jueves, 30 de abril de 2009

Volverás a Corín


Al recordarla, mis mejillas se encienden, mi corazón se acelera, y un estremecimiento inexplicable recorre mi cuerpo…Se nos ha ido Corín Tellado, a quien Cabrera Infante rebautizara como “Corán Tullido”.
Líder indiscutida de la novela rosa, María del Socorro Tellado López (1927-2009) comenzó su carrera literaria en 1945 publicando Atrevida apuesta por la editorial Bruguera. En 1951 firma contrato con la revista cubana Vanidades, donde trabajaba, como corrector de pruebas, un joven Cabrera Infante.

En la década del ’60 varias causas concurren al éxito masivo: la estrategia editorial de acotar la periodicidad de sus novelas, la distribución en los kioscos, el cruce con la fotonovela, y la reivindicación académica llevada a cabo por Andrés Amorós en Sociología de una novela rosa (1968).
En O (1975) Cabrera Infante le dedica un agudo ensayo Corín Tellado: la inocente pornógrafa donde observa que el final feliz exige, además del amor eterno, una no menos eterna solidez económica.
Si bien la novela erótico-sentimental tuvo predecesores a principios del siglo XX como Felipe Trigo, Gregorio Mata o Eduardo Zamacois- y su epitafio genial en La novela del corsé de Manuel Longares- Corín Tellado se dedicó más a sugerir el erotismo que a explicitarlo.

Más cercana a Delly o a Carolina Invernizzio, Corín Tellado fue el emergente natural de la España franquista. La única imagen paternalistamente apologética que podían tener sus futuras lectoras-y lectores, que también los hubo- era la del ensayo sobre la mujer de Severo Catalina. Es muy probable que quien se educara sentimentalmente leyendo a Corín Tellado no leyera El jarama, ni Volverás a Región. No así a la inversa: algo debía haber en esas novelitas denostadas que no se encontraba en García Hortelano, o en cualquier otro seixbarralesco. Sus protagonistas son hermosas, liberales, profesionales: todo lo contrario de las chicas-o más bien, tías- que recuerdo de las fotos de aquel libro de Camilo José Cela, Izas, rabizas y colipoterras

Corín deja, tras de sí, una biblioteca de suspiros, anhelos, lágrimas calculadamente vertidas y amores imposibles que llegan a buen puerto. Las imperfectas casadas, las malmaridadas, las novias eternas, las adolescentes, las solteronas leían esas novelas con la regularidad de un rito, como un ejercicio de revancha y esperanza al mismo tiempo.
No he leído ni un cuarto de las novelas de Corín Tellado. Espero dar cuenta de las dos mil y algo de novelas que me faltan para ver si encuentro la perla más preciada: en alguna de esas novelas debe contarse la historia de una chica asturiana, periodista de profesión, que tiene un primer matrimonio por civil, y que, ya divorciada, se casa con un príncipe. Aunque la protagonista no se llame Letizia Ortiz, bastará esa trama para confirmar que Corín Tellado, además de novelista, fue una insospechada profeta de nuestro tiempo

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