martes, 11 de febrero de 2014

Diario Kafka, Entrevista a Juan Manuel de Prada


Juan Manuel de Prada
Juan Manuel de Prada

Diario Kafka: ¿Cómo influyeron en ti Cela y Umbral?
Juan Manuel de Prada: 
Ambos son escritores a los que traté en un momento muy concreto de mi vida que eran mis comienzos, cuando yo no vivía en Madrid. Su influencia es más por el ideal de vivir de la literatura que porque hayan sido escritores muy seguidos por mí. Los leí sobre todo a raíz de conocerlos. A Cela porque me encargaron una entrevista para el ABC, coincidiendo con su octogésimo cumpleaños, y a Umbral porque muy generosamente escribió sobre mi primer libro. Luego la relación con Umbral se estropeó y la relación con Cela pues se mantuvo, pero siempre en un plano estrictamente literario. Ambos eran personajes muy complejos, ¿no?, eran personajes muy complejos... Difíciles ambos, con una visión de la sociedad literaria bastante compleja. Por una parte eran animales literarios, eran personas que necesitaban vivir literariamente, pero por otra habían desarrollado una especie de, ¿cómo diríamos?, como de radiactividad que los hacía muy peligrosos. Yo con Umbral luego tuve experiencias muy malas y nunca recuperé la amistad con él. Con Cela en cambio la mantuve siempre, pero vamos, ya digo que nunca participé de su círculo de allegados. Pero bueno, literariamente ambos me parecen escritores admirables, cada uno a su manera y en la debida proporción. Ambos creo que fueron escritores que se dilapidaron mucho por razones diversas, pero creo que eran escritores muy dotados.
DK: ¿Tú eres también de esos escritores que necesitan vivir literariamente?
JMP: 
No, no. Yo lo fui, pero no lo soy.
DK: Porque la impresión al leer tus primeros libros es que tú vivías literariamente, o esa era, digamos, tu ambición.
JMP: 
Sí, al comienzo sí, pero luego ya no.
DK: Uno de tus primeros libros era un libro enormemente literario y tú estabas muy metido ahí, Las máscaras del héroe. 
JMP: 
Pero bueno, es que era un libro protagonizado por escritores, pero por escritores de mala vida.
DK: Ese libro era como un gran catálogo.
JMP: 
Claro, era una novela coral, donde la acción propiamente dicha era secundaria, pero bueno, yo también era muy joven, realmente no participo del entusiasmo que le suscita a mucha gente que yo creo que es más bien entusiasmo por su propia juventud, porque claro, yo era muy joven y la gente que me leyó también lo era... (risas).
DK: ¿Qué edad tenías cuando publicaste este libro?
JMP: 
Veinticinco.
DK: Y de repente aparece Coños, aparece el silencio potenciador, aparece Las máscaras, y dejas la provincia, vienes a Madrid, ¿cómo fue eso? Como diría Cela, ¿cuándo dejas la provincia? 
JMP: 
No, no. Pues mira la provincia la dejo en el 99. Todo lo contrario, cuando yo vengo a Madrid es cuando me aparto totalmente de la pomada literaria, es al revés.
DK: Estás en todo desde fuera.
JMP: 
Estoy en todo sobre todo porque me pongo, entre comillas, de moda, ¿no? Que es una cosa un poco horrible, pero sí, yo entonces vivía en Zamora. Es cierto que venía aquí, con cierta asiduidad, hacía una entrevista al mes para ABC Cultural...
DK: Es que con Coños te hiciste figura pública, o sea, se empezó a hablar de ti, simplemente con el primer libro ya.
JMP: 
Sí, pero vamos, Coños fue un libro que salió de puro milagro, de pura chiripa y lo escribí pues eso, viviendo en Zamora, la realidad es esta. Y todo mi triunfo, incluido el Premio Planeta, fue viviendo en Zamora. Y luego me vengo, una vez que pasa la polvareda del Planeta, claro que con el Planeta te tiras viajando meses. Yo viví semanas en el Hotel Palace, ya no sé por qué.
DK: ¿Cómo es tu público, cómo crees que es?
JMP: 
Tengo lectores muy diversos.
