viernes, 30 de julio de 2010
San Agustín, Cómo también la memoria se acuerda del olvido
Pero ¿qué diremos que sucede cuando nombro el olvido, con conocimiento de lo que nombro? Porque no pudiera conocer bien el olvido sino acordándome de él. No hablo del sonido de esta palabra olvido, sino de la cosa significada, la cual, si yo la hubiera olvidado, es cierto que no pudiera saber lo que vale o significa aquella voz. Resulta, pues, que cuando hago mención de la memoria, la misma memoria inmediatamente por sí misma se ofrece y se presenta a sí misma; pero cuando menciono al olvido, se hacen presentes y se ofrecen luego la memoria y el olvido: la memoria, con la cual me acuerdo y menciono al olvido, y el olvido, que es la cosa de que me acuerdo y que menciono.
Pero ¿qué es el olvido sino una falta o privación de la memoria? ¿Y cómo esa privación de memoria está presente para que me acuerde de ella, si no es posible que me acuerde mientras subsista esa privación o falta de memoria? Siendo, pues, cierto que aquello de que nos acordamos lo tenemos en la memoria, y que si no nos acordásemos del olvido, no sería posible que entendiésemos lo que se significa con esta palabra olvido, cuando la oímos pronunciar, se infiere necesariamente que tenemos al olvido en la memoria.
No se pudiera inferir de aquí que, cuando nos acordamos del olvido, no está él por sí mismo en nuestra memoria, sino mediante su imagen que le representa; porque si fuera el mismo olvido el que allí se representa en su ser propio, no haría que nos acordásemos, sino todo lo contrario. ¿Y quién alcanzará perfectamente ni podrá comprender cómo esto sea?
Yo confieso, Señor, que hallo aquí bastante dificultad y la experimento en mí mismo, pues me cuesta mucho trabajo el entenderme a mí mismo. No intento ahora averiguar las regiones en que se divide el cielo, ni medir lo que distan entre sí los astros, ni entender el equilibrio de la tierra, sino saber lo que soy yo mismo; pues yo, según que soy alma, soy el que me acuerdo y tengo memoria. No es de admirar que no alcance ni llegue a entender todo aquello que se distingue de mí. Pero ¿qué cosa puede haber más cerca de mí que yo? Con todo eso no puedo acabar de entender lo que pasa en mi memoria, que es parte de mi ser, y sin ella no fuera todo lo que soy.
Pues ¿qué es lo que tengo de decir cuando me consta con certeza que yo mismo me acuerdo de mi olvido? ¿Por ventura he de decir que no está en mi memoria aquello de que me acuerdo, o bien que, para no olvidarme está el olvido en mi memoria? Lo uno y lo otro es un absurdo muy grande. Veamos, pues, lo tercero que antes insinué. ¿Cómo he de decir y asegurar por cierto que, cuando hago memoria del olvido, no es el olvido mismo, sino una imagen suya la que está y se presenta en mi memoria? ¿Cómo, pues, tengo de decir esto, cuando por otra parte sabemos que para imprimirse en la memoria la imagen de cualquier cosa es necesario que antes esté presente aquella cosa misma, de la cual pueda quedar la imagen impresa en la memoria? Porque así sucede para acordarme de la ciudad de Cartago, así me acuerdo de los lugares en que he estado, así de los rostros humanos que he visto y de las cosas que se dan a conocer por los demás sentidas, y así, finalmente, es como me acuerdo de la salud o del dolor del mismo cuerpo.
Cuando estas cosas estuvieron presentes, cogió de ellas la memoria unas imágenes que pudiese yo después mirar y tener presentes, y usar de ellas en lo interior de mi alma, cuando tuviese que acordarme de aquellas cosas, aunque ausentes. Luego, si el olvido, no por sí mismo, sino por medio de una imagen suya, se tiene en la memoria, es necesario que antes estuviese el mismo olvido presente, para que se quedase en la memoria su imagen. Cuando estaba presente el mismo olvido, ¿cómo podía delinear en mi memoria su imagen cuando aun aquello que encuentra ya delineado lo borra con su presencia el olvido? No obstante, de cualquier modo que esto suceda, y aunque este modo con que el olvido está presente a la memoria no pueda comprenderse ni explicarse, estoy muy cierto de que me acuerdo aun del mismo olvido, aunque él es el que quita de nuestra memoria las especies o imágenes que para acordarnos teníamos en ella.
San Agustín, Cómo la memoria es tan reflexiva que con ella nos acordamos de habernos acordado
Conservo todas estas cosas en mi memoria, como también los diferentes medios y modos con que las aprendí, lo propio que muchas objeciones y argumentos falsos que he visto proponer en las disputas contra estas verdades; y aunque las dichas objeciones son falsas, no lo es que me acuerdo de ellas, ni que hice discernimiento entre la verdad de aquellas tesis y la falsedad de estas objeciones, lo que tengo muy presente. Además de esto, veo en mi memoria que el discernimiento y juicio que ahora formo de estas cosas es diferente del que me acuerdo haber hecho antes, muchas veces que he pensado en ellas; también me acuerdo de que he entendido estas cosas diferentes veces, y que ahora las percibo y entiendo, lo guardo en mi memoria para acordarme después de que las entiendo ahora. Conque también recuerdo que me he acordado, y si después me acuerdo de que ahora he podido acordarme de estas cosas, sin duda que será un acto reflejo de la virtud o facultad de la memoria.
San Agustín, Del lugar que tienen en la memoria las ciencias matemáticas
Contiene también la memoria, además de lo referido, innumerables reglas, razones y leyes acerca de los números y dimensiones de la cantidad, que no las ha recibido ni adquirido por ninguno de los sentidos del cuerpo; por cuanto no son ellas de color alguno, ni suenan, ni huelen, ni se gustan, ni se palpan. Es verdad que cuando se habla o se disputa de ellas, oigo los sonidos de las voces o palabras con que estas mismas ciencias y sus leyes y reglas se significan, pero aquellos sonidos son una cosa y éstas cosa muy distinta. Porque aquéllas suenan de un modo en latín y de otro modo en griego, pero dichas ciencias ni son griegas ni latinas, ni de otro algún determinado idioma.
También es cierto que he visto por mis ojos aquellas líneas con que trazan los arquitectos sus obras, no obstante ser tan delicadas y sutiles como el hilo de la araña; pero aquéllas que yo tengo en mi interior son muy diferentes de éstas, pues no son imágenes de las líneas que me mostraron mis ojos; sólo conoce bien qué líneas son aquéllas el que, cuando las contempla y examina, prescinde de todo lo que es cuerpo.
