jueves, 30 de diciembre de 2010

Feliz año nuevo 2011



















Un feliz año a todos los que pasaron por aquí, ya sea que hayan dejado comentarios o se hayan limitado a un piadoso silencio...un abrazo y hasta pronto.

Si en enero no hubiese una gran frecuencia de entradas, se deberá a vacaciones del blogger que quiere volver, por un tiempo, a estar umplugged para leer libros a la sombra de algún árbol.
(Sí...un poco de naturaleza tampoco vendría mal)

Les dejo un poema del amigo Revagliatti, ideal para las circuntancias.


Rolando Revagliatti, ¡Justo el 31!


En el daño que viene

seremos probable y comparativamente

más dichosos que en el daño actual

Este daño nos dejará resabios penosos

Como todo daño se irá pero no muy lejos

Nos merecemos otro daño

después de la seguidilla de desbarranques

de daños anteriores

Brindemos por un daño mejor

y despidámonos de éste:

¡Feliz

Daño

Nuevo!

martes, 28 de diciembre de 2010

Franz Kafka, La verdad sobre Sancho Panza




























Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de don Quijote, que éste se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Historia de la Navidad digital



Conocí este video genial en Mínimo Ajuste-http://minimoajuste.blogspot.com- posteado por Paulo Amaral; lo reproduzco aquí como regalo navideño.
Saludos,
Lisarda.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Guillermo Samperio, Los poetas malditos de la subsecretaría





















Juanito de la Cabada,
in memoriam


Hace unos diez años, cuando entré a trabajar en la Subsecretaría de Educación e Investigación Tecnológicas, para hacerme cargo de las publicaciones del organismo, conocí a Gabriel García Márquez, quien laboraba en uno de los escritorios del amplio salón burocrático. Era un hombre moreno, bigote de pachuco, alto, delgado, al que nadie le creía que se llamara Gabriel García Márquez.Cuando se presentaba ante nuevas personas, nunca faltó quien le respondiera "Carlos Fuentes, para servirle", "Juan Carlos Oneti, a sus órdenes". Mostraba una copia de su filiación al Gobierno federal, con foto de frente y de perfil, sus datos en general y hasta señas particulares.La mostraba fehacientemente y la guardaba en una mica tamaño oficio, como las que utilizan las mamás para conservar el acta de nacimiento de sus hijos. Intentaba demostrar con papeles la corporeidad de su ser sobre la tierra, pero nadie le creía que él fuera Gabriel García Márquez. Se había convertido en una persona sin nombre, en un impostor involuntario, un hombre desangelado al que le jugaban la broma de llevarle a autografiar Cien años de soledad o La mala hora.
Precisamente, cuando el verdadero García Márquez era un hombre feliz e indocumentado, el García Márquez falso era un hombre felizmente documentado. le bastaba llevar su credencial de elector para cambiar sus cheques en el banco y para recoger los juguetes de fin de año que repartía el sindicato de la SEP. Aunque se transformó en una persona célebre en el quinto piso de una de las torres de Pino Suárez, que se caerían con el terremoto, Gabriel García Márquez comenzó a ser un hombre silencioso, huidizo y melancólico, que atravesaba inmutable la zona bulliciosa que rodea las calles de Izazaga en el centro. Gabriel García Márquez se convirtió en un espantajo, a quien tal vez su misma esposa le jugara la ironía de la confusión en los momentos de las diferencias profundas, recriminándole que compartía sus noches con un espectro, pues nadie en el barrio aceptaba que fuese la mujer de García Márquez.
La repetición de las coincidencias en un lugar específico configura un hecho extraordinario, como sugirió Julio Cortázar en varios de sus libros. Luego de ir ambientándome en la oficina, me di cuenta de que el Premio Nobel impostor no era el único que sufría bajo el fuete del azar negro. A los quince días de mi estancia allí, conocí a don Alfonso Reyes en el tercer piso y al Martín Luis Guzmán de la pagaduría.Cuando empecé a movilizarme, me topé con la secretaria de un Director General, conocida como la Chayo Castellanos quien, a decir la verdad, le encantaba que le dijeran, cuando pasaba por el pasillo de los correctores de pruebas de imprenta, "Allí va la mujer que sabe latín". Sin inmutarse ni así tantito, Rosario Castellanos autografiaba un promedio de tres novelas a la quincena, se dejaba tomar fotografías con los satíricos, y hasta aprendió un poema que recitaba enternecida.












Notas de Lisarda.
1-Este relato-incompleto, para estimular la compra de libros- pertenece al libro La Gioconda en bicicleta de Guillermo Samperio (México, 1948).
Dos, tres párrafos bastan para evidenciar a un narrador original que juega magistralmente con los principios lógicos, poniendo en chispeante cruce al principio de identidad-A es igual a A- con el de no contradicción: nada puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido.No es casual, por otra parte, que aparezca el nombre de Cortázar: estos desdoblamientos entre lo otro y lo mismo son la sustancia de Lejana, un cuento genial y de una formulación irrepetible. Pero pueden aparecer otras frases del grandísimo cronopio que también remiten a esos planos paralelos: extraño que hacer un cama sea igual a hacer una cama, casi nadie va a sacarlo de sus casillas, etcétera.
Y, aunque no aparezca nombrado, creo que el humor alla Monterroso también está presente.

2-No sabía nada de Guillermo Samperio cuando me compré, hace algunos años, La Gioconda en bicicleta. Lo recomiendo vivamente; quien quiera leerlo, tiene a mano-en la columna de Ser/afines-su página personal.De la rica-y desgraciadamente mal distribuida- literatura mexicana es un nombre ineludible.

3-Rosario Castellanos tiene un hermoso libro de ensayos titulado Mujer que sabe latín. La Chayo Castellanos del cuento no se inmuta ni un tantito pudiendo tener motivo, ya que el apodo hace referencia al refrán machista que da nombre al libro de Castellanos: mujer que sabe latín, no encuentra marido ni tiene buen fin.

martes, 14 de diciembre de 2010

Leopoldo María Panero, Canción del croupier del Mississipi




























«Fifteen men on the Dead Man's Chest.
Yahoo! And a bottle of rum!»

Canción pirata

Fumo mucho. Demasiado.
Fumo para frotar el tiempo y a veces oigo la radio,
y oigo pasar la vida como quien pone la radio.
Fumo mucho. En el cenicero hay
ideas y poemas y voces
de amigos que no tengo. Y tengo
la boca llena de sangre,
y sangre que sale de las grietas de mi cráneo
y toda mi alma sabe a sangre,
sangre fresca no sé si de cerdo o de hombre que soy,
en toda mi alma acuchillada por mujeres y niños
que se mueven ingenuos, torpes, en
esta vida que ya sé.
Me palpo el pecho de pronto, nervioso,
y no siento un corazón. No hay,
no existe en nadie esa cosa que llaman corazón
sino quizá en el alcohol, en esa
sangre que yo bebo y que es la sangre de Cristo,
la única sangre en este mundo que no existe
que es como el mal programado, o
como fábrica de vida o un sastre
que ha olvidado quién es y sigue viviendo, o
quizá el reloj y las horas pasan.
Me palpo, nervioso, los ojos y los pies y el dedo gordo
de la mano lo meto en el ojo, y estoy sucio
y mi vida oliendo.
Y sueño que he vivido y que me llamo de algún modo
y que este cuento es cierto, este
absurdo que delatan mis ojos,
este delirio en Veracruz, y que este
país es cierto este lugar parecido al Infierno,
que llaman España, he oído
a los muertos que el Infierno
es mejor que esto y se parece más.
Me digo que soy Pessoa, como Pessoa era Álvaro de Campos,
me digo que estar borracho es no estarlo
toda la vida, es
estar borracho de vida y no de muerte,
es una sangre distinta de esa otra
espesa que se cuela por los tejados y por las paredes
y los agujeros de la vida.
Y es que no hay otra comunión
ni otro espasmo que este del vino
y ningún otro sexo ni mujer
que el vaso de alcohol besándome los labios
que este vaso de alcohol que llevo en el
cerebro, en los pies, en la sangre.
Que este vaso de vino oscuro o blanco,
de ginebra o de ron o lo que sea
—ginebra y cerveza, por ejemplo—
que es como la infancia, y no es
huida, ni evasión, ni sueño
sino la única vida real y todo lo posible
y agarro de nuevo la copa como el cuello de la vida y cuento
a algún ser que es probable que esté
ahí la vida de los dioses
y unos días soy Caín, y otros
un jugador de poker que bebe whisky perfectamente y otros
un cazador de dotes que por otra parte he sido
pero lo mío es como en «Dulce pájaro de juventud»
un cazador de dotes hermoso y alcohólico, y otros días,
un asesino tímido y psicótico, y otros
alguien que ha muerto quién sabe hace cuánto,
en qué ciudad, entre marineros ebrios. Algunos me
recuerdan, dicen
con la copa en la mano, hablando mucho,
hablando para poder existir de que
no hay nada mejor que decirse
a sí mismo una proposición de Wittgenstein mientras sube
la marea del vino en la sangre y el alma.
O bien alguien perdido en las galerías del espejo
buscando a su Novia. Y otras veces
soy Abel que tiene un plan perfecto
para rescatar la vida y restaurar a los hombres
y también a veces lloro por no ser un esclavo
negro en el sur, llorando
entre las plantaciones!
Es tan bella la ruina, tan profunda
sé todos sus colores y es
como una sinfonía la música del acabamiento,
como música que tocan en el más allá,
y ya no tengo sangre en las venas, sino alcohol,
tengo sangre en los ojos de borracho
y el alma invadida de sangre como de una vomitona,
y vomito el alma por las mañanas,
después de pasar toda la noche jurando
frente a una muñeca de goma que existe Dios.
Escribir en España no es llorar, es beber,
es beber la rabia del que no se resigna
a morir en las esquinas, es beber y mal
decir, blasfemar contra España
contra este país sin dioses pero con
estatuas de dioses, es
beber en la iglesia con música de órgano
es caerse borracho en los recitales y manchas de vino
tinto y sangre «Le livre des masques» de Rémy de Gourmont
caerse húmedo babeante y tonto y
derrumbarse como un árbol ante los farolillos
de esta verbena cultural. Escribir en España es tener
hasta el borde en la sangre este alcohol de locura que ya
no justifica nada ni nadie, ninguna sombra
de las que allí había al principio.
Y decir al morir, cuando tenga
ya en la boca y cabeza la baba del suicidio
gritarle a las sombras, a las tantas que hay y fantasmas
en este paraíso para espectros
y también a los ciervos que he visto en el bosque,
y a los pájaros y a los lobos en la calle y
acechando en las esquinas
«Fifteen men on the Dead Man's Chest
Fifteen men on the Dead Man's Chest
Yahoo! And a bottle of rum!»