DK: ¿Es gente que te sigue en ABC y luego compra tus novelas? ¿Es gente que proviene de haberte leído en las novelas y luego te sigue en ABC? 
JMP: 
Hay de todo, hay de todo. El lector de mis novelas es un tipo de lector al que le gusta un tipo de literatura muy heavy digamos, ¿no?, con pocas ínfulas de modernidad, y le gusta un poco así la literatura a la antigua usanza. Un lector que cuando esté leyendo tenga siempre la sensación de estar leyendo literatura.
DK: Un lector de novela.
JMP: 
Sí, bueno, más que un lector de novela, que también puede ser... O sea, libros con conciencia literaria, pero es que no sé, lo de los libros y los lectores es un... es imposible, conocí muchos lectores, la verdad.
DK: ¿Qué supone para un joven como tú ganar el Planeta? Aparte del dinero...
JMP: 
Hombre, visto ahora con perspectiva, pues me permitió vivir de la literatura desde muy pronto, con lo cual le tengo que estar muy agradecido. Fuera de eso no me aportó nada. Con la perspectiva yo creo que La tempestad es mi peor novela, sin embargo fue la que más éxito tuvo, no ya en España (que es natural por haber sido el Premio Planeta), sino fuera de España también. Es un libro que fuera de España tuvo mucho éxito. Y desde entonces la verdad es que soy muy escéptico respecto a todo, porque me doy cuenta de que lo malo vende más.
DK: ¿Tú crees que Me hallará la muerte es tu mejor novela?
JMP: 
No, no... Hombre, te identificas siempre con lo último que has escrito.
DK: ¿Has invertido años en ella, ¿no?
JMP: 
Un par de años sí, porque yo estuve tres años sin escribir novela. Estuve tres años con movidas personales, bastante duras, y sin escribir novelas. A esta le he dedicado aproximadamente dos años entre lo que es la documentación, la concepción, la escritura...
DK: ¿Te encontró a ti el tema o lo fuiste a buscar?
JMP: 
Me encontró, sí.
DK: No ibas a escribir nada en esa línea. 
JMP: 
No, qué va, es más, iba a escribir otra novela que creo que voy a escribir ahora. Iba a escribir otra novela, e ignoro por qué –quizá porque leí o vi algún documental sobre la División Azul– ahora mismo soy incapaz de decirte por qué, pero de repente se me ocurrió esta novela. No, bueno, creo que es mi novela más narrativa, que es lo que siempre me impuse desde el comienzo, es decir, yo desde el comienzo sé cuál es mi carencia fundamental, yo tenía un poco, como pudiera ser el caso de Cela o Umbral, una gran facilidad verbal, ¿no?, capacidad para las imágenes, para los epítetos, para las metáforas... Entonces me di cuenta de que mi carencia era la arquitectura, la narratividad, los diálogos... Entonces, la verdad es que desde La tempestad me esforcé por darle a las novelas plot, digámoslo así (risas). Esto en La tempestad se resuelve de forma original creo, pero muy disparatada, que es hacer una novela con una trama detectivesca pero con un tono de novela lírica, con lo cual queda absolutamente extraño, y luego pues lo he intentado aquilatar, mejorar y en ese sentido sí, con Me hallará la muerte estoy más contento porque he dicho “Joder, sí soy capaz de escribir una novela con un argumento bien dosificado y demás, y sin tomar notas...”, porque normalmente yo soy un escritor que no toma notas, ¿no? Pero antes me costaba mucho más desarrollar una acción. O sea, yo ponía a los personajes y los personajes iban haciendo lo que les parecía.
DK: ¿Es una novela moral, ¿no? En el sentido de que lo que nos planteas son opciones morales y una postura.
JMP:
 Bueno, la novela trata sobre el mal, y luego a través del recurso del doble mostraré un poco cómo es la deshumanización. Pero esta es una reflexión que se puede hacer al leer la novela, pero mientras la estaba escribiendo, más allá de que hubiera esta preocupación de fondo... Bueno, yo lo que quería era escribir una novela, que yo creo que es lo que quiere todo el mundo, ¿no?
DK: Llegar al final y ver qué te ha salido.
JMP: 
Generalmente, uno cuando escribe, es a posteriori cuando hace elaboraciones intelectuales sobre lo que ha escrito.