Es no menos cierto que por medio de los sentidos de mi cuerpo han entrado en mi interior las imágenes de los números que exteriormente contamos, pero aquéllos con que contamos a esotros son muy distintos de éstos, y tampoco son imágenes de estos números y, por tanto, su ser es más constante y más cierto.
jueves, 29 de julio de 2010
miércoles, 28 de julio de 2010
martes, 27 de julio de 2010
San Agustín, Qué cosa sea aprender, hablando de las verdades que hallamos en nosotros mismos
De lo dicho resulta que aprender estas cosas, cuyas imágenes no hemos recibido por los sentidos, sino que son imágenes, e inmediatamente como ellas son en sí las vemos dentro de nosotros mismos, no es otra cosa que recoger y juntar con el pensamiento aquellas especies que estaban dispersas y sin orden en nuestra memoria; y además de eso, procurar, con reflexión y advertencia, que esas mismas verdades que antes estaban allí dispersas, arrinconadas escondidas, de allí en adelante estén como puestas a mano en la misma memoria, y se presenten fácil y prontamente luego que quisiéramos valernos de ellas.
¿Cuán grande multitud de especies de esta clase tiene mi memoria, que al presente están juntas y ordenadas, y que, como tengo dicho las tengo en la mano para poder usarlas, y comúnmente se dice que las hemos estudiado y aprendido? Pues estas mismas cosas, si de cuando en cuando no se vuelven a repetir y repasar, de tal manera se hunden otra vez y se van como resbalando hasta los senos más profundos y escondidos, que es menester nuevamente irlas buscando y sacando de allí mismo (porque ellas no tienen otro lugar donde irse), como si fueran nuevas y nunca sabidas, y recogerlas y ponerlas juntas otra vez para que pueden saberse. Esto mismo da a entender la palabra latina cogitare, que significa pensar, pero en su raíz (que es cogo, de donde sale el frecuentativo cogito) significa recoger y juntar; y así pensar es lo mismo que juntar y unir las especies que estaban en la memoria dispersas. Este verbo ya no se usa propiamente en la significación de juntar cualesquiera cosas que están dispersas en otra parte, sino solamente para significar las que se recogen y juntan en el alma, que propiamente en latín se dice cogitare.San Agustín, Las ciencias no entran en la memoria por ministerio de los sentidos, sino que salen de otro seno más profundo de ella
Cuando oigo decir a alguno que acerca de cualquiera cosa se pueden hacer tres distintas cuestiones, a saber: Si ella es, qué ser tiene y qué tal es; es cierto que conservo en mi memoria las imágenes de los sonidos con que se formaron y pronunciaron estas palabras; también sé que los tales sonidos, pasando por los aires, se disiparon y desvanecieron enteramente, de modo que ya no existen; pero las cosas significadas por aquellas voces no pude tocarlas ni percibirlas por algunos de mis sentidos corporales, ni tampoco las vi en parte alguna, sino en mi alma: yo guardé en mi memoria, no las imágenes de aquellas cosas, sino a ellas mismas; mas por dónde entraron en mi alma, ellas solamente lo han de decir, si pueden.
Por más que recorra y examine bien todas las puertas de mis sentidos, no encuentro por cuál de ellas puedan haber entrado, porque los ojos dicen: Si tienen algún color, nosotros fuimos los que dimos noticia de ellas; los oídos dicen: Si hicieron algún sonido, nosotros te las mostramos; el olfato dice: Si fueron olorosas, por aquí solamente habrán pasado. También el sentido del gusto dice: Si no tienen algún sabor, no hay que preguntarme a mí; el tacto dice: Si no es alguna cosa corpulenta, yo no he podido tocarla; si no la he tocado, tampoco puedo dar noticia de ella.
¿De dónde, pues, han venido estas ciencias y por dónde han entrado en mi memoria? Lo ignoro, porque cuando las aprendí, no fue dando crédito a lo que otros me dijeron, sino que yo mismo las descubrí en mi alma desde luego y, habiéndolas aprobado como verdaderas, las encomendé a la memoria, como depositándolas allí para volverlas a sacar cuando quisiese. Luego estaban dentro de mi alma aun antes de que yo las aprendiese, pero todavía no estaban en mi memoria. Pues ¿dónde estaban? Y si no, ¿por qué las reconocí luego que me hablaron de ellas y por qué dije: Esto es así, esto es verdad, sino porque ya estaban en mi memoria, aunque tan escondidas y encerradas en sus senos profundísimos y ocultísimos, que si alguno no las excitara ni me hubiera hablado de ellas, puede ser que jamás se me hubieran ofrecido al pensamiento?
lunes, 26 de julio de 2010
Queen, Those were the days of our lives
Uno de los más intimistas videos de Queen, con un Freddie Mercury ya desmejorado y sin embargo en la plenitud de su talento. Y una canción que, de la devastación del pasado, rescata una sola cosa verdadera:el amor que aún persiste y que es el único lazo entre el ayer y el presente.
Those were the days of our lives pertenece a Innuendo, el último álbum que editó Queen con la presencia del inolvidable Frederick Bulsara.
domingo, 25 de julio de 2010
San Agustín, Del lugar que tienen en la memoria las ciencias
Pero no son solas éstas las cosas que se encierran en la inmensa capacidad de mi memoria, pues también están allí como apartadas en un lugar más profundo (aunque propiamente no es lugar) todas las cosas que he aprendido de las artes liberales, si no se han olvidado; y conservo allí guardadas, no las imágenes de estas cosas, sino las cosas mismas. Porque lo que sé de la gramática, de la lógica y de la retórica no está de tal modo en mi memoria que dentro de ella estén las imágenes de las ciencias, y éstas se quedasen fuera. Porque esto no es una cosa que sonó y pasó, como la voz que sonó en los oídos y pasó dejando un rastro o señal de sí, que nos acordamos de ella como si sonara, cuando ya no suena; ni como un olor, que según ya pasando y esparciéndose por el aire, mueve al olfato, desde donde envía a la memoria una imagen suya, la cual tenemos presente cuando nos acordamos del olor; ni tampoco como el manjar, que estando en el estómago verdaderamente no tiene ya sabor, pero parece lo tiene en la memoria; ni como lo que se siente por medio del tacto, lo cual, aunque esté distante, queda en la memoria su imagen, que nos lo representa. Todas estas cosas no entran en la memoria, según el ser que tienen en sí mismas, sino solamente como unas imágenes suyas, que con maravillosa facilidad y presteza se forman y se depositan en aquellos senos como en celdillas admirables que tiene la memoria, de donde también maravillosamente vuelven a salir cuando uno las recuerda.
viernes, 23 de julio de 2010
San Agustín, De la admirable virtud y facultad de la memoria
Nota de Lisarda- Con éste, iniciamos una serie de posteos dedicados a la memoria. Nada mejor, nos parece, que comenzar con el iniciador, en Occidente, del género confesional.
