo, por un proceso de inferencia inversa, si y solo si se le ocurre consultar la palabra espalda con el fin de determinar las diferencias. Por eso el hecho de no agregar el datoboca abajo en la definición de crol, cuando éste sí se incluye en la definición de braza, además de crear inconsistencias y dudas innecesarias, parece revelar una impericia inexcusable en un trabajo, cuyo mérito principal debe siempre radicar substancialmente en la capacidad para identificar los rasgos definitorios y clasificatorios de cada término y objeto (que en el plano estrictamente conceptual jamás podrán ser tantos); un trabajo que podrá hacerse con más o menos arte, con mayor o menor gracia, y, hasta si se quiere, ¿por qué no?, con cierto grado, si no de ironía, sí al menos de fina perspicacia, que revele la traza de alguna viva subjetividad, pero que en ningún caso podrá prescindir, salvo que se quiera dar a luz una obra surrealista, del más llano sentido común sublimado hasta las cimas más etéreas de una lógica tan coherente como permeable a la mayor cantidad de puntos de vista posibles.
    Pero volviendo al cotejo de las definiciones de braza y crol que aun no hemos dirimido y que aquel noble hidalgo manchego podría considerar como satisfactorias, nosotros, cimarrones pampeanos, sostenemos que no basta con que la definición de la palabra crol sea suficientemente clara para que no surja en algún lector la confusión a la que me indujo la lectura de la palabra braza y su ulterior comparación con el término crol, porque la suficiente, aunque pobre, definición del término crol, no alcanza a compensar y suplir la vaguedad de la definición del estilo braza, a menos, insistimos, en que el lector disponga ya, al momento de la consulta, de los datos que faltan, o sea que conozca de antemano más o menos el significado de la palabra en cuestión, lo cual es desde todo punto de vista el mayor absurdo en que puede incurrir cualquier lexicógrafo.
    Dada la siguiente definición de braza: estilo de natación en el que el cuerpo avanza boca abajo sobre el agua dando brazadas y moviendo a la vez las piernas, somos lo bastante avezados en el arte de la guerra como para prever que las fuerzas realistas apenas podrán intentar concentrar el grueso de sus tropas en el par de palabrasdando brazadas, ya que estilo de natación, boca abajo sobre el agua, moviendo a la vez las piernas, son baluartes tan pésimamente fortificados e indefendibles que pueden aplicarse, sin necesidad de alteración alguna, al estilocrol y, por consiguiente, ya deben darlos legítimamente por perdidos. 
    Jugada ya esta débil carta, es ahora nuestro turno de avanzar. Si bien contamos de entrada con el triunfo innegable que nos confiere el uso más irrebatible que hacemos en nuestra lengua de la palabra brazada, aplicable al movimiento de brazos en cualquier estilo de natación, como desconocemos el uso específico en España, y aunque estamos convencidos de que no puede allí diferir mucho del nuestro, como lo que estamos juzgando en última instancia es algo mucho más grave y exiguo, a saber, la coherencia interna del DRAE y su validez en condiciones de laboratorio (en términos de la realidad lingüística es imposible ignorar que ya está irremediablemente perdido), consultamos caballerosa y noblemente la definición de brazada, sin por lo demás tener necesidad de abandonar la página que el azar nos había confiado para la práctica de esta crítica. 
    Brazada: F. Movimiento que se hace con los brazos, extendiéndolos y recogiéndolos como cuando se saca de un pozo un cubo de agua o cuando se rema o se nada. 
