miércoles, 30 de noviembre de 2011

Giovanni Papini, La industria de la poesía























New Parthenon, 27 mayo

He renunciado, desde hace tiempo, a todas mis direcciones y participaciones industriales para comprarme la cosa más cara -en sentido económico y moral- del mundo: la libertad. Un lujo que no está al alcance, hoy, ni siquiera de un simple millonario. Supongo que soy uno de los cinco o seis hombres aproximadamente libres que viven en la Tierra.

Pero cuando uno se ha entregado al vicio de los negocios durante tantos años, es casi imposible conseguir que éste no vuelva a recrudecer. El año pasado me vino el deseo de crear una pequeña industria con objeto de poder sustraerme a la tentación de volver a ocuparme de las grandes y pesadas. Quería que fuese absolutamente «nueva», y que no exigiese demasiado capital.

Se me ocurrió entonces la poesía. Esta especie de opio verbal, suministrado en pequeñas dosis de líneas numeradas, no es ciertamente una sustancia de primera necesidad, pero lo cierto es que algunos hombres no pueden prescindir de ella. Ninguno ha pensado, sin embargo, en «organizar» de un modo racional la fabricación de versos. Ha sido siempre dejado al capricho de. la anarquía personal. La razón de esta negligencia se halla, probablemente, en el hecho de que una industria poética, aunque floreciente, daría beneficios bastante modestos, bien sea por la dificultad -no digo imposibilidad- de adoptar máquinas, bien por la escasez de consumo de los productos.

Para mí no se trataba de un asunto de dinero, sino de curiosidad. El financiamiento necesario era mínimo, los gastos de instalación casi nulos. Sabía que era preciso recurrir, para esta nueva empresa, a skilled workers; pero tales individuos son numerosos, sobre todo en Europa. Me dediqué a buscarlos. Noté en muchos de éstos una extraña repulsión al oír mis ofrecimientos, originada por la idea de trabajar regularmente a sueldo de un jefe de la industria. Por otra parte, no había necesidad de realizar una recluta demasiado vasta, tratándose de un simple experimento sin finalidad de lucro. Conseguí contratar cinco, todos ellos jóvenes, menos uno, y discípulos de las Escuelas más modernas.

Instalé el pequeño taller en mi villa de la Florida, con dos siervos negros y dos mecanógrafas; hice montar una pequeña tipografía y esperé los primeros frutos de mi iniciativa. Los cinco poetas eran alimentados, alojados y servidos, disfrutaban de una pequeña asignación mensual y tenían derecho a un ligero tanto por ciento sobre los eventuales beneficios. El contrato duraba un año, pero era renovable para igual período de tiempo.

En los primeros meses ya comenzaron los fastidios y las dificultades. Uno de los poetas me escribió que tenía necesidad de drogas costosas para inspirarse y su sueldo no le bastaba; una de las mecanógrafas, la más joven, presentó la dimisión porque los cinco obreros no la dejaban en paz;' otro poeta me pidió una pequeña orquesta para favorecer la visita de las musas, pero se tuvo que contentar con un gramófono y seis docenas de discos; el tercer poeta se lamentaba de la falta de vino y de libros; los otros dos, según me escribió la mecanógrafa que se había quedado, no hacían más que discutir desde la mañana hasta la noche, envueltos en nubes de humo. Naturalmente, no contesté a ninguno.

Transcurridos seis meses hice, como establecía el contrato mi primera visita al establecimiento de la Florida y llamé, uno tras otro a mis poetas.

El primero que se presentó en la sala de la dirección fue Hipólito Cocardasse, francés, disertador de la escuela «Dada» y que había sido pescado, naturalmente, en Montparnasse. Pequeño, moreno. calvo, pero provisto de una barba rabiosa, muy reluciente desde el círculo de los lentes hasta los zapatos, parecía, más bien que poeta, un agente de policía que acabase de llegar de una prefectura de provincias.

