jueves, 31 de octubre de 2013

Leonardo Martínez, Las santitas


Leonardo Martínez

Las santitas

De tan humildes
nadie les conocía el nombre
Las llamaban las batateras
Sin registro en medio de los vivos
vestidas de frío y temblonas
salían de los inviernos a la oración
a vender batatas
Las cosechaban en una tierrita junto al río
y con el moro chuzo
tirando del carrito cargado
iban ofreciendo la mercadería
centavos de pulpa dulce
de la tierrita junto al río
Un día murió la madre
Por las encrucijadas las hijas
salieron a mendigar velas
Mi hermano les llevó unas cuantas
Dentro del rancho
estaba la muerta tendida sobre la mesa
y cañas huecas clavadas en el piso
hacían de candeleros
Por las paredes se colaba el zonda
y los sollozos
un mayar de gatos en la nochecita
Ha pasado mas de medio siglo
y todavía me acuerdo
no apareció el cura
ni se acercó un vecino
Las pobres hicieron un cajón de tablas
Necesitaron muchas y muchos clavos
y alambre para un cajón fuerte
La enterraron un día crudo
de luz indecisa
Más a la tarde
con su carrito y el moro chuzo
partieron las hijas
hacia las tinieblas
al fondo del invierno

EL SEÑOR DE AUTIGASTA

Fue Alonso Carrión
o Juan Bautista Muñoz
el que dejó heredad
viñedos algodonales
la umbría plantación de higueras
los durazneros
el membrillar a orillas de la acequia
y un buen día
mandó todo al carajo
religión y familia
rey y teniente de gobernador
y se adentró en el caserío de indios
por los matorrales de Huaycama
para hacer vida de idólatra
fornicar con salvajes
comer viandas asquerosas
pintarrajeado
emplumado
por fin libre
las corotas al aire
huérfano
sediento del lloro de plata de la luna.


***



Los mestizos son poetas taciturnos
Su poesía es un monte
que se les desnubla adentro
y les crece hasta avasallarles la lengua;
buscan el silencio,
lo atraviesan
y se desdibujan en la muerte.
Generaciones y más generaciones
fueron borrando, disimulando,
tapando, encubriendo
la nariz de puma,
el ojo de ágata,
la boca con el estigma real,
el topu de oro atravesándoles el corazón,
la huincha de finísima lana
ciñendo sus cabezas.
Pero aún hoy,
en las noches inaccesibles,
deambula una palidez lunar
por los campos.
Es el alma de algún poeta de la tierra
como vislumbre,
surgiendo
de las flores de la muerte.



HOMBRE SOLO



Todos han muerto
Se han ido muriendo uno a uno.
Yo pude haberlos matado
pero dejé al tiempo la tarea.
Por segundos seré dueño,
dueño solo de la memoria
y desde mi sitial
abarcaré los sueños de los otros,
sus grandes desconsuelos,
sus vidas en pedazos.
Cuando me toque la muerte
seguiré sentado como en este instante,
bajo el tala,
mirando sin ver
los cerros,
allá lejos.

LA LUZ DE LOS AMANTES


Tengo un perro
Su nombre es el de un héroe sumerio
Gilgamesh
Está muy viejo
Camina con dificultad
La sordera lo ha vuelto huraño y cascarrabias
Sus ojos presagian una cercana muerte
Me muerde No me reconoce
Come a duras penas delicadas papillas
Pero duerme conmigo
Es un raro amante anciano
egoísta y gruñón
enfermo de mezquindad y celos

Se acerca otro verano
pero no habrá otro perro
Éste es el único
Artrítico canceroso diabético
Terminará en cualquier momento
y como todo lo amado
lo enterraré en un jardín
donde la eternidad no lo fosilice




***



Lo que fue amado
quedará para siempre (*)
junto a la lumbre de los solitarios
a los trastos machacados de olvido
a los huesos de los interdictos
a la penuria de los animales domesticados
Todos serán un mármol duro de roer
como mi perro
que me está mirando con unos ojos de amor
como nadie me ha mirado nunca
y que me seguirá mirando
a través de sus ojos insondables
en las generaciones y degeneraciones
de los mundos
Me da gusto su olor
pues comemos del mismo plato
una comida donde no interviene la sangre
sino la luz de los amantes





· de Fosa Común , de Alejandro Carrizo

Del blog de Selva di Pascuale, La infancia del procedimiento

GENEALOGÍA DEL DESEO
… y los padres de los padres de los padres
de los tatarabuelos de mis padres
esos Tales esas Cuales
las Zósimas los Baltasares
sus palabras en conmemoraciones de arena
sus miradas en las de mi Angel Custodio
Sabía del Cristo en la Sagrada Forma
porción de engrudo asado entre dos planchas
que Reales y misteriosos Poderes
convertían en Dios vivo
En mi primera comunión
se entrecruzaron pecados de la carne
omisiones y mentiras
De acuerdo a la catequesis recibida
aguardé caer muerto
encogido en vómitos de sangre
Nada de eso
Sólo una fiebre de niño
extraviado catecúmeno en los laberintos
del sopor frailuno
Volví a la vida como un francisco renovado
Abundaron entonces los juegos placenteros
el espiar constante
los tocamientos
el dormir atisbando la vecindad de un sexo
No me acosaban los abuelos
Sus memorias funcionaron
como torrente de aguas generosas
Los padres de los padres de los padres
de los tatarabuelos de mis padres
fueron aires libres
tutelares
Publicado en el blog La Víspera, en 2007/ Alejo González Prandi

Nota de Lisarda- 
31/10/2013. 
Tarde histórica para la poesía argentina:Leonardo Martínez lee sus poemas en la Casa de Catamarca y nos vuelve a hechizar con su ritmo, su paisaje interior, su novela familiar, su música discreta.Le precedió una excelente y sobradamente atinada presentaciónde Leopoldo Brizuela.

Gracias,Leonardo Martínez, por tanta gracia memorable.


martes, 29 de octubre de 2013

Hans Christian Andersen, El alfabeto/ ABC-Bogen

Alfabeto Animado Abecedario Letras Animadas Gratis Kamistad

El abecedario

Érase una vez un hombre que había compuesto versos para el abecedario, siempre dos para cada letra, exactamente como vemos en la antigua cartilla. Decía que hacía falta algo nuevo, pues los viejos pareados estaban muy sobados, y los suyos le parecían muy bien. Por el momento, el nuevo abecedario estaba sólo en manuscrito, guardado en el gran armario-librería, junto a la vieja cartilla impresa; aquel armario que contenía tantos libros eruditos y entretenidos. Pero el viejo abecedario no quería por vecino al nuevo, y había saltado en el anaquel pegando un empellón al intruso, el cual cayó al suelo, y allí estaba ahora con todas las hojas dispersas. El viejo abecedario había vuelto hacia arriba la primera página, que era la más importante, pues en ella estaban todas las letras, grandes y pequeñas. Aquella hoja contenía todo lo que constituye la vida de los demás libros: el alfabeto, las letras que, quiérase o no, gobiernan al mundo. ¡Qué poder más terrible! Todo depende de cómo se las dispone: pueden dar la vida, pueden condenar a muerte; alegrar o entristecer. Por sí solas nada son, pero ¡puestas en fila y ordenadas!... Cuando Nuestro Señor las hace intérpretes de su pensamiento, leemos más cosas de las que nuestra mente puede contener y nos inclinamos profundamente, pero las letras son capaces de contenerlas.
Pues allí estaban, cara arriba. El gallo de la A mayúscula lucía sus plumas rojas, azules y verdes. Hinchaba el pecho muy ufano, pues sabía lo que significaban las letras, y era el único viviente entre ellas.
Al caer al suelo el viejo abecedario, el gallo batió de alas, subióse de una volada a un borde del armario y, después de alisarse las plumas con el pico, lanzó al aire un penetrante quiquiriquí. Todos los libros del armario, que, cuando no estaban de servicio, se pasaban el día y la noche dormitando, oyeron la estridente trompeta. Y entonces el gallo se puso a discursear, en voz clara y perceptible, sobre la injusticia que acababa de cometerse con el viejo abecedario.
- Por lo visto ahora ha de ser todo nuevo, todo diferente - dijo -. El progreso no puede detenerse. Los niños son tan listos, que saben leer antes de conocer las letras. "¡Hay que darles algo nuevo!," dijo el autor de los nuevos versos, que yacen esparcidos por el suelo. ¡Bien los conozco! Más de diez veces se los oí leer en alta voz. ¡Cómo gozaba el hombre! Pues no, yo defenderé los míos, los antiguos, que son tan buenos, y las ilustraciones que los acompañan. Por ellos lucharé y cantaré. Todos los libros del armario lo saben bien. Y ahora voy a leer los de nueva composición. Los leeré con toda pausa y tranquilidad, y creo que estaremos todos de acuerdo en lo malos que son.
A. Ama