    El primer detalle que notamos, al trabar batalla con la formación enemiga, es algo que ya veníamos observando en anteriores encuentros: sus coloridos infantes están pertrechados con oxidados arcabuces, apolilladas ballestas y enmohecidas alabardas, lo que en un primer momento provoca el desconcierto entre nuestras fuerzas. Pronto deducimos que esta definición, este avance, obedece también a antiguas estrategias, no tenemos aljibe para medir en la práctica el impacto del ataque pero comprendemos su objetivo. Lo más curioso, lo que más confunde es la idea que nos invade de que la definición parece haber sido acuñada, no solo cuando sacar cubos de agua de un pozo era una tarea diaria así como el remar una forma cotidiana y general de desplazarse para quienes surcaban ríos y mares, sino que daría la impresión de que en España la forma natural y quizá exclusiva de nadar era el estilo que aquí llamamos vulgarmente "perrito" y que depurado y estilizado alcanzó luego la perfección que hoy conocemos en el estilo que nosotros llamamospecho y ellos braza, y que por entonces no se conocía el estilo crol que casualmente por este motivo tampoco posee un nombre propio en lengua castellana, habiendo tenido que recurrir a aquel con el que el estilo fue introducido quizá ya como deporte. De ser así, algo que realmente no nos sorprendería, como tampoco nos sorprendería (habría que corroborarlo), que esta definición de brazada viniese calcándose desde las más antiguas ediciones del DRAE, de cuando todo hijo de buen vecino extraía agua de pozo con un cubo, la acepción de brazada aludiría solo al movimiento de brazos que se hace al nadar braza por el simple hecho de que ambas definiciones tal como están redactadas no dan cuenta de la existencia de algún otro estilo por el simple hecho de que quienes las redactaron ignoraban la existencia, no solo del ferrocarril, el aeroplano y el teléfono, sino también de cualquier otro estilo de natación que el que practicara todo campesino cuando, por alguna catástrofe climática, se veía obligado a cruzar a nado las henchidas aguas de un arroyo.
    Por eso, en medio del fragor del combate, en medio de la confusión que crea en nuestras tropas el laberinto del tiempo en que se ven arrastradas por el uso de las antiguas piezas de museo, nos apresuramos a preguntar al comandante godo en una lucha cuerpo a cuerpo: Cuando la definición de brazada dice extendiéndolos y recogiéndolos como cuando… se nada, ¿debemos suponer que se refiere solo y exclusivamente al movimientos de brazos que se hace al nadar braza (pecho)? Y él, al responderme muy gallardo, pues claro, detenemos su aparentemente mortal estocada, distrayéndolo en mitad del golpe, para retrucarle prestamente, ¿pero entonces cómo llaman al movimiento de brazos en el estilo crol y espalda? ¿No tiene nombre acaso en su regia lengua? 
    La súbita vacilación que pareciera paralizarlo, como si de pronto le hubiésemos lanzado un extraño sortilegio en un lenguaje endemoniado, nos brinda el tiempo necesario para arremeter contra uno de sus flancos que deja libre de protección.
    Su pesado cuerpo se tambalea mientras vemos desmoronarse lo que asemejaba ser el sólido fundamento de su fuerza: la definición de la palabra brazada no es aplicable al estilo crol (o para el caso, al estilo espalda) ni mantiene relación alguna con su definición, porque al momento de redactarse no existía para quien la redactó ni la palabra ni la cosa. Recién muchos años más tarde, cuando los acontecimientos universales, dos guerras mundiales incluidas y múltiples innovaciones tecnológicas, cambiaron la faz de la tierra, los nuevos académicos se vieron forzados a dar carta de ciudadanía a este invasor que fue incorporado sin que se revisara la terminología con él de un modo u otro relaciona. Según la lógica interna del DRAE braza y crol no están diferenciados, bien diferenciados, porque son definiciones que obedecen a distintas estratos de su composición y la obra jamás fue sometida a una revisión integral y coherente que homogeneizara y actualizara sus distintos criterios de redacción…
    Estas eran más o menos las líneas generales de nuestro razonamiento, cuando decidimos cotejar con los hechos nuestras conjeturas. Y lo que descubrimos superó todas nuestras expectativas. No sólo la lógica de nuestra intuición no nos había engañado (si bien estábamos errados en creer que ambos términos natatorios correspondían a distintos estratos del DRAE), sino que la realidad, como suele ocurrir, se mostraba más pintoresca e insólita de lo que aparecía en nuestras suposiciones. En cualquier caso, lo que quedaba ampliamente comprobado era la desprolijidad (perdón, olvidaba que esta palabra tampoco tiene carta de ciudadanía en el DRAE y, por consiguiente, el corrector de Word español-Argentina no la reconoce), la incuria, el desaliño y desgaire, digo, en la tarea de remozar la antigua estructura del léxico de la RAE. 
    Aquí van los datos y espero que puedan seguirme.
    La definición de brazada se remonta a las más viejas ediciones del siglo XIX donde aparece definida como:El movimiento que se hace con los brazos extendiéndolos y levantándolos, como sucede cuando se saca un cubo de agua de un pozo. Brachorum extensio, elevatio.