-Nos recomendó usted, a mí y a mis otros colegas -dijo-, que creásemos un tipo nuevo, adaptado internacional. Je me flatte d'avoir réussi au delá de vos espérances. Usted sabe que cada lengua tiene su musicalidad propia y que ciertas palabras incoloras o sordas tienen una sonoridad admirable traducidas a las de otra lengua. Servirse, pues, de una sola lengua para escribir poesía es ponerse en condiciones difíciles para obtener esa variedad y riqueza musical que es el verdadero fin de la lírica pura. He pensado, por tanto, en componer mis versos eligiendo aquí y allá entre las principales lenguas las palabras y las expresiones que mejor se prestan para la realización armónica del misterio poético. Ahora las personas cultas conocen cinco o seis idiomas europeos y no hay peligro de no ser comprendido. Añada que la Sociedad de las Naciones admitirá con gusto bajo su patronato estos primeros ensayos de poesía políglota. Dante había insertado, en diferentes puntos de la Divina Comedia, versos en latín, en provenzal y en jerga satánica, pero se hallaban casi ahogados en la superabundancia del idioma vulgar. Yo, en cambio, mezclo palabras de lenguas diferentes en el mismo verso. y cada verso está construido con mezclas del mismo género. Voild mon point de départ et voici mes premiers essais. Jugez vous meme.

Y al decir esto, Cocardasse me presentó algunas hojas de gran tamaño, acompañadas de una sonrisa y una reverencia. El título de la primera poesía decía:

Gesang of a perduto amour,

Y leí los primeros versos:

Beloved carinha, mein Wettschmerz
Egorge mon time en estas soledades,
Muy tired heart, Raju presvétlyj
Muore di gioia, tel un démon au ciel.
Lieber himmel, castillo de los Dioses,
Quaris quot, durerd this fun desespére?
Aquadrvak Chic(1) drévo zizni...

Mi ignorancia lingüística me impidió seguir. Miré a la cara, en silencio, al poeta Cocardasse. -¿Tal vez no le parece equitativa la proporción de cada lengua? Sin embargo, en el reparto he llevado una cuenta proporcional de los siglos de pasado literario, de la importancia demográfica y política...

Comprendí que era inútil discutir con semejante imbécil.

-Continúe su trabajo -le dije-, a fin de año veremos hasta qué punto la poesía políglota es susceptible de una amplia venta.

Despedido Cocardasse, fue introducido Otto Muttermann de Stuttgart. Un monumento de una altura de doscientos metros que, desde hacía medio siglo, se había alzado atrevido sobre la Tierra, no ciertamente para adornarla, sino para iluminarla. Parecía nacido del cruce de un buey con una leona, y su cabellera, todavía larga, todavía rubia y todavía despeinada, como en los tiempos míticos de Thor y del Sturm und Drang, era el mayor de sus títulos en la profesión poética. Era, además de poeta, metafísico, filósofo de la historia y un poco asiriólogo; en el conjunto, un buen hombre, aunque sus ojos de mayólica azulada no fuesen siempre tranquilizadores. Le habría confiado un millón, pero no le habría recibido sin un revólver en el bolsillo.

-Aunque de pura raza germánica -comenzó diciendo Muttermann con aire solemne-, he admirado siempre el pensamiento del francés Joubert, que dice exactamente así: S'il y a un homme tourmenté par la maudite ambition de mettre tout un livre dans una page, toute una page dans une phrase, cette phrase dans un mot, c'est moi. De este pensamiento he hecho, en lo que a mí se refiere, un imperativo categórico. El defecto de mis compatriotas es la prolijidad y no se puede ser grande más que librándose de las costumbres medias de la propia raza. Además, la poesía debe ser la destilación refinada de una gota de perfume potente de una masa enorme de hierba y de flores.

»Mi vida es fidelidad a este programa. A los veinte años concebí una epopeya lírica y filosófica que debía contener no sólo mi Weltanschauung, sino de paso, la revolución histórica de la Humanidad en torno al mito central de Rea-Cibeles. A los treinta años tenía el poema terminado, pero era demasiado largo: cincuenta mil seiscientos versos. Fue entonces cuando descubrí el profundo aforismo de Joubert. Trabajé todavía con la lanceta y la lima, a los treinta y cinco años, los versos ya no eran más que diez mil y lo esencial estaba salvado. A los cuarenta años conseguí reducirlo a cuatro mil, a los cuarenta y seis no había más que dos mil trescientos versos. A los cincuenta, cuando llegué aquí, había conseguido condensarlo en setecientos veinte; y ahora, gracias a su generosa hospitalidad, mi sueño ha sido realizado: mi epopeya se halla condensada en una sola palabra, palabra mágica, quintaesenciada, que todo lo abraza y lo expresa. A usted ofrezco el resultado de mis treinta años de fatigante forcejeo en el camino de la perfección.

