martes, 30 de marzo de 2010

Borges, Los cuatro ciclos

Cuatro son las historias. Una, la más antigua, es la de una fuerte ciudad que cercan y defienden hombres valientes. Los defensores saben que la ciudad será entregada al hierro y al fuego y que su batalla es inútil; el más famoso de los agresores, Aquiles, sabe que su destino es morir antes de la victoria. Los siglos fueron agregando elementos de magia. Se dijo que Helena de Troya, por la cual los ejércitos murieron, era una hermosa nube, una sombra; se dijo que el gran caballo griego en el que se ocultaron los griegos, era también una apariencia. Homero no habrá sido el primer poeta que refirió la fábula; alguien, en el siglo catorce, dejó esta línea que anda por mi memoria: The borgh brittened and brent to bones and ashes*. Dante Daniel Rosetti, imaginaría que la suerte de Troya quedó sellada en aquel instante en
que Paris arde en amor de Helena; Yeats elegirá el instante en que se confunden Leda y el cisne que era un dios.

Otra, que se vincula a la primera, es la del regreso. El de Ulises, que, al cabo de diez años de errar por mares peligrosos y de demorarse en islas de encantamiento, vuelve a su Itaca; el de las divinidades del Norte que, una vez destruida la tierra, la ven surgir del mar, verde y lúcida, y hallan perdidas en el césped las piezas de ajedrez con que antes jugaron.

La tercera historia es la de una busca. Podemos ver en ella una variación de la forma anterior. Jasón y el Vellocino; los treinta pájaros del persa, que cruzan mares y montañas y ven la cara de su Dios, el Simurgh, que es cada uno de ellos y todos. En el pasado toda empresa era venturosa. Alguien robaba, al fin, las prohibidas manzanas de oro; alguien, al fin, merecía la conquista de Grial, Ahora, la busca está condenada al fracaso. El capitán Ahab da con la ballena y la ballena lo deshace; los héroes de James o de Kafka sólo pueden esperar la derrota. Somos tan pobres de valor y de fe, que ya el happy- ending no es otra cosa que un halago industrial. No podemos creer en el cielo, pero sí en el infierno.

La última historia es la del sacrificio de un dios. Attis, en Frigia, se mutila y se mata; Odín, sacrificando a Odín, Él mismo a Sí mismo, pende del árbol nueve noches enteras y es herido de lanza; Cristo es crucificado por los romanos.
Cuatro son las historias. Durante el tiempo que nos queda seguiremos narrándolas, transformadas.

3 comentarios:

Gerana Damulakis dijo...

É isso mesmo: durante o tempo que temos, seguiremos narrando e transformando as 4 histórias.

Lisarda dijo...

¿Qué sintesis, né? Y esta frase-
"Somos tan pobres de valor y de fe, que ya el happy- ending no es otra cosa que un halago industrial. No podemos creer en el cielo, pero sí en el infierno."
-vale por todo. En 4 renglones cabe lo que a Baudrillard le llevaría demostrar en un libro.

Patricia Rocha dijo...

Hola Ig,
¿Cuatro ciclos? Me suena a la Tercera Ola.
De hecho los mitos siempre serán más o menos universales porque representan lo inexplicable. Cuando pienso en el lider milenarista de la mitología católica, el contexto en el que se convirtió en rey de los ebreos, o el viaje de Ulises, que vivo en carne propia y me esta costando mucho psicoanálisis, pienso en la universalidad del pensamiento primigenio humano. Tengo miedo de terminar pensando como Lévi Strauss.
No creo en el progreso positivista de la humanidad, pero tampoco en que repetiremos continuamente 4 ciclos o 3 olas. La Historia es guapa porque es retorcida. Quizás sea el momento de dar una voltereta, repartir recursos y cambiar la historia/sistema conservando, ¿por qué no?, estos maravillosos mitos.
Ojo digo sólo conservándolos. La fe es un don, se tiene o no, generalmente viene acompañada de una doctrina poco o nada científica y lo que esta claro es que si no se tiene fe hay que reforzar los valores y principios políticamente correctos (que aburrida soy por favor, no puedo creer en el infierno, aunque lo vea cada día, porque tampoco veo cielo)
¿Va por aquí la cosa? es que a mis 40 a veces pienso que tengo dificultad de entendimiento y más aún cuando se trata de otro lenguaje que no sea el socioantropologico.