viernes, 10 de diciembre de 2010

Mario Vargas Llosa, Elogio de la lectura y la ficción


















Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d'Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas.

La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura. Mi madre me contó que las primeras cosas que escribí fueron continuaciones de las historias que leía pues me apenaba que se terminaran o quería enmendarles el final. Y acaso sea eso lo que me he pasado la vida haciendo sin saberlo: prolongando en el tiempo, mientras crecía, maduraba y envejecía, las historias que llenaron mi infancia de exaltación y de aventuras.

Me gustaría que mi madre estuviera aquí, ella que solía emocionarse y llorar leyendo los poemas de Amado Nervo y de Pablo Neruda, y también el abuelo Pedro, de gran nariz y calva reluciente, que celebraba mis versos, y el tío Lucho que tanto me animó a volcarme en cuerpo y alma a escribir aunque la literatura, en aquel tiempo y lugar, alimentara tan mal a sus cultores. Toda la vida he tenido a mi lado gentes así, que me querían y alentaban, y me contagiaban su fe cuando dudaba. Gracias a ellos y, sin duda, también, a mi terquedad y algo de suerte, he podido dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero.

No era fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna, allí estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma -la escritura y la estructura- lo que engrandece o empobrece los temas. Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, que el número y la ambición son tan importantes en una novela como la destreza estilística y la estrategia narrativa. Sartre, que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el curso de la historia. Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es inhumana y Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los argonautas, la Odisea y la Ilíada.

Si convocara en este discurso a todos los escritores a los que debo algo o mucho sus sombras nos sumirían en la oscuridad. Son innumerables. Además de revelarme los secretos del oficio de contar, me hicieron explorar los abismos de lo humano, admirar sus hazañas y horrorizarme con sus desvaríos. Fueron los amigos más serviciales, los animadores de mi vocación, en cuyos libros descubrí que, aun en las peores circunstancias, hay esperanzas y que vale la pena vivir, aunque fuera sólo porque sin la vida no podríamos leer ni fantasear historias.

Algunas veces me pregunté si en países como el mío, con escasos lectores y tantos pobres, analfabetos e injusticias, donde la cultura era privilegio de tan pocos, escribir no era un lujo solipsista. Pero estas dudas nunca asfixiaron mi vocación y seguí siempre escribiendo, incluso en aquellos períodos en que los trabajos alimenticios absorbían casi todo mi tiempo. Creo que hice lo justo, pues, si para que la literatura florezca en una sociedad fuera requisito alcanzar primero la alta cultura, la libertad, la prosperidad y la justicia, ella no hubiera existido nunca. Por el contrario, gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que debería ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola.

Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión. Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes. Lo hacen porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación discurra por los libros, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo acechan en el mundo real. Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros y mejor.La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan. Cuando la gran ballena blanca sepulta al capitán Ahab en el mar, se encoge el corazón de los lectores idénticamente en Tokio, Lima o Tombuctú. Cuando Emma Bovary se traga el arsénico, Anna Karenina se arroja al tren y Julien Sorel sube al patíbulo, y cuando, en El Sur, el urbano doctor Juan Dahlmann sale de aquella pulpería de la pampa a enfrentarse al cuchillo de un matón, o advertimos que todos los pobladores de Comala, el pueblo de Pedro Páramo, están muertos, el estremecimiento es semejante en el lector que adora a Buda, Confucio, Cristo, Alá o es un agnóstico, vista saco y corbata, chilaba, kimono o bombachas. La literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez.

Como todas las épocas han tenido sus espantos, la nuestra es la de los fanáticos, la de los terroristas suicidas, antigua especie convencida de que matando se gana el paraíso, que la sangre de los inocentes lava las afrentas colectivas, corrige las injusticias e impone la verdad sobre las falsas creencias. Innumerables víctimas son inmoladas cada día en diversos lugares del mundo por quienes se sienten poseedores de verdades absolutas. Creíamos que, con el desplome de los imperios totalitarios, la convivencia, la paz, el pluralismo, los derechos humanos, se impondrían y el mundo dejaría atrás los holocaustos, genocidios, invasiones y guerras de exterminio. Nada de eso ha ocurrido. Nuevas formas de barbarie proliferan atizadas por el fanatismo y, con la multiplicación de armas de destrucción masiva, no se puede excluir que cualquier grupúsculo de enloquecidos redentores provoque un día un cataclismo nuclear. Hay que salirles al paso, enfrentarlos y derrotarlos. No son muchos, aunque el estruendo de sus crímenes retumbe por todo el planeta y nos abrumen de horror las pesadillas que provocan. No debemos dejarnos intimidar por quienes quisieran arrebatarnos la libertad que hemos ido conquistando en la larga hazaña de la civilización. Defendamos la democracia liberal, que, con todas sus limitaciones, sigue significando el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos, el respeto a la crítica, la legalidad, las elecciones libres, la alternancia en el poder, todo aquello que nos ha ido sacando de la vida feral y acercándonos -aunque nunca llegaremos a alcanzarla- a la hermosa y perfecta vida que finge la literatura, aquella que sólo inventándola, escribiéndola y leyéndola podemos merecer. Enfrentándonos a los fanáticos homicidas defendemos nuestro derecho a soñar y a hacer nuestros sueños realidad.

En mi juventud, como muchos escritores de mi generación, fui marxista y creí que el socialismo sería el remedio para la explotación y las injusticias sociales que arreciaban en mi país, América Latina y el resto del Tercer Mundo. Mi decepción del estatismo y el colectivismo y mi tránsito hacia el demócrata y el liberal que soy -que trato de ser- fue largo, difícil, y se llevó a cabo despacio y a raíz de episodios como la conversión de la Revolución Cubana, que me había entusiasmado al principio, al modelo autoritario y vertical de la Unión Soviética, el testimonio de los disidentes que conseguía escurrirse entre las alambradas del Gulag, la invasión de Checoeslovaquia por los países del Pacto de Varsovia, y gracias a pensadores como Raymond Aron, Jean-François Rével, Isaiah Berlin y Karl Popper, a quienes debo mi revalorización de la cultura democrática y de las sociedades abiertas. Esos maestros fueron un ejemplo de lucidez y gallardía cuando la intelligentsia de Occidente parecía, por frivolidad u oportunismo, haber sucumbido al hechizo del socialismo soviético, o, peor todavía, al aquelarre sanguinario de la revolución cultural china.

De niño soñaba con llegar algún día a París porque, deslumbrado con la literatura francesa, creía que vivir allí y respirar el aire que respiraron Balzac, Stendhal, Baudelaire, Proust, me ayudaría a convertirme en un verdadero escritor, que si no salía del Perú sólo sería un seudo escritor de días domingos y feriados. Y la verdad es que debo a Francia, a la cultura francesa, enseñanzas inolvidables, como que la literatura es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una terquedad. Viví allí cuando Sartre y Camus estaban vivos y escribiendo, en los años de Ionesco, Beckett, Bataille y Cioran, del descubrimiento del teatro de Brecht y el cine de Ingmar Bergman, el TNP de Jean Vilar y el Odéon de Jean Louis Barrault, de la Nouvelle Vague y le Nouveau Roman y los discursos, bellísimas piezas literarias, de André Malraux, y, tal vez, el espectáculo más teatral de la Europa de aquel tiempo, las conferencias de prensa y los truenos olímpicos del general De Gaulle. Pero, acaso, lo que más le agradezco a Francia sea el descubrimiento de América Latina. Allí aprendí que el Perú era parte de una vasta comunidad a la que hermanaban la historia, la geografía, la problemática social y política, una cierta manera de ser y la sabrosa lengua en que hablaba y escribía. Y que en esos mismos años producía una literatura novedosa y pujante. Allí leí a Borges, a Octavio Paz, Cortázar, García Márquez, Fuentes, Cabrera Infante, Rulfo, Onetti, Carpentier, Edwards, Donoso y muchos otros, cuyos escritos estaban revolucionando la narrativa en lengua española y gracias a los cuales Europa y buena parte del mundo descubrían que América Latina no era sólo el continente de los golpes de Estado, los caudillos de opereta, los guerrilleros barbudos y las maracas del mambo y el chachachá, sino también ideas, formas artísticas y fantasías literarias que trascendían lo pintoresco y hablaban un lenguaje universal.

