Robert
Lemm
UNA SENTENCIA DEL QUIJOTE
UNA SENTENCIA DEL QUIJOTE
Jorge Luis Borges
‘Señores
guardas, estos pobres no han cometido
nada contra vosotros: allá se la haya cada uno con su pasado. Dios hay en el
cielo que no se descuida de castigar al malo ni de premiar al bueno. Y no es
bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres no yéndoles nada en ello.
Siempre he sabido que estas tan decentes
palabras de don Quijote eran un secreto que los hombres de nuestra América sólo
podemos compartir con los hombres de España. Las demás naciones occidentales
padecen una extraña pasión: la despiadada y fingida pasión de la legalidad. El
individuo, en ellas, se identifica sin esfuerzo con el estado, con el orden
establecido, con la policía.
En América del Norte se premia al que denuncia a
un ladrón a la policía. El sudamericano (y el español) en cambio, saben o sienten
que no es bien que los hombres honrados
sean verdugos de los otros hombres. El norteamericano es básicamente
estadual. Vive en favor de la sociedad, o en su contra. Cuando se desengaña,
cuando pierde la fe de sus mayores en el District Attorney, en el subsecretario
de Obras Públicas, en el pastor metodista o en el vigilante, su rebelión
retumba por el planeta, coreada por ametralladoras precisas. Ninguna historia
es tan espléndidamente ilegal como la de sus fornidos Estados. Dinastías
magnificas de malevos han pisado ese continente, donde los peleadores
individuales de Arizona – cuyo prototipo es Billy the Kid, que debía a la
justicia veintiuna muertes, sin contar mexicanos, cuando encontró a los
veintiún años la suya – hasta las antiguas bandas de Nueva York, diestras en el
manejo de la trompada, del cuchillo, del palo, de la botella arrojadiza, de la
pistola y aun del pulgar saltador de ojos, y el bandidaje actual de Frank Nitti, sucesor de Al Capone, y el de
los hermanos O’Donnell, que quieren disputarle la sucesión…Eso, cuando el
norteamericano pierde su fe. Cuando la mantiene pura y sin tacha, su héroe
natural es el polizonte – mejor si aficionado -, el hombre honrado que es verdugo de los otros hombres, no yéndoles nada
de (en) ello. Lo conmueven el espionaje y la delación. En su cinematógrafo
(que es un documento genuino, en cuanto se refiere a los sentimientos del público) los personajes preferidos son la mujer
que tienta con su amor a un criminal para sonsacarle un secreto, y el
periodista que confunde su empleo con el de un vigilante. La superioridad
numérica de la policía lo entusiasma, también sus motocicletas y escudos. Es
hombre tironeado por dos pasiones, ya formuladas y sufridas una vez por
Apollinaire: la aventura y el orden. Las une en la novela policial: síntesis
superior hegeliana.
He dicho que la legalidad non nos apasiona,
tampoco lo ilegal. Nuestro héroe, Martín Fierro, es un gaucho, un soldado, un
desertor, un asesino, un buen amigo de su amigo, un matrero, y esas diversas
figuraciones nos distraen y sabemos que la sangre vertida no es demasiado
memorable, y que a los hombres les ocurre matar como les ocurre morir. También
sabemos que infringir la ley no es una virtud y que el más frecuente asesino y
la más concurrida prostituta pueden ser dos imbéciles. Quien no debía una muerte en mi tiempo, le oí quejarse con
dulzura una tarde a un señor de edad. Sabemos que lo definitivo es lo que una
persona es, no lo que hace. Sabemos lo que don Quijote sabía: allá se le haya cada uno con su pecado,
con su humano, seguro, natural y humilde pecado.
Una observación última. Si la vida póstuma de
Cervantes nos interesa, debemos rescatarla del purgatorio extraño en que sufre.
Su novela, su unica novela, el Quijote – lenta presentación total de una gran
persona, a través de muchísimas aventuras, para que la conozcamos mejor - ha sido denigrada a libro de texto, a ocasión
de banquetes y de brindis, a inspiración de cuadros vivos, de suplementos
domingueros en rotograbado, de obscenas ediciones de lujo, de libros que más
parecen muebles que libros, de alegorías evidentes, de versos de todos tamaños,
de estatuas. Es la común tarifa de la gloria, se me dirá. Pero hay algo peor.
La Gramática – que es el presente sucedáneo español de la Inquisición – se ha identificado
con el Quijote, nunca sabré porqué. El Purismo, no menos inexplicable y
violento, lo ha hecho suyo también – pese a la aficiones itálicas de Cervantes.
