viernes, 19 de febrero de 2010

Ramón Gómez de la Serna, La nueva literatura

En la creación del concepto de la nueva literatura ha intervenido como en toda diapositiva el clisé negativo.

Ante cierta literatura de antaño, y aun de hoy, ha adquirido el odio a la frase hecha, al tópico, a lo manido, a todo lo que en ellas ha debido caducar.

Así, la sabiduría de la nueva literatura-porque es todavía literatura un poco de transición-consiste principal y ventajosamente en saber “lo que no se ha de hacer”, consciencia creada por todas las ramplonerías de casi todos los libros.

Aquella literatura es de una severidad técnica insólita, capitulada, de un simplicismo sin recámara, hecha según principios y trabajada desde afuera resulta una literatura de présbitas: inerte, yacente, atosigadora por falta de humanidad, pero más que nada por falta de mundanidad.

En sus páginas cenceñas, enjutas, sin transpiración, primitivas, espesas, sobrecargadas de peso muerto, llenas de una prosa menuda, sin ventilación, sin gracilidad, sin luz, oliente habitación cerrada, y a la humedad de los claustros, no se puede respirar, son sofocantes porque tienen el enrarecimiento de los esquemas, de las abstracciones y de los términos generales. (…)

La labor de la nueva literatura, por esto, ha de ser la de irnos reconstruyendo, robando a las cosas, descolgando de ellas el pedazo de concepto nuestro que les añadieron los otros. Nada se puede considerar objetivamente y toda la literatura de los otros es objetiva. Toda ella ha sido una distracción. No ha hecho más que extranjerizar el espíritu.

Pero acabó su mala acción sobre la vida. (Tenemos derecho al absoluto de este “acabó” puesto que acabó para nosotros.) (…)

“Mientes como un epitafio”, dice en cierta ocasión un personaje de Gautier.

Y es verdad. No pueden mentir más los epitafios de los literatos influyentes en la otra literatura.

Pero yo no he venido esta noche a corregir los epitafios. Desde luego, he venido a algo más que a presentar la parte negativa de un concepto.

Hay muchas cosas más importantes.

Una de ellas es el estilo.

Frente al estilo achacoso, enrejado, carcelario, abrumado de sombra que nos legaron los otros, frente a su prosa de estameña, inhóspita, opaca, exhibe la nueva un estilo sin carencia alguna, que no se define gramatical y mnemotécnicamente como el otro estilo, sino que pierde su personalidad aparte, de estilo, con todas sus especialidades y su altiva individualidad para ser la vida misma.

El nuevo estilo ha dejado de ser óptico o corazonado, y sin sedimento religioso alguno, compromete la complejidad del ser en un orgasmo.

Contra el bizantinismo que ha inspirado siempre al estilo, contra las falsas ideas prosopopéyicas de Buffon; sobre él, Bernard Shaw ha dicho que “el estilo es tener que decir algo” (…)

Bien está el espíritu de reacción que anima la genialidad de Shaw contra la vida desconceptuada y desposeída de ideas. (…)

Al estilo no ha de notársele.


2 comentarios:

Gerana Damulakis dijo...

Quando se coloca regras na arte, ela (a arte) deixa de ser, torna-se algo mecânico e, por consequência, gera a mesmice, todos seguindo as tais regras.
Daí que os escritores que atravessam o tempo são os inovadores, como bem dizia Ezra Pound.

Lisarda dijo...

Gerana, concuerdo totalmente.Y cuando supuestamente hay menos reglas, los epígonos se encargan de formularlas.