DK: [Rafael Reig] Yo a veces pienso que si no fuera por alguna entrevista que nos hacen, ¿qué sabríamos de nuestros propios libros? (Risas).
JMP: 
Claro, claro, claro... Efectivamente. Lo que pasa que es verdad que siempre te hacen estas preguntas y entonces tú desarrollas una reflexión sobre tu propia obra que a veces es iluminadora porque efectivamente descubres que determinadas cosas, aunque no las pensaste de forma absolutamente nítida, sí te rondaban, ¿no? Entonces sí, sería eso, una novela sobre el mal y sus múltiples expresiones y sobre lo que podríamos llamar el fariseísmo o la hipocresía.
DK: ¿Lees a tus contemporáneos?, ¿lees a gente de tu edad, de tu generación?
JMP: 
Por épocas, ha habido épocas que mucho y otras que nada. Ahora por ejemplo, nada, ahora no leo literatura contemporánea desde hace... pues desde que empecé con la novela no he leído nada de literatura contemporánea, la verdad.
DK: ¿Quién te interesa de los narradores españoles contemporáneos? 
JMP: 
Sería muy injusto pero voy a intentar responder, pero bueno va a ser con lecturas de hace tres, cuatro, cinco años. Bueno, ha habido un escritor que siempre me interesó desde chaval y al que he leído siempre, que ha sido Álvaro Pombo, a mí Álvaro Pombo siempre me ha parecido un escritor muy interesante, también muy distinto a mí, pero me parce un escritor espléndido. Lo leí mucho, con auténtica fruición. Me marcó muchísimo alguien a quien ya hace bastantes años que no leo, pero que en mi etapa de formación me marcó mucho, que es Francisco Nieva, las novelas de Francisco Nieva son tremendamente surrealistas, me parece un magnífico escritor.
DK: ¿Y el teatro?
JMP: 
El teatro de Nieva también me gusta, sí, sí. Luego, en la generación que descollaba en mi primera juventud, el que más me gustaba era Javier García Sánchez, escritor del que ahora, por cierto, tengo ganas de leerme su Robespierre.
DK: ¿A Marías lo leíste?
JMP: 
A Marías lo leí, me gustaron algunos libros, realmente los que leí sobre todo, Todas las almasCorazón tan blanco... Y luego pues ya entre escritores así más de mi generación o los que surgieron conmigo o más o menos después, pues hombre, soy un desastre para los nombres. Fernando Royuela me parece un escritor muy interesante.
Rafael Reig y Juan Manuel de Prada
DK: Yo sé que lo que hace Orejudo te interesa.
JMP: 
Orejudo, Antonio Orejudo es un escritor que me gusta, Rafael [Reig] es un escritor que me gusta...
DK: Vuestros comienzos algo tienen que ver, ¿no? Digamos Las máscaras del héroe y Fabulosas narraciones por historias, la primera novela de Antonio Orejudo, una narración coral de una historia, son obras muy parecidas que creo que son casi del mismo año, y en las que se ve un esfuerzo, ibais en la misma dirección por separado: recontarnos la historia de la literatura y la historia de España a la vez. 
JMP: 
Efectivamente, efectivamente. Pero bueno, que mi conocimiento de la literatura contemporánea tampoco es grandioso, y sobre todo eso, llevo tres años que no he seguido nada las novedades, por razones también diversas.
DK: ¿Tú qué piensas: tiene derecho a dimitir un Papa? Derecho divino, quiero decir, que está ahí por la gracia de Dios...
JMP: 
Hombre, no creo que la expresión sea tener derecho, no creo que lo tenga... Creo que debe renunciar si considera que eso es para el bien de la Iglesia.
DK: ¿No lo ves como una claudicación?
JMP: 
Resulta muy misterioso, lo del papa Benedicto XVI. Yo pienso que lo ha hecho porque cree que él no es capaz de afrontar por razones de edad, de soledad, por razones que se me escapan... determinados problemas que tiene la Iglesia. No creo que un Papa pueda renunciar porque a él le apetezca o porque le venga bien, ¿no? Y más allá de que él ha dicho que está cansado, que no se ve con fuerzas..., pero bueno es evidente que le faltan fuerzas para acometer alguna empresa, porque no verse con fuerzas así, es una cosa muy vaga, ¿no?
