miércoles, 25 de noviembre de 2009
Evaristo Carriego, Mamboretá
I
Así la llaman todos los chicos de Palermo.
Es la risa del barrio con su rostro feúcho
y su andar azorado de animalito enfermo.
Tiene apenas diez años, pero ha sufrido mucho
Los domingos temprano, de regreso de misa
la encuentran los muchachos vendedores de diarios,
y enseguida comienza la jarana, la risa,
y las zafadurías de los más perdularios.
Como cuando la gritan su apodo no responde,
la corren, la rodean y: «Mamboretá, ¿En dónde
está Dios?», La preguntan los muchachos traviesos.
Mamboretá suspira, y si es que alguno insiste:
¿Dónde está Dios?, Le mira mansamente con esos
sus ojos pensativos de animalito triste.
II
Una viuda sin hijos la sacó de la cuna,
y alguien dice, con mucha razón, que lo hizo adrede,
de bruja, de perversa no más, pues le da una
vida tan arrastrada, que ni contar se puede.
Mamboretá trabaja desde por la mañana,
sin embargo, no faltan quienes la llaman floja,
la viuda, sobre todo, la trata de haragana,
y si está con la luna de cuanto se le antoja:
«La inútil, la abriboca, la horrible, la tolola»
Mamboretá no ha oído todavía una sola
palabra de cariño. ¡Pobre Mamboretá!
Todo el mundo la grita, todos la manosean,
y las mujeres mismas a veces la golpean
¡Ah, cómo se conoce que no tiene mamá!
Declaración
Pienso que el nombre de Evaristo Carriego pertenecerá a la ecclesia visibilis de nuestras letras, cuyas instituciones piadosas -cursos de declamación, antologías, historuas de la literatura nacional- contarán definitivamente con él. Pienso también que pertenecerá a la más verdadera y reservada ecclesia invisibilis, a la dispersa comunidad de los justos, y que esa mejor inclusión no se deberá a la fracción de llanto de su palabra. He procurado razonar esos pareceres.
He considerado también -quizá con preferencia indebida- la realidad que se propuso imitar. He querido proceder por definición, no por suposición: peligro voluntario, pues adivino que mencionar "calle Honduras" y abandonarse a la repercusión casual de ese nombre, es método menos falible -y más descansado- que definirlo con prolijidad. Jorge Luis Borges
Evaristo Carriego, La que se quedó para vestir santos
Ya tienes arrugas, ¡Qué vergüenza! Bueno:
serás abuelita sin ser madrecita.
Ayer, recordando tu pesar sereno,
me dio mucha pena tu cara marchita.
¿Ni siquiera una novela empezada?
Quizás el idilio que duró un verano,
hasta que una noche por buena y confiada,
se cansó la novia de aguardar en vano.
Y tú sufrirías, o no sufrirías,
nerviosas esperas, y te quedarías
como es natural,
tan indiferente que al día siguiente
ya no habría nada, nada: solamente
húmedas las puntas de tu delantal.
Evaristo Carriego, El alma del suburbio
El gringo musicante ya desafina
en la suave habanera provocadora,
cuando se anuncia a voces, desde la esquina
«el boletín famoso de última hora».
Entre la algarabía del conventillo,
esquivando empujones pasa ligero,
pues trae noticias, uno que otro chiquillo
divulgando las nuevas del pregonero.
En medio de la rueda de los marchantes,
el heraldo gangoso vende sus hojas
donde sangran los sueltos espeluznantes
de las acostumbradas crónicas rojas.
Las comadres del barrio, juntas, comentan
y hacen filosofía sobre el destino
mientras los testarudos hombres intentan
defender al amante que fue asesino.
La cantina desborda de parroquianos,
y como las trucadas van empezarse,
la mugrienta baraja cruje en las manos
que dejaron las copas que han de jugarse.
Contestando las muchas insinuaciones
de los del grupo, el héroe del homicidio
de que fueron culpables las elecciones,
narra sus aventuras en el presidio.
En la calle, la buena gente derrocha
sus guarangos decires más lisonjeros,
porque al compás de un tango, que es «La Morocha»
lucen ágiles cortes dos orilleros.
La tísica de enfrente, que salió al ruido,
tiene toda la dulce melancolía
de aquel verso olvidado, pero querido,
que un payador galante le cantó un día.
La mujer del obrero, sucia y cansada,
remendando la ropa de su muchacho,
piensa, como otras veces, desconsolada,
que tal vez el marido vendrá borracho.
Suenan las diez. No se oye ni un solo grito,
se apagaron las velas en las bohardillas,
y el barrio entero duerme como un bendito
sin negras opresiones de pesadillas.
Devuelven las oscuras calles desiertas
el taconeo tardo de las paseantes,
y dan la sinfonía de las alertas
en su ronda obligada los vigilantes.
Bohemios de rebeldes crías sarnosas,
ladran algunos perros sus serenatas,
que escuchan, tranquilas y desdeñosas,
desde su inaccesible balcón las gatas.
Soñoliento, con cara de taciturno
cruzando lentamente los arrabales,
allí va el gringo ¡Pobre Chopin nocturno
de las costureritas sentimentales!
¡Allá va el gringo! ¡Como bestia paciente
que uncida a un viejo carro de la Harmonía
arrastrase en silencio, pesadamente,
el alma del suburbio, ruda y sombría!