Sale el ama endomingada
Por un niño ajeno honrada.

B. Barquero

Pasó penas y fatigas el barquero,
Mas ahora reposa placentero.
-Este pareado no puede ser más soso. - dijo el gallo - Pero sigo leyendo.
C. Colón

Lanzóse Colón al mar ingente,
y ensanchóse la tierra enormemente.

D. Dinamarca

De Dinamarca hay más de una saga bella,
No cargue Dios la mano sobre ella.
- Muchos encontrarán hermosos estos versos - observó el gallo - pero yo no. No les veo nada de particular. Sigamos.
E. Elefante

Con ímpetu y arrojo avanza el elefante,
de joven corazón y buen talante.

F. Follaje
Despójase el bosque del follaje
En cuanto la tierra viste el blanco traje.

G. Gorila

Por más que traigáis gorilas a la arena,
se ven siempre tan torpes, que da pena.

H. Hurra

¡Cuántas veces, gritando en nuestra tierra,
puede un "hurra" ser causa de una guerra!
- ¡Cómo va un niño a comprender estas alusiones! - protestó el gallo -. Y, sin embargo, en la portada se lee: "Abecedario para grandes y chicos." Pero los mayores tienen que hacer algo más que estarse leyendo versos en el abecedario, y los pequeños no lo entienden.
¡Esto es el colmo! Adelante.
J. Jilguero

Canta alegre en su rama el jilguero,
de vivos colores y cuerpo ligero.

L. León

En la selva, el león lanza su rugido;
vedlo luego en la jaula entristecido.

Mañana (sol de)

Por la mañana sale el sol muy puntual,
mas no porque cante el gallo en el corral.
Ahora las emprende conmigo - exclamó el gallo -. Pero yo estoy en buena compañía, en compañía del sol. Sigamos.
N. Negro

Negro es el hombre del sol ecuatorial;
por mucho que lo laven, siempre será igual.

O. Olivo

¿Cuál es la mejor hoja, lo sabéis? A fe,
la del olivo de la paloma de Noé.

P. Pensador

En su mente, el pensador mueve todo el mundo,
desde lo más alto hasta lo más profundo.

Q. Queso

El queso se utiliza en la cocina,
donde con otros manjares se combina.

R. Rosa
Entre las flores, es la rosa bella
lo que en el cielo la más brillante estrella.

S. Sabiduría
Muchos creen poseer sabiduría

cuando en verdad su mollera está vacía.
- ¡Permitidme que cante un poco! - dijo el gallo -. Con tanto leer se me acaban las fuerzas. He de tomar aliento -. Y se puso a cantar de tal forma, que no parecía sino una corneta de latón. Daba gusto oírlo - al gallo, entendámonos -. Adelante.
T. Tetera
La tetera tiene rango en la cocina,
pero la voz del puchero es aún más fina.

U. Urbanidad
Virtud indispensable es la urbanidad,
si no se quiere ser un ogro en sociedad.

Ahí debe haber mucho fondo - observó el gallo -, pero no doy con él, por mucho que trato de profundizar.
V. Valle de lágrimas

Valle de lágrimas es nuestra madre tierra.
A ella iremos todos, en paz o en guerra.
- ¡Esto es muy crudo! - dijo el gallo.
X. Xantipa
- Aquí no ha sabido encontrar nada nuevo:
En el matrimonio hay un arrecife,
al que Sócrates da el nombre de Xantipe.
- Al final, ha tenido que contentarse con Xantipe.
Y. Ygdrasil

En el árbol de Ygdrasil los dioses nórdicos vivieron, 
mas el árbol murió y ellos enmudecieron.
- Estamos casi al final - dijo el gallo -. ¡No es poco consuelo! Va el último:
Z. Zephir

En danés, el céfiro es viento de Poniente,
te hiela a través del paño más caliente.

- ¡Por fin se acabó! Pero aún no estamos al cabo de la calle. Ahora viene imprimirlo. Y luego leerlo. ¡Y lo ofrecerán en sustitución de los venerables versos de mi viejo abecedario! ¿Qué dice la asamblea de libros eruditos e indoctos, monografías y manuales? ¿Qué dice la biblioteca? Yo he dicho; que hablen ahora los demás.
Los libros y el armario permanecieron quietos, mientras el gallo volvía a situarse bajo su A, muy orondo.
- He hablado bien, y cantado mejor. Esto no me lo quitará el nuevo abecedario. De seguro que fracasa. Ya ha fracasado. ¡No tiene gallo!.

Fin


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ABC-Bogen 


Der var en Mand, som havde skrevet nogle nye Vers til "Abc-Bogen"; saadan to Linier til hvert Bogstav, ligesom i den gamle Abc; han syntes, at man skulde have noget Nyt, de gamle Vers vare saa forslidte, og han syntes nu altid saa godt om sine egne. Den nye Abc laae endnu kun skrevet, og den var ved Siden af den gamle trykte stillet hen i det store Bogskab, hvori der stode saa mange lærde Bøger og moersomme Bøger, men den gamle Abc vilde nok ikke være Nabo til den nye og var derfor sprunget fra Hylden og havde i det samme givet et Skub til den nye, saa den ogsaa laae paa Gulvet og det med alle sine løse Blade spredte rundtom. Den gamle Abc vendte opad den første Side, og det er den vigtigste i den, der staae alle Bogstaverne, de store og smaa. Det Blad har nu Alt, hvad alle de andre Bøger leve af, Alphabetet, Bogstaverne, dem, der dog regjere i Verden; en forfærdelig Magt har de! det kommer alene an paa, hvorledes de kommanderes til at staae; de kunne give Liv, slaae ihjel, glæde og bedrøve. Enkelte opstillede betyde de Ingenting, men stillede i Geled, - ja, da vor Herre lod dem lægge under sine Tanker, fornam vi mere, end vi mægtede at bære, vi bøiede os dybt, men Bogstaverne mægtede at bære det.

Der laae de nu og vendte opad! og Hanen i det store A straalede med røde, blaae og grønne Fjer; han brystede sig, for han vidste hvad Bogstaverne betød og at han var den eneste Levende i dem.

Da gamle Abc-Bog faldt paa Gulvet slog han med Vingerne, fløi ud og satte sig paa en Kant af Bogskabet, glattede sig med Næbet, og galede, saa det skingrede efter. Hver Bog i Skabet, som ellers Nat og Dag stod ligesom i en Døs, naar den ikke var i Brug, fornam det Trompetstød - og saa talede Hanen høit og lydeligt om den Uret, der var gjort den værdige gamle Abc-Bog.

