viernes, 10 de abril de 2009

Sor Juana, Sonetos




















Sor Juana, Sonetos

En que da moral censura a una rosa,

y en ella, a sus semejantes


Rosa divina que en gentil cultura

eres, con tu fragante sutileza,

magisterio purpúreo en la belleza,

enseñanza nevada a la hermosura.

Amago de la humana arquitectura,

ejemplo de la vana gentileza,

en cuyo ser unió naturaleza

la cuna alegre y triste sepultura.

¡Cuán altiva en tu pompa, presumida,

soberbia el riesgo de morir desdeñas,

y luego desmayada y encogida

de tu caduco ser das mustias señas;

con que , con docta muerte y necia vida

viviendo engañas y muriendo enseñas!


Miró Celia una rosa que en el prado


Miró Celia una rosa que en el prado

ostentaba feliz la pompa vana

y con afeites de carmín y grana

bañaba alegre el rostro delicado;

y dijo: - Goza, sin temor del hado,

el curso breve de tu edad lozana,

pues no podrá la muerte de mañana

quitarte lo que hubieres hoy gozado;

y aunque llega la muerte presurosa

y tu fragante vida se te aleja,

no sientas el morir tan bella y moza:

mira que la experiencia te aconseja

que es fortuna morirte siendo hermosa

y no ver el ultraje de ser vieja.


Jocoso



Señora doña rosa, hermoso amago

de cuantas flores miran sol y luna

¿cómo si es dama ya, se está en la cuna

y si es divina, teme humano estrago?

¿Cómo expuesta del cierzo al rigor vago

teme humilde el desdén de la fortuna

mendigando alimentos importuna

del turbio humor de un cenagoso lago?

Bien sé que ha de decirme que el respeto

le pierdo con mi mal limada prosa;

pues a fe que me he visto en harto aprieto

y advierta vuesarced, señora rosa,

que le escribo nomás este soneto

porque todo poeta aquí se roza


A su retrato


Este que ves, engaño colorido,

que del arte ostentando los rigores

con falsos silogismos de colores

es cauteloso engaño del sentido;

éste en quien la lisonja ha pretendido

excusar de los años los horrores

y venciendo del tiempo los rigores

triunfar de la vejez y del olvido,

es un vano artificio del cuidado,

es una flor al viento delicada,

es un resguardo inútil para el hado:

es una necia diligencia errada,

es un afán caduco y, bien mirado,

es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.


A la incomprensión mundana


En perseguirme mundo ¿qué interesas?

¿En qué te ofendo cuando sólo intento

poner bellezas en mi entendimiento

y no mi entendimiento en las bellezas?

Yo no estimo tesoros ni riquezas;

y así, siempre me causa más contento

poner riquezas en mi pensamiento

que no mi pensamiento en las riquezas.

Y no estimo hermosura que, vencida,

es despojo civil de las edades,

ni riqueza me agrada fementida,

teniendo por mejor, en mis verdades,

consumir vanidades de la vida

que consumir la vida en vanidades.


Que contiene una fantasía contenta

con amor decente

Detente, sombra de mi bien esquivo,

imagen del hechizo que más quiero,

bella ilusión por quien alegre muero,

dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,

sirve mi pecho de obediente acero,

¿para qué me enamoras lisonjero,

si has de burlarme, luego, fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,

de que triunfe de mí tu tiranía:

que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,

poco importa burlar brazos y pecho

si te labra prisión mi fantasía.

Al que ingrato me deja, busco amante

Al que ingrato me deja, busco amante;

al que amante me sigue, dejo ingrata;

constante adoro a quien mi amor maltrata;

maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante,

y soy diamante al que de amor me trata;

triunfante quiero ver al que me mata,

y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;

si ruego a aquél, mi pundonor enojo;

de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo, por mejor partido escojo

de quien no quiero, ser violento empleo,

que de quien no me quiere, vil despojo.

Continúa el mismo asunto

y aun le expresa con más viva elegancia

Feliciano me adora y le aborrezco;

Lisardo me aborrece y yo le adoro;

por quien no me apetece ingrato, lloro,

y al que me llora tierno, no apetezco.

A quien más me desdora, el alma ofrezco;

a quien me ofrece víctimas, desdoro;

desprecio al que enriquece mi decoro,

y al que le hace desprecios, enriquezco.

Si con mi ofensa al uno reconvengo,

me reconviene el otro a mí, ofendido;

y a padecer de todos modos vengo,

pues ambos atormentan mi sentido:

aquéste, con pedir lo que no tengo;

y aquél, con no tener lo que le pido

Resuelve la cuestión de cuál sea pesar

más molesto en encontradas correspondencias,

amar o aborrecer

Que no me quiera Fabio , al verse amado,

es dolor sin igual en mi sentido;

mas que me quiera Silvio, aborrecido,

es menor mal, mas no menos enfado.

¿Qué sufrimiento no estará cansado

si siempre le resuenan al oído

tras la vana arrogancia de un querido

el cansado gemir de un desdeñado?

Si de Silvio me cansa el rendimiento,

a Fabio canso con estar rendida;

si de éste busco el agradecimiento

a mí me busca el otro agradecida:

por activa y pasiva es mi tormento,

pues padezco en querer y en ser querida.


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