De entonces a esta época, no sin tropiezos y resbalones, América Latina ha ido progresando, aunque, como decía el verso de César Vallejo, todavía Hay, hermanos, muchísimo que hacer. Padecemos menos dictaduras que antaño, sólo Cuba y su candidata a secundarla, Venezuela, y algunas seudo democracias populistas y payasas, como las de Bolivia y Nicaragua. Pero en el resto del continente, mal que mal, la democracia está funcionando, apoyada en amplios consensos populares, y, por primera vez en nuestra historia, tenemos una izquierda y una derecha que, como en Brasil, Chile, Uruguay, Perú, Colombia, República Dominicana, México y casi todo Centroamérica, respetan la legalidad, la libertad de crítica, las elecciones y la renovación en el poder. Ése es el buen camino y, si persevera en él, combate la insidiosa corrupción y sigue integrándose al mundo, América Latina dejará por fin de ser el continente del futuro y pasará a serlo del presente.

Nunca me he sentido un extranjero en Europa, ni, en verdad, en ninguna parte. En todos los lugares donde he vivido, en París, en Londres, en Barcelona, en Madrid, en Berlín, en Washington, Nueva York, Brasil o la República Dominicana, me sentí en mi casa. Siempre he hallado una querencia donde podía vivir en paz y trabajando, aprender cosas, alentar ilusiones, encontrar amigos, buenas lecturas y temas para escribir. No me parece que haberme convertido, sin proponérmelo, en un ciudadano del mundo, haya debilitado eso que llaman "las raíces", mis vínculos con mi propio país -lo que tampoco tendría mucha importancia-, porque, si así fuera, las experiencias peruanas no seguirían alimentándome como escritor y no asomarían siempre en mis historias, aun cuando éstas parezcan ocurrir muy lejos del Perú. Creo que vivir tanto tiempo fuera del país donde nací ha fortalecido más bien aquellos vínculos, añadiéndoles una perspectiva más lúcida, y la nostalgia, que sabe diferenciar lo adjetivo y lo sustancial y mantiene reverberando los recuerdos. El amor al país en que uno nació no puede ser obligatorio, sino, al igual que cualquier otro amor, un movimiento espontáneo del corazón, como el que une a los amantes, a padres e hijos, a los amigos entre sí.

Al Perú yo lo llevo en las entrañas porque en él nací, crecí, me formé, y viví aquellas experiencias de niñez y juventud que modelaron mi personalidad, fraguaron mi vocación, y porque allí amé, odié, gocé, sufrí y soñé. Lo que en él ocurre me afecta más, me conmueve y exaspera más que lo que sucede en otras partes. No lo he buscado ni me lo he impuesto, simplemente es así. Algunos compatriotas me acusaron de traidor y estuve a punto de perder la ciudadanía cuando, durante la última dictadura, pedí a los gobiernos democráticos del mundo que penalizaran al régimen con sanciones diplomáticas y económicas, como lo he hecho siempre con todas las dictaduras, de cualquier índole, la de Pinochet, la de Fidel Castro, la de los talibanes en Afganistán, la de los imanes de Irán, la del apartheid de África del Sur, la de los sátrapas uniformados de Birmania (hoy Myanmar). Y lo volvería a hacer mañana si -el destino no lo quiera y los peruanos no lo permitan- el Perú fuera víctima una vez más de un golpe de Estado que aniquilara nuestra frágil democracia. Aquella no fue la acción precipitada y pasional de un resentido, como escribieron algunos polígrafos acostumbrados a juzgar a los demás desde su propia pequeñez. Fue un acto coherente con mi convicción de que una dictadura representa el mal absoluto para un país, una fuente de brutalidad y corrupción y de heridas profundas que tardan mucho en cerrar, envenenan su futuro y crean hábitos y prácticas malsanas que se prolongan a lo largo de las generaciones demorando la reconstrucción democrática. Por eso, las dictaduras deben ser combatidas sin contemplaciones, por todos los medios a nuestro alcance, incluidas las sanciones económicas. Es lamentable que los gobiernos democráticos, en vez de dar el ejemplo, solidarizándose con quienes, como las Damas de Blanco en Cuba, los resistentes venezolanos, o Aung San Suu Kyi y Liu Xiaobo, que se enfrentan con temeridad a las dictaduras que sufren, se muestren a menudo complacientes no con ellos sino con sus verdugos. Aquellos valientes, luchando por su libertad, también luchan por la nuestra.

Un compatriota mío, José María Arguedas, llamó al Perú el país de "todas las sangres". No creo que haya fórmula que lo defina mejor. Eso somos y eso llevamos dentro todos los peruanos, nos guste o no: una suma de tradiciones, razas, creencias y culturas procedentes de los cuatro puntos cardinales. A mí me enorgullece sentirme heredero de las culturas prehispánicas que fabricaron los tejidos y mantos de plumas de Nazca y Paracas y los ceramios mochicas o incas que se exhiben en los mejores museos del mundo, de los constructores de Machu Picchu, el Gran Chimú, Chan Chan, Kuelap, Sipán, las huacas de La Bruja y del Sol y de la Luna, y de los españoles que, con sus alforjas, espadas y caballos, trajeron al Perú a Grecia, Roma, la tradición judeo-cristiana, el Renacimiento, Cervantes, Quevedo y Góngora, y a la lengua recia de Castilla que los Andes dulcificaron. Y de que con España llegara también el África con su reciedumbre, su música y su efervescente imaginación a enriquecer la heterogeneidad peruana. Si escarbamos un poco descubrimos que el Perú, como el aleph de Borges, es en pequeño formato el mundo entero. ¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene una identidad porque las tiene todas!

La conquista de América fue cruel y violenta, como todas las conquistas, desde luego, y debemos criticarla, pero sin olvidar, al hacerlo, que quienes cometieron aquellos despojos y crímenes fueron, en gran número, nuestros bisabuelos y tatarabuelos, los españoles que fueron a América y allí se acriollaron, no los que se quedaron en su tierra. Aquellas críticas, para ser justas, deben ser una autocrítica. Porque, al independizarnos de España, hace doscientos años, quienes asumieron el poder en las antiguas colonias, en vez de redimir al indio y hacerle justicia por los antiguos agravios, siguieron explotándolo con tanta codicia y ferocidad como los conquistadores, y, en algunos países, diezmándolo y exterminándolo. Digámoslo con toda claridad: desde hace dos siglos la emancipación de los indígenas es una responsabilidad exclusivamente nuestra y la hemos incumplido. Ella sigue siendo una asignatura pendiente en toda América Latina. No hay una sola excepción a este oprobio y vergüenza.

Quiero a España tanto como al Perú y mi deuda con ella es tan grande como el agradecimiento que le tengo. Si no hubiera sido por España jamás hubiera llegado a esta tribuna, ni a ser un escritor conocido, y tal vez, como tantos colegas desafortunados, andaría en el limbo de los escribidores sin suerte, sin editores, ni premios, ni lectores, cuyo talento acaso -triste consuelo- descubriría algún día la posteridad. En España se publicaron todos mis libros, recibí reconocimientos exagerados, amigos como Carlos Barral y Carmen Balcells y tantos otros se desvivieron porque mis historias tuvieran lectores. Y España me concedió una segunda nacionalidad cuando podía perder la mía. Jamás he sentido la menor incompatibilidad entre ser peruano y tener un pasaporte español porque siempre he sentido que España y el Perú son el anverso y el reverso de una misma cosa, y no sólo en mi pequeña persona, también en realidades esenciales como la historia, la lengua y la cultura.

De todos los años que he vivido en suelo español, recuerdo con fulgor los cinco que pasé en la querida Barcelona a comienzos de los años setenta. La dictadura de Franco estaba todavía en pie y aún fusilaba, pero era ya un fósil en hilachas, y, sobre todo en el campo de la cultura, incapaz de mantener los controles de antaño. Se abrían rendijas y resquicios que la censura no alcanzaba a parchar y por ellas la sociedad española absorbía nuevas ideas, libros, corrientes de pensamiento y valores y formas artísticas hasta entonces prohibidos por subversivos. Ninguna ciudad aprovechó tanto y mejor que Barcelona este comienzo de apertura ni vivió una efervescencia semejante en todos los campos de las ideas y la creación. Se convirtió en la capital cultural de España, el lugar donde había que estar para respirar el anticipo de la libertad que se vendría. Y, en cierto modo, fue también la capital cultural de América Latina por la cantidad de pintores, escritores, editores y artistas procedentes de los países latinoamericanos que allí se instalaron, o iban y venían a Barcelona, porque era donde había que estar si uno quería ser un poeta, novelista, pintor o compositor de nuestro tiempo. Para mí, aquellos fueron unos años inolvidables de compañerismo, amistad, conspiraciones y fecundo trabajo intelectual. Igual que antes París, Barcelona fue una Torre de Babel, una ciudad cosmopolita y universal, donde era estimulante vivir y trabajar, y donde, por primera vez desde los tiempos de la guerra civil, escritores españoles y latinoamericanos se mezclaron y fraternizaron, reconociéndose dueños de una misma tradición y aliados en una empresa común y una certeza: que el final de la dictadura era inminente y que en la España democrática la cultura sería la protagonista principal.