"Alting skal nu være nyt, være anderledes!" sagde den, "Alt skal være saa fremad, Børn ere saa kloge, at de nu kunne læse før de kjende Bogstaver. ""De skulle have lidt Nyt!"" sagde han, der skrev de nye Abc-Vers, som ligge der spredte paa Gulvet. Jeg kjender dem! meer end ti Gange har jeg hørt ham læse dem op for sig selv, det var ham saadan en Fornøielse, nei, maa jeg bede om mine egne, de gode gamle med Xanthus, og de Billeder, der høre til; dem vil jeg kjæmpe for, dem vil jeg gale for! enhver Bog i Skabet kjender dem vel! nu skal jeg læse de skrevne nye! læse dem med al Rolighed! lad os saa være enige om, at de ikke due!"

A. Amme.


En Amme gaaer i Søndagsklæder,
Og Andres Børn er hendes Hæder.


B. Bonde.


En Bonde før leed stor Fortræd,
Nu er han tidt for meget med!


"Det Vers finder jeg nu inderligt flaut!" sagde Hanen, "men jeg læser videre!"

C. Columbus.


Columbus over Havet foer,
Og Jorden den blev dobbelt stor!


D. Danmark.


Om Danmarks Rige Sagnet gaaer,
Gud ei sin Haand af Danmark slaaer!


"Det vil nu Mange finde saa kjønt!" sagde Hanen, "men det gjør jeg ikke! jeg finder nu Ingenting kjønt her! - videre!"

E. Elephant.


En Elephant gaaer altid tungt,
Om ogsaa Hjertet det er ungt!

F. Formørkelse.


Formørkelse gjør Maanen godt,
Den gaaer saa længe med Kalot!


G. Galten.


Om Galten end faaer Ring i Næsen,
Han lærer ei det fine Væsen.


H. Hurra.


Tidt er et Hurra paa vor Jord
Et meget ubesindigt Ord!


"Hvor skal nu et Barn forstaae det!" sagde Hanen, "der staaer rigtignok paa Titelbladet: "Abc-Bog for Store og Smaa," men de Store have Andet at bestille end læse Abc-Vers og de Smaa kunne ikke forstaae det! Der er en Grændse med Alt! Videre!"

J. Jord.


Vor Jord er vor Moder saa rund og saa stor,
Og vi gaae tilsidst igjen i vor Moer!


"Det er nu raat!" sagde Hanen.

K. Ko. Kalv.


En Ko er Tyrens Madamme,
Og Kalven kan blive det samme!


"Hvor skal man nu * kunne forklare for Børn det Familieskab?"

L. Løve. Lorgnet.


Den vilde Løve har ei Lorgnet,
Det har den tamme i Nummer-Parquet.


M. Morgensol.


Op staaer den gyldne Morgensol,
Men ei fordi Gaardhanen goel.


"Nu faaer jeg Grovheder!" sagde Hanen; "men jeg er da i godt Selskab, i Selskab med Solen! videre!"

N. Neger.


Sort er en Neger al sin Tid,
Ham kan man ikke vaske hvid.

O. Olieblad.


Det bedste Blad - ja veed Du hvad?
Det var dog Duens Olieblad.


P. Pande.


Tidt rummes i Menneskets Pande,
Hvad knap kan rummes i Tider og Lande.


Q. Qvæg.


At eie Qvæg er stort og godt,
Selv være Qvæg, det er kun smaat.


E. Rundetaarn.


Skjøndt man er skabt som Rundetaarn,
Er man derfor ei høivelbaar'n.


S. Sviin.


Lad det Dig ikke gjøre hoven,
At Du har mange Sviin paa Skoven.


"Tillader De nu, jeg galer!" sagde Hanen, "det tager paa Kræfterne at læse saa meget! man maa trække Veiret!" - og saa galede den, saa at det skingrede som Messing-Trompet, og det var en stor Fornøielse at høre paa - for Hanen. "Videre!"

T. Theekedel. Theemaskine.


Theekedlen fik kun Skorsteens-Rang,
Og har dog Theemaskinens Sang.


U. Uhret.


Skjøndt Uhret stadigt slaaer og gaaer,
Midt i en Evighed man staaer!


"Det skal nu være saa dybt," sagde Hanen, "men jeg kan ikke hitte det paa Bunden!"

V. Vaskebjørn.


En Vaskebjørn kan vaske Tingen
Saa længe, at den bliver ingen!

X. - -


"Her har han ikke kunnet finde paa noget Nyt!"

I Ægteskabs-Sø skal der findes en Klippe,
Af Socrates blev den betegnet Xanthippe.


"Han maatte dog tage Xanthippe. Xanthus er nu bedre!"

Y. Ygdrasil.


Under Ygdrasil-Træ var Gudernes Sted, -
Træet er dødt og Guderne med!


"Nu er vi snart ude!" sagde Hanen, "det er altid en Trøst. Videre frem."

Æ. Æsel.


Et Æsel er et Æsel dog,
Om selv det gaaer med gyldent Skrog.


Ø. Østers.


En Østers har ikke til Verden Fiduus,
Den veed, man kan æde den ud af sit Huus!


"Der slap det! men det er ikke overstaaet! nu skal det trykkes! og saa skal det læses! det skal bydes istedetfor de værdige gamle Bogstav-Vers i min Bog! Hvad siger Forsamlingen, Lærde og Ulærde, enkelte og samlede Skrifter? hvad siger Bogskabet? Jeg har talt - nu kunne de Andre handle!"

Og Bøgerne stode og Skabet stod, men Hanen fløi ned igjen i sit store A og saae sig stolt om. "Jeg talede godt, jeg galede godt -! det gjør den nye Abc-Bog mig ikke efter! den døer bestemt! den er død! den har ingen Hane!"

SLUT

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Hans Christian Andersen, que no necesita ser presentado, nació y murió en Dinamarca. (1805 – 1875). Autor de relatos inmortales como La sirenita o El patito feo, Andersen posee una vasta obra por descubrir entre novelas, poesías y libros de viajes. Con este cuento- que posteamos en castellano y en danés- damos iniocio a una serie de lecturasde este excelente escritor.

Notícula- no pude ni supe corregir la grafía bicolor; mis disculpas a los espíritus monocromáticos.

domingo, 20 de octubre de 2013

Walter Savage Landor, Across unknown South America (1913)