San Agustín en sus Confesiones cuenta detalladamente su vida previa a la conversión al cristianismo, sus debates con los sofistas de su tiempo, su estudio de la retórica, y su temprana inquietud filosófica.
Pero al plantear el tema de la bienaventuranza- equivalente cristiano de la eudaimonía o felicidad de los griegos- San Agustín dedica interesantísimos capítulos a la memoria que están llenos de inteligencia, penetración psicológica y poesía en la expresión. Y como un eco de los diálogos platónicos, San Agustín va sembrando preguntas a cada paso: para sí mismo y para el lector.
Entre los 2o-28 años tuve la suerte de asistir a los cursos que dictaba el filósofo esloveno-argentino Emilio (castellanización de Milan) Komar No fui su discípulo, pero seguía atentamente el desarrollo de sus temas y recuerdo perfectamente la admiración que despertó en mí por la obra de San Agustín. A su memoria están dedicados estos posteos que siguen. ***
Continuando, pues, en servirme de las potencias de mi alma, como de una escala de diversos grados para subir por ellos hasta mi Creador, y pasando más arriba de lo sensitivo, vengo a dar en el anchuroso campo y espaciosa jurisdicción de mi memoria, donde se guarda el tesoro de innumerables imágenes de todos los objetos que de cualquier modo sean sensibles, las cuales han pasado al depósito de la memoria por la aduana de los sentidos. Además de estas imágenes, se guardan allí todos los pensamientos, discursos y reflexiones que hacemos, ya aumentando, ya disminuyendo, ya variando de otro modo aquellas mismas cosas que fueron el objeto de nuestros sentidos; y en fin, allí se guardan cualesquiera especies, que por diversos caminos se han confiado y depositado en la memoria, si todavía no las ha deshecho y sepultado el olvido.
Cuando mi alma se ha de servir de esta potencia pide que se le presenten todas las imágenes que quiere considerar; algunas se le presentan inmediatamente, pero otras hay que buscarlas más despacio, como si fuese menester sacarlas de unos senos más retirados y ocultos. Otras suelen salir amontonadas y de tropel; y aunque no sean aquéllas las especies que entonces se pedían y buscaban, ellas se ponen delante, como diciendo: ¿Por ventura somos nosotras las que buscáis? Yo las aparto de la vista y aspecto de mi memoria con la mano y entendimiento, hasta que se descubra lo que busco y acabe de dejarse ver, saliendo de aquellos senos donde estaba escondido. También hay otras que se presentan fácilmente y con el mismo orden con que se las va llamando; entonces las primeras ceden su lugar a las que siguen, y cediéndolo, vuelven a guardarse. Todo esto sucede verdaderamente cuando digo alguna cosa de memoria.
Allí están guardadas con orden y distinción todas las cosas, y según el órgano o conducto por donde ha entrado cada una de ellas, como, por ejemplo, la luz y todos los colores, la figura y hermosura de los cuerpos, por los ojos; todos los géneros y especies que hay de sonidos y voces, por los oídos; todos los olores, por el órgano del olfato; todos los sabores, por el gusto; y finalmente, por el sentido del tacto, que se extiende generalmente por todo el cuerpo, todas las especies de que es duro o blando, caliente o frío, suave o áspero, pesado o ligero, ya sean estas cosas exteriores, ya interiores al cuerpo. Esta capacísima aula de la memoria recibe, en no sé qué secretos e inexplicables senos que tiene, todas estas cosas, que por las diferentes puertas de los sentidos entran en la memoria y en ella se depositan y guardan, de modo que puedan volver a descubrirse y presentarse cuando fuere necesario.
Pero no entran allí estas mismas cosas materiales, sino que unas imágenes que representan esas mismas cosas sensibles son las que se ofrecen y presentan al pensamiento cuando sucede que uno se acuerda de ellas. Mas ¿quién sabe ni podrá decir cómo fueron formadas estas especies o imágenes, no obstante que claramente consta por qué sentidos fueron atraídas y guardadas allí dentro?
Porque aun cuando estoy a oscuras y en silencio, si yo quiero, saco en mi memoria varios colores y hago distinción entre lo blanco y lo negro, y entre los demás colores que quiero; y los ruidos o sonidos no se presentan entonces ni perturban lo que estoy considerando, y que ha entrado por los ojos; siendo así que también los sonidos están allí, aunque puestos como separadamente y escondidos. Porque también, si me agrada, pido que salgan ellos, y al instante se me presentan; y entonces, sin mover la lengua y callando la garganta, canto en mi interior todo lo que quiero. Y no obstante que están allí también las dichas imágenes de los colores, no se mezclan con estotras, ni sirven de estorbo cuando se está disfrutando aquel otro depósito de imágenes que entraron por los oídos.
Del mismo modo recuerdo a mis solas, cuando quiero, todas las demás cosas, cuyas imágenes entraron a juntarse en la memoria por los otros sentidos; y sin oler cosa alguna, discierno entre el olor de los lirios y de las violetas; y sin valerme del gusto ni del tacto, sino solamente repasando las especies que enviaron a mi memoria estos sentidos, prefiero la dulzura de la miel a la del arrope, y lo que es suave a lo que es áspero.
Todo esto lo ejecuto dentro de la gran aula de mi memoria. Allí se me presentan el cielo, la tierra, el mar y todas las cosas que mis sentidos han podido percibir en ellos, excepto las que ya se me hayan olvidado. Allí también me encuentro yo a mí mismo, me acuerdo de mí y de lo que hice, y en qué tiempo y en qué lugar lo hice, y en qué disposición y circunstancias me hallaba cuando lo hice. Allí se hallan finalmente todas las cosas de que me acuerdo, ya sean las que he sabido por experiencia propia, ya las que he creído por relación ajena. A todas estas imágenes añado yo mismo una innumerable multitud de otras, que formo sobre las cosas que he experimentado, o que fundado sobre éstas he creído por diversos modos, y son las semejanzas y respectos que todas ellas dicen entre sí y esas otras. Además de esto, se han de añadir las ilaciones que hago de todas estas especies, como las acciones futuras, los sucesos venideros y las esperanzas; todo lo cual lo considero y miro en la memoria como presente, sin salir de aquel capacísimo seno de mi alma, lleno de tantas imágenes de tan diversas cosas. Y suelo decirme a mí mismo: Yo he de hacer esto o aquello, y de aquí se seguirá esto o lo otro. ¡Ojalá que sucediera tal o tal cosa! ¡No quiera Dios que esto o aquello suceda! Todo esto lo digo en mi interior y, cuando lo digo, salen de aquel tesoro de mi memoria y se me presentan las imágenes de todas las cosas que digo; y nada de eso pudiera decir si aquellas imágenes no se me presentaran.