Aunque no ocurrió así exactamente, la transición española de la dictadura a la democracia ha sido una de las mejores historias de los tiempos modernos, un ejemplo de cómo, cuando la sensatez y la racionalidad prevalecen y los adversarios políticos aparcan el sectarismo en favor del bien común, pueden ocurrir hechos tan prodigiosos como los de las novelas del realismo mágico. La transición española del autoritarismo a la libertad, del subdesarrollo a la prosperidad, de una sociedad de contrastes económicos y desigualdades tercermundistas a un país de clases medias, su integración a Europa y su adopción en pocos años de una cultura democrática, ha admirado al mundo entero y disparado la modernización de España. Ha sido para mí una experiencia emocionante y aleccionadora vivirla de muy cerca y a ratos desde dentro. Ojalá que los nacionalismos, plaga incurable del mundo moderno y también de España, no estropeen esta historia feliz.

Detesto toda forma de nacionalismo, ideología -o, más bien, religión- provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegio moral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento. Junto con la religión, el nacionalismo ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia, como las de las dos guerras mundiales y la sangría actual del Medio Oriente. Nada ha contribuido tanto como el nacionalismo a que América Latina se haya balcanizado, ensangrentado en insensatas contiendas y litigios y derrochado astronómicos recursos en comprar armas en vez de construir escuelas, bibliotecas y hospitales.

No hay que confundir el nacionalismo de orejeras y su rechazo del "otro", siempre semilla de violencia, con el patriotismo, sentimiento sano y generoso, de amor a la tierra donde uno vio la luz, donde vivieron sus ancestros y se forjaron los primeros sueños, paisaje familiar de geografías, seres queridos y ocurrencias que se convierten en hitos de la memoria y escudos contra la soledad. La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un hogar al que podemos volver.

El Perú es para mí una Arequipa donde nací pero nunca viví, una ciudad que mi madre, mis abuelos y mis tíos me enseñaron a conocer a través de sus recuerdos y añoranzas, porque toda mi tribu familiar, como suelen hacer los arequipeños, se llevó siempre a la Ciudad Blanca con ella en su andariega existencia. Es la Piura del desierto, el algarrobo y el sufrido burrito, al que los piuranos de mi juventud llamaban "el pie ajeno" -lindo y triste apelativo-, donde descubrí que no eran las cigüeñas las que traían los bebés al mundo sino que los fabricaban las parejas haciendo unas barbaridades que eran pecado mortal. Es el Colegio San Miguel y el Teatro Variedades donde por primera vez vi subir al escenario una obrita escrita por mí. Es la esquina de Diego Ferré y Colón, en el Miraflores limeño -la llamábamos el Barrio Alegre-, donde cambié el pantalón corto por el largo, fumé mi primer cigarrillo, aprendí a bailar, a enamorar y a declararme a las chicas. Es la polvorienta y temblorosa redacción del diario La Crónica donde, a mis dieciséis años, velé mis primeras armas de periodista, oficio que, con la literatura, ha ocupado casi toda mi vida y me ha hecho, como los libros, vivir más, conocer mejor el mundo y frecuentar a gente de todas partes y de todos los registros, gente excelente, buena, mala y execrable. Es el Colegio Militar Leoncio Prado, donde aprendí que el Perú no era el pequeño reducto de clase media en el que yo había vivido hasta entonces confinado y protegido, sino un país grande, antiguo, enconado, desigual y sacudido por toda clase de tormentas sociales. Son las células clandestinas de Cahuide en las que con un puñado de sanmarquinos preparábamos la revolución mundial. Y el Perú son mis amigos y amigas del Movimiento Libertad con los que por tres años, entre las bombas, apagones y asesinatos del terrorismo, trabajamos en defensa de la democracia y la cultura de la libertad.

El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: 'Mario, para lo único que tú sirves es para escribir".

Volvamos a la literatura. El paraíso de la infancia no es para mí un mito literario sino una realidad que viví y gocé en la gran casa familiar de tres patios, en Cochabamba, donde con mis primas y compañeros de colegio podíamos reproducir las historias de Tarzán y de Salgari, y en la Prefectura de Piura, en cuyos entretechos anidaban los murciélagos, sombras silentes que llenaban de misterio las noches estrelladas de esa tierra caliente. En esos años, escribir fue jugar un juego que me celebraba la familia, una gracia que me merecía aplausos, a mí, el nieto, el sobrino, el hijo sin papá, porque mi padre había muerto y estaba en el cielo. Era un señor alto y buen mozo, de uniforme de marino, cuya foto engalanaba mi velador y a la que yo rezaba y besaba antes de dormir. Una mañana piurana, de la que todavía no creo haberme recobrado, mi madre me reveló que aquel caballero, en verdad, estaba vivo. Y que ese mismo día nos iríamos a vivir con él, a Lima. Yo tenía once años y, desde entonces, todo cambió. Perdí la inocencia y descubrí la soledad, la autoridad, la vida adulta y el miedo. Mi salvación fue leer, leer los buenos libros, refugiarme en esos mundos donde vivir era exaltante, intenso, una aventura tras otra, donde podía sentirme libre y volvía a ser feliz. Y fue escribir, a escondidas, como quien se entrega a un vicio inconfensable, a una pasión prohibida. La literatura dejó de ser un juego. Se volvió una manera de resistir la adversidad, de protestar, de rebelarme, de escapar a lo intolerable, mi razón de vivir. Desde entonces y hasta ahora, en todas las circunstancias en que me he sentido abatido o golpeado, a orillas de la desesperación, entregarme en cuerpo y alma a mi trabajo de fabulador ha sido la luz que señala la salida del túnel, la tabla de salvación que lleva al náufrago a la playa.

Aunque me cuesta mucho trabajo y me hace sudar la gota gorda, y, como todo escritor, siento a veces la amenaza de la parálisis, de la sequía de la imaginación, nada me ha hecho gozar en la vida tanto como pasarme los meses y los años construyendo una historia, desde su incierto despuntar, esa imagen que la memoria almacenó de alguna experiencia vivida, que se volvió un desasosiego, un entusiasmo, un fantaseo que germinó luego en un proyecto y en la decisión de intentar convertir esa niebla agitada de fantasmas en una historia. "Escribir es una manera de vivir", dijo Flaubert. Sí, muy cierto, una manera de vivir con ilusión y alegría y un fuego chisporroteante en la cabeza, peleando con las palabras díscolas hasta amaestrarlas, explorando el ancho mundo como un cazador en pos de presas codiciables para alimentar la ficción en ciernes y aplacar ese apetito voraz de toda historia que al crecer quisiera tragarse todas las historias. Llegar a sentir el vértigo al que nos conduce una novela en gestación, cuando toma forma y parece empezar a vivir por cuenta propia, con personajes que se mueven, actúan, piensan, sienten y exigen respeto y consideración, a los que ya no es posible imponer arbitrariamente una conducta, ni privarlos de su libre albedrío sin matarlos, sin que la historia pierda poder de persuasión, es una experiencia que me sigue hechizando como la primera vez, tan plena y vertiginosa como hacer el amor con la mujer amada días, semanas y meses, sin cesar.

Al hablar de la ficción, he hablado mucho de la novela y poco del teatro, otra de sus formas excelsas. Una gran injusticia, desde luego. El teatro fue mi primer amor, desde que, adolescente, vi en el Teatro Segura, de Lima, La muerte de un viajante, de Arthur Miller, espectáculo que me dejó traspasado de emoción y me precipitó a escribir un drama con incas. Si en la Lima de los cincuenta hubiera habido un movimiento teatral habría sido dramaturgo antes que novelista. No lo había y eso debió orientarme cada vez más hacia la narrativa. Pero mi amor por el teatro nunca cesó, dormitó acurrucado a la sombra de las novelas, como una tentación y una nostalgia, sobre todo cuando veía alguna pieza subyugante. A fines de los setenta, el recuerdo pertinaz de una tía abuela centenaria, la Mamaé, que, en los últimos años de su vida, cortó con la realidad circundante para refugiarse en los recuerdos y la ficción, me sugirió una historia. Y sentí, de manera fatídica, que aquella era una historia para el teatro, que sólo sobre un escenario cobraría la animación y el esplendor de las ficciones logradas. La escribí con el temblor excitado del principiante y gocé tanto viéndola en escena, con Norma Aleandro en el papel de la heroína, que, desde entonces, entre novela y novela, ensayo y ensayo, he reincidido varias veces. Eso sí, nunca imaginé que, a mis setenta años, me subiría (debería decir mejor me arrastraría) a un escenario a actuar. Esa temeraria aventura me hizo vivir por primera vez en carne y hueso el milagro que es, para alguien que se ha pasado la vida escribiendo ficciones, encarnar por unas horas a un personaje de la fantasía, vivir la ficción delante de un público. Nunca podré agradecer bastante a mis queridos amigos, el director Joan Ollé y la actriz Aitana Sánchez Gijón, haberme animado a compartir con ellos esa fantástica experiencia (pese al pánico que la acompañó).