The Author.
Preface
South America is, to my mind, "the Coming Continent"—the Continent of the future. Everybody knows the wealth of the Argentine, Peru, Chile, and Bolivia; but the interior of Brazil, the largest and richest country of all, not unlike forbidden Tibet, was perhaps better known a century or two ago than now. Few people realize that Brazil is larger than the United States of North America, Germany, Portugal, and a few other countries taken together. The interior is practically a terra incognita—although the ancient Jesuits and, at a later date, escaped slaves and native rubber collectors have perhaps found their way inland to a considerable distance.
When I started on the transcontinental journey I did not take Europeans with me. It is not easy to find men who can stand the strain of so long a journey. I was also not surprised, although I was disappointed, not to be able to obtain suitable officers in Brazil to go part of the journey with me, so that I might be relieved of a portion of the tedious scientific work of the expedition, especially taking and computing daily astronomical observations, to which much time has to be devoted. All the work of all kinds eventually fell upon my shoulders, and after departing I found[vi] myself filling the posts of surveyor, hydrographer, cartographer, geologist, meteorologist, anthropologist, botanist, doctor, veterinary surgeon, painter, photographer, boat-builder, guide, navigator, etc. The muleteers who accompanied me—only six, all counted—were of little help to me—perhaps the reverse. So that, considering all the adventures and misfortunes we had, I am sure the reader, after perusing this book, will wonder that we got back at all, and will be indulgent enough to give me a little credit for saving, through innumerable disasters—and perhaps not altogether by mere luck—all my photographs (800 of them), all my note-books, all my scientific observations, as well as all the vocabularies I made of the various Indian languages of tribes found on my way. Also for bringing all my men out alive.
Here are, briefly, a few results of the expedition:—
(a) First of all it has proved that, far from South America's being an impenetrable continent—as was believed—it is possible for any experienced traveller to cross Brazil in any direction, if he could obtain suitable followers.
(b) It has proved that the "millions of savage Indians" supposed to be swarming all over the interior of Brazil do not exist at all. All the pure Indians of Central Brazil taken together may number a few hundreds, or including half-castes (negroes and Portuguese), a few thousands. As for the wild beasts and snakes, no one ever need fear being troubled by them. They are more afraid of you than you of them, you can take my word for it. So that the terror which has so far prevented people penetrating the interior has no[vii] reasonable ground, and this book ought to be the means of making European people some day swarm to develop that marvellous land now absolutely uninhabited.
(c) Meteorological observations were recorded daily right across Brazil.
(d) Altitude observations, forming a complete chain and including all minor undulations, were registered across the entire South American continent from the Atlantic coast at Rio de Janeiro as far as Callao on the Pacific coast. The observations were taken with a hypsometer and several excellent aneroids. These show that many of the elevations marked on the existing maps of Brazil are inaccurate, the error amounting sometimes to several hundred feet.
(e) A complete survey was made of new country between the Araguaya river and the Madeira, including a careful survey of the Arinos river and the river Arinos-Juruena, one of the most powerful tributaries of the Amazon. In the small map, reproduced from the best existing maps, at the end of the first volume, several high mountain ranges, quite as high as the Andes, may be noticed extending from north to south between the rivers Madeira, Tapajoz, Xingu, Araguaya and Tocantins. Those high ranges are merely the work of imaginative cartographers, who have drawn them to make the map look pretty. They do not exist. I have left them in order to draw the attention of the reader to them. The position of the Arinos-Juruena is from 1 to 1½ degrees farther west than it is there drawn, and should be where I have marked the red line of my route.
(f) Everything that was of interest pictorially,[viii] geologically, botanically, or anthropologically was photographed or sketched. Astronomical observations were constantly taken to determine the positions of our camps and places of importance.
Botanical and geological collections were made, but unfortunately had to be abandoned.
(g) During the journey the head waters of the following important rivers were visited: The Rio Vermelho, Rio Claro, Rio Araguaya, Rio Barreiros, Rio das Mortes, Rio S. Lourenço, the Cuyaba river, the Xingu, the Paranatinga, the Paraguay river (Paraná), the Rio Arinos, the Secundury.
(h) The entire course of the river Tapajoz was studied, and also the entire course of the Amazon from its mouth almost to its birthplace in the Andes.
(i) Useful vocabularies were drawn up of the following Indian languages: Bororo, Apiacar, Mundurucu, Campas or Antis.
(k) The expedition has furthermore shown that it is possible with poor material in the way of followers to accomplish work of unusual difficulty.
(l) That it is possible for people in a normal condition of health to go at least sixteen days without food while doing hard work.
(m) That it is possible to cross an entire continent—for one entire year—in the company of dangerous and lazy criminals without any weapon for protection—not even a penknife—and to bring forth from such poor material remarkable qualities of endurance, courage, and almost superhuman energy.
(n) Last, but not least, on that expedition I was able to collect further evidence that a theory I had long[ix] held as to the present shape of the earth was correct. I had never believed in the well-known theory that a continent, now submerged, once existed between America, Europe and Africa—in other words, where the Atlantic Ocean is now. That theory has found many followers. In support of it one is told that such islands as Madeira, the Canaries, the Azores, are the topmost peaks of a now partly submerged range of mountains which once stood upon that vanished continent. It is also a common belief that Northern Africa underwent the contrary process, and was pushed up from under the sea. That is why—it is said—the Sahara Desert, which was formerly, without doubt, an ocean bed, is now dry and above water.
One has only to look at any map of the entire world to see what really happened to the earth in days long gone by. Let me first of all tell you that there never existed a continent between Africa and South America. In fact, I doubt whether there is as much as a square mile between those two continents more submerged to-day than it was thousands upon thousands of years ago.
Here is what really happened. The earth at one period changed its shape—when, is merely guesswork, and is of no consequence here—and the crust of the earth—not the core, mind you—split into two great gaps from Pole to Pole, with a number of other minor fissures. In other words, the earth opened just like the skin of an over-heated baked apple. The African and American continents, as well as Australasia, with New Guinea, the Celebes Islands, the Philippine Archipelago and China, which before that event formed part[x] of one immense continent, thus became divided, leaving North and South America isolated, between the two great Oceans—the Atlantic and the Pacific—which were then, and only then, formed.
It is easy, by looking intelligently at a map, to reconstruct the former shape of the world. You will notice that the most western portion of Africa fits exactly into the gap between North and South America, while the entire African coast between Dahomey and the Cape Colony fits in perfectly in all its indentations and projections into the coast line of South America. The shores of Western Europe in those days were joined to North America, and find to-day their almost parallel and well-fitting coast line on the east coast of the United States and Canada. On the opposite side of the world, the western side of South America, the same conditions can be noticed, although the division of the two continents (America and Asia) is there much wider. Fragments were formed, leaving innumerable islands scattered in the Pacific Ocean, half-way between the actual continents of Asia, Australia and America. A mere glance is sufficient to see how well Australia fits in along the Chilian and Peruvian coast, the great island of New Guinea along part of Peru and Ecuador, and the west coast of the Central American Isthmus. The Philippine Islands lay probably in those days alongside of Guatemala, while California bordered on Japan.
Such immense rivers as the Amazon, and its portentous tributaries flowing from south to north, were also formed perhaps at that time, great fissures caused by the sudden splitting and cooling of the earth's[xi] crust becoming the river beds. So perhaps was formed the giant cañon of Colorado and the immense fissures in the earth's crust that occur in Central Asia, in Central Africa, and, as we shall see, on the central plateau of Brazil.
Undoubtedly the Antarctic continent was once joined to South America, Australia and Africa. During the last Antarctic expeditions it has been shown that the same geological formation exists in South America as in the Antarctic plateau. On perusing this book, the reader will be struck by the wonderful resemblance between the Indians of South America, the Malay races of Asia, and the tribes of Polynesia. I maintain that they not only resemble each other, but are actually the same people in different stages of development, and naturally influenced to a certain extent by climatic and other local conditions. Those people did not come there, as has been supposed, by marching up the entire Asiatic coast, crossing over the Behring Straits and then down the American coast, nor by means of any other migration. No, indeed; it is not they who have moved, but it is the country under them which has shifted and separated them, leaving members of the same race thousands of miles apart.
I was able to notice among the Indians of Central Brazil many words of Malay origin, others closely resembling words of languages current among tribes of the Philippine Islands. The anthropometric measurements which I took of South American Indians corresponded almost exactly with those of natives of the Sulu Archipelago and the island of Mindanao.
I hope some day to use the wealth of material I[xii] have collected among innumerable tribes on the Asiatic coast, on the islands of the Pacific Ocean, in South America and in Africa, in making a comparative study of those peoples. It should prove interesting enough. I have no space here to go deeply into the subject, as this is merely a book descriptive of South America. I may add that the most ardent supporter of the above theory is the celebrated explorer and scientist, Colonel Marchand, of Fashoda fame—a man who has studied and understands the mysteries of this world better than any man living.
My sincere thanks are due to the following gentlemen for much politeness shown me in connection with the expedition: To Mr. Gustave Babin, the famous writer of Paris; to Mr. Manoel Bomfin (ex-deputy of Brazil), to Senador Alcindo Guanabara, for the keen interest taken in the expedition and for proposing to Congress after my return that a grant of £4,000 should be given to me as a reward for the work done. I herewith also express my gratitude to the Brazilian Government for paying me that sum, which came in usefully to defray part of the expenses of the expedition. To H.E. Dr. Pedro de Toledo, Minister of Agriculture, for the intelligent desire shown to help as much as he could in the venture, and for kindly giving me the free use of all the telegraphs in Brazil, including the Amazon Cable, and other important privileges; to Dr. José Carlos Rodriguez for hospitality and much valuable advice; to Dr. Paolo de Frontin, Conseilheiro Antonio Prado, Dr. José Pereira Rebonças and Mr. Mockill and their respective Companies for the many privileges granted me upon the various railways of which they[xiii] were the Presidents; to Colonel R. E. Brazil and Commandante Macedo for their kind hospitality to me while navigating the lower Tapajoz river; to Dr. A. B. Leguia, President of the Peruvian Republic; to the British Ministers at Petropolis, Lima, La Paz, and Buenos Ayres, and the British Consuls of Rio de Janeiro, Pará, Manaos, Iquitos, Antofogasta, Valparaiso; finally to the British and American Residents at all those places for much exquisite hospitality offered me.
Special thanks are due to Mr. Regis de Oliveira, ex-Brazilian Minister in London, for valuable credentials given me before my departure which paved the way to the hearty reception I received everywhere in Brazil.
A. Henry Savage-Landor.
Savoy Hotel, London.
  September 1913.
Nota de Lisarda- Arnold Walter Savage Landor, 