Grande es, Dios mío, esta virtud y facultad de la memoria; grandísima es y de una extensión y capacidad que no se le halla fin. ¿Quién ha llegado al término de su profundidad? Pues ella es una facultad y potencia de mi alma y pertenece a mi naturaleza; y no obstante, yo mismo no acabo de entender todo lo que soy. Pues qué, ¿el alma no tiene bastante capacidad para que quepa en ella todo su propio ser? ¿Y dónde ha de quedarse aquello que de su ser no cabe dentro de ella misma? ¿Acaso ha de estar fuera de ella y no en ella misma? Pues ¿cómo puede ser verdad que no se entienda ni comprenda toda a sí misma?
Esto me causa grande admiración y me tiene atónito y pasmado, Los hombres por lo común se admiran de ver la altura de los montes, las grandes olas del mar, las anchurosas corrientes de los ríos, la latitud inmensa del océano, el curso de los astros, y se olvidan de lo mucho que tienen que admirar en sí mismos. No admiran ellos que cuando yo nombraba estas cosas que acabo de decir no las estaba viendo con mis ojos; y no obstante, era preciso, para nombrarlas, que interiormente viese en mi memoria los montes, las olas, los ríos y los astros, que son cosas que he visto, y el océano, de que otros me han informado; y que se me presentasen con tan grandes espacios y extensión como tienen en sí mismos, y como si los estuviera viendo con mis ojos. Tampoco cuando vi estas cosas se me introdujeron por los ojos ellas mismas; ni son ellas las que están dentro de mí en el depósito de mi memoria, sino solamente unas imágenes suyas; también sé y conozco clara y distintamente por cuál de los sentidos de mi cuerpo ha entrado cada una de ellas y la impresión que han hecho en mi memoria.
jueves, 22 de julio de 2010
Jorge Canese, Paloma blanca, paloma negra
¿PALOMA-PARÁ?
1. DESDE UN DUDOSO PAÍS. Desde un dudoso continente. Desde la galaxia más inexistente, entre lacayos y trompetas. Y lejos/muy lejos del trono de Dios Padre, me siento a-veces un simple ser humano que no sabe llorar; que no puede reír porque no nos miran ni los perros: porque estamos lejos y casi siempre es muy de noche.
2. PALOMA BLANCA. PALOMA NEGRA. Símbolo de paz que habitas las ciudades/las catedrales/los cementerios/las plazas y los grandes rascacielos. Vives en los mismos aleros. Ensucias las mismas estatuas. Nadie puede reprochar tu aguerrida visión cosmopolita, tu aclimatación al progreso, a los ómnibus, al cemento. Nadie podrá decir que no eres igualmente bella; igualmente blanca en las alturas, igualmente negra en los combates.
3. LOS DEMONIOS se turnaban obedientes. Subían y bajaban aparentemente sin lógica. Demonios precisos y hermosos, de esos que saben engordar la esperanza de los pobres. Demonios blancos y demonios rojizos como el fuego eterno que nos tienta y quema. Demonios espectrales y demonios carcelarios oscuros de amaneceres. Utopistas al fin y llenos de buenas intenciones.
4. PADRE: confieso que he pecado gravemente contra las leyes de Dios y de los hombres. He robado a mis vecinos. Les he sacado sus tierras. Les he quitado el pan de la boca a sus hijos. He violado a sus mujeres. He bombardeado canchas de fútbol y matado innecesariamente a sus hinchas indefensos. He jugado a tantos que ya no llevo cuenta. Los he enloquecido poco a poco, con mucho oficio. Por orden, padre: todo ha sido por orden superior. Bien, vete en paz hijo-de-puta: ego te absolvo in nomine patris et filii et spiritu santi, amen.
5. ME RECONFORTAN LOS RÍOS que tienen su fin preciso en ese milímetro fatal, ese minuto en que uno quiso dejar de ser lo que siempre fue y en el que se pierde lo que más se ama.
6. CUANDO TE CARCOMA LA DUDA y te veas al borde de todo; y te persigan los monstruos y los pájaros te picoteen los ojos: avísame. Cuando te veas solo, prisionero entre recuerdos, olvidos y hasta las ganas de hacer el amor hayas perdido: avísame. Toma el teléfono, disca mi número y si no estoy, deja el mensaje que ya me ocuparé de tus problemas.
7. YO SOY EL QUE SOY. El que es. El que aunque a veces no es, sigue siendo. Yo soy al que escupieron los perros. El que mendigó el cariño en los charcos. El que no supo qué hacer cuando tenía la verdad en la mano. El que se achicó cuando le apuntaron los chacales. El que se agrandó a la intemperie: al pedo y sin fundamento. Yo soy el que pasa. El que se expone al viento y a los tiroteos. Soy el infeliz que hurga y remueve en el meollo de las cosas. Soy el que quiere ser un santo cuando da un beso y el que se siente un mártir cuando el Espíritu Santo dice que concederá audiencia recién dentro de veinte años; o cuando le dicen sencillamente que no, porque ya es tarde.
8. AL BAJAR LOS PELDAÑOS DEL INFINITO me encontré con un paraíso abandonado: sin santos y sin vírgenes. Fui perdiendo amarras mar adentro y me topé con Dios que estaba igual que yo: perdido en la inmensidad celeste llorando penas de amor, soñando con el cielo que alguna vez (ambos) habíamos perdido.
9. EN ESTAS TIERRAS nadie sabe si la vida es corta o larga. Nadie pregunta si los astronautas saben hacer arroz con leche o muñecas de papel para sus hijos. El miedo corre y se extiende. Nadie sabe quién es Dios y quién su padre. Quién podría acuchillarlo en una mañana de rocío. Quién podría darle un beso. Quién amor. Quién un poco de esperanza. Ante el miedo las cosas siguen como son. Uno al final se queda con los mismos muertos. Sigue por las mismas calles. Insiste con el mismo corazón. Es el progreso y nadie duda que las cosas son así, simplemente de ese modo.
10. CUANDO NOS DIMOS CUENTA el miedo estaba metido entre nosotros y de igual a igual nos disputaba los momentos. Era ya muy tarde. Así nos fuimos adecuando, amoldando, acomodándonos a su estilo, a sus sanas exigencias. El político terminó de carpintero, el escritor de vendedor ambulante, los teatros se transformaron en quilombos y la universidad terminó siendo un gran queso comido por gusanos.