DK: Tú has llegado a escribir que el islam probablemente gane contra la cristiandad porque ellos tienen fe y nosotros ni siquiera creemos en lo que decimos que creemos. ¿Crees que eso es extensible no solo a la fe religiosa sino en general a las sociedades en las que vivimos, que nos creemos todo a medias: la solidaridad, la democracia, el matrimonio, el sexo...? 
JMP: 
Sí, sin duda... Vamos a ver, yo creo que el bienestar material y la fe en algo son incompatibles, porque en el momento en que tienes un bienestar material dejas de creer en cosas de realización improbable y que además lo único que te garantizan es adopción de riesgos. Entonces yo creo que esto es lo que más ha influido en la decadencia de las sociedades occidentales, el bienestar material.
DK: ¿Y a las sociedades islámicas como Catar, Baréin...? Tienen más que nosotros, ¿no? (risas).
JMP: 
Bueno, habría que ver si esas sociedades creen o no creen. Yo los que sí creo que creen son los que viven en el desierto, los que adiestraba Bin Laden, es decir, luego esos ricos los pueden utilizar, pero yo creo que la fe religiosa, que es algo natural en el hombre, pero como todo lo natural necesita unas condiciones para prosperar, para aprender, y creo que el dinero pues es absolutamente la antípoda de la fe. La frase evangélica “No podéis servir a dos señores, a Dios y al dinero” es implacable, eso es implacable.
DK: ¿Has leído una novela de John Updike que se llama Terrorista? 
JMP: 
DK: ¿Te gustó?
JMP: 
No. La reseñé; bueno, es interesante.
DK: En esa novela Updike plantea la idea del atractivo del islamismo como una religión exigente y no complaciente como se está volviendo el cristianismo, como una clase de yoga...
JMP: 
La religión musulmana es una religión más exigente, más árida, más severa, pero al mismo tiempo es una religión mucho más simple, una religión a la que te adhieres mediante signos externos: tienes que rezar cinco veces al día, tienes que cumplir con el ayuno, según lo establecido, etcétera, etcétera, pero es una religión sin teología, digámoslo así. La religión cristiana (y no digamos específicamente la católica), es una religión mucho más rica, mucho más compleja, tiene una teología mucho más compleja. Quizá por eso es una religión que permite muchas más desviaciones, digámoslo así, porque claro, la indagación teológica siempre tiende a ramificar o a generar ciertos ámbitos de ambigüedad, que es lo que permite que dentro de la Iglesia haya católicos de muy diverso signo, de muy diversa orientación, etc.
DK: ¿No es por poner una vela a Dios y otra al diablo, estar en los dos equipos?
JMP: 
No, es algo natural. Chesterton decía que la Iglesia es una casa en la que se entra por muy diversas puertas, y eso es verdad. Entras por muy diversas razones.
DK: ¿Tú qué piensas de la enseñanza religiosa en los colegios?
JMP:
Uf. Hombre, yo es que soy muy tradicional, no en el sentido banal de la palabra, sino que yo me considero parte de una cadena, entonces yo creo que los seres humanos tienen que sentirse partícipes de una comunidad. Y lo que le da sentido a las comunidades en términos históricos es la religión, entonces yo creo que un español debe ser instruido en la religión católica.
DK: Un español musulmán, por ejemplo.
JMP: 
Un español...
DK: Un español puede ser musulmán, y protestante, y judío... musulmanes y judíos ha habido en España casi más años que católicos, ¿no?
JMP: 
Sí, pero todo nuestro arte, toda nuestra literatura... todo es católico.
DK: Entonces tú piensas que un español musulmán debería recibir clases de religión católica.
JMP: 
Sí, pero no en sentido catequético.
DK: Bueno, como se hace ahora en los colegios.
JMP: 
No, no, pero eso es una lección, un derecho de los padres a elegir la religión en la que desean que sus hijos sean formados.
DK: Ese derecho no existe en la religión musulmana, por ejemplo, mientras que para la católica sí es un derecho efectivo en todos los colegios.