Guerra Guasú, Documental + Yapas







martes, 15 de octubre de 2013

Patrice Fardeau, Entrevista con Georges Perec



Me pregunto en qué medida existen momentos muy diferentes en su obra. Hay una faceta (la de Les Choses o Un homme qui dort, por ejemplo) que renueva algunas cosas sin construir una novedad radical: nos orientamos casi inmediatamente en esas obras. Por otra parte, está La Disparition o W, que muestran un carácter distinto y transparentan una toma de partido consistente en jugar con todos los niveles de lo real y de lo imaginario. Del conjunto emana, como se hace patente en La Vie mode d’emploi, una voluntad de totalidad. ¿No habrá en su obra una vocación enciclopédica, en el sentido en el que se podía hablar de ello en el Renacimiento?
Efectivamente, hay numerosos caminos que parten todos de una interrogación central, que en un primer momento es sobre la novela y después se centra más concretamente en la escritura y en mi relación con la escritura. Estos caminos atraviesan varios campos, como si cultivaran parcelas diferentes. Hay una muy clara, que podemos aproximar a una interrogación de orden sociológico: se trata de localizar en la cotidianidad aquellas cosas que la revelan. El primer libro de este tipo es, por supuesto, Les Choses, sobre la sociedad de consumo. También se encuadra ahí Espèces d’espaces, todos los trabajos que he llevado a cabo en el marco de Cause Commune, así como las descripciones de lugares, de habitaciones, que son uno de los aspectos importantes de La Vie mode d’emploi. Y después hay un segundo interrogante que procede de mi relación con la escritura, y es una especie de tendencia autobiográfica. Aún no se manifiesta demasiado en Les Choses, o en Un homme qui dort, que se basan en un armazón autobiográfico, pero es absolutamente patente en W, donde la ficción y la autobiografía se entremezclan y se iluminan la una a la otra.
Y después hay una tercera tendencia en torno al juego, que es la del Oulipo: el trabajo sobre la lengua, sobre la escritura: un trabajo similar al del pianista que hace escalas, ejercicios y calienta los dedos, antes de empezar a interpretar una pieza. Esta dirección aparece en todo el trabajo que he hecho dentro de Oulipo y en ocasiones ha desembocado en obras enteramente basadas en constricciones literales: lipogramas (La DisparitionLes Revenentes); anagramas (Alphabets), palíndromos, etc.
Y finalmente, hay una cuarta dimensión, más ambiciosa, que es el deseo de lo novelesco, la apetencia de contar historias, que para mí comenzó con La Disparition y quizás ya un poco antes con Le Petit Vélo. Dicho esto, hay un corte bastante tajante en mi obra entre los primeros libros hasta Un homme qui dort y después, a partir de mi ingreso en Oulipo, hay verdaderamente una orientación nueva que me conduce principalmente aLa Vie mode d’emploi.
Veo por tanto cuatro caminos que tienden a converger. La Vie mode d’emploi no es un balance (sería demasiado decir que es una suma), pero sí un poco la reunión de todo lo que he estado haciendo los veinte años anteriores en una novela que va a satisfacer mi gusto por lo novelesco, mi amor por Raymond Roussel, Julio Verne y Rabelais y que, al mismo tiempo, va a concentrar, a describir el lenguaje, el mundo, a volcar una especie de cotidianidad a través de ese lenguaje, del apilar palabras, y tiene esa especie de vocación enciclopédica, es cierto, sí, esa especie de bulimia verbal…
Con el placer que de ello se deriva…
Con el placer que de ello se deriva y, al mismo tiempo, integrando ahí dentro los elementos autobiográficos que están enmascarados pero que igualmente para mí afloran todo el tiempo.
Así es como puedo describir actualmente mi trabajo y así también es como trabajo ahora, siguiendo un programa. Quiero decir que yo tengo siempre una quincena de libros en marcha, proyectos que a veces están completamente formados, otras veces en proceso. Trabajo en los libros durante períodos muy largos. Al principio tengo una especie de proyecto de conjunto, que es algo vago…
Me ilumina así lo que yo quería decir con proyecto enciclopédico…
Sí, hay un cierto deseo de barrer un poco todo el campo de la novela contemporánea, el de la escritura incluso, más que el de la novela, que me conduce, por ejemplo, a intentar trabajar con músicos, a hacer teatro musical o, en último término, libretos de ópera, a trabajar en el cine, como guionista o como director, a intentar trabajar para el teatro, a probar un poco la poesía (no la comprendo demasiado pero en último término hay algo en ella que me atrae) y después, finalmente, tener ganas de escribir novelas policíacas, de ciencia ficción, para niños, para niños muy pequeños, para niños algo más grandes…
¿No se puede ver ahí una voluntad de dialogar con la época, una época que a veces le deja perplejo, como testimonia, entre otros escritos, Espèces d’espaces?
Sí… Yo me había planteado, hace ya mucho, una serie de libros para adolescentes en los que me preguntaba si se podrían construir una serie de relatos sobre el estado de la sociedad actual de la misma manera que lo hizo Julio Verne con los inventos, la técnica, el colonialismo, las ideas democráticas de la época… ¿Podríamos acaso construir algo que estuviera imbuido, digamos, de la etnología contemporánea, de la exploración del espacio, de cosas de este tipo…? No ha prosperado, pero el proyecto sigue abierto.
Hay un deseo, no de vulgarizar, pero sí de acumular cosas en los libros y que el resultado sea un estado de la prosa en la segunda mitad del siglo XX. Lo que me parece más importante es evitar escribir el mismo libro, el mismo tipo de libro. En este momento es enormemente tentador para mí hacer de nuevo La Vie mode d’emploi, como se ha hecho la segunda parte de Tiburón, la segunda parte de El padrino; es muy, muy tentador.
Cuando me sumergí en La Vie mode d’emploi, era un placer tan grande… El último año fue realmente sorprendente con las historias que me inventaba, que se apiñaban, ese puzzle que estaba a punto de terminar, era tan reconfortante, tan gratificante, que efectivamente se pueden tener muchas ganas de seguir por ahí. Pero no lo voy a hacer. Lo que quizás empiece a hacer es algo que ya he hecho un poco: entrecruzar mis libros, hacer regresar a los personajes. Ya hay, en La Vie mode d’emploi, personajes de La Disparition que regresan, está Gaspard Winckler, que no es el mismo Gaspard de W, pero bueno…
Esas vueltas y revueltas, ¿no expresan una voluntad totalizadora y una voluntad moral profundas? Moral en el sentido de vocación de una práctica, de un determinado tipo de vida. El sistema que usted elabora, o el puzzle, si lo prefiere, está atravesado por tanto humor y tanto placer, que me pregunto si no habrá detrás una voluntad moral…