11. PERDIMOS LA SALUD y nos brotaron granos grandes como sandías a punto de estallar. La peste y sus acólitos nos minaron la sangre. Nos carcomieron los huesos. Nos infectaron irremediablemente el cerebro, el corazón de buena entraña. Perdimos la tierra. El agua. Perdimos el aire, el viento, la alegría. El fuego se nos fue apagando poco a poco, marchitándose ¡y hace tanto tiempo que no llueve!
12. APRENDÍ A CALLAR. A sonreír cuando era absolutamente necesario. A correr. A no sentir. A amar sin que se note. A comer sin placer. A olvidar pronto. A vivir solo. A pensar en los demás para no pensar en uno mismo y a rezar para no desesperarme. Porque a veces (aún a pesar de todo) a uno le entran ganas de vivir y como el monstruo sigue firme a nuestro lado, no nos queda más remedio que recurrir a la oración, al maratonismo y al silencio para seguir huyendo y temiendo; para no pensar que algún día las cosas puedan ser de otra manera.
13. SOMOS los que vivimos a pan y agua en los calabozos, entre las cucarachas y los locos de la cárcel modelo. En medio de los gritos, los golpes, los locros de carne podrida, la mugre, el miedo, la persecución y el olvido. Somos los que alguna vez soñamos no caer nunca presos. Ni que nos allanen la casa, nos separen de los hijos y nos ahuyenten los amigos; porque el temor corre más rápido que reguero de pólvora. Somos los que vivimos siempre con terror a que desentierren nuestra ficha, nuestro frondoso prontuario policial y otra vez vuelva a empezar la misma joda. Somos los que vivimos casi muertos, por si acaso. Para no hacernos vanas ilusiones. Para no soñar al pedo pensando que las cosas algún día cambiarán, que todo será aunque sea mínimamente diferente y que nosotros podremos sentirnos seres comunes y corrientes sin que nuestras casas estén marcadas y nuestro nombre suene siempre como una mala palabra. Somos los que aún estamos vivos. Los que salvamos el pellejo por suerte o por casualidad aquel día, en aquel patio, donde de todos modos algo nuestro quedó muerto y sepultado sin que se sacaran anuncios en los diarios.
14. A PESAR DE TODO adoro mi isla, mi prisión primitiva sin nada que nos obligue a pensar, sin tradiciones, sin dioses tutelares. Así, seguramente moriré feliz en este limbo, sin haber visto el mar, sin haber respirado nunca hondo ni saber lo que hubiéramos sido de otro modo.
15. QUILOMBO DE PALANGANAS Y LUCES DE COLORES. Andén oscuro de humores y recuerdos. El antiguo portón de dos viento era la entrada al paraíso. Piel morena bajo la ducha a la hora de la siesta, en medio de esos olores fuertes propios de los seres puros capaces de vivir más allá del amor y las nimiedades de este mundo. Empuñé el arma de la carne y me zambullí en esa guerra personal, imperfecta como toda escaramuza en este mundo de mierda. Amé la grosería, la suciedad, la enramada de jazmín y el tufo del verano. La guerra de las piernas. Las sospechosas luces verdes y las lujuriantes luces rojas. La muerte sentada en un rincón era un pariente más, un tío bonachón gozando de la vida.
16. NO SON NECESARIOS LOS RELOJES para que nos demos cuenta que ya son las cinco de la tarde y es tiempo nuevamente de pensar en los vampiros. En los espíritus malignos, en la peste que todo lo invade o en el pora que nadie sabe dónde está. Malgastamos la vida/el tiempo/el amor/el sueño esquivando el miedo. Tratando de evitarlo. Disfrazándolo. Diciendo que no existe. Inventando mil formas de matarlo, mil y un modos de huir, de escapar hacia los vértices, corriendo desesperadamente; alejándonos de un enemigo que está dentro de nosotros.
17. AQUÍ LOS MUERTOS llevan siempre la misma vestimenta, caminan por la calle, toman tereré, comen pan. Nadie cree en sí mismo. Los cementerios son fértiles como campos abonados con sangre. Casi siempre es difícil saber si uno está vivo todavía o si la muerte lo agarró desprevenido en calle Palma o a las tres de la mañana después del edicto, después del rastrillaje.
18. LAS VIUDAS TIENEN MIEDO. Las brujas tienen miedo. Las lloronas tienen miedo. Las amantes tienen miedo que el hotel-alojamiento se encuentre vigilado, que los besos tengan que pagar impuesto, que el contrabando de programas amorosos haga subir el pasaje y no el sueldo, que suba la carne, que ya no se pueda coger tan libremente como antes, que el señor ministro diga que la operación rastrillo continúa y que al final tengamos que morirnos de miedo sin remedio porque al país se le acabó la pila y no-va-más.
19. TODOS LOS DÍAS SE INAUGURAN CEMENTERIOS. Vivimos cavando sepulturas. El contrabando de lápidas y cajones está de última moda. Nadie quiere morirse sin un rezo, sin su panteón último modelo. Todo ingresa en forma clandestina. Todo es gringo; todo importado, menos el miedo que sigue siendo autóctono.
20. TENGO MUCHO MIEDO a caminar solo por la calle/por la vida sin poder mirar atrás por temor a darme cuenta de que no vamos al festín sino al barranco. Que nos mintieron cuando decían que Dios premia a los buenos y castiga a los malos. Que nos mentían cuando nos prometían un dulce. Que fuimos tontamente engañados cuando creímos en la virginidad de los santos y en la valentía como pasaporte al heroísmo.
21. ASÍ NOMÁS uno termina siendo el malo. El asesino en potencia. Un vendepatria asqueroso y vulgar. Un idiota útil porque no pensó en la sociedad establecida. Un imbécil porque se alejó de los cauces naturales y se fue a pensar a la orilla de un arroyo.
22. Y AUNQUE NADIE CREÍA YA EN EL PARAÍSO: llegó la primavera y ese septiembre fue más hermoso que en las telenovelas. Que las películas de los años treinta. Cuando al final de la metralla y los aplausos el señor octubre se puso en los balcones: empalidecieron los lagartos, se comieron toneladas de pastelitos sin relleno, las plantaciones de flores cubrieron el país/el continente y todos nos dejamos morir (felices de la vida) en medio del aroma agreste de las rosas.
23. ¿QUÉ SERÁ de las cucarachas amarillas en las noches de los martes, sin lunas que las consuelen, sin chocolate, sin países de mierda como el nuestro donde vivir, donde criar a sus hijos? ¿Qué será de las mariposas sin alas cuando ya no existan los rascacielos, cuando (por esas cosas de la vida) se nos ocurra partir el mundo con un cuchillo de pan y las lágrimas se derramen en el infinito sin remedio?