JMP: 
Sí, pero bueno, también es una religión mayoritaria. Pero bueno, yo la pondría para todo el mundo.
DK: Obligatoria para todo el mundo.
JMP: 
Sí. Sí. Pero no en términos confesionales, en términos de instrucción, o sea, que la gente sepa qué es la eucaristía, que sepa lo que es la virginidad de María...
DK: Historia de las religiones...
JMP: 
Pero bueno, es que no es lo mismo.
DK: ¿De verdad crees en serio que está bien que le expliquen al hijo de un musulmán español lo que es la virginidad de la Virgen, la eucaristía y todo eso?
JMP: 
Sí, porque ese niño podrá leerse un auto sacramental de Calderón de la Barca y entenderlo. O podrá leerse un soneto de Lope de Vega y entenderlo. Es una forma de hacerlo partícipe de una tradición cultural, de una tradición artística, de una tradición... Yo creo que sí. Pero en esto no veamos un deseo de imponer religión o una determinada religión a la gente, no, es deseo de hacerla partícipe de nuestra historia.
DK: Pero la Iglesia no maneja la misma ecuanimidad que tú. Y de nuestra historia también forma parte la religión musulmana, ¿no?
JMP: 
Hombre, en unos términos distintos, nada que ver, o sea no podemos ser demagógicos. Una cosa es que España se haya construido por sucesivas invasiones o por sucesivas corrientes migratorias, y otra cosa es lo que es distintivo de la cultura española, primero desde sus balbuceos, luego lo que es todo el período de la reconquista y luego el Estado moderno.
DK: ¿Cuáles son los balbuceos?
JMP: 
La España visigótica. Y luego claro, que está totalmente presente en nuestra literatura, en nuestro arte, etcétera.
DK: Pero entre la España visigótica y la musulmana pasa muy poquito de tiempo, ¿no?
JMP: 
Efectivamente, la musulmana entra tres siglos más tarde y luego hay ocho siglos de Reconquista.
DK: España musulmana.
JMP: 
No, España musulmana, no.
DK: Ortega decía: “¿Cómo se puede llamar Reconquista a una cosa que dura ocho siglos?” (risas).
JMP: 
¡Claro!, porque no estuvieron peleando los ocho siglos, claro, estuvieron conviviendo, estuvieron arbitrando diversas fórmulas... en el fondo la Reconquista de España es la mayor prueba de que la prosperidad daña a los pueblos. Cuando tú ves la prosperidad en la que vivían los nazaríes pues entiendes perfectamente que los Reyes Católicos los vencieran.
DK: ¿Franco duró tanto porque era austero, que comía sopa y empanadillas?
JMP: 
No, yo creo que Franco duró tanto porque el español tiende –en contra de lo que se piense– mucho al servilismo. Yo creo que el pueblo español es un pueblo bastante fácil de gobernar, de ser gobernado, como se está probando hoy.
DK: Pregúntaselo a Napoleón.
JMP: 
Pero eso es distinto. 
DK: En estos tiempos en los que los escritores de cuarenta y pocos años, que son en general, digamos díscolos, desatados, materialistas y medio progres, ¿tú te definirías como un escritor católico?
JMP: 
No, esto es molesto. En realidad el concepto de escritor católico es propio de sociedades no católicas, nadie diría que Lope de Vega es un escritor católico, o que Cervantes es un escritor católico. Esa etiqueta es propia de sitios que han dejado de ser eso, tiene sentido en Chesterton, que es un escritor católico porque crece y se forma como escritor en una sociedad que no es católica. A mí me parece una etiqueta molesta, entre otras razones porque parece que ser católico significa como un negociado dentro de la literatura, entonces me parece un poco absurdo. Yo creo que un escritor católico, al ser católico es un escritor como otro cualquiera: puedes tocar todos los temas como te da la gana, evidentemente los vas a tocar de otra manera. Es más, yo creo que hoy la etiqueta de escritor católico de forma subrepticia y taimada, tanto por parte de los enemigos de la Iglesia como por parte de muchos católicos, significa un escritor mojigato, un escritor puritano, un escritor si quieres buenrrollista de los temas: todos somos buenos, todos nos redimimos, la vida, a pesar de que tengas muchos sinsabores, siempre te da un premio.
