De
no tener vuelo el poeta, no habría poesía, no habría palabra. Toda palabra
requiere un alejamiento de la realidad a la que se refiere; toda palabra es
también, una liberación de quien la dice.
La
poesía es embriaguez y sólo se embriaga el que está desesperado y no quiere
dejar de estarlo. El que hace de la desesperación su forma de ser, su
existencia.
El
poeta no se afana para que de las cosas que hay, unas sean, y otras no lleguen
a ese privilegio, sino que trabaja para que todo lo que hay y lpo que no hay,
llegue a ser. El poeta no teme a la nada.
Aparición,
presencia que tiene su trasmundo en que apoyarse. La matemática sostiene al
canto. ¿No tendrá la poesía también su trasmundo, su más allá en que apoyarse,
su matemática?
El
poeta olvida lo que el filósofo se afana en recordar, y tiene presente en todo
instante , lo que el filósofo ha desechado para siempre. El poeta se
desentiende de la reminiscencia que despierta a la razón, y está en vela ante
todo lo que el filósofo ha olvidado.
El
poeta no se cuida de hacer el recuento de sus bienes y de sus males; el
inventario de su fortuna. Porque el poeta no puede saber quién es; ni siquiera
sabe lo que busca. El filósofo, al menos, sabe lo que busca y por ello se
define-filo-sofo-. El poeta como no busca, sino que encuentra, no sabe cómo
llamarse.
Agradezcamos
a Platón El Banquete, el Fedro. Por ellos el amor quedó a salvo
de su total destrucción. En el ascetismo dominante que enlazó filosofía griega
y religión cristiana, el amor y su culto, la religión del amor, la antigua
religión del amor, de los misterios, tuvo un lugar (…) Sin este pensamiento
mediador hubiera quedado completamente aniquilada, oculta (…)
El
amor se ha salvado por su “idea”, es decir, por su unidad. Se ha salvado porque
partiendo de la dispersión de la carne lleva a la unidad del conocimiento,
porque su ímpetu irracional es divino, ya que hacia lo divino asciende. La idea
primera que del amor se crea, es ya mística. Por eso es un gran error lo que
tantas veces se ha dicho: que el amor místico es un trasunto del amor carnal
tal y como se da. Es todo lo contrario: el amor carnal, el amor entre los
sexos, ha vivido “culturalmente” es decir, en su expresión, bajo la idea del
Amor platónico que es ya mística.
Así,
el Cántico Espiritual del místico San Juan de la Cruz , es el canto a la
ausencia del amado. Aquí explicable porque su amado, en efecto, no es visible.
Pero en la poesía profana de este tiempo y del anteriores vería también
constantemente este motivo de ausencia y de búsqueda constante de las huellas
del amado, la naturaleza entera se transforma: ríos, árboles, prados, la luz
misma conserva la huella de la presencia amada siempre esquiva e inalcanzable.
Porque
el amor, lleva ya constitutivamente una distancia. Amor sin distancia, no sería
amor, porque no tendría unidad, es decir, objeto.
En
el Romanticismo, poesía y filosofía se abrazan, llegando a fundirse en algunos
momentos con una furia apasionada; como amantes separados largo tiempo y que en
su encuentro presienten que su unión no será duradera, se funden con la pasión
que precede a la muerte.
Una
poesía que se contente con la vaguedad del ensueño, sería (Valéry tiene entera
razón) un contrasentido. Para precisar el sueño virginal de la existencia, el
sueño de la inocencia en que el espíritu todavía no sabe de sí, ni de su poder,
la poesía necesita toda la lucidez de que es capaz un ser humano; necesita toda
la luz del mundo.
|Biografía
María Zambrano nació en Málaga en 1904 y falleció en Madrid en 1991. Estudió filosofía en Madrid, donde fue discípula de Ortega y Gasset y de Xavier Zubiri. Tras la guerra civil se exilió en México, y residió también en Cuba, Puerto Rico, Roma y Suiza, impartiendo clases en varias universidades. Regresó definitivamente a España en 1982 y recibió el Premio Cervantes en 1988. Es autora de una prolífica obra en la cual destacan títulos tan significativos como Hacia un saber sobre el alma, El hombre y lo divino, La agonía de Europa o De la aurora.