    Vamos avanzando, luego, en las sucesivas ediciones sin modificación alguna hasta cruzar el siglo y llegar, tras profundas transformaciones sociales, al fatídico año de 1936, en el que quizá como una última concesión a la desfalleciente república, los insignes académicos aceptan modificar el artículo y en vez de decirextendiéndolos y levantándolos escriben extendiéndolos y recogiéndolos. Esta modificación tiene un sentido muy preciso, y se debe a que la brazada no sólo se aplicará, a partir de entonces, al arte de extraer agua de un pozo, en cuya tarea la posición horizontal del cuerpo y, por consiguiente, de los brazos pareciera indicar que luego de ser extendidos (bajados) han de ser levantados con cubo, agua y todo, sino también, y he aquí para que han servido entre los academicistas los vertiginosos años de modernización anteriores a la guerra civil, tal como indica el añadido final del artículo: …cuando se rema. 
    Es decir que hasta 1936, tenemos que brazada es:
    El movimiento que se hace con los brazos extendiéndolos y recogiéndolos, como sucede cuando se saca un cubo de agua de un pozo o cuando se rema.
    O sea que hasta el 36 nada de nadar con estilo y de coger ni hablar. 
    Pero lo más curioso no es que el artículo brazada no haga ninguna mención de la natación, sino que en todas esas ediciones no aparece ni la palabra braza ni la palabra crol. Perdón me corrijo, la palabra braza aparece pero exclusivamente en su significado de medida de seis pies… Mensura sex pedibus constans, y de cabo que se usa en náutica para atar las vergas… Funis in antenna revinctus
    En las siguientes tres décadas de la historia española (40, 50, 60), décadas no muy ricas, hemos de suponer, en revisiones lexicográficas, es cierto, dado que la generalísima orden del día era no innovar, se seguirá nadando a la buena de dios y de la corona celosamente guardada, y será recién en la edición de 1970, que se incorporarán ambos términos al DRAE, uno claramente desde el inglés y el otro más que probablemente desde el francés (aunque el DRAE lo calle), ya que el término brasse aparece en diccionarios de esa lengua empleado en este sentido ya en antiguas ediciones del siglo XIX. 
    O sea que hasta el año de 1970, para los regios señores de la RAE, no se nadaba ni braza ni crol, ni en España ni en ningún otro lugar de habla hispánica, sino que se nadaba a secas y joder, hostias, que con eso bastaba.
    Pero cuando en este venturoso año de 1970, la España profunda, dispuesta ya a sancionar como legítimo el aluvión de turistas hiperbóreos que, con sus exiguos trajes de baño y sus exóticos estilos deportivos de natación, visitan desde hace algunos años sus espléndidas y soleadas playas, a la par que añade sendos artículos, en una ingente obra de armónico remozamiento arquitectónico, decide agregar en la definición del vocablo brazada:… o cuando se nada.
    Nos cuesta mucho creer, con todos estos antecedentes, que a la hora de introducir este añadido en la definición de la palabra brazada, provocado, sin duda alguna, por la inserción del término crol y de la nueva acepción para la palabra braza, se hayan invertido muchas sesiones en discutir si la definición dada hasta entonces de brazada se adecuada exactamente a los movimientos realizados al nadar los diferente estilos, o qué estilos natatorios, de lo contrario, debían quedar incluidos en esta acepción. Si la definición de brazadasolo dice… con los brazos, extendiéndolos y recogiéndolos… es porque, como en la catedral de Santa María, una nueva construcción se injertó brutalmente sobre una edificación preexistente, sin mayor preocupación por el resultado, ni cuidado por distinguir entre lo único y lo mundano.
    Cabe por último señalar que la definición entonces dada de la palabra braza difiere de la utilizada en la vigésima primera edición analizada en este texto. Allí se dice: Forma de natación en que los hombros se mantienen a nivel del agua y los brazos se mueven simultáneamente de delante a atrás, al mismo tiempo que las piernas se encogen y se estiran.
    No sabríamos explicarnos por qué en ediciones posteriores se prefirió, por ejemplo, "… y moviendo a las vez las piernas" "…al mismo tiempo que las piernas se encogen y se estiran", etc.