Todo esto desemboca en un libro, es decir, en un objeto que alguien va a tomar en sus manos, un objeto material, un ladrillo que alguien va a abrir y leer hasta el final (si no lo lee hasta el final es un fracaso). Muchas personas me han escrito diciendo que habían llorado al final del libro. El final es muy triste pero yo me pregunto qué es lo que lloraban. Si acaso no lloraban la muerte del libro, el final del libro, el hecho de que se haya acabado, que esta historia esté completamente cerrada sobre sí misma, que no quede nada más que un ladrillo con miles de líneas compuestas de letras, como en todas las historias.
Unas palabras tomadas del diccionario se han agrupado de otra manera, a través del libro se ha hecho una especie de viaje. Una vez que se ha terminado se puede volver a empezar, ayudándose del índice, reconstruyendo las historias, etc., pero, a fin de cuentas, no queda sino esta especie de lejanía, muy cercana al mismo tiempo, entre los lectores y el autor: es un juego que se juega entre dos (todos los demás, los personajes del libro, son ficciones), no hay nada más allá.
Efectivamente, se habla de una casa de París, se habla de la vida como la vivimos hoy, de una determinada manera, pero lo que quiero decir es que no se puede buscar una verdad en este libro. Creo que no se puede hacer en ningún libro. Roland Barthes dijo hace ya mucho tiempo que la vocación del escritor no es el dar respuestas sino el plantear preguntas. Eso es una cosa que se me ha fijado con una enorme claridad. Si hay una vocación moral como usted dice –en fin, una práctica– es la de dar a ver, la de pedirle a la gente que mire, quizás de manera diferente, lo que están acostumbrados a ver. Espèces d’espaces procede de ahí: me pidieron definirme en relación al espacio y yo intenté describir una ciudad como si la viera por primera vez en mi vida, como un objeto extraño y no como un objeto al que estamos tan habituados, anestesiados, que ya no tenemos ninguna percepción del mundo inmediato. Lo que tiene como consecuencia el que reemplacemos esa ausencia de percepción por el acontecimiento, por lo espectacular, lo sensacional. Ya no miramos lo ordinario, lo que en Cause Commune llamamos lo infraordinario.
Ha mencionado a Rabelais hace un momento. Lo que ahora dice me confirma en la idea que tengo de usted: un autor cuyo espíritu es cercano al del Renacimiento. Me parece que demasiados textos que hoy se publican ratifican esa crisis y atrofia de la percepción que usted describe. Usted parece totalmente marginal en relación a este movimiento, en la medida en que su obra es ferozmente optimista, satisfecha de vivir y que encierra un placer de la vida que va totalmente a contracorriente.
Yo no tengo ni idea de cómo definirme en relación a los escritores de mi generación. Me siento muy, muy cercano en primer lugar a Raymond Queneau o a Michel Leiris, aunque trabaje en ámbitos muy distantes. Me siento en una situación, efectivamente, de marginalidad.
Estoy enterado de lo que ocurre, por ejemplo, con el Nouveau Roman, o con lo que se ha llamado el Nouveau Roman, un poco con el grupo Change o el grupo Tel Quel. Pero no me siento cómodo ni en Tel Quel ni en Change. De todas formas, las escuelas son siempre algo bastante curioso. Son una manera de clasificar, de juntar a la gente…
Es un poco el rechazo de la heterogeneidad de la vida.
No sé a qué se debe. No lo sé. Hay una cosa clara, y es una especie de confianza en la narración, en el poder de la narración, el poder de la historia. Es algo que, para mí, atraviesa toda la literatura, de Sterne a Flaubert, y de Dickens a James, al que por cierto no he leído. Hay algo que permanece estable, sea cual sea el nombre que le demos. Ahora mismo, en Seuil, está esa colección que se llama Fiction & Cie. En Change se le llama a eso la «nueva narrativa». Hay algo que efectivamente permanece.
Su trabajo no es ajeno a la política, que está explícitamente presente en W o en Les Choses, por ejemplo.
Yo a eso no lo llamo política, lo llamo historia contemporánea.
En W, que se vincula a un acontecimiento muy preciso, se siente que el libro es independiente del acontecimiento.
Sí, claro, es de todo punto independiente de Chile. Se aferra a Chile porque el libro encuentra a Chile.
Es bastante sorprendente que W haya podido escribirse antes que Chile. Yo no diría que prefigura los acontecimientos de Chile, pero, de una determinada manera, hay un temor que se autentifica en lo concreto.
Sí, está ligado. La relación entre el universo del deporte y el universo concentracionario comenzó a establecerse en el Vel d’Hiv en 1942 con la redada. Después, en los Juegos de Munich, con todo lo que pasó allí. He estado releyendo un Nouvel Observateur de hace diez años donde había un dibujo, creo que de Bosc, a propósito de las Olimpiadas de México. En México hubo manifestaciones y masacres durante los Juegos, un vencedor olímpico entre dos soldados armados, como en el Mundial de fútbol de Argentina o en los Juegos de Munich.
¡Esta relación es muy potente! El hecho de que los estadios se utilicen como lugares de detención, de interrogatorios, es un hecho que data de la guerra, no es una fantasía. La fantasía de la Tierra del Fuego procede, a ver si puedo explicarlo, de una relación entre la palabra «fuego» y la palabra «muerte»: la «tierra del fuego» es la «tierra de la muerte». Efectivamente al final se produce este encuentro, pero yo no sé muy bien de qué modo se inscribe. En La Vie mode d’emploi, si aparece la política lo hace en tanto rechazo de las instituciones: las tres cuartas partes de los personajes se han lanzado a aventuras que se malogran por la burocracia o por los mecanismos de poder. La historia de Bartlebooth, que se enfrenta al crítico de arte, pagado por la cadena de hoteles, es totalmente típica. Pero, a la vez, el crítico de arte y Bartlebooth están completamente ahogados en sus sueños por culpa de esas máquinas de fabricar vacaciones organizadas.
En el fondo hay un diálogo entre su trabajo, que contempla el sistema en el sentido más positivo del término (comprender y percibir el mundo), y nuestra sociedad, que representa un sistema radicalmente diferente.
Que muele, que anestesia, que homogeneiza, que mata toda curiosidad… Ya no hay diferencias, todo está laminado… Hay mecanismos de fascinación que se ejercen en el plano de las masas, que aniquilan las posibilidades de diálogo. Es una sociedad de consumo en el plano cultural, no solamente de consumo de objetos sino de objetos culturales, estamos absolutamente pasivos frente a los elementos.
Lo que demuestra que, en cierta medida, Les Choses no es un libro tan diferente de los que ha escrito después.
Para mí ese libro era absolutamente fundacional en la medida en que era mi primer libro logrado, publicado. Creo que allí fue donde descubrí finalmente, en mi práctica, eso que yo buscaba al leer, por ejemplo, a Stendhal, que era el sentido de la ironía.
La ironía era una forma de mirar un poquito al bies, que hacía que aparecieran las cosas. Desde un punto de vista formal, Les Choses es un libro construido a partir de tres textos fuente: La educación sentimental, de Flaubert, del que es en cierto modo una retraducción contemporánea; las revistas de moda; y el análisis que, unos años antes, Barthes había hecho de esas revistas en su seminario de retórica, es decir, un trabajo sobre la palabra demostrando que no hay ningún mensaje inocente y que, en último término, todo este sistema de lenguaje participa de una mistificación. Así se compuso.