DK: Nada más ajeno a tus columnas...
JMP: 
Claro. Entonces en ese sentido me molestaría, incluso. Esto es, en la percepción que otros tienen de mí, lo que más me cuesta aclarar, porque hoy en día el concepto de lo católico está absolutamente envenenado o tergiversado por una sociedad que ya no es católica y que cuando piensa en términos religiosos más que en lo católico piensa en lo puritano, que es una tradición totalmente ajena a la nuestra. Por ejemplo, te voy a poner un ejemplo: cuando en un determinado momento Jiménez Losantos y César Vidal inician una campaña para desprestigiarme, para demolerme, me hizo mucho daño porque yo en ese momento tenía fanatizada a una importantísima masa social católica a través de la COPE, entonces ellos ¿qué hacen? Ellos hacen: “El autor de Coños”. Claro, y el Arcipreste de Hita que era arcipreste y era el autor de El libro de buen amor, y yo no soy arcipreste, quiero decirte, y Lope de Vega escribió unos poemas amatorios que no se los saltaba un gitano, y Boccaccio escribió el Decamerón... y claro, es que es una locura, ¿no? Cuando hablamos decatólico, ¿a qué nos estamos refiriendo?, ¿a que tienes que escribir vidas de santos?
DK: No, nos estamos refiriendo a los maniobreros...
JMP: 
No, pero este concepto está muy extendido. Además hay una evolución clarísima, hay un momento muy interesante, algún día tengo que escribir sobre este tema porque a mí me interesa como escritor: ¿qué se considera arte moral y qué es lo que se considera arte inmoral? El arte inmoral es aquel que no establece distinción entre el bien y el mal, no el arte que trata sobre el mal. Probablemente Baudelaire fue el gran poeta católico del siglo XIX. Hay un escritor al que yo admiro mucho, Leonardo Castellani, que tiene un artículo maravilloso sobre Baudelaire y dice eso.
DK: ¿Y las Letanías de Satán cómo las lee? 
JMP: 
Bueno, porque es una persona que ve el mal y que lo contempla y que incluso es tentado por el mal. Pero siempre lo presenta como mal, más allá de que lo presente atractivo.
DK: Pero elige mal.
JMP: 
Pero eso es algo que todos podemos hacer. En el caso de Baudelaire yo tampoco tengo tan claro que él quiera el mal.
DK: [Rafael Reig] Yo no digo Charles, digo su obra.
JMP: 
Su obra trata sobre el mal, pero sí muestra sus estragos; es decir, cuando él habla de las putas pues las presenta como personas que están destruidas por el trato carnal, cuando habla de los efectos de la mala vida... O sea, yo creo que sí muestra el mal. Entonces hay un informe de la Inquisición sobre La Celestina, y el inquisidor más severo, en el momento en que aparece La Celestina, que es el momento de mayor auge de la Inquisición, finales del siglo XV, imagínate, ¿no?, Reyes Católicos, etcétera, entonces él hace un informe sobre La Celestina y dice que él no ve nada en ella que deba ser perseguido, que evidentemente es procaz, pero como lo fueron Plauto y Terencio o Boccaccio y que eso nunca se ha considerado perseguible por el Santo Oficio. Siempre existió una cláusula que decía que este tipo de procacidades y demás eran admisibles, había una cláusula que decía propter elegantiam sermonis, “en razón de la elegancia de la escritura”, y luego siempre y cuando el mal no obtuviese recompensa, ¿no? Claro que en La Celestina no lo tiene. Entonces La Celestina durante siglos se publicó sin ningún problema, y es a finales del siglo XVIII y principios del XIX, ya con la Inquisición agonizando, cuando La Celestina se prohíbe. ¿Eso por qué ha ocurrido? Porque entretanto ha pasado algo en el seno del catolicismo: se infiltró un veneno protestante, un veneno puritano, que es la incapacidad para mostrar el mal. Entonces hoy vivimos en una época en la que los países católicos están muy impregnados o contaminados de protestantismo.
DK: ¿En qué sentido, a qué te refieres?