Y al decir eso puso sobre mi mesa un papel. Lo miré. En el centro de la página, trazada con una elegante escritura bastarda, había esta palabra:.

Entbindung

Nada más. El resto de la hoja estaba en blanco. Otto Muttermann debió de darse cuenta de mi perplejidad.

-¿No encuentra usted tal vez en esta palabra, preñada de un mundo, los infinitos sentidos que resumen el destino de los hombres? Binden, atar, el mito de Prometeo, la esclavitud de Espartaco, la potencia de la religión (de «religar»), los abusos de los tiranos, la Redención y la Revolución. Pero aquel prefijo da el otro aspecto del drama cósmico. Entbindung es desenvolvimiento y parto. Es la salvación de los vínculos, es el nacimiento milagroso del Dios mártir, la gestación triunfante de la Humanidad libertada, al fin, de los mitos y de las leyes Aquí está comprendida la doble respiración del dios de Plotino y al mismo tiempo las vicisitudes universales de la Historia: ¡conquista y revolución, servidumbre y libertad!

Los ojos de Muttermann comenzaban a lanzar chispas. Creí prudente admirar su síntesis, con la secreta esperanza de que una agravación de su manía me permitiese legalmente transferirlo a un asilo de enfermedades mentales.

El tercer poeta era uruguayo y procedía de la escuela «ultraísta». Carlos Cañamaque era jovencísimo, rubísimo y timidísimo. Sus ojos negros de betún caliente resaltaban como una doble sorpresa en aquella palidez y en aquel rubio.

-Yo también -me dijo- he intentado hacer algo un poco distinto de la poesía acostumbrada. La poesía pura, en Italia y Francia, tiene ahora su técnica: todo el encanto poético reside únicamente en la armonía de las palabras, independientemente del sentido. Yo he intentado redimirla íntegramente de todo significado, yendo más allá que los poetas puros, que conservan siempre, aunque envuelto en oscuridad, un residuo de contenido emotivo o conceptual. Aquí las palabras están asociadas únicamente a causa de su valor fonético y evocativo, sin ningún ligamento lógico que pueda atenuar o desviar el contrapunto sonoro. Lea, como ensayo, este madrigal.

No pude menos de leer

Lienzo, sombra, suspiro

Amarillas, misterios, desierto Huella, palabra, doliente, Tiro Faraón, corazón, labios, huerto.

Mi paciencia, puesta a prueba por los dos anteriores poetas, esta vez vaciló.

-¿Y cree usted, señor Cañamaque -grité-, que habrá bastantes imbéciles en el mundo para dar su dinero a cambio de este ridículo deshilachamiento de palabras? Le he dado orden de escribir poesías y no extractos de vocabularios. Usted cree poder engañarme, pero aquí hay un motivo suficiente para la rescisión del contrato. Desde hoy no pertenece usted a la fábrica. ¡Márchese!

El pobre Cañamaque bajó sus grandes ojos de antracita líquida y murmuró con tristeza:

-Así han sido tratados siempre los descubridores de mundos nuevos.

Y dignamente salió, sin ni siquiera saludarme.

El cuarto poeta que se me presentó delante era un ruso, uno de esos emigrados que se han esparcido por Europa y América, felices de poder hacer al mismo tiempo de occidentalistas y de desterrados. El conde Fedia Liubanoff podía tener, a lo más, treinta y cinco años, pero la vida que había llevado en los cafés de Mónaco y de París le había envejecido antes de tiempo. La cara tenía la consagrada moldeadura mongólica de los moscovitas, y una perilla blanquecina y rojiza le daba un aire premeditadamente diabólico. Le temblaban siempre los manos, por el terror de una condena a muerte no cumplida, decía él; por el uso inmoderado del vodka, decían sus amigos.

