Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido:
su cuerpo dejará no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
2 comentarios:
Bom, bastante bom. Sin pelea, pero Quevedo me hace querer un poema de Góngora.
Verdad,no? Vienen en paquete, como dois irmainhos envoltos na peleja...dices bien, já procuro Góngora para que Quevedo nao fique sozinho.
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