Y está el humor…
Eso es parte del juego. En La Vie mode d’emploi, por ejemplo, hay una parte muy importante que se atribuye a la erudición. Pero, sin embargo, esta erudición es falsa las tres cuartas partes del tiempo, o nunca es completa, integralmente cierta. Eso es parte del juego. A partir del momento en el que se da un paso al lado, se descubren las cosas de manera diferente y se arroja luz sobre alguna otra cosa. Por ejemplo, la enumeración de los accesorios de la taladradora que ocupa media página del libro, menciona setenta accesorios de taladradora. En cada uno de los catálogos que empleé había unos diez o veinte, así que los reuní todos y me inventé dos o tres más. El resultado es una taladradora completamente inutilizable, es un excedente de precisión y de acumulación que, creo, debería provocar dos cosas: una especie de estupor, de asfixia, y después una especie de júbilo. Es el mismo principio que había tras Je me souviens. Un único «yo recuerdo» no es interesante en sí mismo. Pero el hecho de que haya cuatrocientos datos acumulados nos restituye toda una época a partir de esos pequeños agujeros, de esos pequeños olvidos recuperados.
Cuando escribe, el juego se corresponde en último término con una estrategia del deseo. ¿Es un cortejo?
Es la seducción. Por otra parte, no es algo oculto: os cuento una historia, pero no os digo enseguida el final, sino un poco más tarde… O no os cuento esa historia pero podéis reconstruirla…
Me pregunto si el gran triunfador no será el niño. Hablábamos de la autobiografía. El niño triunfa, aunque sea únicamente por razones que se podrían calificar como técnicas: él aún no conoce el mundo y le queda todo por descubrir. Está muy atento, a poco que se le deje el derecho y la posibilidad de estarlo. Al mismo tiempo está ese placer de la seducción: a los niños les gusta mucho escuchar historias.
En La Vie mode d’emploi he intentado hacer el equivalente de aquellos libros que leía de niño tirado por ahí:Veinte años después, que precisamente lo leí durante la guerra y que tenía esa historia en paralelo, esos personajes que no existen pero que fingimos creer que existen. Hay un lado totalmente ingenuo en un relato que vuelve una y otra vez, constantemente. Cuando se le cuenta una historia a un niño se le puede contar todas las noches la misma, Caperucita roja, por ejemplo, y siempre tendrá miedo en el momento en el que va a llegar el lobo y siempre sabrá perfectamente que el lobo no se va a comer a Caperucita roja, que el cazador va a llegar y que volveremos a ver a la abuela, pero cada vez sentirá la misma emoción.
Yo creo efectivamente que es importante que haya algo que quede abierto, que se abra hacia lo imaginario sin encerrarse en sí mismo, que en el libro haya una respiración que continúe. Y tengo la sensación de que únicamente he llegado a eso en La Vie mode d’emploi.
Se podría sin embargo encontrar esa respiración en otros sitios, por ejemplo en La Disparition.
Sí, pero yo le haría un reproche a La Disparition: es demasiado sistemática. El artificio formal sobre el que se funda el libro, la desaparición de la «e» permite relatar la historia, pero es frustrante para el buen lector. Siempre se puede decir: sí, es un libro sin «e». ¡Ah, vale, entonces es una farsa!
El lector puede tener la impresión de que se juega con él y no de que se está jugando juntos. Esta es una de las razones por las que La Vie mode d’emploi se basa en sistemas de constricciones que son aún más difíciles que en La Disparition pero que no se ven.
He tenido mucho cuidado de enmascararlos (aunque si uno se pone a buscar, se pueden encontrar dos o tres), mientras que en La Disparition el procedimiento estaba anunciado y eso creaba, en cierto modo, una barrera. Tengo esa sensación aún más clara en el caso de Alphabets.
Los lectores no han leído prácticamente nunca los poemas de Alphabets como poemas, como rimas y canciones, sino como hazañas, y esto es algo muy molesto. En cierta manera esto se ha planteado sobre todo en el nivel de la crítica: en lo que respecta a La Disparition no se hablaba del libro sino del sistema: era un libro sin «e» y se agotaba en esta definición.
Yo personalmente la he leído como una novela policíaca.
Que es lo que había que hacer. Se podía hacer. Es un libro muy curioso. ¿Por qué contar una historia como esa? ¿Por qué esta novela no se ancla en ninguna realidad? ¿Por qué no transcurre en Ankara, que no tiene «e» en el nombre? La única necesidad, para mí, era que no hubiera «e». Podríamos haber usado ese nombre. Pero el lector no tiene punto de anclaje. La novela queda marginada por la extrañeza, como, digamos, le pasaba hace mucho tiempo a Raymond Roussel. […]
¿Verdadera o falsa, W constituye su biografía?
No. En W he escrito únicamente una biografía de infancia. Creo que la suma de mis libros podría también servir como autobiografía. Una autobiografía no se limita a relatar los acontecimientos que nos han ocurrido en la vida. Si me pongo a relatarlos en tanto acontecimientos, perderé precisamente el contacto con esa necesidad. Para contemplarme es necesario también que dé ese paso a un lado respecto de mí mismo, de la misma forma que lo hago cuando contemplo un objeto o un acontecimiento. Para describirlo, para aprehenderlo, es necesario que lo mire un poco de través. Me parece que esto surge, una vez más, de las enseñanzas de Roland Barthes, que decía, creo que al comienzo de El grado cero de la escritura, que se podría hacer una historia de la literatura que no fuera una historia de los textos, a partir de los textos, sino una historia de la moda o de los horarios o de alguna otra cosa por el estilo.
De la misma manera, escribir una autobiografía es o puede ser, por ejemplo, una autobiografía nocturna que sería la historia de nuestros sueños. O escribir una historia de los objetos que hemos reunido y amasado; escribir la historia de nuestros vestidos, por ejemplo, de los platos que hemos comido. Yo he llevado un diario durante dos años, pero no era en absoluto un diario introspectivo: era un diario fáctico en el que anotaba todas las comidas que hacía. Lo publiqué en Action Poétique, resultó un texto de todo punto sorprendente («Tentative d’inventoire des aliment liquides et solides que j’ai ingurgités au cours de l’année mil neuf cent soixante-quatorze», 1976). Es la suma de los alimentos sólidos y líquidos que he ingerido durante un año. Es una forma de escribir una autobiografía, otra manera de hacerlo. También se puede llegar ahí relatando la historia de nuestros gatos o describiendo todas las habitaciones en las que uno ha dormido. Ese es un proyecto que tengo desde hace mucho tiempo (Lieux ou j’ai dormi).
¿Espèces d’espaces es un texto programático?
