domingo, 13 de mayo de 2012

María Zambrano, Filosofía y poesía




De no tener vuelo el poeta, no habría poesía, no habría palabra. Toda palabra requiere un alejamiento de la realidad a la que se refiere; toda palabra es también, una liberación de quien la dice.

La poesía es embriaguez y sólo se embriaga el que está desesperado y no quiere dejar de estarlo. El que hace de la desesperación su forma de ser, su existencia.

El poeta no se afana para que de las cosas que hay, unas sean, y otras no lleguen a ese privilegio, sino que trabaja para que todo lo que hay y lpo que no hay, llegue a ser. El poeta no teme a la nada.

Aparición, presencia que tiene su trasmundo en que apoyarse. La matemática sostiene al canto. ¿No tendrá la poesía también su trasmundo, su más allá en que apoyarse, su matemática?

El poeta olvida lo que el filósofo se afana en recordar, y tiene presente en todo instante , lo que el filósofo ha desechado para siempre. El poeta se desentiende de la reminiscencia que despierta a la razón, y está en vela ante todo lo que el filósofo ha olvidado.

El poeta no se cuida de hacer el recuento de sus bienes y de sus males; el inventario de su fortuna. Porque el poeta no puede saber quién es; ni siquiera sabe lo que busca. El filósofo, al menos, sabe lo que busca y por ello se define-filo-sofo-. El poeta como no busca, sino que encuentra, no sabe cómo llamarse.

Agradezcamos a Platón El Banquete, el Fedro. Por ellos el amor quedó a salvo de su total destrucción. En el ascetismo dominante que enlazó filosofía griega y religión cristiana, el amor y su culto, la religión del amor, la antigua religión del amor, de los misterios, tuvo un lugar (…) Sin este pensamiento mediador hubiera quedado completamente aniquilada, oculta (…)

El amor se ha salvado por su “idea”, es decir, por su unidad. Se ha salvado porque partiendo de la dispersión de la carne lleva a la unidad del conocimiento, porque su ímpetu irracional es divino, ya que hacia lo divino asciende. La idea primera que del amor se crea, es ya mística. Por eso es un gran error lo que tantas veces se ha dicho: que el amor místico es un trasunto del amor carnal tal y como se da. Es todo lo contrario: el amor carnal, el amor entre los sexos, ha vivido “culturalmente” es decir, en su expresión, bajo la idea del Amor platónico que es ya mística.

Así, el Cántico Espiritual del místico San Juan de la Cruz, es el canto a la ausencia del amado. Aquí explicable porque su amado, en efecto, no es visible. Pero en la poesía profana de este tiempo y del anteriores vería también constantemente este motivo de ausencia y de búsqueda constante de las huellas del amado, la naturaleza entera se transforma: ríos, árboles, prados, la luz misma conserva la huella de la presencia amada siempre esquiva e inalcanzable.
Porque el amor, lleva ya constitutivamente una distancia. Amor sin distancia, no sería amor, porque no tendría unidad, es decir, objeto.

En el Romanticismo, poesía y filosofía se abrazan, llegando a fundirse en algunos momentos con una furia apasionada; como amantes separados largo tiempo y que en su encuentro presienten que su unión no será duradera, se funden con la pasión que precede a la muerte.

Una poesía que se contente con la vaguedad del ensueño, sería (Valéry tiene entera razón) un contrasentido. Para precisar el sueño virginal de la existencia, el sueño de la inocencia en que el espíritu todavía no sabe de sí, ni de su poder, la poesía necesita toda la lucidez de que es capaz un ser humano; necesita toda la luz del mundo.

|Biografía
María Zambrano nació en Málaga en 1904 y falleció en Madrid en 1991. Estudió filosofía en Madrid, donde fue discípula de Ortega y Gasset y de Xavier Zubiri. Tras la guerra civil se exilió en México, y residió también en Cuba, Puerto Rico, Roma y Suiza, impartiendo clases en varias universidades. Regresó definitivamente a España en 1982 y recibió el Premio Cervantes en 1988. Es autora de una prolífica obra en la cual destacan títulos tan significativos como Hacia un saber sobre el alma, El hombre y lo divino, La agonía de Europa o De la aurora.

|Reseña de Filosofía y poesía
María Zambrano trata de dilucidar la génesis común de la filosofía y la poesía, y la halla en una idéntica actitud primera ante el mundo: la admiración ante las cosas, el “pasmo extático” ante lo real. Posteriormente, según la autora, filosofía y poesía toman dos caminos divergentes; mientras que la filosofía se eleva a la conquista del saber por la abstracción, la poesía queda atada a las cosas, a las apariencias, a lo múltiple. La filosofía se desprende del plano de la realidad para dar con la verdad y la trascendencia. En cambio, el poeta queda aferrado a la materialidad de las cosas y no encuentra la verdad a través de la búsqueda, sino a partir de la gracia o la revelación; de alguna manera, la verdad le es concedida sin haber de perseguirla. De este modo, filosofía y poesía suponen dos tipos de racionalidad y dos actitudes distintas ante el mundo: la del filósofo y la del poeta.
La filosofía supone asimismo, para el individuo particular, un camino ascético basado en la razón, en el cuidado de sí mismo y la renuncia a la vida, la “preparación para la muerte” proyectada por Platón en su diálogo Fedón. La poesía, en cambio, queda al servicio de la embriaguez, de la entrega total a la carne, al tiempo y a las formas mortales de las que la filosofía huye. A lo largo de la obra, Zambrano examina, de igual forma, las relaciones de la poesía con diferentes disciplinas o ramas dentro de la filosofía, como la ética y la metafísica moderna, así como el vínculo específico que une a la poesía con la mística, tema de interés y fijación particular de la autora.
La apuesta concreta de Zambrano pasa por el acercamiento entre la palabra filosófica y la poética, que encuentra parcialmente esbozada en algunos trazos del pensamiento contemporáneo. No obstante, es en el propio tono y uso del lenguaje de la obra donde podemos vislumbrar mejor su propuesta; un lenguaje que trata los problemas de la tradición filosófica dejando que la verdad se revele por sí misma, aflore a la superficie, cobre forma, sin un cariz dialéctico, sin polemizar con los autores, sino dibujando lentamente un camino, una huella, donde se abren nuevas posibilidades al pensar.

|Bibliografía crítica
Revilla, Carmen (Ed.), Claves de la razón poética, Madrid, Trotta, 1998.
Rocha, Teresa, María Zambrano: la razón poética o la filosofía, Madrid, Tecnos, 1998.

López Manrique, Laia (2009), “María Zambrano. Filosofía y poesía”, Lletra de Dona in Centre Dona i Literatura, Barcelona, Centre Dona i Literatura / Universitat de Barcelona, fecha de consulta.

Nota de Lisarda-
Fuentes: las citas de Zambrano las hemos tomado de Filosofía y Poesía; particularmente,  del ejemplar prestado por la amiga y poeta Celia Fischer; la autoría de la  biografía y la reseña del libro de María Zambrano, corresponden al blog palidofuego.wordpress.com/ *de la poeta y narradora Laia López Manrique,  cuya anuencia agradecemos. 

* Blog que integra la galaxia de Ser/afines

1 comentario:

Bípede Falante dijo...

Não a conhecia.
Vivendo e blogueando e aprendendo :)
beijoss