Contra la burda calidad de esa fama, un solo
medio de defensa hay posible: Leer el Quijote.’
Jorge Luis Borges, 1933.
Miguel de Unamuno
La lectura del capítulo 60 de la Segunda Parte
del Quijote y, sobre todo, la exegesis de ese capítulo por Miguel de Unamuno en
su Vida de Don Quijote y Sancho
(1905), corrobora de un modo espléndido la tésis de Borges de que ‘la legalidad
no nos apasiona’. Se trata del encuentro del caballero andante con el salteador
de caminos Roque Guinart. Entre los dos se desarrolla un diálogo del cual
resulta que para don Quijote la cuadrilla encabezada por su interlocutor no es
peor que la corte de los duques. Ambos se nutren de sangre y robo. Pero
mientras que el Estado (representado por los duques) presume de legalidad,
Guinart y los suyos por lo menos no pecan de hipocresía. Y por encima, el
caballero elogia el modo equitativo de distribuir el botín entre los
salteadores.
Tomemos un ejemplo reciente de la piadosa pasión
de la legalidad a lo norteamericano. Es el caso de un viudo solitario y racista
que traba amistad con una familia asiática de la casa de al lado, uno de cuyos
miembros, adolescente aún, se ve perseguido por una banda de su misma raza con
la intención de reclutarlo. Para conseguir su propósito, los bandidos usan de
una crueldad exagerada para con el chico y su hermanita protectora. El viudo,
enajenado de sus propios familiares y padeciendo de una enfermedad mortal,
quiere tomar sobre sí la salvación de los jovencitos asiáticos sabiendo que
castigar a los perseguidores sádicos no cabe dentro de su poder, pese a su
probado manejo de armas de fuego. Opta por una salida inaudita que consiste en
acercarse a la mansión de la banda, retarles a grandes voces, hacer un
movimiento que podría producir un revólver y someterse al inevitable fusilamiento.
Cae en la seguridad de que su muerte llevará al encierro perpetuo de los
asesinos. El adolescente y su hermanita ya están libres para moverse por el
barrio. La película se llama The Death of
Walt Kowalski (2008) protagonizada por Clint Eastwood. En América Latina un
sacrificio parecido hubiera sido inútil porque faltan la pasión de la legalidad
y la confianza en la justicia del Estado.
La sentencia del Quijote que allá se le haya cada uno con su pecado
implica un profundo escepticismo frente al Estado. Pero en cuanto a los
galeotes desencadenados por el caballero andante - ya que ‘le pareció duro caso
hacer esclavos a los que Dios y la Naturaleza hizo libres’ (Primera Parte,
capítulo XXII) -, el resultado no satisface. Después de recobrar su libertad, y
en vez de mostrar su gratitud cumpliendo con el mandamiento de honrar a la dama
inspiradora de su libertador, los criminales se arrojan sobre éste y su
ayudante dejándolos gravemente heridos en pleno campo. Para los galeotes el
caballero es un loco insignificante. Para Roque Guinart y sus bandoleros en
cambio, es un triste y melancólico, ya famoso. La sentencia de que allá se le haya cada uno con su pasado
se aplica a los cuadrilleros. Ellos se muestran respetuosos hacia don Quijote y
Sancho, mientras que los duques los humillan.
Don Quijote exilado
El episodio de los duques y el de los galeotes
han sido aprovechados por el autor ruso Anatoly Lunacharsky. En 1923 apareció
en Moscú un drama suyo titulado Don
Quijote liberado, que delata la influencia de Unamuno más que la de
Cervantes. Unamuno quiso ver en la actitud frente a los galeotes de don Quijote
una intervención divina. Los galeotes merecen un castigo, pero no por parte de
sus prójimos investidos de jueces en nombre de Dios y Patria. Más bien deberían
expiar sus trasgresiones viviendo con la
angustia de satisfacer por ellas ante la Justicia Divina – puesto que ‘si los
hombres todos cobraran robusta fe en su última salvación seríamos todos
mejores’, y puesto que ‘el castigo satisface al ofensor, no al ofendido’ (Vida
de Don Quijote y Sancho, Primera Parte, cap. XXII). Unamuno rechaza la
interpretación de su corresponsal Ángel Ganivet, autor de la misma generación,
según el cual la justicia humana es injusta por ser selectiva y de ahí que la
actuación del Quijote anticipara a un saludable anarquismo.