JMP: 
Bueno, hay muchas cosas en nuestras formas de vida, en nuestra relación con el dinero... Las costumbres protestantes han alterado nuestra forma de ser. Y eso ha generado también un cierto puritanismo en las costumbres, que cada vez muestran una fachada más como de asepsia, muy propia de las sociedades puritanas. Si en EE. UU. a un político le sacan que se ha ido de putas se acabo su carrera política, es una cosa demencial, ¿no?
DK: Y aquí, si lo sacaran, ¿no crees que ocurriría lo mismo?
JMP: 
No, aquí no. Aquí de hecho no ha ocurrido, todo lo contrario. Cuando el ministro de Industria, Miguel Sebastián, le saca a Gallardón la revista con la señorita con la que supuestamente él había tenido relaciones, se acabó la carrera de ese señor para la alcaldía de Madrid, fue arrasado por Gallardón.
DK: ¿Crees que somos tan permisivos?
JMP: 
No es permisivos, sino que la conciencia del católico es que tú pecaste ayer pero hoy puedes estar ya sanado porque te has confesado, te has arrepentido. Mientras que en la conciencia protestante no, el protestante solamente tiene la oportunidad de ocultarlo. Todo esto venía a si me siento cómodo con esa etiqueta [escritor católico]: pues no, sobre todo porque hoy en día mucha gente, cuando dices “escritor católico”, piensa cosas muy raras.
DK: ¿Qué idea tienes tú del Opus? 
JMP: 
Pues bueno, yo tengo amigos del Opus Dei, el carisma del Opus Dei no me atrae, no es el mío, ¿no? El Opus Dei quizá sea el ámbito de mayor libertad dentro de la Iglesia...
DK: ¿Entonces los jesuitas son una comuna libertaria? (risas).
JMP: 
Bueno, bueno, hay gente muy distinta dentro del Opus. En el Opus puede estar hasta un concejal de Herri Batasuna. En los jesuitas hay un ámbito de libertad tremendo, pero la Compañía de Jesús, tradicionalmente y hasta hace relativamente poco, era mucho más uniforme de lo que pueda ser el Opus Dei. En el Opus Dei hay gente de tendencias muy diversas, ¿eh? Repito, un concejal de Herri Batasuna, y te vas a Cataluña y hay gente del Opus Dei nacionalista, gente no nacionalista... En eso, el Opus Dei da mucha libertad. La película que hicieron de Escrivá de Balaguer, esta de Encontrarás dragones..., pues es una película que cabreó a mucha gente del Opus Dei por la visión que da de la Guerra Civil, por ejemplo, que es una visión más bien izquierdista, digámoslo así, ¿no? Entonces, el carisma del Opus Dei me parece sumamente interesante pero no es el mío, pero bueno, creo que fomenta o ha fomentado cosas muy interesantes en el propio ámbito del catolicismo español, otra cosa es que el Opus Dei esté ahora mismo en una fase difícil a mi modo de ver, complicada. Creo que resulta mucho menos atractivo hoy. 
DK: ¿Menos atractivo que los Legionarios de Cristo, que los kikos...? Su competencia. 
JMP: 
No, no, tampoco. Que los Legionarios de Cristo están en una crisis brutal por lo del Maciel, eso está..., en fin. Bueno ciertamente los kikos tienen un poder de atracción mucho mayor, aunque es verdad que se dirigen a gente muy distinta. Mientras el Opus Dei se dirige a gente con formación académica, y de hecho su vivero son sobre todo universitarios y demás, pues los kikos se mueven en un ámbito muy distinto, mucho más popular. O sea, que son carismas distintos. Yo, si algo he aprendido en mi vida eclesial digamos, es que te das cuenta que en el seno de la Iglesia hay gente muy distinta. Yo, en el programa que hago, en Lágrimas en la lluvia, pues llevo a muchos jesuitas, llevo a gente del Opus, llevo a gente que no es del Opus ni jesuita sino de otros ámbitos católicos, y es gente que compartiendo una serie de cosas...
DK: Cuéntanos tu visión de la Transición. Tenías pocos años, ¿no?
JMP: 
No, yo visión personal, biográfica, no tengo. Puedo tener juicio sobre la Transición. Yo a la vista de lo que ha ocurrido percibo la Transición sobre todo como un pacto entre fuerzas políticas para la entrega de España a la plutocracia, es como yo lo entiendo. 