24. EL FINAL te alcanzará como a cualquiera y tu muerte no será especial ni tendrá pompas deslumbrantes. Ni flores. Ni vecinos curiosos. Ni velones de incienso. Ni mártires que lloren tu inutilidad, tu ineficiencia. Ni siquiera discursos. Ni lutos. Ni festejos patronales posteriores. Volverás al polvo imperceptiblemente. Sin que se note. Sin que nadie tome registro de tu último paseo. Sin que nadie caiga en el error de recordar tu historia.
25. ¿QUIÉN SOY YO PARA DECIRTE TANTAS COSAS? Ayer soñé otra vez con las moléculas, los cementerios, el viento norte y los exquisitos poros de tu piel. Eran los átomos del infinito queriéndome decir pequeñas cosas. Como que los besos son eso nada más. Y a veces no sabemos qué. Que las sonrisas, los ojos o los mordiscos son una forma de querernos. Una manera de decir que no sabemos lo que va a pasar mañana.
Ayer estuvimos con el maestro Jorge Canese en El Empujón del Diablo, junto con Marcelo Silva y Leónce Lupette. Nacido en 1947, Canese es uno de los nombres más innovadores de la poesía paraguaya.
Ha publicado: Más poesía (1977) Esperando el viento (1981) Paloma blanca, Paloma negra (1982)
Ahata ajú (1984) De gua´u (La gente no cambia) (1986) ¿Así-no-vale? (1987)Kantos del Akantilado (1987) Stroessner roto (1989) Alegrías del purgatorio (1989) Papeles de Lucy-fer (1992) Indios-go-home (1994) Accidentes en la vía húmeda (1994) En el país de las Mujeres (1995) Apología a una silla de ruedas (1995) Amor puro y sin-cero (1997) Los Halcones Rosados (1998) El idioma de los muertos (2000) El peligro de los cuadripléjicos (2000)
miércoles, 21 de julio de 2010
sábado, 17 de julio de 2010
Paul Auster, Confesiones ardientes
Intentamos limitar nuesro consumo de cigarrillos a cuatro o cinco por noche, y finalmente Sam se dejó crecer la barba otra vez. Después de todo, las hojas de afeitar eran casi un lujo y había que optar entre una cara suave para él o unas suaves piernas para mí. Ganaron las piernas por unanimidad.
De día o de noche se necesitaban luces para meterse en los archivos. Los libros estaban situados en una habitación central del edificio, y por ende no había ventanas en ninguna de las paredes. Como la luz eléctrica había sido cortada hacía mucho tiempo, no había otra opción que llevarse una luz propia.(...)De cualquier modo era discutible si la Biblioteca seguía siendo o no una biblioteca. El sistema de clasificación se había desorganizado por completo, y con tantos libros desaparecidos, era casi imposible encontrar el volumen que uno buscaba.(...) Juntaba todos los libros que podía entre los brazos y volvía coriendo arriba, a nuestra habitación. Gracias a los libros nos mantuvimos calientes todo el invierno; a falta de otro tipo de combustible, los quemábamos en la estufa de hiero para producir calor. Sé que parece horrible, pero no teníamos otra opción, había que escoger entre eso o morirnos de frío. Por supuesto, no se me escapaba la paradoja: todos esos meses trabajando en un libro y al mismo tiempo quemando tantos otros para mantenernos calientes.
(Fragmento de El país de las últimas cosas, 1987)
viernes, 16 de julio de 2010
jueves, 15 de julio de 2010
Roberto Piva, Un poeta solitario atraviesa la ciudad
“Piva define el momento. Un poeta con cara de niño atraviesa solitario la ciudad rompiendo un himen gigantesco. Poesía de sangre, que genera una flor en el sexo de la adolescencia. Visión de Piva, antropófago, São Paulo en la boca, madrugada en el diente, poesía en el estomago. Un poeta con cara de niño atraviesa la ciudad. Tirando la juventud.”
Thomaz Souto Corrêa
SP, Brasil 1963
“Suena el tambor / en el ritmo de las ofrendas sepulcrales / en el ritmo de la levitación alquímica / en el ritmo de la paranoia de Júpiter”. El poeta Roberto Piva murió en la ciudad de São Paulo, Brasil, la misma que lo vio nacer, el sábado 3 de julio de 2010 a los 72 años. Famoso por su libro “Paranoia” de 1963, Piva se encontraba internado desde mayo en el InCor (Instituto del Corazón). La causa de la muerte fue una falla múltiple de órganos debido a una insuficiencia renal. En este mundo de borregos se extrañará su presencia, el espíritu de la contracultura - aguado por el imperio del consumo, por la globalización de lo mismo, por el proceso de imbecilidad generalizada que asola y anestesia los corazones y mentes de las personas - sobrevive en la poesía de Roberto Piva. No solamente en su temática, el éxtasis de las drogas, el chamanismo o el homosexualismo que pueblan y son materia-prima de sus versos, herederos directos de la generación beatniks de 50 años atrás sino principalmente en la forma, un radical desmantelamiento de todas las convenciones. Piva fue contracultura también en su actitud, un poeta rebelde y transgresor.
Nacido el 5 de septiembre de 1937. Descendiente de un condenado a la hoguera, su infancia y juventud transcurrieron a caballo entre las esquinas malhabladas de su ciudad y las antiguas haciendas de su padre. Sus primeros textos salen a la luz en 1961, pero la publicación de su libro Paranoia en 1963 con referencias geográficas precisas, ilustradas por fotografías del artista plástico brasileño Wesley Duke Lee, lo convierte en abanderado de la más moderna poesía brasileña de su tiempo. Su vida fue una permanente insurrección contra todos los poderes y en su momento llegó a afirmar que “sólo creo en el poeta experimental que tiene una vida experimental”. Profeta iracundo, de ideas delirantes y escritura de reminiscencias surrealistas, que tiene la garganta llena de afrentas “Yo vi a los ángeles de Sodoma desgreñados y / violentos aniquilando a los mercaderes, / robando el sueño de las vírgenes, / creando palabras turbulentas. / Yo he visto a los ángeles de Sodoma inventando / la locura y el arrepentimiento de Dios”. Roberto Piva ganó fama con la publicación de “Paranoia” al retratar la capital paulista bajo la influencia del LSD, inspirado por el movimiento beatnik y por el surrealismo. Erudito, estudioso de la fauna y la flora brasileñas e iniciado en el chamanismo, extrae de estas vertientes su inspiración poética. Evidenciar el carácter erudito de su creación literaria puede evitar el tratamiento restringido dado a autores de la generación beat, dirigiendo el foco exclusivamente a sus viajes y libertinaje, sin observar sus lecturas y el modo como estas los impulsan hacia la aventura. En Piva, la presencia de otros autores - inclusive en epígrafes, citas, alusiones y menciones - no se reduce a la influencia o imitación de modelos. Hay un encuentro de muchas voces que se incorporan a una dicción personal. Y una línea evolutiva resultando en relaciones cada vez más complejas, desde los primeros poemas hasta Veinte poemas con Brócoli, Quizumba, Ciclones y Extrañas Señales de Saturno. Tomando la distinción de André Breton, entre signo ascendente y descendente, se observa que Piva se mueve en las dos direcciones. Están presentes en él tanto el objeto, erótico y grotesco, como lo lírico y apasionado, lo sublime y maravilloso. El autor hizo parte de la generación de escritores, como Hilda Hilst (1930-2004) y Claudio Willer (1940), descubiertos por el editor Massao Ohno (1936-2010), publicados en su antología de los novísimos, no había grito o poesía suelta en el aire que Massao Ohno no transformase en libro, responsable de la publicación y promoción de la gran mayoría de los poetas jóvenes brasileños desde mediados del siglo XX. “La verdad de los dioses / carnales como nosotros & lánguidos / no proveen de nada / sino del deseo iracundo del corazón partido por el amor”.