-Señor Gog - comenzó-, no haré largos preámbulos. Es usted demasiado sutil para tener necesidad de comentarios anticipados. Le recordaré únicamente una verdad que no habrá escapado seguramente a su inteligencia. Toda poesía tiene dos autores; el poeta y el lector. El poeta sugiere y suscita; el lector llena, con su sensibilidad personal y con sus recuerdos, lo que el poeta ha simplemente bosquejado. Sin esta colaboración la poesía no puede concebirse. Un poeta que ofrece mil versos para describir una batalla o un crepúsculo no conseguirá nunca hacer comprender algo a un palurdo o a un ciego. Pero, desde hace algún tiempo, los poetas se dejan vencer por la superabundancia; digamos únicamente que tratan de rehacer y violentar el yo de su colaborador necesario. Quieren decir demasiado y no dejan sitio para la obra del lector, para aquella integración personal que forma el mayor atractivo de la poesía. Los japoneses, raza genial y aristocrática, han conseguido llegar a hacer poesías de ocho o nueve palabras. Pero es demasiado aún. He querido dar un paso más. He aquí mi libro.

Era un pequeño volumen encuadernado en piel roja. Lo abrí y comencé a hojearlo. Cada página llevaba, en la parte superior, un título Lo demás estaba vacío.

-Vea -añadió Liubanoff-, he querido reducir al mínimo la sugestión del poeta. Cada poesía mía se compone únicamente del título: es un tema ofrecido a la meditación individual, un «la» para la creación múltiple y siempre nueva. Mi primera poesía, por ejemplo, se titula: «Siesta del ruiseñor abandonado.» Hay todos los elementos para la eflorescencia poética. La «siesta» le da la estación y la hora; el «ruiseñor» le evoca toda la música, todo el amor; y ese «abandonado» le induce a elaborar los temas eternos de la traición y del dolor. Reflexione algunos minutos sobre este título y poco a poco en su alma surge y se desenvuelve el canto maravilloso que yo quería sugerir, de manera que cada lector se convierte verdaderamente, gracias a mí, en un creador. Y las creaciones serán tantas cuantos sean los lectores. Y cada vez se puede crear una poesía nueva, que sacia y contenta mejor que podrían hacerlo las sobadas lucubraciones de un extraño.

No tuve ni siquiera fuerza para enfadarme. Reconocí lealmente que el experimento había fracasado, que la fábrica había constituido un desastre. No quise siquiera ver al quinto poeta.

La misma noche me marché, y, al terminar el año, todo el personal, comprendidos los poetas, fue licenciado. Es la primera vez en mi vida que me falla tan vergonzosamente mi olfato en el business. Y comienzo a comprender por qué el viejo Platón quería arrojar a los poetas de su república. En este negocio he experimentado una pérdida de sesenta y dos mil dólares.

Notas de Lisarda-
(1)La primera mitad de este último verso está en griego en la edición de libro.
La industria de la poesía pertenece al libro Gog de Giovanni Papini; la traducción de la edición digital corresponde a Mario Verdaguer, y apareció por Plaza y Janés, España,1980.
Mario Verdaguer (1885-1973), novelista, crítico, traductor y pintor.

martes, 29 de noviembre de 2011

Daniel Capanna, Poemas

















Umbrales etruscos // Daniel Capanna (1964-2009)
Selección: Ignacio Vázquez

Laberintos

Un laberinto inescrutable como la biblioteca de cierto convento, un himno entonado por un rapsoda ciego a los pies del Partenón. Las manos de aquel que vivió en laberintos de espejos, apoyadas sobre un bastón egipcio. Una biblioteca, la de Alejandría, a la que acudo en cada sueño reiterado. Una voz, la suya, soñando un pasado de vikingos. Una silueta, aquella que hoy me tiende su mano, recortada contra un ventanal luminoso. Unos ojos, ciegos ya, iluminando cerebros oscurecidos. Un laberinto, el mío, construido por Dédalo y su hijo. Un espejo, el de mi pieza, donde observo su rostro cansado. Todas estas cosas me acompañan cuando entrando al laberinto apoye mi mano en la suya, y me deje guiar, como Virgilio lo hizo con Dante, por los intrincados senderos de espejos soñados.