DK: Estamos de acuerdo...
JMP: 
Es decir, creo que de alguna manera y por diversas razones, por el sostenimiento de una legislación proteccionista del obrero, etcétera, yo creo que Franco y la legislación franquista eran un obstáculo o un impedimento para la plutocracia.
DK: ¿Podemos cambiar plutocracia por capitalismo? ¿O no lo identificas? 
JMP: 
Bueno, es que volveríamos a la definición de capitalismo... La plutocracia internacional, lo que Pío XI llamaba “el imperialismo internacional del dinero”, es decir, el dinero sin patria o el dinero que ve su patria allá donde tiene su beneficio. Yo creo que la Transición vista con perspectiva fue eso, o sea, fueron personas de diversos ámbitos, ideologías, posiciones políticas, que quisieron participar de una mamandurria que se les prometió en un determinado momento y se les cumplió, indudablemente. Y eso, de alguna manera es lo que llama García-Trevijano la “mitología del consenso”, ¿no?, el consenso presentado como algo positivo, es decir, aquí nos tenemos que entender, entonces para entendernos ¿qué tenemos que hacer?, renunciar un poquito a lo nuestro, los otros, a lo otro, y encontrar un ámbito común en el que nos podamos encontrar, y ese ámbito es el dinero. 
DK: En esa época, ¿tú habrías sido reformista o rupturista? Aquel famoso dilema que, por cierto, nunca se planteó.
JMP: 
En honor a la verdad, sería un juicio injusto, porque no puedo...
DK: Tu nacimiento de las ideas políticas viene ya en los años...
JMP: 
Hombre, imagínate, yo nazco en diciembre del año 70, cuando muere Franco tengo cuatro años. Empiezas a preocuparte por estas cuestiones ya mediados los ochenta o muy avanzados, o sea, cuando todo está hecho de alguna manera.
DK: O sea, que a ti la Transición te la hicieron.
JMP: 
Totalmente. Es más, yo no guardo memoria de Franco ni nada parecido. Lo que pasa que yo sí percibo esto, es decir, yo percibo que es todo mentira, que ahora no hay posibilidad de un... En fin, es que esto es dramático pero es así. Nunca como hoy creo yo, si uno analiza la historia, hemos estado tan absolutamente no oprimidos –porque la palabra tiene unas connotaciones como de dictadura a la antigua usanza–, nunca como hoy hemos estado manejados o conducidos por una amalgama de poder que nada tiene que ver con la idea que de poder tiene la gente, porque son poderes invisibles y poderes además en comandita, como estamos hoy. O sea, yo creo que hoy es algo realmente espectacular. La alternancia política es prácticamente un paripé. Entonces en ese sentido yo creo que sí, que la Transición política fue un apaño de unas oligarquías, unas oligarquías financieras, políticas, culturales...
DK: Has llegado a decir que no eres de derechas, que no te defines como un hombre de derechas.
JMP: 
Pero es que esto no es por ese complejo que tiene la gente de derechas de que digan que es de derechas. En mi caso no es por eso, sino porque yo soy premoderno, o sea, mi pensamiento es premoderno.
DK: ¿Qué quieres decir por premoderno: anterior a la modernidad, anterior a la Revolución francesa...?
JMP: 
No, no, yo al decir premoderno lo digo en el sentido clásico. Sí, efectivamente: antirrevolucionario, no anti Revolución francesa sino anti todo lo que trae el pensamiento político moderno, digámoslo así, ¿no?
DK: ¿Tú no eres de esta palabra , misoneísta, contrario a las novedades? 
JMP: 
No. Decía Chesterton que lo que la gente llama novedades son los viejos errores disfrazados, ¿no? No, no soy contrario a las novedades, lo que ocurre que hombre, también esta fascinación por la novedad propia de nuestra época me da un poquito de repelús. Pero no, no soy contrario a las novedades, porque tengo mucho interés por el cine, las nuevas corrientes, o mucha inquietud y curiosidad por determinados movimientos sociales o por avances científicos. No, no. Lo que sí que creo es que hay una especie como de adoración de lo nuevo que no es lo mío, ¿no? Esta es la cosa.

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