La obra poética de Roberto Piva es, tanto una respuesta franca, marginal y urbana al convulsivo Brasil, un intento personalísimo de comunión con las raíces afro-brasileñas. El despliegue erótico, la búsqueda premeditada del delirio y otros arrebatos, el ser iniciado en cultos chamánicos, son algunos elementos vivenciales presentes en su poesía, Roberto Piva entendió que la sacralidad es la única manera posible de salvación del mundo moderno, así como el culto a la erótica un componente de transgresión del deseo. Formado en sociología, durante algunos años ejerce la docencia, luego Roberto Piva renuncia para convertirse en productor de espectáculos de rock, otra manera de ejercer su crítica a la conducta depredatoria de la civilización actual. Publicó, entre otros, los libros: Paranoia, Piazzas, Abra os olhos e diga ah!, Coxas, 20 poemas com brócoli, Quizumba, Antologia poética, Ciclones, Um estrangeiro na legião y Estranhos sinais de Saturno. La poesía de Piva es predominantemente visceral, a veces sucia, como la ciudad que él contradictoriamente ama y odia. Pero al mismo tiempo es lírica y esta llena de metáforas. Como ocurre con la poesía de Allen Ginsberg y el cine de Pier Paolo Pasolini, dos gurús del escritor, la exaltación abierta y franca del deseo homosexual puede chocar a los desprevenidos, pues Piva es un enemigo de los eufemismos. Otro tema que no cambió en su poesía fue la relación chamánica del poeta con la naturaleza: “el arco-iris / es el collar del hechicero / que apaga el día / con la mano izquierda”. Uno de los motores de la poesía de Piva es el rescate de lo mágico y de lo sagrado de las fuerzas míticas de la naturaleza, una manera de actualizar la tradición dionisiaca y la transgresión sagrada del paganismo. Estudioso de Mircea Eliade, del candomblé y de los rituales indígenas brasileños, él hace de las palabras un instrumento del culto orixás (Xangó, Yemanjá y Oxum) y al mismo tiempo, para invocar al halcón, su animal chamánico, embebido por la ingestión de drogas alucinógenas. Otro elemento es su asociación con el surrealismo, que se expresa, sobre todo en la errancia lisérgica-sicodélica del poeta por las calles de una metrópolis apocalíptica. Muchos de sus poemas se basan en la traducción alucinada de la pesadilla urbana: “sobre los pavimentos desolados el firmamento esta distante como nunca”. Piva, además de utilizar el método paranoico-crítico de Salvador Dalí, se sumerge muchas veces en la intuición y en la libre asociación de imágenes e ideas, nunca liberadas de sentido, haciendo del absurdo una forma de agresión al conformismo y la apatía.
Piva emprendió una tentativa original de superar dicotomías entre lo simbólico y lo real, sueño y vida, lo imaginario y el mundo de las cosas; una realización de lo que Baudelaire había propuesto como Arte Filosófica: “Crear la magia sugestiva que contenga al mismo tiempo el objeto y el sujeto, el mundo exterior y al propio artista”. El título de uno de los manifiestos de Piva publicados en 1985, El siglo XXI me dará la razón, acabaría por anticipar la propia recepción de su obra. Piva promueve la unión de todos los contrarios, carne y espíritu, vida y obra, arcaico y contemporáneo, y rescata los estados primitivos del sueño y la locura. En un tiempo de versos inofensivos, su lectura a un tiempo agrede y agrada. Difícil olvidar a gente inconformada, en un mundo de mansos.
Jorge de Lima, panfletario del caos
Fue el día 31 de diciembre de 1961 que te comprendí Jorge de Lima
mientras caminaba por las plazas agitadas por la melancolía presente
en mi memoria devorada por el azul
supe descifrar tus juegos nocturnos
sin disfraz entre las flores
unísonos en tu cabeza de plata y ampliadas plantas
como tus ojos crecen en el paisaje Jorge de Lima y como tu boca
palpita en los bulevares oxidados por la niebla
una constelación de ceniza se desintegra en la contemplación inconsútil
de tu túnica
y un millón de luciérnagas que traen extraños tatuajes en el vientre
se despedazan contra los nidos de la Eternidad
es en este momento de agitación y agonía que te invoco gran alucinado
querido y extraño profesor del Caos sabiendo que tu nombre debe
estar como un talismán en los labios de todos los pequeños
Jorge de Lima: Médico, ensayista, profesor, historiador, político, traductor, novelista, pintor, escultor y poeta brasileño nacido en 1893 en la ciudad de União dos Palmares Estado de Alagoas y fallecido en Rio de Janeiro en 1953. Entre sus libros de poesía podemos mencionar: A Túnica Inconsútil (1938), Poemas Negros (1947), Invención de Orfeo (1952). Místico y visionario, Jorge de Lima, es admirado y venerado como gran maestro por poetas de diversas generaciones y estilos. Una obra cargada de ternura por el ser humano y de desenfrenado lirismo, que anticipó las principales cuestiones del siglo XX. (Nota del traductor)
Los ángeles de Sodoma
Yo vi a los ángeles de Sodoma escalando
un monte hasta el cielo y sus alas destruidas por el fuego
abanicaban el aire de la tarde.
Yo vi a los ángeles de Sodoma sembrando
prodigios para que la creación no
perdiera su ritmo de arpas.