Umbral

Si dejé abierto este espacio de mi ser,
es sólo porque necesito que me conozcas.
Si abro mi espíritu ante vos,
es porque busco hacerte parte mía
Si tanteo buscando tu alma,
es sólo porque sigo ciego a la mano que me tendiste
Si encontrás mis sentimientos congelados,
es sólo porque tengo miedo a sentir
Si la puerta que te abro es estrecha,
te pido que la ensanches
Sé vos la persona que derrita mi hielo:
necesito imperiosamente amar, vivir…
Mi puerta continúa abierta.
Trasponé el umbral y empezá a conocerme

Queríamos tanto a Alejandra

En los crepúsculos interminables de tu insípida infancia,
soñaste despierta un futuro
Sin tu pueblo somnoliento,
sin calles de tierra arboladas,
sin cigarras en la siesta
ni vecinos tomando mate en camiseta.
Soñaste un futuro
sin una vivienda como todas
con un pequeño jardín al frente,
sin un perro mestizo,
demasiado agobiado por el calor como para molestarse en ladrar;
sin tu padre militar leyendo el diario,
ni tu madre, ama de casa, mirando la TV,
sin tu hermano arreglando un auto viejo
ni tu hermana casquivana platicando por teléfono.
Soñaste un futuro
sin horas de tedio que matar leyendo
bajo los sarmientos de una parra;
sin amigas locuaces parloteando
a la sombra de un paraíso,
sin hombres siempre esquivos,
ni letales jornadas de escuela.

Un día, no distinto de otros,
hallaste en la librería del poblado
entre novelas de Corín Tellado y manuales de colegio,
una biografía de Alejandra.
Sin cautela te asomaste
al espejo de aguas oscuras
de aquella existencia desdichada
y te enamoraste de ella.

Sucumbiste ante su origen ordinario,
no tan distinto del tuyo.
Te sedujeron la indiferencia familiar,
su lucha contra la obesidad,
el acné de su rostro redondeado,
las anfetaminas y los emparedados de mortadela
que nunca pudo dejar de consumir,
el desengaño con los hombres,
su apenas velado lesbianismo,
el desamor y la congoja
que siempre anunciaron su inmolación.
Te enamoraste de esa otra vida posible,
sin ocasos opresivos llenos de tedio y cotidianeidad.
Soñaste una vida heroica
de rechazo y humillación,
una muerte perfecta
anunciada en mil poemas.
Imaginaste un padre autoritario y represor,
esbirro del terrorismo de estado;
una madre anorgásmica, sometida a su cruel esposo,
que te castigara cuando denunciases los abusos
a los que te sometieran los múltiples novios de tu hermana.
Un hermano incestuoso
que te espiara en la ducha;
un salvaje mastín que siendo infante
te dejara marcas imborrables en tu rostro;
un maestro infame
que desestimara tus capacidades literarias
a quien dedicar, con sublime ironía, tu primer premio Clarín.
Un libidinoso sacerdote
que intentara seducirte a tierna edad
y marcara así tu rechazo por las religiones.
Una amiga que traicionara
esa prohibida relación lésbica que mantuvieran
(y que habría de escandalizar
a la mojigata sociedad pequeño burguesa de tu aldea)
y escapara con tu novio.
Un novio que te engañara con tu mejor amigo gay,
del que habrías estado enamorada secretamente
desde la pubertad.
Pero tu vida siempre ha carecido de ese sufrimiento
sin el cual la poesía sólo es una ausencia,
una cáscara vacía,
azotada de polvo, calor y aburrimiento.

Soñaste que algún día
todos leerían en tu lírica la marca de ese dolor,
bello y ansiado padecimiento,
que te era negado por ese sinsentido llamado felicidad.

Soñaste un futuro en el que la editora
de una cardinal publicación literaria
te rescatara post mortem
de esta existencia pueblerina,
de tus amigas que se niegan a experimentar el lesbianismo,
del calor y la humedad,
de los vecinos en camiseta,
de tu padre, que se hizo militar a falta de un buen trabajo,
de tu madre siempre dispuesta a escucharte,
de tu perro que no ladra,
de tu hermano que no entiende que le gustes a sus amigos,
de tu hermana, buena piba pero algo hueca,
de la obra poética que nunca te sentás a escribir,
de ese intento de suicidio
que siempre, siempre,
dejás para más adelante

Quince segundos

Como Warhol sentenciara,
todo hombre merece
sus quince minutos de fama.
Pero como en televisión el tiempo es tirano,
hemos decidido dedicar mayor espacio
a la pauta publicitaria y a la programación autorreferencial.
Así que, lo sentimos,
de ahora en más
la cosa es así:
todo hombre puede aspirar a quince segundos de notoriedad
en horario no central.