Cada cinco o seis años hago un texto de este tipo, una especie de resumen de todo lo que he emprendido, incluso aunque sean cosas muy lejanas. Comenzó por una carta a mi editor, que entonces era Maurice Nadeau; ahí le explicaba todo lo que estaba haciendo. He hecho más o menos lo mismo en Espèces d’espaces.
La Vie mode d’emploi, por su carácter totalizador, adopta el aspecto de un libro de libros: hay muchísimas referencias, aunque sean falsas, y está atravesada por un estrato cultural, especialmente por la música. Y también están los crucigramas. ¿A qué se debe esta pasión por los crucigramas?
Mi último libro, que se ha publicado en febrero, es una recopilación de crucigramas. He reunido todos los crucigramas que he hecho para Le Point, y algunas tablas junto a breves comentarios sobre el arte de los crucigramas. Para mí los crucigramas representan un ejercicio doble: en primer lugar es la escala por excelencia, un juego con las letras que se van a cruzar con la menor cantidad posible de espacios en negro. Hay una especie de encantamiento combinatorio, pero en un plano elemental. Es fabuloso cuando uno se pone a escribir palabras unas encima de otras y eso produce nuevas palabras leídas en vertical. Mire, se pueden cruzar cuatro en pocos segundos. Es como un cuadrado mágico.
M U L A
A Ñ I L
P A R A
A S A S
El segundo trabajo consiste en la búsqueda de las definiciones. Una definición debe ser enormemente complicada cuando no se averigua y evidente cuando se encuentra. Se corresponde con lo que investiga, por ejemplo, el psicoanálisis. En un psicoanálisis uno se choca durante años con un muro hasta que se logra moverlo ligeramente, y entonces surge el sentido; a partir de ese momento, todo se vuelve evidente.
Para mí, este mecanismo de puesta en evidencia de algo que era completamente opaco está operando todo el rato cuando busco una definición para el crucigrama. Me doy cuenta de que esa palabra cruzada es un juego entre el autor y el lector, entre el fabricante de crucigramas, el que construye la parrilla, a quien llamamos «la esfinge», y el que la resuelve, a quien llamamos «el edipo».
Estos términos pertenecen al vocabulario de los crucigramas de 1930, en la época en la que los hacía Tristran Bernard. Había una sección del periódico que se llamaba «La firma de los edipos». ¿Por qué Edipo? Porque la respuesta a la pregunta de la esfinge es bastante tonta, aunque se suponga que la historia es enormemente complicada. Nadie la encuentra.
En La Vie mode d’emploi yo ofrezco esta definición de Robert Scipion: «viejo con lo nuevo», en once letras. La respuesta es «nonagenario»1. Cuando pensamos en viejo con nuevo(e) nos dejamos llevar por el sintagma que vincula lo viejo y lo nuevo, oponemos viejo y nuevo, mientras que en el momento en el que pensamos en alguien que es viejo junto con el radical nueve encontramos la solución de inmediato y sentimos un júbilo enorme, tanto cuando damos con este tipo de definiciones como cuando la resolvemos. Eso es lo que me gusta de los crucigramas.
Me pregunto en qué medida la palabra «júbilo» no bastaría para caracterizar toda su obra. A usted no se le lee, se le disfruta. Pensaba en ello hace un momento haciendo un paralelismo entre La Boutique obscure Matière de rêves, de Michel Butor.
Me gusta mucho ese libro de Butor. Es un tipo de trabajo sobre el sueño que me hubiera gustado hacer: tomar un sueño y descomponerlo en sus eslabones, no limitarse a una transcripción, que es lo que yo hacía. Para mí La Boutique obscure es un texto autobiográfico en un sentido muy preciso: cuenta la historia de una separación. Esos sueños cuentan la historia de una forma completamente oculta. Por otro lado es un trabajo de escritura un poco entre dos aguas, de la misma forma que en La Disparition había algo que también se podía considerar entre dos aguas: en La Boutique obscure ya no hay un trabajo sobre el sueño en el sentido psicoanalítico del término, hay una escritura que le impide al sueño ser lo que llaman «la vía regia» freudiana.
Eso era parte del libro, intervenía como negación del análisis, es decir, que yo no le llevaba mis sueños al psicoanalista, sino que los desnudaba para publicarlos. A través de este libro había una relación agresiva…
Por el contrario, el trabajo analítico culmina en W, creo que es bastante perceptible.
Primero el goce; ahora la hermenéutica. En todo lo que me dice las cosas transcurren como en una intriga policíaca: los crucigramas, la novela, la propia vida, el contacto con el lector. Se juega al escondite por el placer de ser encontrado. Volvemos a la infancia…
Ya sabe lo que ocurre. Creo que hay una cosa que define bastante bien la vida en primer lugar y después la infancia y la escritura: es un niño que juega al escondite. No se sabe muy bien qué nos apetece más, si que nos encuentren o no; si nos encuentran se acabó el juego, pero si no nos encuentran aún hay menos juego. Si uno se esconde tan bien que no lo vuelven a encontrar se muere de miedo, por eso cuando uno juega al escondite se las apaña siempre para que lo encuentren. Si no hubiera cosas escondidas no buscaríamos leer. El hecho mismo de leer es ir a buscar en un libro algo que no sabemos o que creemos no saber. Y eso hace que continuemos.
¿En cierto sentido, entonces, la literatura pertenece al orden del misterio?
Toda la literatura es, en cierto modo, como una novela policíaca. Es necesario que al principio del libro tengamos la impresión de que no conocemos algo que se nos dará a medida que el libro avance y de que este se volverá cada vez más interesante, que nos dé la impresión de que al principio se empieza con una pregunta y que después habrá otra, y otra, y otra más… Para que todo se reabsorba al final, como cuando hemos terminado un puzzle: nos encontramos con una imagen ante nosotros y eso es todo.
1. «Neuf» significa tanto «nuevo» como «nueve». (N. T) ↩
TENTATIVA DE AGOTAMIENTO DE UN LUGAR PARISINO, BARCELONA, EDITORIAL GUSTAVO GILI, 2012
LA VIDA, INSTRUCCIONES DE USO, BARCELONA, ANAGRAMA, 2012
PERE(T)C, TENTATIVA DE INVENTARIO, MADRID, ABADA EDICIONES, 2011
LA CÁMARA OSCURA, MADRID, EDITORIAL IMPEDIMENTA, 2010
EL SECUESTRO, BARCELONA, ANAGRAMA, 2010
¿QUÉ PEQUEÑO CICLOMOTOR DE MANILLAR CROMADO AL FONDO DEL PATIO?, BARCELONA, EDICIONES ALPHA DECAY, 2009
UN HOMBRE QUE DUERME, MADRID, IMPEDIMENTA, 2009
EL AUMENTO, SEGUIDO DE EL ARTE DE ABORDAR A SU JEFE DE SERVICIO PARA PEDIRLE UN AUMENTO, SEGOVIA, LA UÑA ROTA, 2009
LAS COSAS. UNA HISTORIA DE LOS AÑOS SESENTA, BARCELONA, ANAGRAMA, 2008
PENSAR, CLASIFICAR, BARCELONA, GEDISA, 1986
NACÍ: TEXTOS DE LA MEMORIA Y EL OLVIDO, MADRID, ABADA EDITORES, 2008
ELLIS ISLAND, BARCELONA, L’AVENÇ, 2008
LO INFRAORDINARIO, MADRID, IMPEDIMENTA, 2008
EL GABINETE DE UN AFICIONADO, BARCELONA, ANAGRAMA, 2008
ME ACUERDO, CÓRDOBA, EDITORIAL BERENICE, 2006
EL VIAJE DE INVIERNO, MADRID, ABADA, 2006
W O EL RECUERDO DE INFANCIA, BARCELONA, EL ALEPH EDITORES, 2003
ESPECIE DE ESPACIOS, BARCELONA, EDICIONES DE INTERVENCIÓN CULTURAL, 2001
EL SECUESTRO, BARCELONA, ANAGRAMA, 1997
CINCUENTA Y TRES DÍAS, BARCELONA, MONDADORI, 
1990