viernes, 7 de octubre de 2011
Papá Gerundio
Sobre el breve espacio de la camilla, mi padre duerme.
La bolsa de suero, al costado, en figuración de clepsidra.
Me siento al lado de mi padre.
Tose y con la tos abre los ojos: me descubre, dice un saludo desdibujado, y vuelve a cerrar los ojos.
Mi padre, respirando
Mi padre, sufriendo la suma de varios achaques
que lo despojan de explicación
y lo reducen al cuerpo.
(¿Por qué digo "lo reducen"
si también es el cuerpo?)
Mi padre, orinando sentado.
Mi padre, cagando acostado.
Mi padre, con los ojos cerrados y oyendo lo que dicen las enfermeras.
Mi padre no se resigna al final común.
Y espera algo nuevo y definitivo del diario efímero,
mientras la muerte se viene,
de kerusa y
tan callando.
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8 comentarios:
No es consuelo de nadie que pasemos todos, tarde o temprano, por algo parecido. Lo de las buenas odas de lejos es una idiotez, a tu lado sólo estas tu y más solo esta el enfermo. No ahorres en caricias.
..ESTAR..SILENTE O CON PALABRAS QUE ACOMPAÑEN Y SALUDEN SU DESDIBUJO..
AUN CON LA DISTANCIA ESPERO RECIBAS ESTE POCO DICENTE CONSUELO.
ABRAZO !
Carajo.
Ignacio, comprendo tus palabras errantes desde la desesperación interior. Recientemente pasé por algo parecido con mi abuela, ella ya se fue.
En horas de tristes, amigo, un gran y cálido abrazo.
Gracias, Patri! Un abrazo por encima de este océano.
Claudiña, siempre estás cerca: un abrazo.
Asì es, Matìas...
Felicidad, los gerundios son puentes entre el Todavía y el Nunca: lo vivo así, aunque algunos poetas amigos le retaceen al lenguaje su cualidad de experiencia, o crean que debiera caer en patetismos para ser creíble.
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