Historia de vida

Naciste, berreaste,
te ensuciaste,
te amaron, amaste.
Creciste, chillaste;
jugaste, perdiste.
Te enamoraste,
sufriste, toleraste,
te angustiaste, te revelaste,
pataleaste, gritaste,
te cortaste, te drogaste,
te encerraron,
sobrellevaste aguantaste,
te ahorcaste…
tomaste Rivotril, Alplax y Zoloft.
Te portaste bien,

te escondiste, callaste, silenciaste;
te tomaste todas las pastillas juntas:
te lavaron el estómago,
te aislaron;
te inyectaron Halopidol, Risperdax y Lexotanil.
Te calmaste, babeaste, disimulaste;
te portaste bien.
Ingeriste Foxetín, Survector y Rohipnol.
Te descompensaste,
entraste en fase maníaca,
gritaste, vociferaste, aullaste,
lastimaste,
te lastimaron…
Te aplicaron electrosismoterapia,
Valcote, Tegretol y Midax.
Hiciste laborterapia;
tomaste Lamictal y Sidenar;
participaste de la terapia de grupo,
te portaste bien,
miraste televisión,
cooperaste, te equilibraste,
te deprimiste;
te dieron Lithium, Emotival y Anafranil,
saliste, paseaste, te alegraste.
Te portaste bien,
te integraste,
te bajaron la medicación,
te soltaron.
Trabajaste, fuiste bueno,
útil a la sociedad,
sujeto productivo.
No agrediste,
no peleaste,
te adaptaste…aprendiste.

Ahora ya está,
¿qué más querés?
Nadie te dijo que ibas a ser feliz

Satori

Tajima no Kami anhelaba,
más que nada en el mundo,
alcanzar la iluminación.
Como todos los maestros se negaran a recibirlo,
partió hacia el monte Futara,
para solicitar las enseñanzas del sensei Banzo,
último Buda viviente.
Al verlo cansado, hambriento y andrajoso,
Banzo lo golpeó con una vieja escoba
gritándole: vete de aquí, perro sarnoso!
Tajima no Kami, sólo, bajo la lluvia,
comprendió el sentido de la humildad.
Cuando comunicóa su amestro su conclusión,
Banzo se limitó a escupirle en el rostro.
Tajima comprendió kenshin ken,
la opinión errónea que viene de datos inciertos.
Cierta vez, Banzo lo empujó desde un alto puente
a las frías y cristalinas aguas del río…
Allí, a punto de ahogarse, comprendió Tajima
el sentido último de ikioi, la respiración.
Y cuando Banzo lo arrojó a un profundo precipicio,
entendió, tras un mes de coma profundo,
la naturaleza de ku, el vacío.
A la primavera siguió el verano; a ésta siguió el otoño
y luego el invierno… y nuevamente la primavera.
Tajima no Kami crecía en sabiduría,
entendimiento, y lesiones invalidantes.
Fue en una tarde calurosa,
observando una flor de cerezo
enredada en los blancos cabellos de Banzo
que en estado extático dijo: ¡he visto al Buda en mi camino!
A lo que el viejo sensei contestó distraídamente:
“si ves al buda en el camino mátalo, pues no es el verdadero buda”
Tajima no Kami tomó el bastón de su maestro
y golpeó a Banzo hasta matarlo…
Entonces, alcanzó el satori.


Nota de Lisarda- hoy, 29 de noviembre, sería el aniversario de nuestro querido e inolvidable amigo. Vayan estas poesías de él como una forma de perpetuar su memoria.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Wols, Ver


















































Voir, c'est fermer les yeux

Ver es cerrar los ojos.

***

Pour voir, il ne faut rien savoir,
sauf savoir voir

Para ver,no hace falta saber nada,
salvo saber ver.