Yo vi a los ángeles de Sodoma lamiendo
las heridas de los que murieron sin
alarde, de los suplicantes, de los suicidas
y de los jóvenes desaparecidos.
Yo vi a los ángeles de Sodoma, creciendo
con el fuego de sus bocas saltaban
medusas ciegas.
Yo vi a los ángeles de Sodoma desgreñados y
violentos aniquilando a los mercaderes,
robando el sueño de las vírgenes,
creando palabras turbulentas.
Yo he visto a los ángeles de Sodoma inventando
la locura y el arrepentimiento de Dios.
Federico García Lorca
Yo quería ser un ángel de Piero della Francesca
Beatriz apuñalada en un oscuro callejón
Dante tocando el piano en el crepúsculo
yo pienso en la vida reclamado soy por la contemplación
desconsolado miro el contorno de las cosas copulando en el caos
yo reclamo una leyenda instantánea para mi Mar Muerto
Tiempo y Espacio posan en mi antebrazo como un ídolo
hay un hueso cargando un dentadura
yo veo a Lautréamont en un sueño en las escaleras de Santa Cecília
él me espera en la plaza de Arouche en el hombro de la estatua de un santo
hoy por la mañana los árboles estaban en coma
mi amor escupía brazas en el trasero de los locos
había tinteros medallas esqueletos vidriados copos dalias
explotando en el culo ensangrentado de los huérfanos
niños visionarios arcángeles del suburbio entrañas en éxtasis alfileteados
en los urinarios atómicos
mi locura alcanza la extensión de una alameda
los árboles lanzan panfletos contra el cielo gris
Paranoia en Astrakan
Yo vi una linda ciudad cuyo nombre olvidé
donde ángeles sordos recorren las madrugadas tiñendo sus ojos con
lágrimas invulnerables
donde críos católicos ofrecen limones a pequeños paquidermos
que salen escondidos desde las tocas
donde adolescentes maravillosos cierran sus cerebros para los tejados
estériles e incendian internados
donde reconocidos nihilistas distribuyen pensamientos furiosos y tiran
la descarga sobre el mundo
donde un ángel de fuego ilumina los cementerios en fiesta y la noche
camina en su hálito
donde el sueño de verano me tomó por loco y decapité el otoño de su
última ventana
donde nuestro desprecio hizo nacer una luna inesperada en el horizonte
blanco
donde un espacio de manos rojas ilumina aquella fotografía de pez
oscureciendo la página
donde mariposas de zinc devoran las góticas varices de las venas del ano
de las beatas
donde las cartas reclaman drinks de emergencia para lindos tobillos
arañados
donde los muertos se fijan en la noche y aúllan por un puñado de débiles
plumas
donde la cabeza es una bola digiriendo los acuarios desordenados de la
imaginación
Leo Lobos (Santiago de Chile, 1966) es poeta, ensayista, traductor y artista visual. Laureado UNESCO- Aschberg de Literatura 2002. Realiza una residencia creativa en CAMAC, Centre d´Art Marnay Art Center en Marnay-sur-Seine, Francia los años 2002-2003 con apoyo Fondo Internacional para la Cultura y la Fundación francesa Frank Ténot. Ha realizado exposiciones de sus dibujos, pinturas y una residencia creativa los años 2003 hasta comienzos del 2006 en el centro de cultura Jardim das Artes en Cerquilho, SP, Brasil. Como traductor desde el portugués ha realizado versiones en castellano de autores como Roberto Piva, Hilda Hilst, Claudio Willer, Tanussi Cardoso, Helena Ortiz y José Castelo entre otros. Sus dibujos, poemas visuales y pinturas forman parte de colecciones privadas y publicas en Chile, México, Estados Unidos, Brasil, España y Francia. El 2003 recibe la beca artística del Fondo Nacional de la Cultura y las Artes del Ministerio de Educación de Chile y el 2008 la beca de creación para escritores profesionales del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile. Forma parte del equipo productor del V Encuentro Internacional de poetas CHILEPOESIA el año 2008 y 2009, uno de los principales festivales de poesía de Hispanoamérica. Trabaja en la actualidad como gestor y productor cultural en la Corporación Cultural de Peñalolén en Santiago de Chile.
Para conocer más la extensa e intensa labor de este creador aconsejamos visitar-además de Chile-las siguientes regiones: http://leolobos.blogspot.com/, http://leolobos.lalupe.com/ y la múltiple http://www.artechilenoindependiente.cl.
lunes, 12 de julio de 2010
Era hora, tío...
domingo, 11 de julio de 2010
Wanda Jackson, I forgot to remember to forget
sábado, 10 de julio de 2010
Anna Sewell
domingo, 4 de julio de 2010
Elvis Presley, I forgot to remember to forget
I can't seem to get her off my mind
I thought I'd never miss her
But I found out somehow
I think about her almost all the time
The day she went away
I made myself a promise
That I'd soon forget we'd ever met
But something sure is wrong
Cause I'm so blue and lonely
I forgot to remember to forget
Johnny Cash, I forgot to remember to forget
sábado, 3 de julio de 2010
Roberto Piva, Los ángeles de Sodoma
E suas asas destruídas pelo fogo
abanavam o ar da tarde
Eu vi os anjos de Sodoma semeando
prodígios para a criação não
perder seu ritmo de harpas
Eu vi os anjos de Sodoma lambendo
as feridas dos que morreram sem
alarde, dos suplicantes, dos suicidas
e dos jovens mortos Eu vi os anjos de Sodoma crescendo
com o fogo e de suas bocas saltavam
medusas cegas
Eu vi os anjos de Sodoma desgrenhados e
violentos aniquilando os mercadores,
roubando o sono das virgens,
criando palavras turbulentas
Eu vi os anjos de Sodoma inventando a
loucura e o arrependimento de Deus
***
Vi los ángeles de Sodoma escalando
un monte hasta el cielo.
Y sus alas, destruídas por el fuego,
el aire de la tarde abanicaban.
Vi a los ángeles de Sodoma sembrando
prodigios para que la creación
no perdiera su ritmo de arpas.
Vi a los ángeles de Sodoma lamiendo
las heridas de los que murieran sin
alarde, de suplicantes, de suicidas,
y de jóvenes muertos. Vi a los ángeles de Sodoma, creciendo
con el fuego de sus bocas saltaban
medusas ciegas.
Yo vi a los ángeles de Sodoma desgreñados y
violentos aniquilando a los mercaderes,
robando el sueño de las vírgenes,
creando palabras turbulentas.
Yo he visto a los ángeles de Sodoma inventando
la locura y el arrepentimiento de Dios.
Roberto Piva (1937-2010) poeta brasileño murió el sábado 3 de julio.
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