La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos. Ella nos desagravia de los reveses y frustraciones que nos inflige la vida verdadera y gracias a ella desciframos, al menos parcialmente, el jeroglífico que suele ser la existencia para la gran mayoría de los seres humanos, principalmente aquellos que alentamos más dudas que certezas, y confesamos nuestra perplejidad ante temas como la trascendencia, el destino individual y colectivo, el alma, el sentido o el sinsentido de la historia, el más acá y el más allá del conocimiento racional.

Siempre me ha fascinado imaginar aquella incierta circunstancia en que nuestros antepasados, apenas diferentes todavía del animal, recién nacido el lenguaje que les permitía comunicarse, empezaron, en las cavernas, en torno a las hogueras, en noches hirvientes de amenazas -rayos, truenos, gruñidos de las fieras-, a inventar historias y a contárselas. Aquel fue el momento crucial de nuestro destino, porque, en esas rondas de seres primitivos suspensos por la voz y la fantasía del contador, comenzó la civilización, el largo transcurrir que poco a poco nos humanizaría y nos llevaría a inventar al individuo soberano y a desgajarlo de la tribu, la ciencia, las artes, el derecho, la libertad, a escrutar las entrañas de la naturaleza, del cuerpo humano, del espacio y a viajar a las estrellas. Aquellos cuentos, fábulas, mitos, leyendas, que resonaron por primera vez como una música nueva ante auditorios intimidados por los misterios y peligros de un mundo donde todo era desconocido y peligroso, debieron ser un baño refrescante, un remanso para esos espíritus siempre en el quién vive, para los que existir quería decir apenas comer, guarecerse de los elementos, matar y fornicar. Desde que empezaron a soñar en colectividad, a compartir los sueños, incitados por los contadores de cuentos, dejaron de estar atados a la noria de la supervivencia, un remolino de quehaceres embrutecedores, y su vida se volvió sueño, goce, fantasía y un designio revolucionario: romper aquel confinamiento y cambiar y mejorar, una lucha para aplacar aquellos deseos y ambiciones que en ellos azuzaban las vidas figuradas, y la curiosidad por despejar las incógnitas de que estaba constelado su entorno.

Ese proceso nunca interrumpido se enriqueció cuando nació la escritura y las historias, además de escucharse, pudieron leerse y alcanzaron la permanencia que les confiere la literatura. Por eso, hay que repetirlo sin tregua hasta convencer de ello a las nuevas generaciones: la ficción es más que un entretenimiento, más que un ejercicio intelectual que aguza la sensibilidad y despierta el espíritu crítico. Es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano. Para que no retrocedamos a la barbarie de la incomunicación y la vida no se reduzca al pragmatismo de los especialistas que ven las cosas en profundidad pero ignoran lo que las rodea, precede y continúa. Para que no pasemos de servirnos de las máquinas que inventamos a ser sus sirvientes y esclavos. Y porque un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños.

De la caverna al rascacielos, del garrote a las armas de destrucción masiva, de la vida tautológica de la tribu a la era de la globalización, las ficciones de la literatura han multiplicado las experiencias humanas, impidiendo que hombres y mujeres sucumbamos al letargo, al ensimismamiento, a la resignación. Nada ha sembrado tanto la inquietud, removido tanto la imaginación y los deseos, como esa vida de mentiras que añadimos a la que tenemos gracias a la literatura para protagonizar las grandes aventuras, las grandes pasiones, que la vida verdadera nunca nos dará. Las mentiras de la literatura se vuelven verdades a través de nosotros, los lectores transformados, contaminados de anhelos y, por culpa de la ficción, en permanente entredicho con la mediocre realidad. Hechicería que, al ilusionarnos con tener lo que no tenemos, ser lo que no somos, acceder a esa imposible existencia donde, como dioses paganos, nos sentimos terrenales y eternos a la vez, la literatura introduce en nuestros espíritus la inconformidad y la rebeldía, que están detrás de todas las hazañas que han contribuido a disminuir la violencia en las relaciones humanas. A disminuir la violencia, no a acabar con ella. Porque la nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa. Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible.

Estocolmo, 7 de diciembre de 2010.

Fuente
http://nobelprize.org/

domingo, 5 de diciembre de 2010

Luis Raúl Calvo, Crimen pasional en la calle Tres Arroyos






Son las dos de la madrugada de un lunes cualquiera
Hace treinta y dos años en la calle Tres Arroyos
un inesperado crimen nos recordaba que también
se mata por pasión.
Las crónicas oficiales sólo reseñaron
los celos enfermizos del autor de la tragedia
pero nada dijeron de la consternada Laura
la desdichada enfermera que aceptó consumar
aquel ritual con su despiadado amante.
¿Quién fue la víctima y quién el victimario
en la gélida noche del 4 de julio?
¿Qué se perdió en esa nocturna ceremonia
pactada de antemano?
Los cuerpos de ambos tomaron rumbos distintos
pero nada diferencia a una cárcel de un morgue.
Tal vez ella repose en paz junto a sus muertos
quizá él todavía continúe atormentado
por la traición de esos labios que tanto deseaba.
Debe ser verdad aquello de que el amor y la muerte
tienen un mismo destino.



































Luis Raúl Calvo (1955) poeta y músico argentino. En 2009 ha publicado su poemario Nada por aquí, nada por allá, que apareció simultáneamente en versión al rumano y en traducción de Flavia Cosma.
(Foto de Raúl Luis Calvo: blog de Ileana Gavinoser, http://blogs.clarin.com/ileanaaggavinoser/2009/12/17/luis-raul-calvo-su-magnifica-poesia-y-mundo-la-palabra/)

viernes, 3 de diciembre de 2010

Fofoca global






















Si hay una palabra altamente expresiva en la lengua portuguesa es la palabra fofoca, que equivale a chisme o cotilleo.Pues bien:todo este escándalo-o mejor dicho,pseudo-escándalo-de Wikileaks me da la impresión de que la política internacional se adapta perversamente al mecanismo de una actividad que uno creería más cercana al aburrimiento del pueblo chico, del barrio, de los vecinos de al lado que de las altas esferas del poder.

Es verdad que parte del poder es poseer información, pero en este caso es la calidad de la información lo que me hace dudar de la presunta gravedad de estas profundísimas revelaciones. Opiniones personales, gentiles sospechas de más que obvios manejos de dinero, lo que el presidente A piensa o dice del presidente B, si un funcionario X le dedica atención a una traductora atractiva (¿quién habrá puesto justo allí a esa traductora?),qué gastos hay en tarjetas de crédito, si los caballeros las prefieren rubias,si blá blá blá mantiene una relación impropia con etcétera, si etcétera le tocó la bunda a blá blá blá.
Ninguna clave de cuentas bancarias, ningún racconto de intromisiones económicas en países del Tercer Mundo,ninguna confidencialidad sobre la desinteresada reconstrucción de Irak, ningún detalle sobre la tercerizada explotación del subsuelo argentino, ninguna pista sobre el tórrido romance entre populismos de izquierda y lobbies de derecha, rien de rien.

¿Existe realmente secreto en algunos temas de la política argentina que ya eran vox populi? Ha bastado, sin embargo, con que hubiera repercusión mundial para que el chisme pueblerino tomara visos de realidad.

La definición clásica de la política como el arte de lo posible experimenta una profunda metamorfosis.(Dicho con solemnidad: la vieja política ha dado lugar a un paradigma emergente) De ahora en más, la política será el arte de lo conversable.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Borges, Una rosa y Milton




























De las generaciones de las rosas
Que en el fondo del tiempo se han perdido
Quiero que una se salve del olvido,
Una sin marca o signo entre las cosas

Que fueron. El destino me depara
Este don de nombrar por vez primera
Esa flor silenciosa, la postrera
Rosa que Milton acercó a su cara,

Sin verla. Oh tú bermeja o amarilla
O blanca rosa de un jardín borrado,
Deja mágicamente tu pasado

Inmemorial y en este verso brilla,
Oro, sangre o marfil o tenebrosa
Como en sus manos, invisible rosa.

martes, 30 de noviembre de 2010

Leslie Scalapino (1944-2010)

























Leslie Scalapino, adscripta al variado y multi-generacional conjunto de los Language poets, falleció a fines de mayo de 2010. Incluimos la semblanza hecha en la página de Litmus Press, editorial en la que saldrán-o ya han salido-los últimos tres libros de la poeta.
Para una imagen más acotada de Leslie Scalapino, recomendamos el dossier de la revista virtual How2-http://www.asu.edu/pipercwcenter/how2journal/ de 2004- y el blog Chant de la Sirene ambos a cargo de Laura Hinton.
El dossier de How2 abre, justamente, con un ensayo de Laura Hinton que recomendamos leer por su exquisita conjunción de emotividad y lucidez.
(Remember,lisardófilos,que Chant de la Sirene figura en la sección links de Ser/afines y espero poder linkear How2 en breve)

La poesía de Scalapino tiene una disposición en el espacio de la página que no se puede respetar si se copia y pega sin más; prefiero remitir al Electronic Poetry Center-http://epc.buffalo.edu/authors/scalapino/- o al archivo sonoro de la Universidad de Pennsilvania -http://writing.upenn.edu/pennsound/x/Scalapino.php, donde se la podrá apreciar mejor.


