lunes, 5 de marzo de 2012

Jan van Ruysbroek, Lo que hay que hacer para poseer el don de Ciencia; de sus impedimentos y de las causas de su ruina.


























El que quiere obtener el don divino de ciencia, con todas las ventajas que de él resultan, debe hacer de modo de tener el alma tranquila y sin acritud, gozando de una gran paz en las grandes adversidades, para
soportar con igualdad de alma las maldiciones, los odios y las cóleras de los hombres; considerar todas las cosas con sagacidad y rapidez, conocerlas sin ambigüedad ni confusión, para saber lo que hay que hacer en tal o cual circunstancia, para dar o recibir; administrar con probidad, regular y gobernar cada cosa, esto es, llevar una vida
conforme a la verdad; así también velar sobre todos los actos y sobre sí mismo, examinarlos y observarlos, esto es, iluminar su vida con el sol de justicia para reconocer que no tributa a Dios ni a los hombres todos los deberes que sería menester, sino que se aparta siempre del camino de la perfección, lo que hace que conozca sus propios
defectos e imperfecciones. Y conociendo estas cosas detestará su propia abyección, buscará las causas de su mal, se acusará a sí mismo en la tristeza de su alma; y por estos medios poseerá las virtudes en su elevación y su grandeza.
Pero hay cuatro obstáculos que se oponen a que el hombre obtenga y posea, en un supremo estado de perfección, el don de ciencia. Estar abrasado por un deseo ardiente de las virtudes, sin una justa reserva, es un impedimento para la ciencia. Tener el corazón ocupado e inquieto en las acciones virtuosas, oscurece y atonta la razón. El que se complace en sus propias virtudes y no inquiere sus defectos, no posee el verdadero conocimiento (de sí mismo). El que, pasando su vida en el mundo, no desea verse libre del destierro, carece del don de ciencia.
A estos cuatro primeros obstáculos pueden añadirse otros cuatro, que arruinan, transforman y eliminan toda virtud. El alma irascible, que hierve de cólera, está privada de ciencia. Los gestos torvos. La faz cruel, los juramentos, las maldiciones son las señales del hombre privado de sabiduría, de discernimiento y de razón. Atribuirse todo en materia de virtud y no conceder nada a los otros, es de un hombre que se conoce poco. Estar contento del mundo y no gemir con sus males es encaminarse a la condenación.

Fuente: Jan van Ruysbroek (1293-1381)- El reino de los amadores de Dios, capítulo XIX,

1 comentario:

Eric von Bibert dijo...

Como hago para tener el alma libre de acritud y tranquila ...dame data Lisarda!!!

Pd:mi alma posee todos los condimentos e impedimentos descriptos por van Ruysbroek para no alvanzar la ciencia ergo sigo así como hasta ahora...ta bien?