    Y volviendo ahora para concluir al principio: ¿A qué estilo de natación puede remitir entonces la siguiente definición: Estilo de natación en el que el cuerpo avanza boca abajo sobre el agua dando brazadas y moviendo a la vez las piernas? ¿Es posible distinguir acaso si se refiere al estilo braza (pecho) o al estilo crol (libre)? En otro orden de cosas, tampoco nos parece que debamos pasar aquí por alto precisamente el hecho de que ni en el artículo pecho ni en el artículo libre se hace mención alguna de la natación. Pero esto no debería sorprendernos. El otro día nos contaba un joven extranjero, aficionado a la literatura latinoamericana, quien, sin embargo, suele defender, quizá con razón, la riqueza que presenta el DRAE en materia de voces americanas (si bien algunos de sus argentinismos, a nosotros hablantes naturales de esta variedad lingüística, realmente nos dejan azorados), que una de sus alumnas de danés, le había dicho en determinado momento al pasar, "dale, no seas ortiba". Él, que en el momento de la conversación no había querido dejar entrever su falta de entendimiento, preguntándole por el significado de la frase, ya que está genuinamente orgulloso de su por lo demás muy buen español, consultó luego su querido DRAE en busca de esclarecimiento y no encontró sino la siguiente información: ortivo, a: adj. Astronom. Perteneciente o relativo al orto. AMPLITUD ortiva.Seguidamente, al remitirse al artículo orto, solo halló: Salida del Sol o de otro astro por el horizonte. Independientemente del hecho de que no tenía manera de diferenciar entre ambos homófonos, por sonar totalmente idénticos en nuestra lengua, como daba la casualidad de que su alumna, además de ser poetiza, estudia astrofísica, el joven escandinavo, que es justo aclararlo, se encuentra desde hace muy poco en nuestro país, comenzó a urdir un sinfín de posibilidades científico-metafóricas en torno del comentario respecto de su persona, sin que por ello lograse convencerse plenamente de ninguna de esas conjeturas. No bien hubo terminado de narrar este episodio, con el que probablemente buscaba sondear en nosotros la solución del enigma que aun no había desentrañado, un reconocido escritor nacional que se encontraba entonces presente y que estaba al tanto de su fiel predilección por el DRAE, por haber participado pocos días antes en una selecta discusión literaria respecto del valor de los distintos diccionarios de la lengua, aprovechó ágilmente la breve pausa que siguió a su relato y, valiéndose de una frase muy corriente entre nosotros, comentó, como llevado imperiosamente por las circunstancias a rematar, con un certero tiro de gracia, la detallada crónica: ¡Pero que diccionario del ORTO!
    Por unos breves segundos, y antes de que el tenso suspenso creado por su creciente grado de incomprensión se disolviese en un estallido de las más prosaicas carcajadas, la expresión de perplejidad en su pulcro rostro nórdico, transfigurado de pronto por el haz furtivo de una súbita iluminación, pareció decir, cual bajo el fulminante influjo de un kôan al fin resuelto tras largos años de meditación, que ahora sí había alcanzado la esfera de las realidades astrales, acertando a entrever que nuestro lenguaje portaba el signo borgeano de una circularidad mágica.
    Nosotros, en cambio, sabíamos que lo único que circulaba era el malentendido y que el hecho de que el DRAE, a la vez que omite estas y tantas otras voces tan habituales entre nosotros, esté salpicado de argentinismos que no hemos oído jamás proferir a ningún habitante de estas tierras, no puede obedecer sino al diabólico y sutil conato de desatar una segunda Babel, con el maquiavélico fin de confundirnos la lengua, haciéndonos dudar de lo que nosotros mismos decimos para que ya no podamos, al despertarnos un día, poner ladrillo sobre ladrillo ni bombilla en el mate ni palabra sobre papel. Esto, claro, no corresponde tanto a los miembros de la RAE como a sus correspondientes nacionales.
  5. Potencia que es, por excelencia, poética y representa el punto nieve de metaforización de un voz.
  6. No creemos, como pensamos en un primer momento, que el DRAE confunda brahmâ como deidad personal con brahman (a veces escrito también brahma, el "eterno e inmutable absoluto". Varios de los diccionarios citados o bien dedican una entrada a este esencial concepto religioso-filosófico del hinduismo y/o lo mencionan en alguna de las etimologías de todo este complejo lingüístico cultural. Así el Zingarelli en la etimología de brahmano dice: "voz docta, sánscrito bhahmán originariamente 'poeta, cantor' de brahma'fórmula, representación'"; y el Duden, además de definirlo como: Alma del mundo, potencia mágica de la religión india; dice en su etimología: Plegaria, poder secreto. El Random lo define como: el supremo ser impersonal; la fuente primera y el fin último de todos los seres del cual el Atman, cuando está iluminado, se sabe idéntico. Ninguna de estas flores crece en la terrible aunque entrañable estepa castellana.


Jorge  Salvetti es escritor y traductor.