***

Nota de Lisarda- Wols-seudónimo de Alfred Otto Wolfgang Schulze-fue un pintor y fotógrafo alemán que vivió entre 1913 y 1951. Extrajimos estos textos de Aphorismes, compilación debida al editor Jean-Paul Neveu de ediciones Le Nyctalope, 1989.

María Zambrano, Los bienaventurados


















La vida se arrastra desde el comienzo. Se derrama, tiende a irse más allá. A irse desde la raíz oscura, repitiendo sobre la faz de la tierra —suelo para lo que se yergue sobre ella— el desparramarse de las raíces y su laberinto. La vida, cuanto más se da a acrecer, prometida como es al crecimiento, más interpone su cuerpo, el cuerpo que al fin ha logrado, entre su ansia de crecimiento y el espacio que la llama.

***
Escribir es defender la soledad en que se está; es una acción que sólo brota desde un aislamiento afectivo, pero desde un aislamiento comunicable, en que, precisamente, por la lejanía de toda cosa concreta se hace posible un descubrimiento de relaciones entre ellas.

El escritor sale de su soledad a comunicar el secreto. Luego ya no es el secreto mismo conocido por él lo que colma, puesto que necesita comunicarle. ¿Será esta comunicación? Si es ella, el acto de escribir es sólo medio, y lo escrito, el instrumento forjado. Pero caracteriza el instrumento el que se forja en vista de algo, y este algo es lo que le presta su nobleza y esplendor.

***
Y así me he ido quedando a la orilla. Abandonada de la palabra, llorando interminablemente como si del mar subiera el llanto, sin más signo de vida que el latir del corazón y el palpitar del tiempo en mis sienes, en la indestructible noche de la vida. Noche yo misma.

***
Brota el delirio al parecer sin límites, no sólo del corazón humano, sino de la vida toda y se aparece todavía con mayor presencia en el despertar de la tierra en primavera y paradigmáticamente en plantas como la yedra, hermana de la llama, sucesivas madres que Dionisos necesitó para su nacimiento siempre incompleto, inacabable. Y así nos muestra este dios un padecer en el nacimiento mismo, un nacer padeciendo.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Cómo empeorar la lectura (1)














Cómo empeorar la lectura (1)

A Celia Fischer, por la encrucijada de paisaje catamarqueño y literatura rusa

Al abrir cualquier tomo del Bompiani (1947) el primer dato que reencuentro es el diagnóstico de mi oculista:además de la miopía y el estigmatismo, una gradual incursión en la presbicia. La tipografía del Bompiani es pequeña, pequeña, pequeña. No tan liliputiense como la Pequeña antología de poesía argentina de Jorge Perednik, pero bastante cerca. La cuestión es que necesito agregar una lupa si quiero desentrañar esas hileras de hormigas.

Busco ese dato que me lleva de Menéndez Pelayo al Bompiani:esa comedia humanista, de cuyo título no puedo acordarme, y que está a mitad de camino entre Terencio y La Celestina. Podría hacer un ejercicio borgeano de atribución errónea con la seguridad de que el error gozará de larga vida.Es más: podría perfectamente prescindir del dato. Ninguno de mis alumnos leyó a Terencio, mucho menos Los orígenes de la novela del ilustre santanderino, y tampoco les interesa La Celestina. Es comprensible:Fernando de Rojas no aparece en ningún capítulo de Los Simpsons, el oficio de alcahueta no tiene razón de ser en la era del chat, Calisto y Melibea no publicitan su ardor en el fotolog.

Así las cosas, cierro el Bompiani con la lupa adentro. Un dato que para mí es clave, que ilumina la continuidad de un personaje, desde las entrometidas esclavas de Plauto hasta las siempre inactivas criadas de telenovela, será recibido con la inercia de quien estudia sin alegría, con la motivación apática de quien cumple un trámite. Lo que para mí es una bisagra, para ellos es un cerrojo. Lo que para mí es un diálogo de citas, para ellos son nombres de una guía telefónica. Me siento solo.