Antonio Rodríguez, La cieguita
Carlos Gardel, La cieguita
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Evaristo Carriego, Residuo de fábrica
Hoy ha tosido mucho. Van dos noches
que no puede dormir, noches fatales,
en esa oscura pieza donde pasa
sus más amargos días, sin quejarse.
El taller la enfermó, y así, vencida
en plena juventud, quizá no sabe
de una hermosa esperanza que acaricie
sus largos sufrimientos de incurable.
Abandonada siempre, son sus horas
como su enfermedad: interminables.
Sólo a ratos, el padre, se le acerca
cuando llega borracho, por la tarde
Pero es para decirle lo de siempre,
el invariable insulto, el mismo ultraje:
¡Le reprocha el dinero que le cuesta
y la llama haragana, el miserable!
Ha tosido de nuevo. El hermanito
que a veces en la pieza se distrae
jugando, sin hablarla, se ha quedado
de pronto serio como si pensase
Después se ha levantado, y bruscamente
se ha ido murmurando al alejarse,
con algo de pesar y mucho de asco:
que la puerca, otra vez escupe sangre
Evaristo Carriego, La costurerita que dio aquel mal paso
La costurerita que dio aquel mal paso
y lo peor de todo, sin necesidad
con el sinvergüenza que no la hizo caso
después según dicen en la vecindad
se fue hace dos días. Ya no era posible
fingir por más tiempo. Daba compasión
verla aguantar esa maldad insufrible
de las compañeras, ¡Tan sin corazón!
Aunque a nada llevan las conversaciones,
en el barrio corren mil suposiciones
y hasta en algo grave se llega a creer.
¡Qué cara tenía la costurerita,
qué ojos más extraños, esa tardecita
que dejó la casa para no volver!
Evaristo Carriego, La francesita que hoy salió a tomar el sol
Un poco paliducha y adelgazada,
¡Estuvo tan enferma recientemente!
Caminando deprisa por la asoleada
vereda, va la rubia convaleciente
que, con rumbo a Palermo dobló hacia el Norte.
¡Salud, la linda rubia: cara traviesa,
gesto de ¡Viva Francia!, Y airoso el porte:
como que para eso nació francesa!
¿Será el desconocido que va delante
o es la gracia burlona con que camina
que ahuyentó aquel capricho sentimental?
¡Adiós los ojos tristes del estudiante
que vio junto a la cama de su vecina
en la tarde de un jueves del hospital!
domingo, 8 de noviembre de 2009
Lee Parry - Eine kleine Sehnsucht
Eine kleine Sehnsucht
Mein Tag ist grau, dein Tag ist grau,
laß uns zusammen gehn!
Wir wollen lächelnd die Hände uns reichen
und uns recht gut verstehn!
Lang ist der Weg, bang ist der Weg,
sicher wird man belohnt.
Wir wollen fest an etwas Schönes denken
und an ein Schloß im Mond!
Eine kleine Sehnsucht braucht jeder zum Glücklichsein.
Eine kleine Sehnsucht, ein bisschen Sonnenschein.
Eine Sehnsucht für den grauen Tag.
Eine Sehnsucht, ganz egal wonach!
Eine kleine Sehnsucht, ein flüchtiges Traumgebild’!
Eine Sehnsucht, die vielleicht sich erfüllt!
Eine Sehnsucht für den grauen Tag.
Eine Sehnsucht, ganz egal wonach!
Eine kleine Sehnsucht, ein flüchtiges Traumgebild’!
Eine Sehnsucht, die sich niemals erfüllt!
Lügen wir uns, trügen wir uns
in eine Welt hinein,
und laß uns in dieser Welt ganz verzaubert
Prinz und Prinzessin sein!
Du bist aus Gold, ich bin aus Gold,
und unser Tag ist froh,
vergessen der Student im Dachstübchen und das Mädchen vom Büro!
Eine kleine Sehnsucht braucht jeder zum Glücklichsein.
Eine kleine Sehnsucht, ein bißchen Sonnenschein.
Eine Sehnsucht für den grauen Tag.
Eine Sehnsucht, ganz egal wonach!
Eine kleine Sehnsucht, ein flüchtiges Traumgebild’!
Eine Sehnsucht, die sich niemals erfüllt!
martes, 3 de noviembre de 2009
Evaristo Carriego, El hombre que tiene un secreto
Algunos se hacen malas suposiciones
cada vez que el pobre hombre dobla la esquina
y franquea la puerta de la cantina,
donde busca el silencio de los rincones.
Eco de las diversas murmuraciones
de los más insidiosos, una vecina
dice que nunca dejan de darle espina
esas muy sospechosas ocultaciones.
Hoy y esto es explicable la buena gente
se halla un tanto intrigada, pues casualmente
hace cinco minutos, al regresar
de la calle, cumplido cierto mandato,
el hijo de la viuda que vive al lado
acodado en la mesa lo vio llorar.
Evaristo Carriego, En el Café
Desde hace una semana falta ese parroquiano
que tiene una mirada tan llena de tristeza
y, que todas las noches, sentado junto al piano
bebe, invariablemente, su vaso de cerveza
y fuma su cigarro. Que silenciosamente
contempla a la pianista que agota un repertorioplebeyo, agradeciendo con aire indiferente
la admiración ruidosa del modesto auditorio.
Hace ya cinco noches que no ocupa su mesa,
y en el café su ausencia se nota con sorpresa.
¡Es raro, cinco noches y sin aparecer!
Entre los habitués hay algún indiscreto
que asegura a los otros, en tono de secreto,
que hoy está la pianista más pálida que ayer.