María Zambrano nació en Málaga en 1904 y falleció en Madrid en 1991. Estudió filosofía en Madrid, donde fue discípula de Ortega y Gasset y de Xavier Zubiri. Tras la guerra civil se exilió en México, y residió también en Cuba, Puerto Rico, Roma y Suiza, impartiendo clases en varias universidades. Regresó definitivamente a España en 1982 y recibió el Premio Cervantes en 1988. Es autora de una prolífica obra en la cual destacan títulos tan significativos como Hacia un saber sobre el alma, El hombre y lo divino, La agonía de Europa o De la aurora.
|Reseña de Filosofía y poesía
María Zambrano trata de dilucidar la génesis común de la filosofía
y la poesía, y la halla en una idéntica actitud primera ante el mundo: la
admiración ante las cosas, el “pasmo extático” ante lo real. Posteriormente,
según la autora, filosofía y poesía toman dos caminos divergentes; mientras que
la filosofía se eleva a la conquista del saber por la abstracción, la poesía
queda atada a las cosas, a las apariencias, a lo múltiple. La filosofía se
desprende del plano de la realidad para dar con la verdad y la trascendencia.
En cambio, el poeta queda aferrado a la materialidad de las cosas y no
encuentra la verdad a través de la búsqueda, sino a partir de la gracia o la
revelación; de alguna manera, la verdad le es concedida sin haber de perseguirla.
De este modo, filosofía y poesía suponen dos tipos de racionalidad y dos
actitudes distintas ante el mundo: la del filósofo y la del poeta.
La filosofía supone asimismo, para el individuo particular, un
camino ascético basado en la razón, en el cuidado de sí mismo y la renuncia a
la vida, la “preparación para la muerte” proyectada por Platón en su diálogo
Fedón. La poesía, en cambio, queda al servicio de la embriaguez, de la entrega
total a la carne, al tiempo y a las formas mortales de las que la filosofía
huye. A lo largo de la obra, Zambrano examina, de igual forma, las relaciones
de la poesía con diferentes disciplinas o ramas dentro de la filosofía, como la
ética y la metafísica moderna, así como el vínculo específico que une a la
poesía con la mística, tema de interés y fijación particular de la autora.
La apuesta concreta de Zambrano pasa por el acercamiento entre la
palabra filosófica y la poética, que encuentra parcialmente esbozada en algunos
trazos del pensamiento contemporáneo. No obstante, es en el propio tono y uso
del lenguaje de la obra donde podemos vislumbrar mejor su propuesta; un
lenguaje que trata los problemas de la tradición filosófica dejando que la
verdad se revele por sí misma, aflore a la superficie, cobre forma, sin un cariz
dialéctico, sin polemizar con los autores, sino dibujando lentamente un camino,
una huella, donde se abren nuevas posibilidades al pensar.
|Bibliografía crítica
Revilla, Carmen (Ed.), Claves de la razón poética, Madrid, Trotta, 1998.
Rocha, Teresa, María Zambrano: la razón
poética o la filosofía, Madrid, Tecnos, 1998.
López Manrique, Laia (2009), “María
Zambrano. Filosofía y poesía”, Lletra de Dona in Centre Dona i Literatura,
Barcelona, Centre Dona i Literatura / Universitat de Barcelona, fecha de
consulta.
Nota de Lisarda-
Fuentes:
las citas de Zambrano las hemos tomado de Filosofía y Poesía; particularmente, del
ejemplar prestado por la amiga y poeta Celia Fischer; la autoría de la biografía y la reseña del libro de María
Zambrano, corresponden al blog palidofuego.wordpress.com/ *de la poeta y narradora Laia López Manrique, cuya anuencia
agradecemos.
* Blog que integra la galaxia de Ser/afines
1 comentario:
Não a conhecia.
Vivendo e blogueando e aprendendo :)
beijoss
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