Salgo a la calle. Ya sin lentes, me dedico a la contemplación de los árboles. Eucaliptos, paraísos, pinos, jacarandáes florecidos. No hace falta leer ni explicar, y sin embargo me detengo a descifrar. Me detengo a descifrar los follajes, el liquen sobre los troncos húmedos, las nervaduras, las escalas tonales del verde. Resucito.

lunes, 7 de noviembre de 2011

El mar no te hace preguntas





















El mar no te hace preguntas. El mar no te analiza.
La alegría no te pregunta por qué estás alegre.

La presión del pie sobre la arena no te hace preguntas.
La arena, bajo el pie, no te analiza.

El olor de la comida no te pregunta si tenés hambre:
te invita.

El abrazo no te analiza:
te abraza.

¿Por qué buscar explicaciones que no explican nada,
cuando aceptar el misterio es descansar y entender?

Elías Canetti, Auto de fe (recensión cantada)

domingo, 6 de noviembre de 2011

La página blanca




















Larga caravana pasa.
Avanzan.
Al atlas cansan aladas cargas:

puta poesía pedorra +
dudosa droga+
darky dream de diseño

= dístole! diástole!

*(dime)

sábado, 5 de noviembre de 2011

Mil años cumple el Monasterio de Salvador de Oña
















Eduardo Rojo Díez
En el monasterio del Escorial se encuentra un manuscrito que recoge los 132 volúmenes que contenía la biblioteca monástica de Oña a comienzos del siglo XIII. En este listado había libros religiosos, entre ellos dos biblias visigóticas, clásicos latinos de Virgilio, Ovidio y Juvenal, y también obras de gramática, entre otros.

Todos estos códices se han perdido sin excepción, aunque se conservan algunos fragmentos. Es el caso de la conocida como Biblia de Oña, de mediados del siglo X, y de las Colaciones de Casiano. Algunos de estos fragmentos se han recuperado porque servían de pasta de encuadernación para otros libros en los que se archivaban documentos notariales. La desaparición de los valiosos libros de la biblioteca medieval benedictina contrasta con la conservación de 1.600 pergaminos, la mayoría relacionados con las propiedades del monasterio de Oña.

Había una biblioteca, sí, pero entre los monjes de Oña existían también poetas. William J. Entwistle reconstruyó en 1928, en sus hexámetros originales, sesenta versos de un poema en latín que había sido prosificado casi literalmente en la Crónica Najerense. Esta composición poética se hizo en Oña, donde se encuentra enterrado el rey Sancho II de Castilla, que es a quien está dedicado el Carmen de morte Sanctii regis. Destaca también que en ese poema se empieza a comprobar ya cómo crece la leyenda del Cid, cuyo famoso cantar en romance es posterior.

De Oña sale también uno de los primeros textos literarios en romance castellano. Al dorso de un documento oficial fechado en 1201 aparece, copiada de una original anterior, la Disputa del alma y el cuerpo, que inicia el género de los debates didácticos dentro de la literatura castellana. Está inspirado en un poema francés del siglo XII, que proviene a su vez de unos versos latinos, pero no hay que entenderlo como una traducción sino como un desafío literario para buscar modelos válidos para el desarrollo de la incipiente literatura romance.

martes, 1 de noviembre de 2011

CocoRosie, Gallows




It was just before the moon hung
Her weary heavy head in
The gallows and the graves of
The milky milky cradle
His tears have turned to poppies
A shimmer in the midnight
A flower in the twilight
A flower in the twilight

And our screaming
Is in his screaming
Our screaming in the willow

They took him to the gallows
He fought them all the way though
And when they asked us how we knew his name
We died just before him
Our eyes are in the flowers
Our hands are in the branches
Our voices in the breezes

And our screaming
Is in his screaming
Our screaming in the willow tree

We're waiting by the willow
Our milky milky cradle
Our lockets long have rusted
His picture worn and weathered
Our hair is in the garden
The roses in our toeses
Our heart are in the blossoms
Our eyes are in the branches

And our screaming
Is in his screaming
Our screaming in the willow tree

La abuelita Wikipedia me contó que:CocoRosie es un grupo francés de acid folk formado en el año 2003. Se trata de un dúo formado por las hermanas Bianca (Coco) y Sierra (Rosie) Casady, que produce música mezclando estilos tan variados como son el canto lírico, gospel y pop lo-fi.