Anatoly Lunacharsky (1875-1933) ha vivido los acontecimientos del
Octubre de 1917. Aunque no estaba de acuerdo en todo con Lenin, los
bolcheviques lo nombraron Ministro de Educación. Pero en 1929 Stalin lo
destituyó de su cargo enviándolo en 1933 como Embajador de la Unión Soviética a
la republicana España. Durante el viaje a su destino murió en el sur de
Francia. Dicen que fue asesinado por los agentes de Stalin. Su Don Quijote liberado, o más bien ‘Don
Quijote exilado’,puede confirmar esta sospecha.
En la versión de Lunacharsky, los galeotes se
disfrazan de revolucionarios que se levantan en contra del poder establecido de
los duques. Y los duques son la máscara del Zar y la Iglesia. Estas
instituciones pasan por explotadoras del pueblo empobrecido. Don Quijote y
Sancho acaban encarcelados por haber desencadenado a los revolucionarios
galeotes. Detrás de los barrotes los dos siguen conversando. A pesar de ser
prisionero, el caballero continúa respetando las instituciones sagradas del
Trono y el Altar. El escudero en cambio, no esconde su entusiasmo por los
alzados. Según el caballero, nuestras pasiones son demasiado vehementes como
para soñar con un mundo gobernado por la Justicia. Y ¿cómo reunir una fe
extraña con la confesión ardorosa de la propia fe? En un momento dado triunfan
los alzados y liberan a don Quijote y a Sancho. El caballero podría convertirse
en héroe de la Revolución. Pero al ver que sus libertadores dan rienda suelta a
sus pasiones más bajas, se desengaña. Los revolucionarios prometen un nuevo
mundo y para conseguirlo no se arredran ante masacrar a todos que se les
oponen. La fundación del paraíso sobre la tierra requiere que sus heraldos se
venguen de los dueños antiguos. Don Quijote pronostica que así se establecerá
el infierno sobre la tierra. Y cuando se declara dispuesto a liberar a los
duques, sus tiranos de hace poco, puede temer por su propia vida. El desenlace
del drama consiste en el destierro de don Quijote. Sancho, que por su condición
de campesino se afilió a la Revolución, decide compartir el destino de su
maestro. Para el jefe del nuevo orden, el caballero es un contrarrevolucionario
que ya no sirve para nada. Es un loco perdido que no entiende que la libertad
sólo se conquista con la armadura bañada
en sangre.
Salta a la vista la semejanza entre el Quijote
de Lunacharsky y el Jesucristo de Dostoievski en su confrontación con el Gran
Inquisidor. Para que triunfe el cristianismo sobre la tierra hay que desterrar
a Cristo, que es lo que hace el Gran Inquisidor. Así al menos lo presenta el
liberal Iván Karamazov, personaje de la novela de Dostoievski, para sembrar la
duda en su hermano religioso Alyosha. Don Quijote practica la caballería
andante, que es el camino del solitario soñador. Seguir a Cristo significa ser
rechazado y perseguido por el mundo. La Iglesia es como la Revolución, es la
aplicación del programa evangélico de la igualdad y la fraternidad a la
sociedad humana bajo una jerarquía opresora en nombre del orden y de la
seguridad. Son sólo los ideales que sobreviven.
El
Caballero de la Triste Figura
En 1860, veinte años antes de Dostoievski, Iván
Turgeniev publicó un ensayo titulado Hamlet
y Don Quijote. Lo nuevo es que el ruso hace resaltar lo trágico del héroe
español, que se cifra en el nombre de Caballero de la Triste Figura. El lado
insensato del caballero, con todo en él que despierta la risa, es nada más que
lo exterior. Don Quijote encarna la fe y el altruísmo, frente al héroe de
Shakespeare que es un egoísta y un escéptico, alguien que no cree ni en sí
mismo. El mundo está lleno de tipos como Hamlet, mientras que don Quijote es único,
y pese a burlarnos de sus hazañas terminaremos amándolo, tal como lo demuestra
Sancho Panza. En don Quijote pervive la Edad Media; Hamlet es un precursor de
la Modernidad. Don Quijote venera las instituciones establecidas, la religión y
los monjes y los duques, y al mismo tiempo se siente libre y reconoce el
derecho a la libertad de los demás. Ser golpeado y pisoteado por los fariseos
es la suerte que comparte con Jesucristo. Su muerte en la resignación de que
por fin sabe quién es nos conmueve profundamente. Turgeniev anticipa a Unamuno
en subrayar que don Quijote es mucho más que un hazmerreír, contrario a como lo
veían en general los primeros doscientoscincuenta años. ‘Ríense los más de los
que leen tu historia, loco sublime, y no pueden aprovecharse de su meollo
espiritual mientras no la lloren. ¡Pobre de aquel a quien tu historia,
ingenioso hidalgo, no arranque lágrimas, lágrimas de corazón, no ya de los
ojos!’ (Vida de Don Quijote y Sancho, Segunda Parte, cap.LVI).