“Scalapino makes everything take place in real time, in the light and air and night where all of us live, everything happening at once.” —Philip Whalen

"With the death of Leslie Scalapino on May 28, 2010, the world loses a writer whose visionary thinking provided her with a range of intensely experienced themes and images."
—Lyn Hejinian on poets.org

Leslie Scalapino passed away on May 28, 2010 in Berkeley, California. She was born in Santa Barbara in 1944 and raised in Berkeley, California. After Berkeley High School, she attended Reed College in Portland, Oregon and received her B.A. in Literature in 1966. She received her M.A. in English from the University of California at Berkeley in 1969, after which she began to focus on writing poetry. Leslie Scalapino lived with Tom White, her husband and friend of 35 years, in Oakland, California.

In childhood, she traveled with her father Robert Scalapino, founder of UC Berkeley’s Institute for Asian Studies, her mother Dee Scalapino, known for her love of music, and her two sisters, Diane and Lynne, throughout Asia, Africa and Europe. She and Tom continued these travels including trips to Tibet, Bhutan, Japan, India, Yemen, Mongolia, Libya and elsewhere. Her writing was intensely influenced by these travels. She published her first book O and Other Poems in 1976, and since then has published thirty books of poetry, prose, inter-genre fiction, plays, essays, and collaborations. Scalapino’s most recent publications include a collaboration with artist Kiki Smith, The Animal is in the World like Water in Water (Granary Books), and Floats Horse-Floats or Horse-Flows (Starcherone Books), and her selected poems It’s go in horizontal / Selected Poems 1974-2006 (UC Press) was published in 2008. In 1988, her long poem way received the Poetry Center Award, the Lawrence Lipton Prize, and the American Book Award from the Before Columbus Foundation. Her plays have been performed in San Francisco at New Langton Arts, The Lab, Venue 9, and Forum; in New York by The Eye and Ear Theater and at Barnard College; and in Los Angeles at Beyond Baroque.

In 1986, Scalapino founded O Books as a publishing outlet for young and emerging poets, as well as prominent, innovative writers, and the list of nearly 100 titles includes authors such as Ted Berrigan, Robert Grenier, Fanny Howe, Tom Raworth, Norma Cole, Will Alexander, Alice Notley, Norman Fischer, Laura Moriarty, Michael McClure, Judith Goldman and many others. Scalapino is also the editor of four editions of O anthologies, as well as the periodicals Enough (with Rick London) and War and Peace (with Judith Goldman).

Scalapino taught writing at various institutions, including 16 years in the MFA program at Bard College, Mills College, the San Francisco Art Institute, California College of the Arts in San Francisco, San Francisco State University, UC San Diego, and the Naropa Institute.

Of her own writing, Scalapino says “my sense of a practice of writing and of action, the apprehension itself that ‘one is not oneself for even an instant’ – should not be,’ is to be participation in/is a social act. That is, the nature of this practice that’s to be ‘social act’ is it is without formation or custom.” Her writing, unbound by a single format, her collaborations with artists and other writers, her teaching, and publishing are evidence of this sense of her own practice, social acts that were her practice. Her generosity and fiercely engaged intelligence were everywhere evident to those who had the fortune to know her.

Scalapino has three books forthcoming in 2010. A book of two plays published in one volume, Flow-Winged Crocodile and A Pair / Actions Are Erased / Appear will come out in June 2010 from Chax Press; a new prose work, The Dihedrons Gazelle-Dihredals Zoom will be released this summer by Post-Apollo Press; and a revised and expanded collection of her essays and plays, How Phenomena Appear to Unfold (originally published by Potes & Poets) will be published in the fall by Litmus Press.

Poemarios
O and Other Poems, Sand Dollar Press, 1976
The Woman who Could Read the Minds of Dogs, Sand Dollar Press, 1976
Instead of an Animal, Cloud Marauder Press, 1978
This eating and walking is associated all right, Tombouctou, 1979
Considering how exaggerated music is, North Point Press, 1982
that they were at the beach — aeolotropic series, North Point Press, 1985
way, North Point Press, 1988
Crowd and not evening or light, O Books, 1992
Sight (with Lyn Hejinian), Edge Books, 1999
New Time, Wesleyan University Press, 1999
The Tango, (with Marina Adams), Granary Press, 2001
Day Ocean State of Stars' Night: Poems & Writings 1989 & 1999-2006, Green Integer (E-L-E-PHANT Series), 2007
It's go in horizontal, Selected Poems 1974-2006, UC Press, Berkeley, 2008

Otros (lista incompleta)

The Public World / Syntactically Impermanence, Wesleyan University Press, 1999
How Phenomena Appear To Unfold , Potes & Poets Press, 1991
Objects in the Terrifying Tense / Longing from Taking Place, Roof Books, 1994
Green and Black, Selected Writings , Talisman Publishers, 1996
R-hu, Atelos Press, 2000
Zither and Autobiography, Wesleyan, 2003
Floats Horse-Floats or Horse-Flows, Starcherone Books, 2010

Scalapino por sí misma

My first knowledge of poetry, in junior high and high school, was Homer and Shakespeare; and Greek tragedies, which are also poetry. I went to Reed College, where I took a poetry course from Kenneth Hansen in which we read Williams, Moore, Eliot, Stevens and Pound. I remember loving the poems of Williams, Stevens, and Moore.

We were all required to write a twenty-page paper on Pound's Cantos. Reading the Cantos, beautiful, was for me also to feel the effect of Pound's fascist mind, not simply to connect with the information that he had in fact been a fascist.

Wrestling with this authoritarian perception of reality caused a chasm to open up, a maelstrom to occur. I couldn't write the paper; finally went to the dean to say that I had to drop out of school; was sent by the dean to speak to Professor Hansen who merely said, "Not everyone likes Pound. You can write on something else."

Yet this very young grappling with Pound's Cantos introduced me to poetry being thought or apprehension as interior conflict arising from or being the social. So I'd designate as "my first love" the first page of the Cantos (especially since it's also Homer).

(Fuente: http://www.poetrysociety.org)

domingo, 28 de noviembre de 2010

El almuecín llama a la lectura


















Debiera haber un almuecín que convocara a la lectura, con la misma regularidad con que convocan al rezo. El mundo sería distinto.
A la manera de ese almuecín imaginario, alzo mi voz para invitarles a visitar mi otro blog, Sonsonete de sonetos (http://sonetero.blogspot.com) donde cuatro sonetos de Javier Yagüe Bosch están a la espera de lectura y relectura.

Amalia Rodrigues, Conta errada



Sem palavras...a exquisita Amália.

Incluyo aquí la letra original de la canción y una traducción- a pedido de nuestra amiga Claudia Migliore- que no es literal ni del todo libre.Una traducción chapucera y más atenta a las sugerencias del ritmo que a la fidelidad.
(Aunque tratándose "Conta errada" de los vericuetos de un triángulo amoroso, caigo en la cuenta de que está de más que me preocupe -justamente- de ser "fiel")


Conta errada
Aprendi a fazer contas
Na escola de tenra idade
Foi mais tarde, ainda às contas,
Que fiz contas com alguém
Eu e tu, naquela ermida,
Somamos felicidade!
Mas um dia fui seguida
De traições que tem a vida
Que elas mais que a vida tem:
Tinha um homem, fui tentada,
Somei outra conta errada
Fiz a prova, não fiz bem!

Um e um são dois
E é o céu, talvez.
Vem mais um depois
Dois e um são três!
Do total tirei a lição final
Somar bem, somei,
Mas no amor errei
Fiz as contas mal!

Uma traição, mesmo aos traidores,
Faz contas e contas certas:
Multiplica as nossas dores
E divide uma afeição!
Nesta altura, tu comigo,
Das contas, ainda resta!
Só te peço que, ao castigo,
Diminuas o que eu digo
Nesta negra confissão!
De uma falsa que é sincera
Que te espera mas não espera
Contar mais com teu perdão!

Cuenta errada
En la escuela de tierna edad
aprendí a hacer las cuentas;
fue más tarde,al fin de cuentas,
que hice cuentas con alguien:
tú y yo, en aquella ermita,
sumamos felicidad!
Mas un día fui seguida
de traiciones que en la vida
buscan la vida obtener:
tuve un hombre, fui tentada,
sumé otra cuenta errada,
y la prueba no hice bien.

Uno y uno son dos,
y es el cielo, tal vez.
Viene luego uno más,
dos y uno son tres!
Del total, saqué
la lección final:
sumar bien,sumé
mas la cuenta erré,
hice las cuentas mal!

Una traición, hasta a los traidores,
hace cuentas-y cuentas claras-:
multiplica los dolores
y nos divide el querer!
A esta altura, tú conmigo,
mucho resta aún de las cuentas!
Sólo te pido que en el castigo,
disminuyas lo que digo
en esta negra confesión!
De una falsa que es sincera,
que te espera, mas no espera
contar más con tu perdón!


Letra: José Galhardo. Música: João Nobre.
Amália Rodrigues (Lisboa, 23 de julio de 1920-Lisboa, 6 de octubre de 1999). Discografía: Ai Mouraria (1945), Maria da Cruz (1945), Uma Casa Portuguesa (1953), Estranha Forma de Vida (1964), Amália e Vinicius (1970, con Vinicius de Moraes) y Segredo (1997).

viernes, 26 de noviembre de 2010

Cien años de la muerte de León Tolstoi






























































































(Imágenes:Tolstoi en 1908; Anton Chejov y Tolstoi;retrato de Tolstoi;Tolstoi en su estudio, en 1908; Tolstoi junto a Máximo Gorki.)

