martes, 16 de junio de 2009
Silvina Ocampo, Para un tirano
Oh soledad del árbol y del río
sangre del trébol rojo y de las hierbas,
rocas heridas por las guerras vanas,
aquí yace un tirano desdeñado:
no lo recibas en tus senos hondos
donde renacen tus constantes flores.
Oh muerte, tú que abrazas bellas vidas
no mereces un huésped tan abyecto.
Este favor te lo pidió la tierra;
te lo agradecen aseveradamente
con sus hombres sonrientes, sus balcones,
con sus fieles pañuelos y banderas.
Qué inesperada dicha has repartido,
oh muerte, tú que estabas habituada
a recoger el llanto de los hombres.
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