La
sentencia de Don Quijote
Volviendo a la sentencia de que allá se le haya cada uno con su pecado,
concluimos que sólo afecta a Guinart y otros parecidos. Y no a los galeotes,
que son unos malagradecidos, y ni tampoco a los revolucionarios, que son unos
soberbios. Donde éstos últimos nos seducen con una sociedad futura sin maldad
que justifica la inmolación de grupos humanos recalcitrantes, aquellos son
movidos nomás por desavenencias en relación con el aparato justiciero de la
sociedad existente, pero sin exigencias utópicas. ‘¿Quién os ha dicho que el
destino final del hombre se sujete a asegurar el orden social en la tierra y a
evitar esos daños aparentes que llamamos delitos y ofensas?’, sentencia Miguel
de Unamuno (Vida de Don Quijote y Sancho, Segunda Parte, cap. LX).
Don Quijote simpatiza con los bandoleros o
rebeldes. Su cabecilla llama la atención por ‘la justicia distributiva y el
buen orden en repartir los despojos del botín.’ Nuestro así llamado ‘estado de
derecho’ actual es para Borges y Unamuno una pretensión vacía. Unamuno
señala que a lo sumo el estado toma
sobre sí el remordimiento colectivo por sus crímenes legalizados expiándolos en
forma de filantropía y adoptando una actitud humanitarista hacia las víctimas.
Roque Guinart pertenece a la estirpe de Robín de
los Bosques. Entre sus herederos en América Latina se hallan los gauchos Martín
Fierro y Juan Moreira, pero también los narcos Pablo Escobar y El Chapo. El
patrón de la estirpe es san Dimas, el criminal que agonizó al lado derecho de
Jesús y a quien éste le prometió el paraíso. ‘Fue su humildad lo que premió
Jesús. El bandolero se confesó culpable y creyó en Cristo.’ Guinart admite que
fue el deseo de venganza que lo empujó al laberinto del robo y la guerra. ‘No
hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero hago’, repite con san Pablo.
‘Con hondo sentimiento se llama entre los gauchos desgracia no el ser muerto,
sino el haber tenido que matar a otro’, observa Unamuno (capítulo citado.) Y sin
embargo, Guinart vive con la esperanza de alcanzar puerto seguro, según
Cervantes.
Don Quijote no se afilia a los rebeldes. Le
recomienda a Guinart el camino de la caballería andante, pero el bandolero está
ya demasiado involucrado en su manera de vivir como para dejarla, a no ser que
no lo dejen sus propios compañeros. Cervantes no relata como en 1611 Roque
Guinart aceptó un acuerdo con el Virrey en Barcelona. A cambio de la pena
capital que le esperara en caso de caer en manos de la justicia real, le ofrecieron
una salida del pais. Temían de que si se quedara en el monte, podría hacer
causa común con los franceses que estaban infiltrando el territorio nacional
con el fin de causar una sublevación de Cataluña - que aspiraba a separarse de
la Corona Española. Roque Guinart partió para Nápoles donde se alistó como
capitán en el ejército del Rey y donde vivió el resto de su vida hasta 1635.
(Richard Grasso, presidente de la Bolsa de Nueva York y Raúl Reyes, de las FARC)
Nota de Lisarda- Robert Lemm (Holanda, 1945) es ensayista y traductor. Dentro de su afamada labor de hispanista, cuentan traducciones de Donoso Cortés, Borges, Unamuno, Carpentier y Gómez Dávila entre otros. Es autor de medulosos ensayos como Een literatuur van verwondering (1995) Ontijdige bespiegelingen (1996) De teloorgang van het geweten (2003) Operación Fénix: la autobiografía de Raúl Reyes (2009) Borges como filósofo (2010) y De jezuïeten, hun opkomst en hun ondergang (2011) De inminente-y esperada aparición, ya que sería por estas pampas- es Miguel de Unamuno, de ziel van Spanje- (Miguel de Unamuno, el alma de España)-una selección de pensamientos de Unamuno en edición bilingüe.
Más información en http://robertlemm.blogspot.com.ar/
5 comentarios:
De nuevo estoy de vuelta...gracias, Robert Lemm!
Robert te volvió al universo Blogger?
¡Bienvenido! Y con semejante página...Vale la pena volver así.
Saludos.
Excelente. Muchas gracias por invitarme. Es un placer leer su blog. Saludos
Excelente. Muchas gracias por invitarme. Es un placer leer su blog. Saludos
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