martes, 4 de agosto de 2009

Luis Villuendas Mar, Un ayer sin nombres

Con estos días cayéndose de tristeza sobre nosotros, es difícil no extrañar tus brazos, los días soleados despertando en tus ojos, y una que otra ausencia tuya; es más, podría jurar que la ciudad se muere entre las 3 y las 5 de la tarde, sobre todo en domingo. Todavía, no sé quién jala del gatillo o el que envenena el aire, para que agonicemos estos días; pero lo cierto es que nosotros somos nuestros verdugos y que la añoranza y los sueños son los pecados de moda.



El noticiero me dice que la época de lluvia ha comenzado, miro a través de la ventana y pienso que tu recuerdo no ha dejado de llover desde hace tiempo. Y es que el pensarte se ha vuelto tan natural como ver llover.


Es cierto, lo acepto, ya no pienso más en ti, de un olvido para acá me he catalogado dentro de los seres humanos ordinarios,de los felices cada día de pago, domesticado ortodoxo de la rutina laboral, cinéfilo de la pantalla chica y ahora solo apasionado del fútbol. Hay noches que sueño el sueño de otro, se recuesta a mi lado y me platica de otra vida, de otros olores, de otros sabores, hay noches que quisiera preguntarle más, que me contará en mi sueño eso que sólo yo sueño o soñaba pero, ahora que lo pienso, cada vez que empiezo con esto, solo se me ocurre seguir trabajando o prender la televisión y olvidarme de ese otro.


Gracias a Dios existe la globalización, la misma mesa, el mismo mantel, el mismo café y la tan prostituida soledad, eso sí, siempre en algún Vip's. Con la globalización no importa que tan lejos esté yo de ti, el rincón, el dolor, el pensarte, siempre es lo mismo. Es buscarte en alguien más y no encontrarte, desearte y no tenerte, a final de cuentas siempre es lo mismo.Pero también gracias a la globalización puedo amarte, necesitarte, lo mismo en México que en Cancún, lo mismo en tu casa como en la playa, sentirte como antes y olvidarte como ahora. Pero no sé, si por culpa de Dios o algo tuvo que ver la globalización, que tú y yo nos diversificamos.


Los días pasados nos han hecho estrechar las manos de los nuestros con mayor fuerza, a detenernos un poco más en sus ojos y pensar en los amigos que ya casi no recordamos, he visto como otros vuelven a escuchar el canto del ave, a disfrutar el olor de la cocina, a detenerse a descifrar atardeceres y a perdonar.


Ahora que nos vamos y las despedidas son tan comunes, que ya las tomamos con el primer café del día, es tiempo de hacer un inventario, es necesario poner por escrito el silencio y el color de tus labios, el naufragio de mis ojos por tu cabello, el mundo que dibujas cuando estoy contigo. Es necesario constar que eres lo mejor del día, grabar por las paredes tu sonrisa cotidiana, guardar por los pasillos el ritmo de tu paso. Es seguro que ni tus labios, ni tus manos, ni tus palabras se me han de olvidar, solo que antes de empezar a recordar cómo eras, déjame abrazarte y saber que aún no te has ido


Luis Villuendas Mar (México, 1975) ha publicado Un mundo sin tu nombre en 1998. Por Ediciones Presagios, dirigida por el poeta Gabriel Avilés, publicó en 2002 Un ayer sin nombres, de donde seleccionamos algunos poemas que no llegamos a postear el 15 de agosto co-pretérito, fecha petrarquescamente memorable.

(Noto que hay un desfasaje cronológico involuntario entre la fecha de creación de la entrada y la publicación concreta: fueron demasiadas vacaciones del blog, sin llamar a Dani Paterson, mi irónico gurú tecno,sin postear comentarios-que los merecían-a blogs amigos, actitud que Karina Sacerdote ya me ha reprochado con una selecta artillería de improperios rioplatenses, sin pasar por Maldita Ginebra, donde me han declarado muerto, desaparecido, abducido, estercolizado, simulacro vital y eventualmente nonato; aproveché para leer y ver películas, pero ya es hora de salir de la ermita; también va a quedar desfasada una entrevista que encontré a Luis Bacalov...bueno, todo esto para concluir que necesito una secretaria)






Manfred Bosch, Django



Wie von selbst
gehn dir
die Flossen hoch
vor dem Plakat
neben dem Eingang

auf dem ER
vor dir steht
die Pistole auf dich
gerichtet
grinst er dich an
und bitter höfflich zur Kasse

Und du kannst
einfach nicht anders
als klein beigeben
und ziehst lieber gleich
deinen Geldbeutel

Natalia Sinclair prometió traducir este poema, la esperamos...