El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere sino querer siempre lo que se hace.

A un gran corazón, ninguna ingratitud lo cierra, ninguna indiferencia lo cansa.

Es más fácil escribir diez volúmenes de principios filosóficos que poner en práctica uno solo de sus principios.

La razón no me ha enseñado nada. Todo lo que yo sé me ha sido dado por el corazón.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Poesía a Cielo Abierto



El poeta chileno Jorge Muñoz Arriagada me envía este video de promoción del encuentro en Valparaíso.No creo que pueda este año, espero ir-volver a Valparaíso- en 2011.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Viva la i griega

























En serio:¿no tienen nada mejor que hacer?

Abiendo tantos otros temas interesantes, las nuebas tendensias de la filolojía en Espania (¿para ké tanta tremolina por la eñe?)propugnan cambios en la denominasión de las letras del abesedario. Así, los dígrafos "ch" i "ll" kedarían inclui2 dentro de las letras "C" y "L". Inútil paresiera aclararles a los miembros de la Real Academia Espaniola ke la jente, además de leer i escribir un idioma, lo abla. I el cuid de la cuestión radica en ke son sonidos diferentes y no da igual referirse al país trasandino komo Cile ke komo Chile, o decir el Cé Gebara ke Che Guevara; ni da igual-kreo- desir vale keriendo pronunsiar "valle". Desir que estoi en lamas puede aser suponer algún contecsto tibetano cuando estoi refiriéndome a las "llamas" del amor.
Es de esperar ke don Bíctor Garsía de la Conca-ke tan ermoso libro tiene sobre santa Teresa de Jesús i su estilo- reflecsione sobre esta singular y felis reacsión de los ispanoparlantes. LLá ai pájinas alusibas en féisbuc, criticando este cambio en los imbeterados ábitos de la academia, ke a tenido siempre por regla ir más despasio i combalidar el uso del pueblo.
Ojalá, kiera Alá, ke jente ke a dedicado su bida i estudio a limpiar, fijar i dar resplandor al castelano -o más koinescamente espaniol- sigan su encomiable tarea como asta poco antes de ke incurrieran en nobedades nada encomiables, pues ni el uso las pide ni el pueblo las aplaude, ni los bloggers las aseptan.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Feliz cumpleaños, Dacia Maraini





















Dacia Maraini,seguramente la màs importante narradora italiana viviente, ha cumplido años ayer, 13 de noviembre. Lo primero que leì de ella fue Isolina,La mujer descuartizada, una novela que mixtura la narrativa de no ficciòn, el periodismo y la novela policial y donde el tema de fondo es còmo las instituciones del estado se encargan de obstruir el camino de la justicia, cuando el cadàver es el de una mujer pobre. ¿Què hacer para no caer en la queja recurrente de que muriò la novela? Leer a Dacia Maraini es la mejor respuesta.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Lisarda va a dormir unos días

















Aviso a los náufragos: Lisarda anduvo de fiesta en fiesta y de obligación en obligación, casi en simultáneo. A la disociación continua entre sentido del placer y sentido del deber, se sigue que en estos días Lisarda se irá a Mar de Ajó a disfrutar de la Maratónica Poesía en dicha ciudad, y a encontrarse con esas cosas raras que un simple click en el mouse no provee, a saber:la luz, el sol, el mar, la playa, la sensación de caminar descalzo sobre la arena, compartir una cerveza con Víctor Clementi,escuchar a Hugo Mujica,husmear en las 2 o 3 librerías de viejo -sebos-que hay en la peatonal, no pensar y gozar del gozo.
Seguiré leyendo, claro. Pero interrumpo los posteos hasta la semana que viene.
Un abrazo a todos los que pasan por aquí.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Ildásio Tavares (1940-2010), Canto do homem cotidiano
























(Foto: Pierre Verges)

Eu canto o homem vulgar, desconhecido
Da imprensa, do sucesso, da evidência
O herói da rotina,
O rei do pijama,
O magnata
Do décimo terceiro mês,
O play-boy das mariposas
O imperador da contabilidade.


Esse que passa por mim
Que nunca vi outro assim.


Esse que toma cerveja
E cheira mal quando beija.


Esse que nunca é elegante
E fede a desodorante.


Esse que compra fiado
E paga sempre atrasado.


Esse que joga no bicho
E atira a pule no lixo.


Esse que sai no jornal
Por atropelo fatal.


Esse que vai ao cinema
Para esquecer seu problema.


Esse que tem aventuras
Dentro do beco às escuras.


Esse que ensina na escola
E sempre sofre da bola.


Esse que joga pelada
E é craque da canelada.


Esse que luta e se humilha
Pra casar bem sua filha.


Esse que agüenta o rojão
Pro filho ter instrução.


Esse que só se aposenta
Quando tem mais de setenta.


Esse que vejo na rua
Falando da ida a lua.


Eu canto esse mesmo, exatamente
Esse que sonhou em, mas nunca vai
Ser:
Acrobata,
Magnata,
Psiquiatra,
Diplomata,
Astronauta,
Aristocrata.
(É simplesmente democrata)
Almirante,
Traficante,
Viajante,
Caçador de
Elefante
(Vive só como aspirante)
Pintor, compositor
Senador, sabotador
Escritor ou Diretor
(É apenas sonhador)
Pistoleiro,
Costureiro,
Terrorista,
Vigarista
Delegado,
Deputado,
Galã na tela
Ou mesmo em telenovela,
Marechal,
Industrial,
Presidente,
Onipotente,
(Ele é simplesmente gente)
E, inconsciente marcha pela vida
buscando no seu bairro
Na cidade lá do interior,
No escritório, consultório
No ginásio,
Na repartição,
Na rua, no mercado, em toda a parte
Somente uma razão
Para poder dormir com a esperança
E de manhã, na hora do encontro
Com o espelho, ao fazer a barba,
Ver o reflexo do campeão,


Mas que, na frustração cotidiana,
Vai encontrando aos poucos sua glória
Por isso eu canto a luta sem memória
Desse homem que perde, e não se ufana
De no rosário de derrotas várias
E de omissões, e condições precárias
Poder contar com uma só vitória
Que não se exprime nas mentiras tantas
Espirradas sem medo das gargantas
Mas sim no que ele vence sem saber
E não se orgulha, campeão na história
Da eterna luta de sobreviver.

Nota de Lisarda-me entero, por el blog Leitora Crítica de nuestra amiga Gerana Damulakis del fallecimiento del poeta Ildásio Tavares. Y-como siempre me pasa cuando descubro autores que vale la pena descubrir o releer-fue a través del blog de Gerana que conocí su poesía.
Me permito reproducir parte-parte, pero es mejor leer ese texto por completo- de la hermosa, madura y emocionante semblamza que traza su hijo, Gil Vicente Tavares, en su blog http://teatronu.blogspot.com.

Meu pai subiu no telhado. Sim, isso é uma paródia da famosa piada de português, povo que ele amava e que publicou seu último livro em vida. E parodio a piada porque a coisa que meu pai mais gostava no mundo era fazer piada e sei que ele riria muito (deve estar rindo, talvez) de um artigo sobre seu falecimento iniciado assim.

Meu pai subiu num telhado, mas num telhado bem alto de um palácio, de um zigurate, de uma sinagoga, de um barracão. Ele subiu em todos esses telhados e tantos outros da vasta cultura de um homem especial, talvez o único próximo a mim cujo título de gênio coubesse como a nenhum outro.

Ildásio Tavares nunca esteve nos holofotes como alguns de sua geração. Mas iluminou a cultura brasileira. Se eu fosse desfilar o currículo de meu pai, precisaria escrever uns dez artigos. Livros, jornais, revistas, TV e google dão conta do recado. Entrementes, falar um pouco do quanto meu pai iluminou minha vida talvez seja uma metonímia do homem que ele tentou ser e em muitos momentos foi pro mundo.

Meu pai subiu num telhado, mas diferentemente da piada, ele não morreu. Ele está ali, em cima do telhado, olhando pra mim e pro mundo com olhos críticos. Eu sei que ele está lá olhando e pensando o quanto o mundo perdeu ao não reconhecer sua poesia e seu pensamento, e, nós poucos, de cá, pensando o quanto parte do mundo e eu ganhamos ao reconhecer sua poesia e seu pensamento.

Borges, James Joyce























En un día del hombre están los días
del tiempo, desde aquel inconcebible
día inicial del tiempo, en que un terrible
Dios prefijó los días y agonías
hasta aquel otro en que el ubicuo río
del tiempo terrenal torne a su fuente,
que es lo Eterno, y se apague en el presente,
el futuro, el ayer, lo que ahora es mío.
Entre el alba y la noche está la historia
universal: Desde la noche veo
a mis pies los caminos del hebreo,
Cartago aniquilada, Infierno y Gloria.
Dame, Señor, coraje y alegría
para escalar la cumbre de este día.

sábado, 30 de octubre de 2010

Chamfort, Aforismos

















Los azotes físicos y las calamidades de la naturaleza humana hicieron necesaria la sociedad. La sociedad se agregó a los desastres de la naturaleza. Los inconvenientes de la sociedad hicieron necesario al Gobierno, y el Gobierno se agregó a los desastres


Las obras que un autor escribe a gusto son las mejores, como los niños engendrados en el amor son los más bellos.


