
Dos poetas se encuentran sin conocerse en una librería. Uno revisa los libros de Borges, mientras el otro busca en los anaqueles algún indicio de Brodsky. Al observarlos, el vendedor piensa si ellos son los ladrones que no ha podido sorprender. De reojo, mientras cuenta el dinero del día, fingiendo leer un libro abierto, el vendedor mira atento y malhumorado. Quiere decir algo para descubrir sus torcidas intenciones. Incluso cree observar ciertos códigos entre ellos, pero no les replica nada. En el fondo es una buena persona gastada con los años, a lo que suma una cantidad de hojas en las que ya no cree. Los poetas continúan su cacería nocturna; se reconocen por lo que buscan, porque saben que no existe lector de poesía que no escriba. Pasan silentes uno al lado del otro, hurgando mutuamente en secreto sus libros, aunque saben también que es inútil hablar, porque de la poesía no se habla sin decir al mismo tiempo una trivialidad.
(Fuente:Cortometrajes, plaqueta publicada por la Editorial Fuga en Valparaíso, Chile, en 2008)
Jorge Polanco Salinas (1977) es un poeta y crítico doblemente porteño, ya que, afincado en Valparaíso, no le son extrañas las calles, librerías y cafés de Buenos Aires. El texto que hoy presentamos parece continuar su conversación:franca, sutil,y con un pie en la filosofía. Ojalá vuelva en este año.