Cuando en 1995, con Gabriela empezamos a armar los primeros ejemplares del número 1 de la revista tsé-tsé, uno por uno, en una impresora láser, en casa, no podíamos imaginarnos lo que iba a venir. Mucho menos que quince años más tarde un editor, un librero, un diseñador como Guido Indij iría a invitarnos a armar esta muestra en su espacio. Y tengo que decirles ahora que Guido nos mostró su afectuosa curiosidad por nuestra labor justo cuando habíamos decidido dejar de lado la editorial y la revista-libro del mismo nombre. Y esto pasó hace apenas unas semanas, así que imagínense lo vertiginoso que ha sido volver a enfocar un cuerpo de obra que, acabamos de enterarnos, se compone de casi cien títulos (cada vez que me preguntaban la cantidad de ediciones que habíamos hecho, yo respondía mecánicamente: más de 60, pero hete aquí que en el conteo registramos 97, tal vez 98!). Nunca habíamos hecho la cuenta, así fue de intenso el recorrido.
La revista fue nuestra primera publicación, totalmente artesanal como recién les decía. No más de 200 ejemplares en el mejor de los casos. Por lo tanto, inhallable hoy. Aunque por ejemplo nos ha sucedido que al entrar a un departamento en la ciudad de Nueva York, algunos de esos números estuviera en la biblioteca, luciendo de tapa al frente. La circulación de estos números fue de mano en mano. A partir del número 5 decidimos, con Gabriela y Carlos Riccardo, que nos venía acompañando casi desde el inicio, formalizar un consejo editorial y convocamos a otros autores para ello. El más consecuente fue Carlos Elliff o Nákar Elliff-cé. También fueron constantes y sumamente enriquecedores los aportes de Ignacio Vázquez, Adrián Cangi y Roberto Cignoni. Desde el número 5 al 11, la revista tuvo ese formato cuadrado, tipo guía telefónica en dos casos, y mantuvo ese espíritu colectivo con los movimientos internos típicos. Después de 2001 y de una extraña y concurrida presentación en el MALBA, donde la diversidad se volvió desintegración, la revita tsé-tsé adquirió un formato de revista de autor. Fue entonces que me hice cargo, siempre con la colaboración de Gabriela y Carlos Riccardo, de despejar este concepto y asumirlo. Una constante inspiración en ese sentido fueron las revistas que hizo el poeta peruano Emilio A Westphalen: Las Moradas y Amaru; también Escandalar, dirigida en los 80 por el cubano Octavio Armand en Nueva York.
La revista tsé-tsé siempre mantuvo esa intención inicial de poner juntos una serie de materiales-textos, pero también imágenes- que nos inspiraban, que nos hacían pensar. No sólo poesía, sino poéticas. Un volver constante sobre las poéticas en relación a cuestiones de interés general. Temas obsesivos fueron la frontera, la identidad, el límite, pero también la alegría de leer, la pregunta por el lector, la relación vida-obra. Por eso las entrevistas, los ensayos, las traducciones de autores de todas las épocas y lugares, los dossiers temáticos, el acercamiento a las obras e ideas de artistas visuales, cineastas y músicos. Todo esto lo recalco a raíz del prejuicio, por parte de algunos críticos especializados, que nos sindicaron como "revista neobarroca", como si se tratase de una publicación militante de un estilo literario. La militancia de tsé-tsé, si la tuvo, fue siempre la indagación, la del intento de intervenir críticamente en los signos, la de vincular , conectar t transmitir: bastante adversa a las "guerrillas estéticas" o "las estrategias del campo literario".
Desde el número 12 al último, el 18/19, la revista se mantuvo en 500 ejemplares y ganó-sin renegar de su origen artesanal- creo, su definición, en muchos sentidos. Al mismo tiempo, fue el período en que dejó de ser reseñada en los medios masivos, en que los diversos problemas con las distribuidoras y la falta de adecuación publicitaria del proyecto la hicieron más invisible. Al menos, a primera vista.. Una constante fue que cada vez que sacábamos, con intermitencia regular y esforzada, un nuevo número, en los informes que nos llegaban por parte de las distribuidoras (pasamos por varias) nos enterábamos que empezaban a aparecer los lectores de uno o dos números atrás. Es decir, que si salía el número 15, los que empezaban a venderse, despacio, eran el 14 o el 13. Le atribuyo a este hecho la posibilidad de la constante difusión boca a boca, tan arcaica como el entusiasmo que nos impulsó, a pesar de un también inmenso cansancio. Los costos de imprenta y la falta de retorno en casi todos los sentidos (excepto el afecto de unos cuantos seguidores, sobre todo en otros países) nos hacen pensar que el 18/19 va a ser el último número de la revista, al menos en este formato y por algún tiempo. Pero la obra, de algún modo, está cumplida.
Por otro lado, una buena parte de los libros se hizo en coproducción con los autores, es decir, que ellos financiaban la edición y nosotros nos encargábamos, a duras penas, claro, de distribuirlos e intentar su circulación. Ninguna tirada sobrepasó los 1000 ejemplares, siendo la mayoría ediciones de 500, aunque también las hubo de 300. Y en un caso mi propio libro, La curva del eco, que no alcanzó esa cifra ni tuvo distribución. Experimentamos formatos y modos de coproducir, a veces con cierta fluidez y otras no. Con muchos autores seguimos siendo amigos en intercambio; con otros no. Algunos autores entendieron la voluntad creativa que animaba el proyecto; otros, los menos, tomaron a tsé-tsé como un servicio de insumos o como una pequeña empresa dedicada-quizá creyeron- a lucrar con los siempre amenazados bolsillos de los poetas. No hace mucho leía un artículo de una poeta-crítico donde jugaba a “denunciar” el supuesto “atropello” o aprovechamiento de los malévolos editores de poesía respecto a la ingenua necesidad de circulación de los poetas. Está claro que, a la hora de las cifras, fueron varios los veranos en que, por financiar alguna edición, no tuvimos vacaciones.
Lo cierto es que, además de la revista, tsé-tsé siempre cuidó su catálogo. Algunos libros incluso merecieron premios internacionales a sus autores, como Eucaristía de Roger Santiváñez o Centralasia de Roberto Echavarren. O desaparecieron de las librerías, como la recopilación de Teatro Noh que realizara Liliana Ponce, con traducciones del japonés y una puesta en contexto que no creo que exista, cuando menos, en el ámbito de nuestra lengua. A propósíto de Liliana Ponce, su libro de poesía Teoría de la voz y el sueño, una de nuestras grandes apuestas, recibió en su momento el reconocimiento justo que esta poeta merecía, poniendo a circular su obra después de bastante tiempo. Y podría seguir, detallando casos y situaciones similares.
2 comentarios:
Quanta coisa boa, fico aqui "con ganas" de conhecer.
Comparto! Quero, também, proseguir conhecendo.
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