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jueves, 3 de diciembre de 2009

Luis Benítez, Oh Trae el vino negro

¡Oh! Trae el vino negro,
que lleva su bosque, la tierra con muertos y vírgenes cegadoras
en un caudal desesperado hasta mi boca,
él mezcla la sangre y el semen del hombre para darle un hijo de mirada turbia.
Quiero los ojos de fuego y de mareas,
que no dejan entrar la muerte a mis palabras,
pero me acercan con alas de mojados papeles
a la risa hueca de mis huesos,
compañeros únicos y fieles en los años navegantes
que bajaron del útero conmigo, a este mundo de chinches y desgracias.
Trae el vino negro con tapón de seca calavera
que me hace oír en los cuartos vecinos
pianos tocados por mi espectro,
mientras el tiempo transcurre despacio entre los dedos
y puedo jugar con él y con sus rudos templos bailarines.
Sólo así puedo mirar tranquilo el mundo de la noche,
mientras el seco rostro del amor
me apaga lentamente cigarrillos sobre el estómago
y la garganta que pronunció su nombre se hace una cisterna,
donde chapotean ranas, triángulos, confusos centauros en desorden.
Trae el vino negro.
Esta noche quiero a todos mis fantasmas en las venas.
Ellos despertarán con sus besos,
la gloria, en nuestros entristecidos corazones.


Luis Benítez, Del amor por los bárbaros

Lo opuesto busca su opuesto
Y en lo blanco la gota que hay de negro
Crece
Hasta hacer lo blanco negro
Y así en lo contrario hace la gota blanca

Todos deseamos lo opuesto
Que encarna frente a ti
De tanto en tanto
Y trae su exótica religión su idea del asunto
Sus distracciones sus aparentes crueldades
El poco cuidado con que trata los más preciados dones
Las ofrendas y regalos que destinábamos
Antes
A nuestro propio fetiche
Tal nuestra donación

Los bárbaros poseen la ingenuidad de lo que fuimos
Aquello que en ellos no ha crecido nunca
O bien nunca lo ha hecho en esta dirección

Son lo que fue posible que fuéramos hoy y no prosperó
Por eso la ternura el celo el interés que sentimos
Por su aparente torpeza
Su falta constante de consideración

Nuestro consuelo cuando nos matan sus actos
es mirarlos benignamente
Y acariciar o al menos intentar hacerlo
La brutalidad que destroza y que
Cuando se les reprocha
Sinceramente no comprenden
Como no comprenderían si llorásemos delante de ellos
El porqué de todas esas lágrimas se sienten inocentes
Lo son nuestra es la tragedia de entenderlo
Y de entender que nada podemos hacer
Ni por amor ni por odio para redimir a la criatura
De su condición de bárbara

Este de todos los dones es quizás el más extraño
Que nos dieron nuestros dioses
Nuestros dioses que no existen

También están esos bárbaros que se nos parecen
Pero no son nosotros cuídate sobre todo de ellos
Son los más peligrosos son los que realmente
Llegan a tu corazón
Con sus similitudes
Sus engaños de los que son desde luego
Totalmente inocentes

Pero nadie cambia a los bárbaros

Y cuando aparece su barbarie expresa su “bajeza”
Su “violencia” su “impiedad” su fastidiosa negligencia extrema
Ya están dentro de nosotros y es tarde
Muy tarde para todo
Y no se van jamás de aquello
Que conquistó su impericia su malicia inconsciente
Y también su destreza
Largamente adquirida
En combate contra otros bárbaros

Seremos su triunfo la gota de alegría infantil
Que dura un día
La jactancia a solas que pronto se disipa
Nuestras serán las ruinas las veneradas estatuas
Rotas que vendimos por ellos a precio de mercado
Nada o casi nada vale algo nuestro entre los bárbaros
Y nuestra será la noche donde algo se incendiará
Eternamente para siempre en llamas
Por amor a los bárbaros


Luis Benítez, De lo que huye

australia surf 2008 Parque Nacional Boodaree, playas, aborígenes y surf
Pensar que Spinoza murió puliendo lentes.
Que Blake se fatigaba en una imprenta
esperando la conversación de ese día con los ángeles.
Que por vivir Baudelaire se humillaba ante su madre.
Que Rimbaud fue silenciado por Rimbaud,
para que este ingenuo me hable de la literatura.
Como si posible fuera otra cosa que inventar
ante otros la forma de lo informe
y cobrar un salario. Qué persuadido está
de lo improbable. Esas palabras
han erigido congresos y simposios
y prestigios y famas quizá más perdurables.
Y en el centro, el errante, de esta cosa mundana,
ese brillo salvaje que por disfraz,
por burlarse o por escapar aun más
del terco intento, ha inventado
también estas criaturas, seguro
ríe en alguno desde el fondo de la sala.
O mira con piedad su simulacro.

Un nuevo libro sobre Luis Benítez

Ayer fui a visitar a Oscar López; tras salir del edificio y saludar, me entregó un libro que hacía tiempo quería pasarme. Seguimos la charla en un bodegón cutre, advenedizamente injertado en la maciza arquitectura del ex colegio San José.
El libro en cuestión-La poesía es como el aroma. Poética de Luis Benítez-es un ensayo del reconocido ensayista y catedrático peruano Camilo Fernández Cozman.

Lo leí, lo dejé, lo volví a tomar. Creo que el libro acierta cuando se circunscribe a los poemas de Benítez;Fernández Cozman se detiene en el despojamiento de artificios, la asertividad cautelosa, próxima a la lengua coloquial, la distancia entre los sentidos y el limitado matiz de las palabras.
Así, al comentar el poema De las tantas cosas que no puede, el análisis se centra en la progresión temática y lo pone en relación con el poema Las cosas de Borges. Me parece acertada dicha interpretación, a la que agregaría cierto eco subterráneo de Juan Ramón Jiménez cunado decía: Inteligencia,dame/ el nombre exacto de las cosas/ Que mi palabra sea/ la cosa misma/creada por mi alma nuevamente/

No me parece, en cambio, que únicamente la lectura de Vallejo, Neruda, Paz o Borges haya gravitado sobre él. Era la lectura obligada de toda una generación, era imposible no leerlos. Y era imposible que algunos giros sintácticos-sobre todo de Borges- no se evidenciaran en los poetas de entonces. La poesía de vanguardia-de lengua inglesa, francesa o castellana- ya tiene un rango de tradición que los poetas no pueden eludir.

Algo que me llamó la atención y que habla bien de este ensayista, es la amplitud de su registro: encontrar que en la bibliografía conviven el estudio de Lakoff y Johnson sobre las metáforas de la vida cotidiana junto a nada menos que Douwe Draaisma-autor que todavía no ha recibido siquiera la bendición del esnobismo local- es un alivio frente al socorrido batallón posestructuralista que acecha tras cada escaramuza teórica. Es buena señal, también, para leer a Luis Benítez: un escritor que dialoga con la tradición poética-de su país y del continente- merece un lector que dialogue desde diversas corrientes críticas.

Fernández Cozman señala expresamente los alcances de su trabajo: "Todo poeta, en la más estricta acepción de la palabra, es un hacedor de mundos imaginarios, y el crítico literario, por lo tanto, solamente podrá ofrecer aproximaciones de la más variada índole. Que este libro sea, sobre todo, una provocación para releer, quizá con nuevos ojos, la obra de este gran poeta argentino. "