Lo único que impide a Dios mandar un segundo diluvio, es que el primero fue inútil.

El mundo físico parece la obra de un ser poderoso y bueno que se vio obligado a abandonar la ejecución de una parte de su plan a un ser maligno. Pero el mundo moral parece ser el producto de los caprichos de un diablo que se volvió loco.


La mayoría de los lectores meten sus libros en la biblioteca; la mayor parte de los escritores meten su biblioteca en sus libros.

Con frecuencia el amor, comercio borrascoso, acaba en bancarrota.

El cambio de moda es el impuesto que la industria del pobre carga sobre la vanidad del rico.

El más rico de todos los hombres es el ahorrativo; el más pobre, el avaro.

Hace siglos que la opinión pública es la peor de las opiniones.

O amor, tal como existe na sociedade, não passa da troca de duas fantasias e do contacto de duas epidermis

Todas as paixões exageram. É por isso que elas são paixões.

A sorte, para chegar até mim tem de passar pelas condições que o meu carácter lhe impõe

La mujer es como la sombra: si la huyes, sigue; si la sigues huye

miércoles, 27 de octubre de 2010

Tan callando





}

















Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo después, de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiera tiempo passado
fue mejor.

Y pues vemos lo presente
cómo en un punto s'es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por passado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio,
porque todo ha de passar
por tal manera.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros, medianos
y más chicos,
allegados son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos,
las perdemos:
dellas deshaze la edad,
dellas casos desastrados
que acaescen,
dellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallescen.

Los plazeres y dulçores
desta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores
y la muerte, la celada
en que caemos.
No mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.

Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes,
y barones
como vimos tan potentes,
di, Muerte, ¿dó los escondes
y traspones?
Y las sus claras hazañas
que hizieron en las guerras
y en las pazes,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerça las atierras
y deshazes.

Las huestes innumerables,
los pendones y estandartes
y banderas,
los castillos impugnables,
los muros y baluartes
y barreras,
la cava honda, chapada,
o cualquier otro reparo
¿qué aprovecha?
Cuando tú vienes airada,
todo lo passas de claro
con tu flecha.

domingo, 24 de octubre de 2010

Touch and Go ,Straight to Number One



Ten . . . kiss me on the lips
Nine . . . run your fingers through my hair
Eight . . . touch me . . . slowly

Hold it! Let's go straight . . . to number one

Seven . . . lips
Six . . . slooowly
Five . . . fingers
Four . . . play

. . . to number one

Let's go straight . . . to number one

One

Touch me . . .

Let's go straight . . .

One

. . . to number one

Lips
Fingers
Feel it?

One

Ten
Nine
Eight
Seven
Six
Five
Four
Three
Touch and go . . .

. . . to number one

sábado, 23 de octubre de 2010

Alí Chumacero (1918-2010), Amor es mar



















Llegas, amor, cuando la vida ya nada me ofrecía
sino un duro sabor de lenta consunción
y un saberse dolor desamparado,
casi ceniza de tinieblas;
llega tu voz a destrozar la noche
y asciendes por mi cuerpo
como el cálido pulso hacia el latir postrero
de quien a solas sabe
que un abismo de duelo lo sostiene.


Nada había sin ti,
ni un sueño transformado en vida,
ni la certeza que nos precipita
hasta el total saberse consumido;
sólo un pavor entre mi noche
levantando su voz de precipicio;
era una sombra que se destrozaba,
incierta en húmedas tinieblas
y engañosas palabras destruidas,
trocadas en blasfemias que a los ojos
ni luz ni sombra daban:
era el temor a ser sólo una lágrima.


Mas el mundo renace al encontrarte,
y la luz es de nuevo
ascendiendo hacia el aire
la tersa calidez de sus alientos
lentamente erigidos;
brotan de fuerza y cólera
y de un aroma suave como espuma,
tal un leve recuerdo
que de pronto se hiciera un muro de dureza
o manantial de sombra.


Y en ti mi corazón no tiene forma
ni es un círculo en paz con su tristeza,
sino un pequeño fuego,
el grito que florece en medio de los labios
y torna a ser el fin
un sencillo reflejo de tu cuerpo,
el cristal que a tu imagen desafía,
el sueño que en tu sombra se aniquila.


Olas de luz tu voz, tu aliento y tu mirada
en la dolida playa de mi cuerpo;
olas que en mí desnúdanse como alas,
hechas rumor de espuma, oscuridad, aroma tierno,
cuando al sentirme junto a tu desnudo
se ilumina la forma de mi cuerpo.


Un mar de sombra eres, y entre tu sal oscura
hay un mundo de luz amanecido.

Alí Chumacero, gran poeta y editor mexicano, fallecido ayer, viernes, a los 92 años.

viernes, 22 de octubre de 2010

José Antonio Ramírez Lozano, Hormigas eruditas



































La Nacional vuelve cegatas las hormigas. Las formícinas, rubias y mínimas, de nuestra Biblioteca Nacional son hormigas urbanas y heredaron de sus padres ese afán por el conocimiento enciclopédico y bursátil. Son hormiguitas con vocación funcionaria que optaron a los mejores puestos de la administra¬ción o la enseñanza y devoran temas de oposición y páginas del boletín oficial que primorosamente orde¬nan y encuadernan por fechas. De pequeñitas, se las puede ver en el Retiro las tardes soleadas de domin¬go, con sus gafitas graduadas, con su comedimiento chato y ese sentido cívico que les hace no saltar los setos y caminar en hilera por los senderos de grava. Pero en la Nacional también hay hormigas, las dorilinas, que acudieron de las tierras cálidas y leja¬nas del sur, oscuras y cabezonas, robustas y apasio¬nadas. Aquéllas, las formicinas, nunca vieron una pi¬rámide de trigo; las dorilinas, sí. Las formicinas jamás se alimentaron del artejo de un moscardón o de la carne agria de un caballo difunto, sólo de migajitas y arvejones de los parques. Las dorilinas sí. Las dorilinas son hormigas rurales que fueron becadas para que realizasen sus estudios en la ciudad y frecuentan pensiones, colegios y comedores públicos. En fin, las de la Biblioteca, como digo, son todas hormigas cui¬dadosamente seleccionadas para el estudio e inquisición de textos, obedientes e instruidas, celosas en extremo de la letra. Conocen la procesal y la góti¬ca, la inglesa, la bastardilla e incluso las lenguas de la Comunidad Europea. Sus papás, sus abnegados y probos papás bien que se sacrificaron enviándolas a Londres en estío o poniéndolas en viejas academias. Sus ojos, sus grandes ojos bíblicos, se gastan cada jornada recorriendo quilómetros de renglones en ese menester de investigar para el que fueron escogidas y al que se deben. Seguro que el bedel Justino, Justino Mata Bascones, sigue sacando cada mañana en su cogedor, después de la barrida, cientos de estas hormigas que dieron su vida por corregir un solo acento o cambiar el rabito de una be con la tinta azulina o negra de su sangre.


Fuente:La derrota de los fabulistas(1994)

El poeta y narrador José Antonio Ramírez Lozano (Nogales -Badajoz-, 1950) ha ganado el premio "Rafael Morales" 2010 por su libro Raíz de la materia.Como celestinófilos nos es grato saber que dicho libro se publicará en la colección Melibea y el premio lo otorga el Ayuntamiento (hay cada palabrita...)de Talavera de la Reina-provincia de Toledo-último refugio del bachiller Fernando de Rojas.
Ramírez Lozano ha ganado premios tan oximorónicos como el Azorín y el Felipe Trigo, así que lo menos que puedo sentir es curiosidad por sus libros.Quizás la misma curiosidad que el blend-el maridaje,bah-entre Almudena Grandes y Luis García Montero, pero esa es otra historia.
Aquí va un fragmento de entrevista que tomé de no sé dónde.

Creo que a la hora de escribir le da mucha prioridad e importancia al lenguaje, ¿no?

- La lengua es un dominio poderoso y generoso a la vez, que si se trabaja con intuición te da hecha la mitad de la obra. Para mí nunca fue un vehículo, sino una fuente gozosa que es capaz de darme lo que yo por mí no soy capaz de imaginar. Nada hay más allá de la lengua. Tiéntenla, les hará pecar.

-¿Cómo cree que está la salud de la literatura extremeña, en particular, y de la nacional, en general?

-La extremeña, saludable. Hubo un cambio significativo con la creación de la universidad y el patrocinio de las instituciones. A nivel nacional, como dije, prima mucho la comercial, lo cual tampoco es malo. Pero escasea la buena prosa, la literatura, el estilo. La poesía, sin embargo, es excelente.

-¿Tiene algunos escritores de referencia que le gusten o admire?

-El día que vuelva a leerse a un Álvaro Cunqueiro habremos rescatado la calidad literaria para este país. Los poetas son muchos y excelentes. Vicente Gallego, por ejemplo.

-¿Es muy productivo, literariamente hablando?

-Soy productivo porque, no utilizo la lengua sólo como un vehículo para comunicar situaciones sentimentales ni denuncias éticas, que vienen cuando vienen, sino como un enorme tablero de ajedrez que siempre está dispuesto a iniciar conmigo las mil jugadas gozosas con que nos convida el lenguaje. Le recuerdo a Juan Ramón.

-¿Se dedica sólo a escribir o le gustaría dedicarse a ello en exclusiva?

--Soy profesor de Literatura y escribo. No pido más. Disfruto.